Monday, November 20, 2023

CON UN PIE AQUÌ Y CON EL OTRO PIE EN EL FUTURO.

 Fernando Cajas

El vacío existencial de la educación en Guatemala es la educación técnica. La educación técnica en Guatemala no tiene ni dirección ni sentido. No es su ausencia per se. Lo que no tiene es un lugar de partida, una visión, un punto de llegada un cómo, un para qué y menos un por qué. 


Guatemala ofrece cientos de programas en educación técnica, ninguno de los cuales va a lugar alguno, no tienen dirección. Los programas de educación técnica los empiezan a tomar adolescentes de aproximadamente quince años de edad cuando deciden optar por un bachillerato en «algo», o un «perito» en algo, siendo este «algo» algo muy variado. El apellido más común del Bachillerato por muchos años fue Ciencias y Letras, opción que daba un camino más directo a la Universidad. Durante las últimas tres décadas emergió una enorme oferta de bachilleratos «técnicos» de los más variados que van desde Bachillerato en Dibujo Técnico y Construcción pasando por Bachillerato Industrial y Perito en Electricidad hasta ofertas exóticas como Bachillerato Industrial con Especialidad en Belleza.



Esta oferta de más de doscientos títulos de secundaria en educación técnica vino a competir, y literalmente a desplazar, al Bachillerato en Ciencias y Letras que era la opción tradicional de los que querían ingresar a la universidad. Los que no querían ingresar a la universidad, o no podían, optaban por ir a Magisterio o a Perito Contador. Durante las últimas tres décadas se ha dado una intensa diversificación en la oferta de educación técnica secundaria formal, como lo reflejan los títulos más variados, tales como técnico en «aviación», técnico en «ciencias de la salud», técnico en «ingeniería» y así decenas de nombres impresionantes. Lo triste es que los técnicos en aviación no han visto un avión en su vida. Los técnicos en ciencias de la salud, que supuestamente irían a medicina, son una mala caricatura de un técnico real en salud, reflejando la oferta prematura de especialización del sistema que solamente es para atraer a un público ávido de opciones y que son sorprendidos en su buena fe.



Hay poca oferta de programas de alta calidad en educación técnica en el país, programas que realmente entregan lo que ofrecen, pero aún estos pocos carecen fundamentalmente de dirección. Esto es, los egresados de estos institutos tecnológicos de alta calidad, no saben hacia  dónde dirigirse al final de sus estudios secundarios. Las universidades guatemaltecas no se han quedado atrás y ofrecen programas técnicos a diestra y siniestra, sin dirección ni sentido. La Universidad Galileo ha sido la campeona en èsto. Sin embargo, ninguna de las ofertas de educación superior va a lugar alguno. La Universidad Nacional, la de San Carlos, no se ha quedado atrás. Mucho de la oferta, ya sea de carreras cortas como profesorados, o aún las licenciaturas, son de naturaleza «técnica». Nadie puede negar que un ingeniero en Guatemala sea un técnico.


Alguien puede dudar que un abogado sea un técnico, pero la revisión de su práctica y del currículo que lo formó hace concluir que es un técnico, muchas veces tecnócrata, no jurista. Muchos programas universitarios guatemaltecos, ya sean licenciaturas o no, son una oferta de tipo técnica.



Pero ninguno de ellos se ha creado obedeciendo un norte, una direccionalidad, un hacia a donde, es decir no obedecen política que los direccione. Este navegar sin brújula no escapa de otras trayectorias hechas por navegantes de la educación técnica guatemalteca, entre ellas destaca la trayectoria del INTECAP, el Instituto Técnico de Capacitación y Productividad. El INTECAP se considera a sí mismo como el líder de la formación profesional de los trabajadores. Y en efecto, tiene una buena reputación en materia de entrenamiento, no así en materia de formación integral para la vida como lo demuestra el uso político que hiciera Sandra Torres del INTECAP en su campaña presidencial y el cúmulo de bromas asociadas. Si bien cuenta con un sistema de gestión certificado con normas de calidad internacional, es entrenamiento, no es educación, pero no se puede decir que el INTECAP está direccionado para ir a algún lugar que pueda apoyar a la mayoría de los y las guatemaltecas. Es para apoyar la productividad de las empresas de los empresarios.



Esta diversificación de la oferta de educación técnica en Guatemala no está produciendo gente capaz. El Instituto Nacional de Estadística (INE) señala que 6.3 millones de personas conforman la Población Económicamente Activa en Guatemala y de esas, según la Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos ENEI 2-2014, 4 millones tienen un empleo en el sector informal, un sector que se caracteriza por falta de innovación tecnológica y de empleos que más que ayudar a quienes los poseen los colocan en una situación vulnerable. Es más, los 2 millones de trabajadores del sector formal, reflejan problemas en sus trabajos, siendo estos repetitivos y muchas veces improductivos, creando condiciones de insatisfacción. La mayoría, es decir más de 4 millones, están empleados en el sector informal, principalmente en el sector del comercio y la agricultura, lo que significa que están desprotegidos por la legislación laboral y no tienen certeza de que sus ingresos sean estables cada mes.



Según el INE, al menos 8 de cada 10 personas ubicadas en lo informal residen en el área rural, lo que permite concluir que sus ingresos son reducidos. El promedio de salarios a nivel nacional ronda los 2,000 quetzales, mientras que a nivel rural 1,400 quetzales. Datos del 2016.


Con esos salarios, los empleados difícilmente pueden adquirir los alimentos para subsistir, no digamos tener una vida digna. El INE refiere que el costo de la canasta básica, el estimado del precio de los alimentos para una familia de cinco integrantes, hasta junio de este año previo a la pandemia, se situó en 3,500 quetzales. La Canasta Básica Vital, que incluye el pago de bienes y servicios esenciales como educación, salud, vivienda y transporte, sería inalcanzable para quienes tienen un empleo informal. En junio 2016 se cotizó en 6 mil quetzales para una familia de cinco personas.



En la actual crisis política del país, està el golpe de estado en cámara lenta que se ejecuta en manos del Pacto de Corruptos, que no tiene tiempo ni interés en entender a la educación técnica. Aquí hay otro problema de fondo que se debe analizar e incluirlo de forma sistemática en el plan del nuevo gobierno de Arévalo y Herrera. El que tiene oídos que escuche dice el dicho. Los pichones deben ampliar su experiencia diría Aquiles Faillace, el constitucionalista de la democracia guatemalteca.



El fondo es complejo y tiene que ver con los sistemas productivos guatemaltecos que no han evolucionado y si lo han hecho han sido pocos y en pocos sectores, los monopolios. Eso debe cambiar. No transformamos nuestra materia prima en algo que requiere tecnología. La razón es que somos exportadores de nuestros productos básicos. Producimos muchos mangos, pero no los transformamos. Producimos mucho aguacate y no lo transformamos. Producimos maíz y casi no lo transformamos sino para tortillas con poca innovación tecnológica. Es más, las tortillas se hacen a mano, ni una maquita hemos agregado a ese proceso pre artesanal para que las bellas manos guatemaltecas tengan tiempo para hacer otras actividades más productivas.



Este hermoso país nuestro bananero produce banano para vender banano, para exportar banano, hule para vender hule, chocolate en bruto para vender chocolate en bruto. Si desea degustar un buen chocolate tendrá que ir a Suiza o Italia o algún lugar diferente de Guatemala, porque aquí el chocolate recibe poca innovación tecnológica. Lo mismo el café. Lo mismo casi todo. Esta es la visión del empresariado guatemalteco. Eso se repite con muchos de los que cultivamos y hacemos en Guatemala de tal forma que no hemos logrado tener un sistema de innovación científica tecnológica que mejore los sistemas productivos para hacernos realmente independiente capaces de sacarnos de este subdesarrollo empresarial liderado por el CACIF.


El país nuestro, este país de ensueño de los corruptos, tiene algunas industrias, principalmente la de la caña, la producción de azúcar y del venerado alcohol del que intencionalmente hicieron depender a poblaciones indígenas del sur occidente cuando pagaban con esta moneda de cambio. También tenemos la industria del cemento, un monopolio de los Novella que ha puesto concreto en todo el país, bien y mal hecho. Esta industria si hace innovación, transforma la materia prima usando tecnología y crea muchos trabajos a cambio de deforestar, depredar, destruir nuestras montañas. Si, claro que tienen programas de reforestación, pero eso no recupera realmente lo depredado. Junto a eso el monopolio del cemento ha participado activamente en la corrupción, particularmente en la construcción de las obras estatales a través de varias empresas subsidiarias.



Hay industrias muy buenas, olvidadas, como la industria textil que emergió en los años 70 con gran intensidad pero que fueron abandonados por una mala gestión Estatal. La industria textil de Quetzaltenango no pudo evolucionar simplemente porque la Empresa Eléctrica Municipal no pudo satisfacer su demanda de potencia eléctrica para crecer. Junto a eso las universidades locales nunca ofrecieron técnicos textiles y mucho menos programas de ingeniería textil. Como siempre las universidades locales están llenas de estudiantes de derecho y auditoría y no ingenierías innovadoras que apoyen los procesos industriales ya en procesos. Hay uno que otro proyecto de cooperación entre las quince universidades de Quetzaltenango y empresas con necesidad de intensa innovación tecnológica.


La otra industria que se planificó en los años setenta fue la industria química y aquí si hubo acompañamiento universitario con las facultades de ingeniería química y las facultades de química sin embargo los procesos industriales asociados como la producción masiva de ácido sulfúrico no se produjo y se cerró el único instituto de innovación relacionado a la industria, el ICAITI, cerrado por Portillo, otro pillo conocido. Pero la industria farmacológica, que requiere de una sólida industria química y entendimiento científico de bioquímica, farmacología y salud, tuvo su auge en los años 80 y decae en la medida que la educación técnica en química industrial no evoluciona con la misma velocidad de las demandas del mercado. 


Guatemala dejó de ser la potencia centroamericana de la industria farmacéutica. Los importadores de medicina empezaron a comprar para revender al Estado, principalmente al Seguro Social y a los hospitales nacionales y centros de salud a precios exorbitantes a pura corrupción.


La industria de las bebidas no alcohólicas y de alimentos preparados es otra industria en expansión y èsta si ha recibido acompañamiento de educación técnica de un par de universidades, incluyendo la universidad nacional. Ese acompañamiento no obedecía a plan alguno. El único sistema de educación técnica que ha sido estratégico es el INTECAP, instituto enfocado en la iniciativa privada cuyo objetivo es el entrenamiento no la educación, produce trabajadores no necesariamente críticos a la problemática social. Son bueno tecnócratas que no producen ciudadanía.



Este breve recorrido por la industria nacional y sus sistemas educativos asociados refleja un verdadero problema de fondo del país. De hecho, el problema existencial de Guatemala es la ausencia de una política nacional de educación técnica. Enfocados en las coyunturas, como la lucha contra la corrupción del 2015, hemos abandonado la reflexión sobre el fondo, sobre el largo plazo. Nuestra lucha por demandar un proceso para elección del rector de la universidad nacional que se caracteriza por fraude, nos quitó el tiempo de pensar en el largo plazo. Nuestro tiempo encerrado por el COVID y luego el Paro Nacional de octubre de 2023 también nos enfocó en la coyuntura, abandonando la planeación a largo plazo. Hemos quedado atrapados en la coyuntura.


Para analizar problemas de fondo y darles salida viable se requiere una democracia mínima, que es la que estamos protegiendo con nuestra lucha contra el golpe de estado al que están sometiendo a este hermoso pero desigual país. Por eso debemos defender, con la verdad, la democracia. O es ahora o no será nunca.

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