Sunday, May 23, 2021

En Xelajú, Guatemala.

En Xelajú, Guatemala.

Fernando Cajas.

Es hora de respirar con la lluvia. Las batallas se han perdido en un campo lleno de engaños y verdades. No eran mentiras, eran engaños. Eso de la democracia solo fue el señuelo para dejar la lucha. Ahora entramos a la batalla digital, la guerra desde la comodidad del apartamento que rento. Los presidentes que elegimos, cada vez peor. Los diputados, la mayoría, aún peor. ¿No serán nuestro reflejo? ¿No será nuestra indiferencia? Es un sistema cooptado hasta los dientes.

Mientras Foppa pasa la noche en prisión, pienso que yo cada día soy menos libre. Hago un esfuerzo por salir del mar de los engaños para poder entender las mentiras cínicas de un sistema hecho para construir privilegios. Me siento parte del sistema, pero es mentira. Lucho con lo poco que me queda para decir que no, que no podemos seguir viviendo entre tanto engaño, que preferimos las mentiras porque podemos identificarlas.
Ya es hora de dormir. La lluvia casi se lleva a la ciudad a otro lugar. Es hora de respirar con la lluvia. Es hora de recuperar las fuerzas para las batallas venideras, no sólo las digitales, sino principalmente las no digitales. Es hora de dejar que la lluvia nos reinvente, que nos de las ilusiones que nos daba la juventud y la ingenuidad de la niñez para darle forma y sentido a esta lucha contra lo desconocido, porque nos engañaron, porque no sabemos cómo saldremos de esta enredadera ontológica de querer ser a pesar de todo en contra. Es hora de reencontrar esas verdades, ese niño genuino que soy, esa niña que lucha a pesar de todo. El país se hunde y nosotros podemos rescatarlo para rescatarnos a nosotros mismos. Es hora de respirar con la lluvia.

Friday, May 21, 2021

Chile, el poder constituyente rumbo a la transformación.

 Chile, el poder constituyente rumbo a la transformación.

Carlos Figueroa Ibarra.

El pasado fin de semana (15 y 16 de mayo) se realizaron en Chile elecciones municipales y para constituyentes de la Convención Constitucional, la que habrá de redactar una nueva Constitución para el país. La derecha chilena ha sufrido una severa derrota que tiene que vincularse al estallido social observado en Chile a partir del 6 de octubre de 2019 y que habría de culminar con el plebiscito del 25 de octubre de 2020 que determinó la procedencia de un proceso constituyente. Cabe recordar que en ese plebiscito el 79% de los votantes aprobó la convocatoria a elecciones de una asamblea constituyente. La derrota neoliberal del pasado fin de semana, es la continuación de la crisis hegemónica observada en 2019 y la derrota de octubre del 2020.
Como han consignado los medios de comunicación a nivel mundial los comicios recién observados presentan novedades impresionantes. La primera de ellas es que los candidatos independientes obtuvieron 48 escaños y serán la primera mayoría. La segunda novedad es la estrepitosa derrota de la derecha oficialista de Chile Vamos la que al obtener 37 escaños no pudo lograr la tercera parte de los mismos que necesitaba para vetar cambios constitucionales. La derrota de Chile Vamos es más notoria pues habiendo concentrado el 63% del financiamiento para las campañas de constituyentes, obtuvo solamente 24% de los referidos escaños. El tercer hecho notorio es la derrota de la Lista del Apruebo integrada por los partidos de la Concertación (DC, PS, PPD, Radical) que durante años gobernaron al Chile neoliberal. Finalmente, la victoria del pacto Apruebo Dignidad integrada por el Partido Comunista y la izquierda unificada en el Frente Amplio, los cuales consiguieron 28 escaños. Dos comunistas, Irací Hassler y Daniel Jadue resultaron electos respectivamente alcaldesa de Santiago y alcalde de la Comuna de la Recoleta. Los independientes unidos a la izquierda organizada en partidos juntarían aproximadamente el 50% de los escaños, a los cuales se unen los 17 escaños obtenidos por los pueblos originarios. En suma 90 escaños del total de 155 (casi 60%).
Estos números indican que ha emergido un poder constituyente nacido de las luchas callejeras observadas entre octubre de 2019 y marzo de 2020. Ese poder constituyente tiene la posibilidad de desmantelar a la constitución pinochetista de 1980, vestigio significativo de la dictadura militar instaurada con el sangriento golpe de 1973. También tiene la posibilidad de desmontar las políticas neoliberales que se instauraron en el país poco tiempo después de que Pinochet asumiera el poder. Sabido es que Chile fue el pionero de la implantación del neoliberalismo, antes que Estados Unidos y Gran Bretaña. Durante muchos años el neoliberalismo proclamó el éxito de las formulas neoliberales hasta que un poderoso movimiento social arrasó esa narrativa. Hoy ese poderoso movimiento social se ha vuelto poder constituyente formalizado y con ello una nueva época comienza en Chile, Esta vez sí, la de las grandes alamedas profetizadas por Salvador Allende en el umbral de su muerte, aquellas por donde pasaría “el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Wednesday, May 19, 2021

EL SENTIDO DE LA COMPRENSIÓN Y DEL ENTENDIMIENTO desde el poder popular

 

EL SENTIDO DE LA COMPRENSIÓN Y DEL ENTENDIMIENTO desde el poder popular

Sandra Cantoral.

JUNIO 2021.

Este ensayo trata en torno a la supuesta y controvertida lógica racionalista del entendimiento  en el sujeto histórico como un devenir, dada su condición humana que es histórica, por sus raíces de origen y transformación permanente en un largo proceso educativo o de humanización; en este sentido, nos sorprendemos del contenido dialéctico del PODER POPULAR en ese devenir, el cual es histórico por su fortaleza, contradicción y resistencia, pues existe un poder político en cada sujeto histórico, según su grado de consciencia histórica que lo ubica como un ser particular, comunitario o como pueblo. en cada momento histórico como seres humanos de su época, entendiendo a la consciencia por el conocimiento, intuición y experiencia acuñada.

En este mismo sentido veníamos planteando cómo se dieron influencias diversas para ubicar al entendimiento y a la comprensión del sujeto histórico (persona, individuo, grupo social, etnia, clase social, Estado/nación, sociedad, comunidad y/o pueblo) de acuerdo al tiempo y al espacio bien contextuados con el asunto de su realidad, es decir, entre lo real/existente, lo imaginado y lo simbolizado en cada cultura y/o civilización, según sus registros y memoria histórica, lo cual se muestra en cada ACTO del sujeto educativo.

Apreciamos que no siempre fueron ideas, intuiciones, simbolismos, formas, significados o contenidos, acuñados por una sola cultura, sino que el proceso es intercultural, transcultural, multicultural o pluricultural, como es el caso de Descartes (1596-1650) que recuperamos en torno al sentido del entendimiento, porque en la narración de su vida y desde nuestra concepción eurocéntrica racionalista,  se aclara el vínculo metafísico y religioso de la época, pues él sostiene: “Dios me ha concedido la gracia de ser instruido desde la infancia, guiándome en cualquier otra cuestión por las opiniones más moderadas y, por las más alejadas de todo extremo, que fuesen comúnmente aceptadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con los cuales tuviera que vivir”[1].

Al respecto, tengamos consciencia de que el poder popular no es un hecho sólo local, sino de la historia mundial en contra de la historicidad en todos los crímenes de lesa humanidad que se han cometido, más allá del nombre o el concepto acuñado, porque seamos o no conscientes los pueblos, de ello; ya que todo acto humano pasa por un proceso en devenir, cambio y transformación contínua, no fragmentado y menos lineal desde su origen, desarrollo y muerte; pongamos sólo un ejemplo, veamos a los pueblos hoy en Palestina amenazados por los crímenes lanzados de Israel.

Así COMPRENDAMOS nuestros momentos históricos que son análogos unos con otros, de acuerdo con el COMPORTAMIENTO HUMANO en transformación, contradicción, cambio y superación en sus diferencias y semejanzas, lo menciono, porque aún no está superada la violencia y la guerra en muchos lugares del mundo; de manera que eso queda como una tarea educativa del poder popular en marcha, el cual se construye todos los días en la formación de valores humanitarios, en donde a través del diálogo y el ejemplo, nos humanizamos unos en otros y otras, ello pertenece a la formación de grandes civilizaciones virtuosas como la china, la árabe, la egipcia, la maya o la babilónica.

En este sentido, notamos cómo de manera intuitiva, Descartes deja ver su percepción sobre el problema de coherencia entre la teoría y la práctica tan debatido hasta hoy en día, sin dejar de reconocer la mezcla de esas comunicaciones dialógicas o no, que nos llega de alguna manera injustamente con la invasión española por ejemplo, lo cual, aún nos constituye en estas tierras de Mesoamérica, desde esa búsqueda de identidad sobre ¿Quiénes somos?

Al respecto Descartes decía: “Basta pensar bien para actuar bien” ese fue su gran legado, con ello abre toda una filosofía moderna en medio de los prejuicios y del obscurantismo religioso de su época, que fue lo que realmente nos curtió y, que también aparece en el PODER POPULAR a través de la resistencia, al recordar, comprender y hoy perdonar a nuestros semejantes en épocas de discriminación, de exclusión y de violencia; por ejemplo, justo el 17 de mayo del 2021, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO), lo dejó tan claro, cual si fuese un proceso educativo humanista de nuestra época frente a todos nosotros y nosotras, al pedir perdón a la población china por las vejaciones sufridas en 1911 en Torreón, Coahuila, México, al ser muertos más de 300 chinos por las fuerzas armadas mexicanas en esos tiempos de guerra.

Así, nuestra memoria colectiva, que es diversa entre la nación mexicana, vemos cómo es cada vez  más consciente de que la RIQUEZA nacional y mundial tiene que tener un reparto equitativo de todo lo producido, dado que el trabajo ha sido realizado entre todos nosotros y nosotras; por lo que el trabajo tiene que ser también justo, creativo y lúdico, como ideal de futuro y de proyecto humanitario; pensemos entonces, desde el mundo indígena del Anáhuac, al ser la esencia y raíz de México en un largo periodo formativo y, valorando el despliegue de la historicidad humana, pues esta historicidad recorrida representa toda una topología que nos muestra diversas caras de comportamientos parecidos, que tenemos que ir superando, otros comportamientos, obvio también son momentos de esplendor e, igual de decadencia, pues nuestra identidad en su construcción sociocultural, no es una tabla rasa.

Podemos valorar en el PODER POPULAR constituido en el sujeto educativo, cómo en la concepción del mundo indígena del Anáhuac, antes de la invasión española, era una auténtica raíz de PODER POPULAR integral comunitaria y nosótrica en nuestra estructura mental, que resulta filogenética, es decir, es aún valorada a través de símbolos de vida en torno al sacrificio, como mundo simbólico de esta época e historicidad consciente o no de ello y, quizá sea así sobre todo lo acontecido, porque si se observa, podemos valorar las costumbres sobre el conocimiento del país y de la gente; entiéndase, me refiero a todo  aquello que  se dice como verdadero y de lo que se dice a medias según lo entendido, en ese tamiz de la ideología dominante.

Bien distinguimos nosotros, cuando algo es ignorado, en los velos de la oscuridad, por lo que no se puede actuar en consecuencia de forma correcta cuando alguna parte se ignora u omite, porque el sujeto histórico a través de las épocas/mentalidades, en consecuencia, es un actor social conscientemente constituido, tampoco puede actuar correctamente como sujeto particular, universal y/o comunitario mundial o local; quedando sólo sus representaciones en el espacio de la  mentalidad ideológico-cultural del propio sujeto universal o social abrstracto y hegemónico, como fue con la llegada e incomunicación de los españoles, puesto que, la memoria colectiva era si bien diversa, también fue ocultada y destruida entre la gran civilización indígena, pues fuimos negados y mutilada nuestra cultura.

Hoy sabemos cómo, los españoles que vinieron a Mesoamérica, no comprendieron nuestros símbolos y gran civilización. Reconociendo que no sucedió así, con los grandes sujetos de sabiduría como fue Descartes, dada su gran aportación en torno al ENTENDIMIENTO racional; al respecto, él decía: “Pienso, luego existo”. Porque desde el hemisferio derecho del cerebro se razona; en cambio en el pensamiento indígena se comprendía desde el hemisferio izquierdo del cerebro pues no lo separaban de sus razones, ya que nuestros lenguajes vitales eran: sentir para pensar y a la vez pensar para sentir, antes de la gran fragmentación impuesta en la hegemonía de un poder que nos era extraño al PODER POPULAR constituido desde entonces entre las comunidades indígenas; de esta forma fuimos quedando como mutilados en ese exterminio de nustra raíz cultural comunitaria, imponiéndose los rasgos de la sociedad abstracta y ajena del occidente hegemónico, que nos fue enculturando hasta hoy en día con toda una concepción anglosajona que no es nuestro origen.

De manera que el poder popular nos habla del bien para el pueblo, para no expropiar nuestra felicidad en el derecho de las mayorías, en el tono de la libertad, la soberanía, la igualdad y la lucha progresista verdadera, como sucede en los olvidos de los olvidados y despreciados por las oligarquías, sino para desarrollar proyectos populares ya no más, de acuerdo al pensamiento ideológico de las épocas de dominación, caracterizado por tener una visión atemporal de la realidad como totalidad moderna concreta en el golpe a la raíz cultural, por parte de los invasores españoles en nuestro caso, ése ha sido un acto cruel e inhumano.

Cómo lo sabemos hoy en día el grado de crueldad y barbarie de los invasores, que si bien también algo aportaron, pero no permitió resolver entre nosotros, esa búsqueda de autorreconocimiento continúa, que permanece como algo mutilado en esa humillación hasta nuestros días; como hoy lo propicia recordar AMLO en el recuerdo de los 700 años de esa supuesta conquista; AMLO intenta a través de nuevos procesos de vida hoy, poder recobrar un empoderamiento del pueblo con actos justos, solidarios y felices nuevamente, es decir, en torno a lo verdadero y lo bueno entre el entendimiento y la comprensión del PODER POPULAR sensible, tanto a nivel local, nacional, latinoamericano o mundial; reconociendo por supuesto, las diferencias en espacio y tiempo contextuado, desde este comportamiento humano, en donde aún no se alcanza a comprender que la violencia y la guerra deben evitarse y erradicarse, para lograr identificarnos como pueblos justos, solidarios y felices.

Volviendo a la defensa de los filósofos que no nos nutrieron precisamente, a la llegada de los españoles, vemos cómo Descartes plantea que. para iniciar a reconstruir la realidad material se requiere del diseño cuidadoso de un proyecto para su construcción,  sustentado en la elaboración  de  un  esbozo de moral provisional justificativa -dice en su Discurso del método- consistente éste en cuatro máximas, que él seguía de manera particular en la toma de decisiones, que obvio eran bien ‘comprendidas’[2] por los grandes de su época, así Descartes abre esta visión filosófica, en torno a la moral humanitaria crítica que fortalece al PODER POPULAR que se construye con dignidad todos los días entre los pueblos del Anáhuac:

1) Obedeciendo las leyes y costumbres de su país sin descuidar la religión, pensaba que en el contexto de la corrupción de las costumbres y en el exceso de la promesa, se cercena algo de la propia libertad, que sólo consolida la seguridad del comercio que limita la libertad de pensar. Contra esos abusos sugiere rehuir la insensatez de la intolerancia para acercarse a una vida más sensata.

2) Ser firme y decidido en sus acciones, y no atender por igual las opiniones dudosas y concentrar esfuerzos para llegar al mismo punto definido en prácticas de razón verdaderas; no dudosas de espíritus débiles y vacilantes.

3) “Intentar vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y en cambiar mis deseos antes que el orden del mundo; y, en general, en acostumbrarme a que nada excepto nuestros pensamientos están enteramente en nuestro poder”[3]. Y

4)  Deseando sólo lo posible, haciendo de la necesidad virtud, como una determinación del concepto de felicidad, en donde lo negativo se construye como positivo, pues ello es lo que define una determinada moral, como una definición del bien y de la norma suprema de moralidad, con base en la razón no en la libertad, aunque ésta es la condición de toda moralidad como ‘recto uso de la razón’ expresa Descartes, lo que da una condición cualitativa a la identidad del sujeto histórico en el sentido más amplio de la cultura y de las grandes civilizaciones.

Así, en la pregunta que se abre sobre el SER, vemos la cantidad de vacíos en torno a referentes de occidente en su abuso de poder y el mundo indígena mesoamericano, sin tener códices e historias cotidianas, que nos hablen de la grandeza civilizatoria de estas culturas mexicas, masacradas, robadas y humilladas por el viejo mundo, COMPRÉNDASE, sin poder dialogar y encontrarse en sus grandes hazañas cualitativas, como es: LA FLOR Y EL CANTO indígena, que tampoco se encontró con la búsqueda de verdad en Descartes, enfrentándose al dogma obscurantista del poder por el mercado, y ese escenario sigue construyéndose comunitariamente a través del PODER POPULAR, desde su grandeza histórica para liberar proyectos populares comunitarios.

Porque en este sentido Descartes, nos deja ver que es necesario cultivar la razón y avanzar en el conocimiento verdadero, sin embargo en los tránsitos de las creencias ideológicas del sujeto, se ve cómo Descartes en el contexto de su época, pensaba que Dios ha dado a cada uno alguna luz para distinguir lo verdadero de lo falso, y adquirir todos los conocimientos de los que fuera capaz de aspirar el sujeto educativo, de acuerdo a la voluntad de cada uno, en el ejercicio de la virtud que depende del libre albedrío de la conducta del sujeto, porque presupone el soberano bien para seguir o evitar algo, de acuerdo a como en nuestro entendimiento se presenta lo bueno y lo malo, y cuando se está seguro de que ello es así, no se puede sino estar contento.

Valoramos entonces, cómo haciendo caso de razonamientos evidentes y seguros para derrumbar lo viejo, se va construyendo algo nuevo para poder establecer cosas más ciertas en la conformación de la identidad del sujeto desde sus capacidades de poder popular, de acuerdo a su ENTENDIMIENTO; en esto radica la ciencia cartesiana para ser digno de reputación, como sujeto reconocido en su otredad, así vemos el choque de dos culturas que no pudieron comprenderse dialógicamente en las relaciones de poder político-ideológico en sus propias épocas o mentalidades histórico-sociales, que inciden por supuesto en nuestro presente a través de la sensibilidad, que nos llega del mundo indígena.

Por ello la metafísica es una ciencia, que casi nadie entiende, determinada por la interpretación, la reflexión abstracta y la concepción de la verdad. Así se funda la filosofía (metafísica) moderna, que es la filosofía que buscaba Descartes con base en la evidencia, en donde puede el hombre: pensar, dudar, entender, afirmar, negar, querer, no querer, imaginar o sentir el alma por la cual soy lo que soy, lo cual es algo distinto al cuerpo en el proceso de COMPRENSIÓN del sujeto indígena y, después mestizo con “diálogos” sin reconocimiento ni pertenencia de ese cariño que arropa y cuida como ser humano, como era en el Anáhuac, el cual los invasores de España no comprendieron ni entendieron, porque eran en su mayoría escoria social, salvo algunas excepciones, pero a casi todos en su ambición depredadora, no pudieron comprender a la gran civilización con la cual se toparon.

Veamos que los indígenas -Según Marín- ni siquiera armas tenían, porque los indígenas no eran el clásico guerrero asesino, en cambio los españoles sí eran mentirosos y violentos, ellos sí tenían armas de destrucción y no sabían dialogar, sino que eran invasores, así, nos encontramos con una propuesta de vida en entendimiento y en comprensión diferente; de manera que no se aprecian hasta hoy en día, los hilos que tejen el proceso de esa visión dual, entre el supuesto entendimiento e insensibilidad dominadora de los europeos, lo que sí se COMPRENDE es, cómo los españoles que llegaron a Mesoamérica NO PUDIERON COMPRENDER LA GRANDEZA CULTURAL de nuestra civilización indígena, que poseía una gran sensibilidad simbólica humana, teniendo claro que dicha escoria de españoles no poseían los grandes aportes del gran Descartes, como él mismo denunciaba, sólo el mercado, les interesaba, el robo, la violencia y el engaño para conseguirlo.

En este ensayo-entrega del mes de junio 2021, sobre educación política y lucha de clases, podemos distinguir, reflexionando cómo las dos visiones de este momento histórico de la invasión española, nos representa a los dos hemisferios del cerebro humano:

1) El izquierdo sensible y emotivo, como la flor y el canto indígena y,

2) El hemisferio derecho que refiere la racionalidad del entendimiento sin integrarse con el hemisferio emotivo, simbólico y sensible, que constituía en todo, la agudeza intelectual de los indígenas, por tanto nos preguntamos: 

¿Hasta cuándo COMPRENDEREMOS el sentido de la vida / de la madre tierra con integridad, en esta búsqueda por el SER HUMANO entre su exterminio y acciones que le permita una vida en paz y en equidad desde nuestro poder popular continental e intercontinental?

Y es ahí en donde  empieza a aclararse el principio de la identidad del sujeto histórico educativo, sujetado a una serie de determinaciones que él y ella misma tienen que decidir en el entendimiento y la comprensión, como virtud de su moralidad, al quererse a sí mismo íntegro y digno de felicidad, porque yo soy tú y, tu eres yo, dice el mundo indígena, lo cual va conformando también la razón de la sensibilidad que lo afirma o lo niega al mismo tiempo, y que denomina Descartes como perfección objetiva, es decir, para ser yo mismo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente y aspirar a tener todas las perfecciones que están comprendidas en Dios.

Así, si el Dios Sol, la Luna, los astros y el universo del mundo indígena simbólicos, significan, entre otros, esas imágenes vitales concretas de lo abstracto universal que también hoy entraña la modernidad occidental, como pueden ser aquellos personajes sensibles, como fue Descartes con sus buenos sentimientos, por eso lo que podemos recuperar de entrada es su propuesta metodológica, en nuestra necesidad de podernos comprender, humanamente, que es un sentido más amplio que el entendimiento, pero no se excluyen, sino que conforman los dos hemisferis del cerebro humano, integralmente, pienso porque siento y, siento porque entiendo, es decir se complementan en la sensibilidad de la comprensión de nuestro poder popular como forma de comunicación dialógica, solidaria y con un gran amor a la madre tierra, que fue mucho de lo que nos quedo mutilado desde la lógica de occidente.

Porque en este paradigma predominante de la cultura filosófica de esa época, vemos cómo se ubica la identidad absolutista que permeaba y se encarnaba también en los sujetos en particular, el mismo Descartes tenía miedo de los horrores religiosos en contra del conocimiento científico, así en la expresión y transmisión cultural, aparecían como entes perdidos sus destinos de  formas de vida, nunca conscientemente sensibles, en este recorrido ideal de las representaciones en la identidad del sujeto educativo, es decir en el sentido de la clase de pertenencia, al asumir consciente y/o inconscientemente las propuestas del método cartesiano como ideología dominante que llegaron con la invasión salvaje española a nuestros pueblos originarios como una forma distorcionada y purista del racionalismo europeo, más allá de sus entes particulares en la confusa interpretación, sino que se impusieron como culturas de depredación, codicia y ambición material, en lo mejor y en lo peor, sin poder COMPRENDER aún la riqueza del  mundo que pisaban los extranjeros a lo largo del coloniaje y hoy del neocoloniaje imperial que padecemos en pleno siglo XXI.

Cabe destacar en este sentido que, para Descartes lo infinito es lo que tiene límites, así plantea claramente que “… nada hay en el entendimiento que no haya estado previamente en los sentidos, en donde, no obstante, es cierto que las ideas de Dios y del alma nunca han estado (...pero que...) ni nuestra imaginación ni nuestros sentidos podrían asegurarnos nunca de cosa alguna si no interviene en ello nuestro entendimiento.

[Y aclara que la búsqueda de seguridad moral está referida a la certeza suficiente para regular la vida práctica. Además de que] ...es evidente que no hay menor contradicción en pensar que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procede de Dios, y que pensar la verdad o la perfección vienen de la nada. Pero si no supiéramos que todo cuanto en nosotros es real y verdadero, porque se sitúa en un ser perfecto e infinito [...]

De manera que, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, no tendríamos razón alguna que nos asegurase que tienen la perfección de ser verdaderas”[4], de estas ideas va naciendo la duda metódica, y la necesidad de reconocer la existencia de  una memoria, para usar las notas escritas o algo similar que responda como evidencia de los hechos reales; de manera que el hombre no debe dejarse persuadir de nada, sino que es necesaria la evidencia de su razón, que aparece lenta pero inexorable y que da la palabra de los diversos dialectos, de los diferentes lenguajes, todos legítimos debido a su historicidad recorridas y, así hemos ido acuñando al poder popular que sigue desarrollándose entre nuestras comunidades y, esa es la apuesta.

Por ello el mundo de la luz constituye la aportación de la nueva física como un primer principio, en donde el discurso religioso y el científico se ven entreverados en la transición de su comportamiento, así Descartes suponía que Dios creó al hombre con un alma racional que unió a su cuerpo en la forma concreta que describía tanto su alma como su cuerpo en un mecanismo de la propia naturaleza que lo define en su identidad cultural, de donde se va constituyendo el sentido de clase, si, de clase explotada consciente y por tanto liberadora.

Desde este criticismo cartesiano se van desprendiendo otras aclaraciones que permiten encontrar la figura del autorreconocimiento del sujeto histórico en el contexto de la modernidad, desarrollándose sentimientos de altanería, timidez y rechazo metafísicos, dado el miedo que se ha tenido al tiempo/espacio-cuerpo en una espera impredescible, con ese gran  grito de dolor en la reafirmación del sujeto explotado, sin saber explicarnos en ENTENDIMIENTO y en COMPRENSIÓN las verdaderas causas del sometimiento y de la explotación, pero que avanzan a reconocer con consciencia el valor del PODER POPULAR.

Porque vemos en nuestros dos hemisferios cognitivos del cerebro humano con formsción integral, que no se distingue en el comportamiento confuso y occidentalizado, entre: “lo sientes o lo piensas”, sino que ambas formas suceden a la vez en el cerebro neuronal: ‘pensar sintiendo y/o sentir pensando’; esa escisión no sólo sucedió con la invasión española, sino que, en muchos espacios aún no es válido, pues no se permite sentir como indígena o entender sin comprender como occidental.

De manera que si lo reflexionamos valorándolo, resulta todo un entuerto del proceso de explotación y de humillación padecido; porque se nos impone en el racionalismo puro, el no diálogo humanitario, sino la premisa apriori de la modernidad hegemónica occidental sobre el supuesto entendimiento, omitiendo la sensibilidad y la sabiduría del Anáhuac indígena que también nos caracteriza como comunidades mestizas y originarias y, que en lo general hasta hoy en día lo ignoramos, la prueba de ello está en que sabemos muy poco de nuestro origen indígena y, por tanto no nos sentimos orgullosos de ello.

 

¡HASTA LA PRÓXIMA ENTREGA, seguimos dialogando/reflexionando¡



[1] Ibid. P. 32.

[2] La comprensión del ser humano, es más amplia que el entendimiento racional, pues los sentimientos hacen alarde del arte de emocionarse por los grandes sacrificios integrales de acuerdo a los símbolos de los distintos lenguajes dialógicos al poder ponerse en los zapatos del otro, que aparentemente no soy yo, en Mesoamérica ello nos viene desde la raíz indígena.

[3] Ibid. Pp. 35 y 36.

[4] Ibid. P. 55.

Sunday, May 16, 2021

PERTENENCIA SOCIOCULTURAL EN LA IDENTIDAD DEL SUJETO en el complejo de sentirse colonizado y/o humillado

 

PERTENENCIA SOCIOCULTURAL EN LA IDENTIDAD DEL SUJETO en el complejo de sentirse colonizado y/o humillado.


Mayo 2021. Sandra Cantoral.

 

La identidad del sujeto de acuerdo al territorio de pertenencia a través de la historicidad, se puede distinguir  en cuatro aspectos a tomar en cuenta para su análisis, los cuales tienen una interrelación recíproca civilizatoria multicultural; estos aspectos son: a) La colocación espacial del organismo individua como cuerpo del espacio y tiempo. b) La identidad  de la persona. c) El simbolismo expresivo y evaluativo y d) La solidaridad de la colectividad (territorial).

Estos aspectos se interrelacionan por las relaciones de “afecto”, de representación e institucionalización, como objetos materiales y como simbolizaciones en la identificación, lealtad e inclusión, en la forma en que se va constituyendo en el sujeto en el proceso de interiorización, reconocimiento y obligación en el trabajo realizado en cada cosmogonía, el trabajo entendido como desgaste de trabajo espiritual y físico con satisfacción o no humanitaria.

Existen por supuestos, distintas modalidades y niveles del involucramiento humano, respecto a la pertenencia socio territorial del sujeto, para ello se distinguen los siguientes aspectos: a) La dimensión no simbólica, da cuenta de la localización territorial y de participación en torno al principio de vida, como apego a la comunidad, lo cual implica muchas formas, que son fondo de interpretación al respecto. Y b) la dimensión simbólica de pertenencia social y de conformidad cultural. En este sentido ubicamos la auto-identificación en la hetero-identificación, así como la auto-afirmación de la diferencia en la hetero-afirmación de la diferencia, al sabernos pueblos colonizados y humillada su cultura comunitaria desde el tiempo de la invasión española en la historicidad de México, reconociéndonos como sujetos educativos cada vez más conscientes de nuestros procesos de vida-muerte.

Con base en estas características del proceso humanitario sobre la identidad del sujeto, se  incluyen  ahora, los aspectos a tomar en cuenta acerca de las identidades étnicas, las cuales  responden a las características de varios grupos sociales en general:

Así la identidad étnica tomada como ejemplo, refiere a un sistema de parentesco (biológico y ritual) que se reconoce por sus organizaciones y región lingüística, como fueron nuestros antiguos abuelos. Según sus ancestros, tradición y memoria colectiva. Actualmente, según su complejo religioso-ritual. Según sus partidos políticos. Según su lenguaje e idioma. Y de acuerdo al territorio ancestral y la nación o ciudadanía nacional.

 Por último se consideran algunos elementos teóricos del fenómeno de reconocimiento y autorreconocimiento significstivo, de acuerdo a la reflexión del sujeto barroco, producto del mestizaje sufrido por la colonización y neocolonización en su contexto moderno, veamos cómo sucede esta transformación reconocida o no en el sujeto a tratar:

LA IDENTIDAD DE ACUERDO AL FENÓMENO DEL RECONOCIMIENTO/AUTORRECONOCIMIENTO

 

El reconocimiento/autorreconocimiento social es el momento de la operación fundamental para la constitución de las identidades sociales y/o comunitarias: en gran parte, la identidad está definida por otros. Por ejemplo, en los años treinta lo importante era cómo las instituciones alemanas definían a los judíos, y no cómo éstos se definían a sí mismos como judíos, igual se podría mencionar respecto a las relaciones de poder financiero-especulativo, ideológico, político, económico, militar, comunitario, social, cultural, etc., o de cómo se define el ejército zapatista, como ejército del pueblo, y cómo lo define la oligarquía mexicana.

En este sentido, en su Fenomenología, Hegel introduce la noción de reconocimiento (anerkennung)  y habla de la lucha por el reconocimiento.  Luchamos para que los otros nos reconozcan tal como nosotros queremos definirnos, mientras que los otros tratan de imponernos su propia definición de lo que somos. Lo cual se trata de un proceso dialéctico o contradictorio en su diversidad cultural de posiciones y oposiciones en la lucha por el reconocimiento y el autorreconocimiento; porque si no aprecias tu ubicación histórica integral en los cambios, traumas y diferencias, difícilmente podrás reconocerte a través de los demás, es dialéctico de ida y vuelta, no lineal sino contradictorio y complejo en la formación del sujeto histórico, de que se trate.

En este sentido, las manifestaciones y otras formas de lucha, como las huelgas, son formas privilegiadas de la lucha por el reconocimiento. Por ejemplo en el movimiento obrero inglés y el latinoamericano se distinguen dos formas de huelga: la que se hace para lograr ciertas ventajas y beneficios; y la lucha por el reconocimiento como clase social colonizada, como sucede en México, que se identifica como identidad explotada y manipulada.

Lo que determina la participación en éstas y otras formas de acción colectiva no es la ventaja personal (rational choice), sino la búsqueda del reconocimiento: se participa sobre todo para tener el derecho de existir. El reconocimiento es el factor fundamental para la explicación de la acción colectiva. Esto se aplica tanto al movimiento ‘globalifóbico’, como a los de las minorías étnicas, grupos feministas, grupos ecológicos, magisteriales, de pareja etc.

Vemos, que el problema de la identidad encuentra solución en la constancia o persistencia de los círculos o grupos que nos reconocen. Pues esta permanencia del reconocimiento de los demás se encarna en la comunidad y se inscribe en los símbolos sociales vigentes, y en las actitudes y posturas político-filosóficas del sujeto,  en torno a crear las condiciones vitales para reconocerse en   libertad, necesidad histórica y social, en ese proceso de significaciones y de sentidos a partir del trabajo, de la división del trabajo, de las formas de organización social respecto a las creencias y de las relaciones de explotación del capital sobre el trabajo manual principalmente; como categoría que identifica a la vida humana solidaria o no, modificándose el sujeto particular al tener consciencia de las necesidades del sujeto social, que han sido constituidos en la lógica de la modernidad, lo cual se tiene que reconocer y cuestionar en un trabajo autónomo que potencie las capacidades físicas, psíquicas, creativas y humanas integrales, al ver el sujeto en el otro las posibilidades de su propia realización, premisa para humanizarse unos en otros diferentes.

Las notas anteriores del Dr. Gilberto Giménez, dan elementos teóricos precisos, para distinguir las aportaciones del racionalismo ilustrado de Descartes y de Kant como expresiones representativas del pensamiento  social y particular de sus épocas, de acuerdo a la concepción de mundo, según el grado de consciencia asumida que hoy nos define a cada uno en el proceso educativo o de humanización recorrido en lo particular y social; es decir, conforme al conocimiento adquirido, la experiencia vivida y la intuición desarrollada en los procesos de enseñanza-aprendizaje, como porvenir en la lucha de fuerzas por el ejercicio del poder político y social humanista o no, en el trasfondo de transformación  cultural radical o no, para este siglo XXI, que inicia en tiempos de pandemia.

REFLEXIONES DE DESCARTES SOBRE LA IDENTIDAD

De Descartes (1596-1650), se destaca cómo los tiempos modernos, se van constituyendo en la filosofía del criticismo de este pensador, quien exalta la duda metódica ante el dogma, considerada epistemológicamente esta época de las luces, como su primera etapa, y la expresión teórica de ello se abre con su discurso del método, que no se reduce a una metodología, sino que incluye diversos elementos en el razonamiento humano, es decir el método, la metafísica, una antropología filosófica, el desarrollo científico matemático, así como figuras religiosas y teológicas de la época; con este nuevo sentido de identificación del sujeto, se va rompiendo el cordón umbilical con el dogma religioso y conservando algo a la vez de esa situación contextuada en la historia social y  en las creencias del momento como tránsitos de épocas.

Este es el momento de las tensiones y de la ruptura decisiva con la figura religiosa, que se expresa en las representaciones filosóficas, en donde se  inaugura la razón moderna como ideología dominante o hegemónica en la definición de la identidad del sujeto, es decir, como un camino de la razón teórica y práctica del saber, y de la cultura moderna de occidente, abandonando de alguna forma el lado izquierdo del cerebro, el sensible; pues su filosofía se diferencia del pensamiento del medievo en el análisis de las raíces históricas del pensamiento cartesiano, que provoca otra identidad del hombre, enfrentando el paradigma renacentista, que se caracteriza por expresar varias contradicciones a la vez, entre la tradición y el renacimiento de las ideas; la reforma y la contrarreforma, así como la fe y la razón principalmente, de ese legado que nos llega con la conquista y dominación española, con una única visión del momento, que es la versión de occidente.

Con base en estas contradicciones, va imponiéndose el pensamiento mecanicista de la nueva ciencia en el siglo XVII. Por ello, el texto del  discurso del método, no es un tratado de metodología, a través de la propia biografía intelectual de Descartes, sino que también pone en tela de juicio el problema de la época,  su historia, su lógica, su moral, su metafísica y su exposición científica,  convirtiéndose su obra en una crítica de todo el saber establecido, ante la pasión por el descubrimiento de inventores, geógrafos, viajeros, humanistas, artistas y científicos.

Por tal motivo, vemos enfrentarse así, a la tradición feudal y a las ricas iglesias oficiales, que encarnan en la época  la máxima represión de la inquisición y la tortura, como la que sufrieron Pico de la Mirándola en 1486, Bruno en 1600, o Galileo en 1633 en la búsqueda de poder pensar con independencia y autonomía, y ese es el contexto histórico que abre el proceso de autoconciencia del sujeto, que va cobrando responsabilidad histórico-social, como un particular diferenciado de los demás, en esa complejidad de violencias y dominaciones naturalizadas, lo cual acontece hasta nuestros días a falta de principios educativos humanizados con intencionalidad integral, local, nacional e internacional.

Valoramos cómo Descartes mide siempre lo posible en este contexto, por eso después de escribir varios textos, con el temor de la represión,  en el discurso del método, él piensa que antes que cambiar el Estado y la Religión,  es    necesario     reformar  sus propios pensamientos -siendo un momento clave de autoconsciencia- en un camino que sea enteramente suyo en el terreno de la moral, como una búsqueda primero de sí mismo, con la finalidad de una propuesta de investigación desde un discurso metodológico, para llegar a la esencia del problema, a sus causas y contradicciones más complejas, tomando en cuenta la afirmación de la subjetividad, en su búsqueda por la dignidad del hombre, ante la muerte y el oscurantismo, como las primeras certezas posibles del autorreconocimiento del sujeto, ello nos tiñe hasta hoy en día.

Porque el papel del método en la ciencia moderna, deja huella de lo que es la instancia fundamental de los siglos XVI y XVII, en donde la ciencia antigua parte de los hechos, y la ciencia en el medievo, que se fundamenta en conceptos generales y especulativos; por lo que lo decisivo  en la propuesta metodológica de Descartes, es ahora el modo en que los hechos son comprendidos y los conceptos aplicados, atravesados por la duda y no por la certeza cerrada y absoluta, es decir ensimismada.

De Descartes, iniciamos precisando que lo que pone en claro a la ciencia moderna, es la síntesis de descubrimientos que la cultura antigua no descubrió, para lograr transformar el mundo, ello lo aportaron Descartes y  también Kant, de ahí su gran importancia, respecto a la idea de identidad que se desarrolló en  la filosofía europea; pues fue lo que posibilitó que el sujeto pueda nombrarse o reconocerse a través de los otros, de acuerdo a sus capacidades y de acuerdo a su trabajo, y esa concepción representa el primer tamiz de enculturación de las culturas mesoamericanas, como imposición y pérdida de lo propio, tendiendo a un culturalismo  en su manipulación mestiza desde el momento de la conquista española, con lo que se diluyeron las posibilidades de vida colectiva y de orgullo  indígena en procesos culturales de emancipación social generalizados.

Lo que en esencia Descartes mostró, es que no es totalmente verdad la ciencia moderna, sino que sólo el experimento constituye lo específico de ésta, porque no es difícil probar que la experiencia está presente tanto en la época antigua como en la medieval; de manera que  lo realmente importante en su propuesta metodológica, para ubicar la conformación de la identidad del sujeto en su proceso educativo de conscientización, es  el experimento que  determina conceptualmente los hechos en su modo y sentido de vida; sin denunciar aun explícitamente el uso que se hace de esos conceptos a través de la ciencia moderna; que por supuesto tendría que estar  contextuada en un sentido de clase social, que representa la condición cultural hegemónica de esa lucha entre clases desiguales y diferentes culturalmente.

Este universo anunciado por Galileo en el lenguaje matemático, que dio cuenta de la ciencia de lo real, de la física moderna, evoca lo que se puede aprehender y lo que se puede enseñar, como el concepto del número tres por ejemplo, que puede nombrar cualquier cosa deseada, por eso Descartes decía que la escritura de lo matemático es el presupuesto básico del saber de  todas  las cosas y que incide en las formas de pensamiento, representaciones e identidad del  hombre en su movimiento y contradicción como una totalidad, que expresa el conocimiento alcanzado en el ámbito social.

Ya Kepler trata el problema del movimiento en las órbitas de los planetas y Galileo la ley de la caída de los cuerpos; Descartes formula la ley de la inercia y Newton la de la gravedad, estudiando problemas físicos; con estos conocimientos aprendidos, Einstein se pregunta con base en la experiencia, el conocimiento y la intuición, cómo la matemática, como producto del pensamiento humano independiente de la experiencia inmediata, logra reflexionar y conceptuar los objetos de la realidad empírica.

Así se va haciendo la investigación y la formulación de las leyes, entendiendo a la matemática como disciplina particular y al método como instancia fundamental -dice Descartes-; esta instancia metodológica es la que hizo válido el sistema copernicano, al liberarse de la tradición que configuraba la ciencia moderna, lo cual se debatió en un contexto político ideológico de intereses en el creer,  el saber, el conocer y el demostrar, hasta poder denunciar hoy día la lógica instrumental, que fue entrañando el límite de la matemática como experiencia, que se transforma en experimento en el sentido moderno, a través del método como modo de proceder,  perfilando otros problemas que fundamentan y acuñan el moderno concepto de ciencia, en donde el límite fue el olvido de las representaciones religiosas anteriores.

En tal sentido la ciencia universal se constituye en la investigación general, como nuevo criterio de verdad, en su propia evidencia.  De este modo Descartes sostenía que “<la ciencia no se adquiere de otra manera>, sino a través de  <lo que podamos intuir clara y evidentemente o deducir con certeza>”[1].

De ahí se deriva el sentido del método de la intuición y la deducción, el papel del análisis y la síntesis, así como el significado de la duda en las operaciones mentales o representaciones mentales, por lo que Hegel opinó que René Descartes era un héroe del pensamiento moderno, y con sus aportaciones contribuyó de gran manera a la definición de las diversas identidades del sujeto, para ubicar desde donde se iba éste reconociendo en un sentido universal y particular, como condensación de lo real concreto, en el sentido del colonialismo económico, que representa el contexto de la identidad  moderna del sujeto educativo, ya que los pueblos originarios antes de la llegada española en su coloniaje bárbaro, actuaban las comunidades indígenas con un sentido integral de saberes y sabidurías, no reconocida por los invasores, viéndose como comunidades, más que como personas individuales, pues aquí existía una cosmovisión e identidad cultural profunda de raíz nosótrica.

En cambio, cuando Descartes pone como premisa del saber, el  yo pienso, es un acto fundamental de la razón del sujeto en primera persona, para poderse identificar, como todo saber y como actor  responsable de la determinación de las cosas en general sin sentido de comunidad cultural, históricamente labrado, al menos no en la escoria de gente que llegó de España, como los conquistadores.  Es justo en esa auto certeza del yo, que se identifica como una esencia verdadera, de lo cual se fue constituyendo la revolución cartesiana que plasma la vida del sujeto, y el modo de pensar moderno, en donde ya no es el Dios cristiano, el todo, como ejemplo de las guerras y las cruzadas, sino el hombre el que nombra la respuesta de aquello decidido y conocido a través de un método crítico objetivo, que trasciende la dimensión ontológica, elevando al hombre a subjectum dentro de lo existente, como algo <subjetivo>, es decir como imagen o representación de sí mismo; esto es lo que Descartes descubre en las formas de pensamiento de su época y lo muestra en su  discurso del método, que va dejando huella en la dimensión multicultural que tiñó el individualismo como tendencia depredadora e invasora de los españoles.

Por tanto la búsqueda del sujeto humanizándose unos en otros en su diferencia socio-cultural solidaria y MESTIZA es una construcción posible con todas las herramientas que se han producido, pero las formas de distribución equitativa, en el proceso político-educativo que sigue en construcción, hoy día lo descubrimos con el uso de los medios de comunicación modernos, como una posibilidad abierta de hacer público lo que antes era privado y obscurantista como en la época religiosa de Galileo.



[1] Descartes, René. Discurso del método.  Ed. Tecnos, Barcelona, 1988.  2021. P. XXXIX.

Monday, May 10, 2021

Conceptuación de identidad

 

Conceptuación de identidad.

Marzo 2021.

Sandra Cantoral.

Una vez conceptuado el autorreconocimiento histórico social del sujeto en el sentido que tiene de su cultura, se exponen ahora las posturas de tres autores clásicos, para desarrollar la categoría de identidad de clase en su proceso de constitución y el entramado que se desprende del autorreconocimiento del sujeto histórico, estos filósofos son Descartes, Kant y Hegel; de ellos interesa rescatar la ruptura epistemológica de sus propuestas en cuanto a la concepción de mundo y la auto-ubicación del sujeto histórico y particular como un universal concreto que se va reconociendo en su proceso de producción y de trabajo; al estar inmerso en una determinada realidad histórico-social, porque la identidad del sujeto está referida a ser nombrado éste en la palabra del otro, que lo libera de los yugos que históricamente han acuñado en contextos, textos y pretextos de vida y muerte; y así  el sujeto sólo es reconocido para bien o para mal en la emancipación social conjunta, desde lo histórico y particular de su transformación vital como ente social que se va humanizando a sí mismo en un  devenir de descentramiento cultural y de relaciones de poder político o de derechos humanos fundamentales.

Se caracteriza a la identidad de clase del sujeto como un fenómeno de reconocimiento de su explotación, de acuerdo a su pertenencia socio territorial, lo cual encuentra su plataforma de sentido en la propia definición de cultura de las identidades sociales; se mencionarán algunos rasgos acerca del proceso de representación de las identidades a través de la lengua y de la identidad como proceso de transformación del sujeto social, para poder dar cuenta de las características de la identidad referido al ser mismo, tal y como éste es; sobre ello tratará este trabajo para reconocer la sensibilidad del autorreconocimiento   en la formación docente y su identidad de clase;  se inicia entonces definiendo lo que se comprende por identidad en sentido genérico.

La identidad es un conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, símbolos) valorizados y relativamente estabilizados, a través de los cuales los actores sociales (individuales o colectivos) se reconocen entre sí, demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado[1].

Con base en esta idea, es posible ver que  la elección libre y voluntaria del sujeto social e individual, está de acuerdo a sus representaciones, valores y símbolos, expresados éstos a través de su sensibilidad, percepción, entendimiento, autoconsciencia, razón y racionalidad sensible constituida en y por su cultura  en las relaciones materiales y espirituales de dominio, como un todo inescindible en el mundo occidental; lo que conforma la cultura  creada; en donde se da forma a la vida que el sujeto elige dentro de la situación que le toca vivir, por ser el sujeto  producto y productor de su cultura[2] en una relación de valoración humana, de sujetos siempre en falta en el proceso de enseñar y de aprender nuevos sentimientos que enaltecen la dignidad por su alegría, sufrimiento y entusiasmo.

Y es justo en el dominio de su cultura y de  su propia naturaleza, que el sujeto logra sobrevivir, lo cual corresponde  con el grado de conciencia que  tiene de sí mismo, es decir de sus necesidades, recursos, capacidades y limitaciones para poder asumir aquello  que  dice querer, y lo que finalmente termina logrando en cuanto a sus condiciones materiales y espirituales de vida, expresadas estas relaciones de poder como formas objetivadas de la cultura en contraste con las formas interiorizadas de ella en la conformación de las dimensiones de identidad del sujeto y la lucha de clases.

Las formas de la dimensión de las identidades del sujeto, dan  cuenta de su calidad humana, expresada esta cualidad en su comportamiento social e  imaginarios simbólicos que atraviesan todos sus síntomas de depresión,  ansiedad o sociabilidad, por lo que esta especificidad debe verse en el contexto real de ubicación, pues las formas de ser y de hacer son únicas e irrepetibles en cada persona y sus singularidades de espacios culturales labrados en el esfuerzo del TRABAJO realizado para los demàs; en donde es necesario conocer el comportamiento humano para ajustarse a preocupaciones pedagógicas específicas y lograr dar sentido a diversas formas de resistencia, reproducción y función del sujeto como es la imagen que se tiene de sí mismo a través del derecho, legitimidad, equidad y sentido de manifestación democrática; al resistir el sujeto educativo a través del trabajo, del proyecto social, del alcohol, de la terapia grupal, de las drogas, de la evasión, etc., ya que el no-ser, no debe entenderse como la deshumanización o la nada; sino al contrario como la humanización plena en el sentido de clase integral, para que el sujeto sea capaz de encontrarse a sí mismo en absoluto rompimiento con el orden material y simbólico de propiedad privada que lo domina socialmente.

Porque de lo que se trata en el reconocimiento de la identidad del sujeto es de salir de sí mismo y forjar la superación como generación en su época de lucha, al reconocerse en las posibilidades de crítica y de creación innovadoras, en un proceso de liberación individual y colectiva, empeñada la vida humana en salir y entrar a la tragedia subjetivamente representada, y objetivada en  la risa de sí mismo, pues la alegría recrea las ilusiones de un pueblo grande en algunas ocasiones y chico en otras,  que de cuenta de una interrelación social y educativa general y regional.

En la constitución de la identidad del sujeto se distingue, que no es con una idea con lo que se levanta un hombre, sino con un sentimiento que da cuenta de sus condiciones materiales de vida en esencia y espirituales del mundo simbólico que lo transforma; de ahí que la mitad de la alegría, reside en hablar de ella; comunicar y expresar todo aquello que identifica al sujeto  social, individual y colectivo, ya que la pregunta que da sentido sobre la identidad de clase es tan precisa en contenido histórico-cultural, llevando a la reflexión inmediata: ¿qué me siento y qué me caracteriza como ser humano?, por que  dar respuesta a ello, es lo que abre el debate en las relaciones de poder, para que el sujeto pueda encontrarse siempre en relación con el sistema social o con los intereses de clase en procesos permanentes de desgarramiento, superación y transformación social e histórica, vivido y sufrido por el cuerpo particular sensible para asumir una vida humana en equidad.

Esta  condición de autorreconocimiento  se descubre con el trabajo creativo humanizado, pues al trabajar el sujeto sabe de las capacidades que éste tiene dentro,  y que ha sido interiorizado a partir de lo construido en su entorno social y constituido de manera particular en élde manera que la consciencia constituida en el sujeto, refiere a su conocimiento, experiencia e intuición de lo que ha sido, de lo que es, de lo que está siendo y lo que será[i]; pues es desde ahí que el sujeto educativo,  puede juzgar el grado de responsabilidad social, individual, grupal y colectiva que es posible asumir, de acuerdo a su extracción de clase  históricamente constituida y acuñada desde una propuesta modernizadora como único modelo de explotación de vida, reproductora de la ideología de la clase que ejerce su hegemonía: el sujeto burgués; en donde lo único invencible es el trabajo gozoso y creativo que se comparte inevitablemente a través de la confianza y de la seguridad en  su autenticidad y  pertenencia colectiva universal y particular, en un contexto psíquico-afectivo de pasiones y de contradicciones en la expresión cultural del sujeto, en donde el acto sensible es lo más profundo y abarcativo -según lo refiere Kant-.

De manera que, es dependiendo de este contexto cultural y de comunicación de referentes, que el sujeto se encuentra  hablando un lenguaje simbólico, que define y caracteriza su propia identidad de clase consciente o inconsciente en el sujeto; al ser el sujeto educativo, un ser único e irrepetible a lo largo de la propia historicidad, es decir de la cultura particular que lo define, en la defensa de la vida en cada momento de su expresión intersubjetiva, en un espacio geográfico y de realización individual y colectiva precisos; lo cual sucede en un proceso permanente de formación y de liberación, desde donde pueda reivindicar su función social y su papel histórico.

Esta condición en la constitución de la identidad de clase, nos  hace reflexionar acerca de lo que implica la autoconstrucción y desconstrucción de la identidad del sujeto como diferencia, como integración unitaria, como rol, como valor, como reconocimiento y como estrategia de lucha, ya que el sujeto al encontrarse siempre en falta en un proceso de descentramiento permanente que lo lleva a descubrirse en su propia conformación, ante su cruel y natural ensimismamiento; por ello el proceso de socialización conlleva el cultivo de juicios de valor cualitativos y cuantitativos, en un determinado marco de intercomunicación y de ejercicio del poder que labra la seguridad y la confianza del sujeto de acuerdo a sus intereses y necesidades vitales, que representan su condición de clase y  su extracción cultural para entrar a mundos posibles de realización y de sobre vivencia humana.

Enseguida se presentarán algunos entramados que subyacen en el contexto cultural de las identidades en sus distintas dimensiones y prácticas, ya que aún es posible humanizar al ser humano como un proceso educativo de largo alcance, creando las condiciones para que se vuelva a pronunciar en su autenticidad,  re-significándose y re-encontrándose en sus múltiples posibilidades, a través de su otredad que le da sentido de vida y de pertenencia, es decir, de esperanzas y utopías, se destacarán algunos elementos acerca del entretejido cultural del sujeto, sistematizados por el Dr. Gilberto Giménez Montiel en su Seminario de la División de Estudios de Posgrado, de la F.C.P. y S. de la U.N.A.M.[3].

 

LA IDENTIDAD COMO PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DEL SUJETO HISTÓRICO SOCIAL

Hablar de la transformación  en la identidad del sujeto, conlleva a plantear el problema de poder ejercer un derecho, y a tener que reconocerse vivo, por medio de las épocas que transcurren de manera contradictoria, en las relaciones culturales, en donde el sujeto teme sentirse atrapado, sin la posibilidad de tener espacios individuales, con la pulsión permanente del dominio y de la rivalidad edípica, la cual se transmite a través de los afectos, y a través de los entramados culturales en la producción social material y afectiva; en donde se generan polos de competencia y de cooperación, con dominios y destructividad, en la búsqueda de una posible superación y autocontrol de los afectos pulsionales que se transforman, en acervo cultural de los valores, en la asunción de ese dominio y el autocontrol de sí mismo, por medio de la seguridad y la confianza del dominio del propio cuerpo ante su otredad que lo constituye, en espacios culturales que encarnan las diferencias, las distancias, los esfuerzos y las condiciones de vida en general, a través de la necesidad humanizada o del entendimiento con el otro yo, como una auténtica conquista, de acuerdo a la consciencia que se tiene sobre la relación de fuerzas, que se comparte. Esta relación de poder exige pensar  en las temporalidades impuestas y enseñadas a través de la  cultura hegemónica,  y de cómo el sujeto, como persona humana da cuenta de su identidad, ya sea con su participación de forma individual, grupal, como clase social, o universal concreta por el sentido de su compromiso y complejidad. Es decir, sin estar en sí, en ninguna de las formas escindidas de las demás  expresiones del   sentido  de   humanizar  la noche, el sueño y la muerte -como dice Javier Villaurrutia, el dramaturgo-; este sentido viene de la concepción de los románticos, en donde la literatura alemana ha aportado a grandes filósofos.

Es necesario destacar este sentido, para ubicar el  contexto concreto de socialización histórico social, en donde el sujeto va aprendiendo a respetarse y a cuidarse a través de su otredad que lo refleja en sus mutuas representaciones y necesidades  de comportamiento social e individual concretas. Este proceso de socialización conforma sus sentimientos, pensamientos y acciones, que constituyen una época, al tener así la capacidad-incapacidad de ubicar su postura político-filosófica“verse en el otro y el otro en él, en un encuentro de autorreconocimientos de sus distintas necesidades vitales diferenciadas”, con base en tres tipos de actitudes combinadas en su condición dialéctica, como son: 1) confianza-lealtad, 2) solidaridad-agradecimiento y 3) voluntad-comunicación, para lograr construir su propia expresión humana de manera particular y universal en largos procesos generacionales, en las relaciones de poder que lo identifican como sujeto de una historia particular, en la transformación  de la identidad particular de cada sujeto; iniciándose este devenir en el espacio en que se encuentra a sí mismo, en momentos de autoconsciencia o desgarramiento, ante la necesidad del otro yo que lo reclama integrado a su mundo; en ese otro que no es él, siendo él mismo a la vez, en la constitución de su vida y de sus sentimientos escindidos, envueltos en la lógica insana del capitalismo mundial en las relaciones de dominio enseñadas; el cual se impone como hegemonía del imperio en las relaciones de poder económico, político, militar, legal, autónomo, ideológico, moral, científico, tecnológico, artístico y psíquico afectivo, como sentido y nostalgia de lo ya vivido, pero quizá no asumido como clase históricamente constituida en las formaciones sociales de producción, de distribución, de consumo y de explotación, que dan cuenta  de la creación de  vida con sentido de identidad cultural.

Así se va gestando, la posibilidad  plena y auténtica de  diversas expresiones simbólicas que conllevan al sentimiento de plenitud o  felicidad empeñada; entendida ésta como utopía de la incertidumbre; lo cual es una construcción humana que identifica al sujeto social e individual en sus referentes de transgresión, tragedia, alegría, esperanza, vileza, culpa,  equidad, envidia, rivalidad, armonía, templanza, competitividad, fortaleza, justicia y prudencia, que da significado a la vida humana y que es condición para modificar la relación de los hombres con su naturaleza socializada.

De manera que para caracterizar la identidad del sujeto particular y universal desde una sociología filosófica, se tendrá que entrar al terreno de la cultura, en lo determinado y determinante del descentramiento del sujeto de la historia, pues el sujeto refleja lo que su sociedad es y su sociedad, lo que éste actúa como práctica asumida conscientemente.

Entendiéndose a la cultura en dos definiciones principales de acuerdo con el discurso de la clase social de pertenencia, de reconocimiento y de compromiso social, en la amplia pluralidad de lo moderno, como formas interiorizadas en las actitudes y en los comportamientos del sujeto:

1)    La cultura neoconservadora tradicionalista e inconforme, opuesta al espíritu de la Ilustración, y amiga de las manifestaciones específicas de cada comunidad.

2)    La cultura progresista, que adopta ciertos postulados de la Ilustración, pero los transforma inculcándoles el patetismo y la carga emocional romántica, constituyéndose también por el elemento religioso.

Por supuesto existen rasgos de mixtura entre ellas, conformadas por lo que se denomina el comportamiento y actitud barroca como totalización cultural específicamente moderna[4] que se caracteriza por una condición mestiza, producto del colonialismo, y se expresa como una práctica barroca en las relaciones de poder e instinto de clase; “el ser barroco hoy significa amenazar, juzgar y parodiar la economía burguesa, basada en la administración tacaña de los bienes, en su centro y fundamento mismo:  el espacio de los signos y el lenguaje, como soporte simbólico de la sociedad, garantía de su funcionamiento, de su comunicación”[5].

Lo significativo en el autorreconocimiento de la identidad del sujeto barroco, consiste en  poder poner juntas la libertad y la necesidad   modernas en la afirmación del libre albedrío humano y el reconocimiento de la omnipotencia divina internalizada, a través de los símbolos, en una recomposición del ethos barroco, producto del mestizaje;  referido a las características que definen a un grupo humano, de acuerdo a lo que  se tiene... como cosas únicas a compartir, valorándolo en la expresión crítica de la modernidad, así  ‘el pliegue’ de lo barroco, pensado en la imagen de una negativa a ‘alisar’ la consistencia del mundo a elegir de una vez por todas, entre la continuidad o la discontinuidad del espacio, del tiempo, de la materia en general, sea ésta mineral, viva o histórica.

El momento del autorreconocimiento del sujeto habla de la radicalidad de la alternativa barroca en el contexto del trabajo, de los diferentes niveles educativos y de prácticas que se realizan como propuesta modernizadora, exaltando el individualismo egoísta a través de la competencia, de premios y castigos en la organización vertical y en las relaciones de poder autoritarias.

Los modelos de diferenciación que identifican a los grupos desde esta lógica de poder, lleva a estigmatizar a los diferentes como marginados, empobrecidos, relegados y utilizados como carne de cañón para intereses políticos mezquinos, sin comprender cuáles son las causas que dan cuenta de que alguien se comporte de una  determinada manera, distinta a la que se quiere generalizar e imponer en la cultura del poder de la modernidad; porque de lo que se trata en la definición de la identidad es de saber mostrar las diferentes formas o fenómenos de la conciencia por medio de la práctica concreta, hasta llegar al saber de un momento evolutivo de la verdad y de sus procedimientos empíricos y metodológicos.

De manera que la identidad aparece como función reproductora de lo aprendido y enseñado socialmente como hegemónico, y como único modelo posible de  considerar en la construcción social de conocimientos, que atraviesan todos los valores, como fines y principios ético-morales del sujeto,  que solamente por medio del debate y de la comunicación, se pueden renovar en la cultura, en esas  representaciones sociales de la vida del sujeto, como una utopía,   que se  implica históricamente en los procesos de producción de bienes materiales y humanizados; tal relación está de acuerdo con los signos que identifican la lengua que habla “Utopía que plantea la posibilidad de crear una lengua tercera, una lengua-puente, que, sin ser ninguna de las dos en juego, siendo en realidad mentirosa para ambas, sea capaz de dar cuenta y de conectar entre sí a las dos simbolizaciones elementales de sus respectivos códigos; una lengua tejida de coincidencias improvisadas a partir de la condena al malentendido”[6], en el sentido de  que el sujeto sabe de sus cambios y  contradicciones, como un claroscuro consciente e inconsciente, en la intersubjetividad del diálogo, en un contexto de relaciones de poder y de definición en la postura de clase, en procesos de autorreconocimiento, matizadas por el deseo de sobre vivencia en la praxis concreta.

[1] Idem. Giménez, Gilberto. La teoría y el análisis de la cultura... op. cit.

[2] Cantón, Valentina. El sujeto: una producción cultural. Revista Pedagogía, revista especializada en educación; Tercera época Vol. 10 Núm. 3, Verano 1995. P. 24. 2021.

[3] El entramado de este escrito se sustenta en el trabajo del Dr. Gilberto Giménez Montiel, en varias de sus obras (Coord.). Vid. Identidades religiosas y sociales en México. Ed. Inst. Francés de A.L./Inst. de Investigaciones Sociales. UNAM, México 1996. El cancionero insurgente del movimiento zapatista en Chiapas: ensayo de análisis sociocrítico. Ed. Revista Mexicana de Sociología. Inst. de Investigaciones Sociales, UNAM. 4/97. No. 4, México Oct. Dic. de 1997 P. 221. Modernización e identidades sociales. Ed. Inst. Francés de A.L./Inst. de Investigaciones Sociales. UNAM, México 1994. La teoría y el análisis de la cultura. Ed. SEP/Univ. de Guadalajara/COMECSO, México 1987. La teoría y el análisis de las ideologías. Ed. SEP/Univ. de Guadalajara/COMECSO, México N.d. Poder, estado y discurso. Perspectivas sociológicas y semiológicas del discurso político-jurídico. Ed. Inst. de Invest. Jurídicas, UNAM, México 1989. 2021.

[4] Vid. Echeverría, Bolívar. La modernidad del barroco. Editorial Era, México 2000. Pp. 11-12. 2021.

[5] Ibid. P. 16.

[6] Ibid. P. 22.