Monday, May 3, 2021

La cultura, como alimento en los procesos educativos contrahegemónicos pospandemia.

 

MARZO 2021.

 

La cultura, como alimento en los procesos educativos contrahegemónicos pospandemia.

 

Sandra Cantoral.

 

Con este entramado categorial, se pretende vislumbrar sólo algunas implicaciones presentes desde una teoría de los sentimientos, a través del campo de la sociología, rescatando su fundamento filosófico humanista para adentrarse al terreno de la educación humanitaria, esa que tiene como principio la DISTRIBUCIÓN EQUITATIVA DE TODO LO PRODUCIDO, entre los pobladores del mundo pospandemia, la propuesta es pasar por foros  con base en saberes de orden pedagógico-político para incidir en el terreno de la educación y, así PODER TRANSFORMAR-PROBLEMATIZAR el comportamiento social de la sensibilidad psíquico-afectiva cotidiana, que se encuentra en el sentido común para comprender el sentido de la DENUNCIA, que alumbra posibles devenires humanitarios.

De manera que el vínculo que ha dado sentido histórico al contenido de estos saberes en la teoría pedagógica, es  ante todo la cultura entreverando múltiples contextos, principalmente los populares, que en ocasiones sobreviven sin voz, por ser èstos acallados, quienes despiertan la vivencia profunda de la existencia del ser, para luchar conscientemente el debate sobre la igualdad de derechos de la persona humana pospandemia, en sus partes mas simples y matizadas de sus sentidos, en cuanto a su calidad y dignidad humanitaria, por eso es necesario sistematizar con rigor los conceptos y categorías en la construcción de nuevos imaginarios simbólicos y mundos posibles de vida; pues la cultura refiere a las diversas expresiones para sostenerse vivo a través de la propia valoración de pertenencia, que se conforma por lo que se acostumbra conservar en sus tradiciones, producción, que es valorada en términos ético-morales -Gramsci-, haciéndose una tradición muy íntima  que puede ser o no compartida, cuidada, correspondida o definitivamente negada y no reconocida en estas distintas pertenencias del sujeto como clase social constituida históricamente en los procesos de trabajo, producción y equidad en la distribución de recursos humanos por medio de diálogos educativos pospandemia, cuestionando todo tipo de vida agresiva, destructiva, torturadora y violenta.

 

Desde esta concepción de EQUIDAD HUMANITARIA coherente, se define a la cultura contextuada también, desde esos valores ético-morales de las personas humanas, al dar respuestas posibles por el reconocimiento de lo compartido solidariamente, e impulsado por el interés sin ataduras, sino justo como un libre albedrío de voluntad positiva-negativa trascendente; en este sentido se tendría que valorar cómo y qué naciones-mundo fueron solidarios y quiénes continuaron con su política belicista hegemónica, es decir, con un valor cultural, que no sabe respetar ni distinguir lo que implica lo sagrado.

Conocer en este análisis y valoración pospandemia, qué es lo que encierra sentimientos complejos de injusticia, complicidad, complacencia, agradecimiento,  degradación,  lástima, egoísmo, temor, envidia, violencia constructiva y destructiva, tristeza, engaño, alegría, compasión, utilización etc., que se representan como figuras de pensamiento (en relaciones intersubjetivas del proceso de enseñanza–aprendizaje,  en la búsqueda de completud del sujeto, a través de los principales valores humanos, hasta ahora reconocidos:  templanza, prudencia, justicia, fortaleza, dignidad, respeto solidaridad, democracia, equidad, surgiendo otros valores humanitarios más, de acuerdo a las necesidades socio-culturales recíprocas); los hilos de la cultura hablan, por tanto, de lo que los sujetos producen, cómo lo hacen, con qué sentido, para qué y para quién lo hacen, al expresarse   como seres humanos e inhumanos también en estos momentos de desesperación y desesperanza de la pandemia; constituyéndose así los seres humanos, diría -Valentina Cantón- en sujetos históricos[1].

En este sentido la pedagogía humanista, resulta ser una disciplina de conocimiento que enfatiza en la enseñanza y el aprehendizaje, porque se comprende como un proceso de transmisión de intersubjetividades[2] que se generan a través de las épocas, como ésta de la pandemia, de acuerdo a lo que se produce en comunidad y en lo particular, con base a las edades de las épocas del sujeto histórico, en donde unos y otros aprenden a convivir en un lenguaje común, para mostrar-se y servir-se, ante los demás, en un contexto de pertenencias, reconocimientos, respetos, deseos y necesidades, tanto materiales como espirituales, que los va haciendo semejantes y a la vez diversos y, por ello pueden congeniar por ser diferentes, desde su saber hacer, su participación en despliegues de emancipación comunal, social, cultural, política, económica o existencial.

La pregunta abierta es, ¿En donde se decide nuestra libertad?: ¿Qué se siente cada uno, y qué lo identifica como ser humano para servir en las necesidades sociales de su época? Pues la identidad refiere tener que elegir ¿Quién soy yo? y ¿Qué hago de mi vida?, lo cual está inserto en un doble contexto de arquetipos en el Mundo de la Vida (Habermas) y del sistema social (Bourdieu) en donde “La educación conforme a valores resulta entonces del entramado de procesos complejos e interdependientes  denominados: socialización, enculturación, cultivo y formación”[3].

Pensando en que la identidad para Hegel significa aquello “que se es y de que se tiene consciencia, con aquello que se expresa y se muestra ante otros”[4]; por ello es que las crisis de diversos órdenes, en las problemáticas existenciales o de los sentimientos, por ejemplo, no se registraban en el antiguo régimen como problemas pedagógicos o sociales, puesto que ni siquiera existía un registro ni consciencia social de su vida material, y así pasaba desapercibido y se representaba en la mentalidad del sujeto como algo inexistente, desconocido, inexplicable, misterioso y oculto, frenando la capacidad de poder político en las organizaciones críticas par la emancipación social; y en ese desconocimiento nadie se asumía como responsable, sino que la naturaleza se imponìa per se, sin cimbrar los filones de la cultura en una consciencia activa de transformaciòn humanitaria, pues ese alimento socio-cultural no existìa asì.

Por ello  Marx y  sus seguidores en ese filón marxista, en distintas épocas a partir de mediados del siglo XIX, han denunciado cómo las instituciones de la religión, el terror y la guerra que entraña la lógica de propiedad privada, ha suscitado crueldad, angustia y muerte, encubriéndose este comportamiento como algo natural y actualmente justificado en la misma lógica de relaciones de poder por la racionalidad instrumental hegemónica de occidente, en el contexto de autorreconocimiento del sujeto histórico, que se despliega como persona, grupo social, un pueblo, los ciudadanos con derechos y obligaciones constitucionales, así como a través del Estado, gobierno y nación de una época en permanente transformación cualitativa por sus capacidades de sensibilidad racional acuñada en el horizonte de valores, virtudes y sabidurías, que al caminar pueden sembrar comunidad de formas intencionada, como sucede hoy en este panorama de pandemia. 

La autenticidad e intensidad  en el proceso de identificación y de autorreconocimiento del sujeto histórico humanizándose unos en otros culturalmente, es algo que lo compromete en circunstancias de vida concretas a través de las épocas y de las grandes civilizaciones, aceptando la biografía que identifica a cada uno como algo naturalizado o cultivado, a pesar de  ser tan distintos los seres humanos y los filones culturales  en sus  ejercicios de autocrítica, de trabajo y de necesidades de acompañamiento; pues el reconocimiento de la vida cotidiana trata sobre las relaciones de trabajo, descanso, recreación, ocio, sexualidad, afectividad y sueño, para  retar el vacío, la locura y la ausencia entre sexos, razas, religiones, territorios (local, regional en barrios, colonias, pueblos, instituciones, generaciones  o naciones),  etnias,  clases, como lugar social  de habitus -refiere Bourdieu en tèrminos de cultura-, por ser la búsqueda de una definición por reacción, reformulación, etc. en la reproducción social[5]  e integridad moral del sujeto histórico social en su sensibilidad general, como sentido de los sentidos, es decir, la conciencia de cualesquiera de los sentires en una naturaleza común como un acuerdo universal, que puede abarcar el consenso en un momento dado y, que implican las posturas valorativas hegemónicas en las relaciones de producción y de poder ahí desarrolladas, que han sido implantadas en distintos espacios y tiempos, a través de los procesos de exterminio y colonización; por lo que, con base en esta experiencia, se han desarrollado posturas autónomas conscientes,  que exigen respeto a la dignidad de una vida buena para la persona, el ciudadano,  la  comunidad,  etc.; es decir,  en reconocimiento al salario y al trabajo humanizados, como lucha posible en el contexto de la modernidad, distinguiendo la autenticidad de las relaciones psíquico-afectivas en los procesos de formación de sujetos, para poder lograr con libre autodeterminación en la defensa de aquello que es sagrado, porque se ha luchado, soñado y valorado como algo único e inigualable; en las relaciones que entrañan sentimientos de claridad, sencillez y precisión en la indagación que cada uno hace de sí mismo al verse en la mirada del otro Yo y del otro en mí, como conocimiento humano o sustancia de contenido en el principio de eticidad[6], que es el fundamento de la identidad social en el ejercicio del poder político para emancipar o para sojuzgar.

Por eso la teoría exige dar una rendición de cuentas necesaria de un poder ante otro, tal y como esto acontece, que refleja una metodología dialéctica; ya que la esencia de todo saber pedagógico es el poder democrático que se va gestando, desarrollando y transformando en un largo proceso de humanización dialógico entre iguales, por ser tan diferentes, creando contextos de seguridad y respeto recíproco, como poderes reales de creación, destrucción y deconstrucción, que van desde lo más radical hasta lo indiferente;  lo  que enfrenta al sujeto a su propia contradicción y negación desgarradora, al vivir  atado a su naturaleza cultural que él evade permanentemente, en la  resistencia, sobrevivencia o perversión de su ser en las relaciones de competencia y de poder; engendrada  en la lógica de la ganancia por sobre el derecho a la vida, que impone la lògica de acumulaciòn de capital a costa del trabajo explotado,  no reconocido, ni por el propio ser de explotaciòn.

Estas formaciones se entreveran y confunden en situación fenomenológica al interior de las contradicciones fundamentales  entre trabajo y capital, a partir de sus dos clases fundamentales la burguesía y el proletariado, que hoy en día se nos diversifican en matices cada vez más complejos y visibles en el mundo de la mercancía, ahí nos vemos como la prole, el pueblo trabajador, el migrante, el indígena, vendedor ambulante, etc., etc., en el sentido de la libertad y la libre determinación;  referida esta contradicción por Erich Fromm, en Marx y su concepto de hombre, en cuanto a la propiedad privada y el comunismo.

Al respecto Lenin, pensaba que “la libertad no reside en la soñada independencia ante las leyes naturales, sino en el conocimiento de estas leyes y en la posibilidad, basada en dicho conocimiento, de hacerlas actuar de un modo planificado para fines determinados. Y esto rige no sólo con las leyes de la naturaleza exterior, sino también con las que presiden la existencia corporal y espiritual del hombre: dos clases de leyes que podremos separar a lo sumo en nuestra representación, pero no en la realidad. El libre albedrío no es, por tanto, según esto, otra cosa que la capacidad de decidir con conocimiento de causa. Así, pues, cuanto más libre sea el juicio de una persona con respeto a un determinado problema, tanto más señalado será el carácter de necesidad que determine el contenido de ese juicio... La libertad consiste, pues, en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza exterior, basada en el conocimiento de la necesidad natural[7] para poder valorar y comprender el largo proceso de transformación humana en el autorreconocimiento del sujeto a través de una formación cultural sensible.

Ya que los pequeños cambios ante las grandes crisis, se fundamentan en el interés nuevo del sujeto por la educación, al hacerse consciente éste de que es a la vez  producto y productor de su cultura,  lo cual se puede asumir como una intención activadora en las relaciones de poder político, económico, cultural, militar, ideológico, moral, existencial, sensible/racional y social, para emanciparse-nos a través de la figura de autonomía, o para dominar, explotar y paralizar las consciencias críticas y la sensibilidad humana por ser peligrosas para el sujeto burgués, lo cual se sostiene en un proceso de formación  consciente del sujeto de trabajo a través de las épocas, cuando ello se ha cultivado. Estas relaciones se entienden como una totalidad inescindible, que sólo puede separarse en sus partes más simples para fines metodológicos, para ir resignificando los procesos de deshumanización, es decir de explotación.

En este sentido el proceso de formación del sujeto da cuenta  del grado de consciencia, a través del conocimiento, la experiencia y la intuición del sujeto educativo, QUE APARECE  como persona con un proyecto, individuo, grupo social, pueblo, clase social, nación o el planeta entero al ser conscientes del derecho social o lo que es igual en la capacidad de ejercer el poder político de emancipación, asumiéndose como sujeto histórico desde su cosmovisiòn milenaria, a través de su sentido común y teórico-filosófico, desde la experiencia asumida y compartida; así como de su percepción intuitiva que alcanza a desplegar, al percibir su  historicidad -así lo menciona Heidegger en el proceso de constitución consciente del sujeto resignificando a Hegel; es decir, como concepto ontológico, que es la esencia del ser- en la estructura del sujeto particular y universal  que se desenvuelve en su función moral y espiritual, siendo el rasgo necesario para construir la historia a través de la educación, la filosofía, la religión, la política, las profesiones, las artes, la literatura, la ciencia y la técnica,  como con la vida ética[8], al sentirse un sujeto concreto integrado en el otro en procesos de producción, resolviendo las contradicciones existentes en algo posible de realizarse, abierto y plural, para  no excluir, no matar y no herir con el lenguaje facial de modo automático, que es la parte dominante del sujeto, en donde casi ya no se distingue la alegría, el enojo, la tristeza, el sufrimiento, el disgusto o la sorpresa. Porque bien dice Amin Maalouf que ¡La mirada del otro te puede destruir o liberar![9] como seres extraviados en su posibilidad cultural.

Por lo tanto   una teoría de la sensibilidad humana en el proceso de autorreconocimiento del sujeto histórico, exige la emancipación social e individual en el campo de la pedagogía, destacando la tesis del  ser existenciario que desarrolla Martín Heidegger, el cual está referido a dos momentos: 1) En donde el sujeto no tiene una auténtica autonomía, por lo que se enfrenta a estar en el mundo sin posición de los objetos que están dentro del espacio, por supuesto ello es relativo a cada historicidad contextuada en términos dialógicos, en donde la comunidad política nos hace preguntar ¿Qué relación existe de las conciencias humanas con sus evoluciones antropomórficas?:

Podemos notar que es una pregunta filogenética y de las evoluciones de las especies pluriculturales; porque desde antes de la conquista al Anáhuac, alrededor de 1521, con la llegada de los expañoles a América, se vio cómo el desarrollo cognitivo, se pasó cual si fuesen infantes los indígenas, al no distinguirse con precisión, ni indígenas, ni españoles, pensando en la gran diferencia entre los seres humanos, la naturaleza y las cosas, parecido a hoy; ello de acuerdo a nuestros actos, por medio de nuestras representaciones sobre la vida-muerte, en esta comunidad poco dialógica hasta hoy en día, es decir, poco politizada, en estos tiempos de la pandemia.

El otro momento es la existencia como comprensión del existir a través del habla, aún del propio ser anónimo, que resulta inauténtico pero finalmente es real en el mundo de la gratitud e ingratitud en el respeto multicultural; pues si  el sujeto  no se reconoce a sí mismo, es porque no alcanza a verse en el otro que lo refleja como si fuera él mismo en la lucha de clases y en sus formas de lucha, en donde el centro articulador puede ser el deseo del autorreconocimiento  en su otredad como posibilidad emancipadora.

Así el hoy del ser humano, puede o no, expresar este reconocimiento a través de  su cuerpo, en esperanza,  angustia,  incertidumbre, costumbre, vergüenza o  franca comunicación, que oscila entre las relaciones de poder animal y capacidades humanas desarrolladas, lo cual sigue en una permanente necesidad de demanda, denuncia y construcción ético-moral en los espacios vitales, como certidumbres posibles, desde el principio de libertad -de las teorías críticas-, que definen el autorreconocimiento  y la identidad del sujeto en el devenir de explotación capitalista, entendido este proceso como una totalidad, en la cual contextuamos el sentido de la cultura, que se impone contra-hegemónica, porque hoy sigue dando la batalla con criterios de vida-muerte, pero mayormente humanitaria, entre las comunidades florecientes en permanente transformación, porque se oponen cada vez más al despilfarro mercantil del sistema capitalista de explotación en nombre de dios y de la democracia, en un proyecto educativo humanista de futuro: ”de cada cual según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades” -Marx-.



[1] Valentina Cantón se refiere a la “concepción del sujeto como sujeto descentrado, renunciante al ser y por tanto desposeído de certeza, comodidades y verdades, un sujeto en permanente búsqueda y movimiento, que son, al mismo tiempo, los productos y motores de su extrañamiento sobre sí y sobre las cosas que conoce; extrañamiento que le conduce a la necesidad, al reconocimiento de aquello que le falta, palabras como ¡incluso ‘interés’!, para después ser consecuentes con ellas en su acción”. Cfr. 1+1+1 no es igual a 3. Una propuesta de formación de docentes a partir del reconocimiento del particular. op. cit. P. 140.

[2] En general el Subjetivismo se refiere a “...la reducción de toda verdad y moralidad a la individualidad psíquica del sujeto particular, siempre variable e imposible de trascender, sin posibilidad alguna de validez intersubjetiva universal y necesaria (contrario: objetivismo). Cf. <relativismo> Solipsismo. En particular la concepción del <idealismo psicológico trascendental y del absoluto, los cuales hacen radicar en el sujeto dado hecho relativo a la verdad y al conocimiento, pero no en la individualidad singular empírica, sino en la estructura de esa subjetividad como trascendental o como un momento de la manifestación del absoluto supraindividual”. Müller, Max y Alois Halder. Breve diccionario de filosofía. Tr. Alenadro Esteban Lator Ros. Editorial Herder, Barcelona 1986, 2021. P. 411. De manera que la subjetividad, es el punto evanescente en donde se es, pero en donde nunca se es el mismo. El proceso de subjetivación, se refiere al hecho de asumir desde sí mismo, algo como el acto en sí.

El ser se transforma en “subjectum”, porque entra al mundo de la intersubjetividad de la existencia del ser, que está sujetado por su consciencia a un proceso de emancipación y de enajenación, en un devenir de subjetivación-objetiva por medio de la socialización, es decir de la experiencia de vida/muerte de su producción social e individual.

[3] Vid. Yurén Ma. Teresa. Eticidad, valores sociales y educación. Ed. UPN, Colección Textos No. 1, México 1995. 2021. P. 256.

[4] Cfr. F.W. Hegel. Propedéutica Filosófica (Teoría del derecho, de la moral y de la religión (1810). Ed. UNAM,  México 1984. 2021. P. 72.

[5] Vid. Pierre Bourdieu y la Teoría del Mundo Social. Ed. Siglo XXI, México 2002.2021. P. 44.

[6] Cfr. Hegel, distingue la eticidad de la moralidad; la moralidad es la voluntad subjetiva, o sea individual o privada del bien, la eticidad es la realización del bien mismo en realidades históricas o institucionales, que son la familia, la sociedad civil y el Estado, la eticidad, dice Hegel, ‘es el concepto de libertad, convertido en mundo existente y naturaleza de la conciencia de sí’. Filosofía del derecho. Buenos Aires 1921.2021. Claridad 1937. P. 142.

[7] Cfr. V.I. Lenin. Materialismo y Empiriocriticismo. Ed. en Lenguas Extranjeras, Pekín, China 1975. P. 238. El subrayado es nuestro.

[8] Vid. Charles Taylor. El multiculturalismo y ‘la política del reconocimiento’. Ed. F.C.E., México 1993.2021. P. 10.

[9] Vid. Amin Maalouf. Identidades asesinas. Alianza Editorial, 2001. 2021. P. 43.

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