Monday, December 10, 2012

Desarrollo de la Práctica Docente




En el sentido de la praxis revolucionaria,  se identifica científicamente, que la relación injusta e histórica entre el capital y el trabajo, inculca una sin razón en la antítesis materialista. Véase como en la primera Tesis sobre Feuerbach: en antítesis con el materialismo tradicional, el moderno idealismo burgués ha desarrollado el aspecto activo, la praxis, pero no como actividad humana sensible. La burguesía, a diferencia del clásico señor feudal, está por cierto atrapada en la producción, pero ante todo a partir de la circulación. Ella no entiende el trabajo como intercambio orgánico concreto entre hombre y naturaleza, sino más bien como trabajo meramente intelectual, como trabajo abstracto: abstracto justamente respecto del intercambio orgánico. Así puede desacreditar el trabajo físico concreto del asalariado y hacer pasar el trabajo del espíritu como trabajo auténtico. El principio de la producción es aquí reconocido, porque los medios de producción, al contrario de cuanto sucedía en el feudalismo, se han convertido en productos. Y  se trata de una relación reglada por un contrato libre” (Marx, 1977, p. 25); se aclara también que la relación entre el trabajador libre y el capitalista ya no representa una relación personal de esclavitud o de servilismo de la gleba, sino que ha sucedido en nombre de ideologías divinas, fantasiosas y míticas, desarrolladas a lo largo de la historicidad evangelizadora y militar, hasta ser envueltas en las redes de la dependencia financiera y  diplomática del imperialismo, como un hecho ‘naturalizado en el orden de la paz burguesa que entraña la violencia más cruel de toda la historia de la humanidad’, utilizando un doble discurso institucionalizado, en torno a beneficiar la acumulación y centralización del capital para los consorcios financieros y monopolistas mundiales, en muy pocas manos, esas son las nuevas condiciones de vida de la exigencia del capital impuesto por el empresariato, en sus jerarquías y competencias individualistas, hoy en día presentes en cualquier espacio educativo;  involucrando  todo un ambiente superfluo y de prácticas neofascistas y de degradación, que toca a la nebulosidad del narcotráfico gubernamental abarcando al legislativo convencional en el abuso de poder, en donde el Estado de derecho está siendo sustituido por un Estado de excepción; parecido sucede con las prácticas charriles y jerárquicas, ahí la sobrevivencia de  las masas sólo recibe las migajas; son hechos que se van descubriendo y mostrando en la hegemonía del mercado mundial y en las economías del imperio, bajando estas prácticas en la descomposición social generalizada de la crisis de valores en México, generalizada por  las cúpulas del abuso de poder político; incluyéndose a grupos sociales simples y complejos en el comportamiento de roles cotidianos institucionales, en los cuales se ve envuelto el sujeto histórico dentro de la política de Estado, convirtiéndose de a poco a poquito en hombres y mujeres de Estado en la cooptación al régimen, sea de forma conciente o inconsciente; es decir alienada o enajenada en su supuesta neutralidad política funcionalizada; la cual  engendra  en el movimiento social, más injusticia y desigualdad, dada la explotación social capitalista en las condiciones de vida concretas de  realidades concretas, en ese híbrido de lo multifacético o multicultural; dicho proceso educativo en las Pedagogías insumisas va sucediendo sin consciencia plena de ello en las clases subalternas, debido a la estructura de jerarquías de poder político, al no practicarse en este devenir educativo, valores de comunalidad como costumbre  de vida proletaria y planetaria, asumida en la praxis revolucionaria de emancipación histórico-social; lo cual tiene que ver con el imaginario simbólico de pertenencia del sujeto educativo, pero sin atacar de frente la propiedad privada de medios de producción que provoca la crisis generalizada del sistema capitalista de explotación, caracterizado por:
1.      Una cultura proletaria de resistencia y de acciones de autodefensa.
2.      Hacer Frente común a la extinción del Art. 3º. constitucional, el 123 y demás reformas  constitucionales, como es la última lesión ilegal del contrato colectivo del Sindicato Mexicano de Electricistas  (SME), en el sabadazo del 13 de octubre del 2009 calderonista. En el Periódico La Jornada, (Oct. 2009, p. 21) Arturo Alcalde lo interpela cuestionando: En relación con el SME “¡Si te amparas no hay premio! ¡Si te esperas, después del 17 de noviembre te arriesgas a perderlo todo! Son amenazas para evitar que los trabajadores acudan a los recursos que la ley les otorga y que los tribunales de amparo definan quién tiene la razón. Utilizan estos chantajes a sabiendas de que por la vía legal tienen perdida la batalla, porque necesitan con urgencia volver a contratar a un buen número de trabajadores para operar las plantas eléctricas, porque saben que el valor financiero y actuarial de un trabajador que se liquida incluyendo el premio es sensiblemente inferior al crédito laboral que la empresa les adeuda en razón de la futura jubilación; por este motivo, otras empresas paraestatales se han visto obligadas a ofrecer pre-jubilaciones a los trabajadores con antigüedad avanzada”.
3.      Como las masas son amorfas y aún están en estado latente e intuitivo, es vital un trabajo educativo político como apuesta, para que se tenga   consciencia de la necesidad de  actuar de forma organizada, nacional, local e internacionalmente.
4.      La etapa prerrevolucionaria -según Lenin-, se define porque: a) Abajo la clase trabajadora ya no pueden seguir viviendo como antes. b) Por no gobernar como se venía haciendo (contradicción del gobierno federal interviniendo como se le da la gana). c) En una crisis de sobre-producción. Y d) En una crisis política de arriba entre la oligarquía financiera y su monopolio capitalista de Estado; estos cuatro momentos históricos, marcan  la coyuntura para la insurrección de las fuerzas populares y revolucionarias.
Respecto al trabajo de unidad con los movimientos sociales en México y pensando la posibilidad de conformar un  Frente amplio con el proletariado, es necesario valorar dos situaciones a tomarse en cuenta en  la educación con las mayorías y con grupos minoritarios articulados en la praxis formativa concreta como espacios de contra-hegemonía:
1.   Si se está en un gobierno terrorista de capital financiero.
2.   Si se está en una fase social del movimiento de masas fascista.
Porque con un gobierno  ‘democrático’ en la lógica de acumulación y centralización de  capital se incrementa en México la violencia y la degradación, por lo que falta caracterizar al enemigo de clase, conociendo que éste sí  estudia al proletariado en toda su expresión, en cambio el movimiento de ofensiva sigue siendo aún espontáneo, por tanto es vital para los procesos de emancipación con base en una  Pedagogía crítica bien cimentada metodológicamente, estudiar de forma teórica y profesional los siguientes aspectos desde la educación formal, informal y no formal en la dialecticidad de la crisis, sobre el sector financiero:
               1. Falta caracterizar al capitalismo mexicano actual.
               2. Falta caracterizar el momento de la lucha de clases.
               3. Falta caracterizar al nuevo sujeto revolucionario y sus capas en el matiz  de expresión insumisa, pero también  contrarrevolucionarias (disección de la sociedad civil, intelectual, estudiantil, figuras del poder popular, sindicatos revolucionarios a diferencia de los independientes, comunidades autónomas, socialdemócratas conciliadores, etc. etc.).
                  4. Falta re-significar el sentido de la Comuna-Asamblea en la lucha por venir a través de las organizaciones políticas, sectoriales y el partido proletario que sintetice los intereses de las minorías y mayorías en el trabajo de unidad contra el sistema de explotación, haciendo un trabajo contra-hegemónico a largo y mediano plazos.
Enseguida se indican los principales obstáculos que impone el imperialismo, efectuados por los emporios empresariales en la acumulación y centralización del capital, que no es más que trabajo acumulado y no pagado en la extracción de plusvalía, a través del abuso de poder político de la clase hegemónica; entre los principales obstáculos monopolistas percibidos para superar la crisis en todos sus sentidos, se considera: 1. La ley de la máxima ganancia impidiendo el uso pleno de los recursos disponibles. 2. El control de las economías vía los centros financieros del imperialismo. 3. El manejo de nuestros intereses desde las superpotencias. 4. La desindustrialización de nuestra economía. 5. La sujeción al complejo industrial del imperialismo. 6. El negocio de patentes y dependencia tecnológica. 7. La importación a gran escala de equipo obsoleto y de mercancías baratas. 8. La sustracción de recursos: pagos de la deuda externa, fuga de capitales y ganancias. 9. La completa ruina del campo (Cuevas, 2009, p. 6).
En otras palabras, el profesional docente ha internalizado en este contexto histórico de explotación, como cuestión de sentido común, un planteamiento profesional que fragmenta la tarea compleja de enseñar en una serie de pasos simples que incluso un trabajador no especializado podría realizar; es decir, el profesorado ha sido incapacitado. La concepción del acto pedagógico queda separada de su ejecución. Al ir siendo incapacitado, el profesorado puede perder cada vez más su posibilidad de autonomía. Al acostumbrarse a la pérdida de autonomía, llegaría a capaz de responsabilizarse de su trabajo. De esta manera, el profesorado contemporáneo se halla sujeto a formas de control jamás imaginadas por sus antecesores. La formación de los educadores sirve a menudo para adoctrinarlos como profesionales incapacitados. Los futuros maestros y maestras pueden caer en solo aprender a ser supervisados y supervisores en cursos que les enseñan a anotar meticulosamente objetivos de comportamiento y planes lectivos en el “formato” correcto, si se conforman en la mediatización de una actitud tradicionalista.

1.2.        

Saturday, November 24, 2012

Contexto de la práctica docente en una Pedagogía revolucionaria.




Se valora en el mundo moderno, cómo el educador ideal se ha convertido en un profesional acéptico, en un operador independiente que se eleva por encima de los valores. El profesional desapegado ocupa pues, una posición segura, al resguardo de la crítica. Las visiones contemporáneas sobre la educación, emplean a menudo una noción de lógica lineal de causa-efecto. Tanto la forma de pensar como el acto de enseñar se conciben como “un sujeto actúa sobre un objeto”.

En este apartado trato de presentar algunos elementos sobre el despojo de los principales medios de producción y el borramiento de la conciencia del docente sobre este acontecimiento histórico, de cómo históricamente se ha impuesto a  la clase trabajadora  el proceso educativo de explotación,  degradación y  exterminio de la humanidad y de la naturaleza que estamos presenciando;  este ejemplo inmoral ha sido  sumamente violento a lo largo de la historicidad humana, por eso es necesario desarrollar un espíritu de Pedagogía crítica. De acuerdo con Habermas (1990, p. 232),

“Marx dio a su teoría el nombre de crítica. Un nombre discreto si se entiende a la crítica de la economía política como la consumación de aquella empresa que comenzó con la crítica filológica de los humanistas,  prosiguió en la crítica estética de los literatos y, finalmente, se aprendió a conceptuar como crítica en la crítica teórica y práctica de los filósofos. Por aquel entonces, la crítica se convierte directamente en sinónimo de razón, caracteriza el buen gusto y el juicio inteligente, es el medium para la averiguación de lo correcto, coincidente según leyes de la naturaleza con lo justo, así como la energía que estimula e incita el razonamiento, y, por último, se vuelve también contra sí misma”  (1990, p. 232).

Esta concepción  deja ver la dificultad de matices que conlleva la lucha de clases entre el capital y el trabajo, ya que se van desarrollando  contradicciones secundarias que esta lucha social genera en un tejido  amplio cuantitativo y cualitativo del movimiento social, por ejemplo: luchas de género, luchas inter-étnicas, por razas, por tierras, por religiones, por plazas entre docentes, o entre pueblos, comunidades y naciones, etc. La complejidad radica en que son prácticas que se reproducen desde el origen de la humanidad, de la cultura y la civilización, como producto de la relación universal concreta, que condensa (como sucede con el fenómeno físico) ese espacio y tiempo del proceso de explotación del hombre por el hombre por parte de la propiedad privada de los medios productivos; lo interesante es contextuarlo en el texto, el contexto y el ejemplo crítico del proceso educativo o de aprendizaje con experiencias concretas, con la intención de que el sujeto se haga  consciente de su temporalidad histórica transformadora en la lucha de clases como proceso amplio de formación integral, que implica hoy la defensa de derechos humanos; así se pueden  comprender los extremos de decadencia imperialista, como síntoma vemos la guerra del narcotráfico en México.

Aclarando, se conoce que a partir de la existencia de la propiedad privada,  surge el Estado esclavista como primera formación concreta de control y de dominio para ejercer el despojo de la riqueza social de una manera “legitimada” por la clase dominante de cada época en ese abuso de poder “legal”; pero no legitimando ni reconociendo  que esta propiedad privada significa en el horizonte de valores ético-morales,  el esfuerzo y desgaste humano, como fruto del trabajo colectivo; por lo que significa este fenómeno social en sí,  la ignorancia del proceso de construcción y apropiación de conocimientos; por ello es de sentido común, comprender  la contradicción injusta en donde toda esa riqueza se encuentra en propiedad privada entre los grandes monopolios; obsérvese que no refiero a la propiedad privada simple del sujeto, como puede ser su casa, su ropa, su pequeño comercio, su pedazo de tierra, su historia biográfica incanjeable o su propia consciencia social; sino que la función del Estado, es regular la propiedad para gobernarla en la relación de abuso de poder entre el amo y el esclavo que abarca a los tiempos modernos, y que hoy provoca la  indignación humana como cultivo de praxis transformadora en la creatividad detonante de superación y alternativa. Así se reflexiona  que si la Pedagogía crítica  asume hermenéuticamente el estudio del proceso de humanización desde la contradicción entre el trabajo y el capital,  este fenómeno de enseñanza-aprendizaje  en el proceso educativo puede consolidarse, como una tarea de intervención pedagógica.

Posterior  al Estado esclavista, devienen los distintos Estados: feudal, capitalista y aún el socialista como tránsito no lineal a una vida en comunalidad por construirse, dichos Estados  siguen reproduciendo y sosteniendo con sus reformas la propiedad privada en el mundo entero -diría Gramsci conservando la estadolatría-; por tal razón la teoría marxista  nombra al Estado, como  órgano de control y de dominación tendiente a ser destruido por los pueblos organizados en la crisis del imperialismo. Se sabe también, que junto con la propiedad privada de medios de producción inicia la lucha de clases entre opresores y oprimidos, para lograr afirmar el poder político hegemónico entre poseedores y desposeídos de esta propiedad de medios e instrumentos para la producción y la explotación, generándose la tendencia histórica a un proceso de  crisis económica, política, cultural, social, de derechos humanos, ecológica, de valores y educativa; así están dadas hoy las condiciones reales de vida del trabajador y del monopolio financiero internacional.

Se calcula que fue desde hace 3000 años antes de nuestra era, que apareció esta injusta relación de propiedad. Pero hoy puede quedarnos  claro que la historicidad no es lineal   ni   mecánica, sino dialéctica e histórica en la praxis revolucionaria del sujeto educativo, cuando éste asume una postura de clase proletaria, en donde se requiere de la unidad para cambiar las relaciones entre la clase  propietaria  y el productor como trabajador directo,  por eso es necesario en la Pedagogía crítica “ubicar correctamente a las clases en conflicto y a los intereses antagónicos que sostienen, así como a los intereses sociales concretos de cada sector, que van de la mano de los proletarios” (Cuevas, 2008, p. 5), quienes están siendo despojados del derecho a la educación, entendida como un proceso amplio de humanización racionalmente sensible, en donde la necesidad y el interés de clase, son la premisa esencial de la libertad en comunidad, proponiéndose en las pedagogías insumisas, todo espacio al margen del Estado.
Nuestra utopía insumisa por tanto, es la formación de sentidos con libertad comunitaria,  recuperando las analogías de la hermenéutica crítica, para comprender el papel político que juega la educación, reflexionando los movimientos sociales en el hacer científico pedagógico y en el didáctico interdisciplinario, dadas las dimensiones del conocimiento, a saber en formación transdisciplinaria desde el arte, la religión, la teoría y la experiencia empírica que abarca al sentido común, pero asumiéndolas de forma creativa y lúdica para elevarlas a un pensamiento filosófico político y no de esnobismo intelectual -plantea Gramsci-; sino en un afán de multiculturalismo en sus diferencias,  porque  en la lógica de funciones es difuso distinguir el tejido entremezclado con la cultura burguesa hegemónica, así como el auténtico papel histórico de formación con las necesidades e intereses de la cultura proletaria; ambas clases en decadencia y a la vez en sobrevivencia, al ser formaciones  de vida muy diferentes; así se ve por ejemplo la hegemonía ideológica objetiva-subjetiva vinculada con el gran emporio financiero nacional o internacional.

Una vez expresado el origen de la crisis capitalista desde la Pedagogía crítica como apuesta de praxis formativa en movimiento y en la formación o actitud del docente, se destacan algunas premisas acerca del método en la pedagogía crítica, entendido como forma de razonamiento, de cómo  ubica al sujeto histórico-educativo en la  lucha de clases, con base en las contradicciones de barbarie que nos impone la acumulación capitalista; señalo  ahora algunos principios del  método en esta propuesta  de formación política pensando en  sus premisas teórico-conceptuales, para reflexionar la diferencia de intereses y necesidades entre la cultura burguesa opulenta y  la cultura proletaria desarrapada, con base en un  entramado pedagógico crítico.
      
C  Considero al método como la forma o formación para razonar la realidad  concreta en su hacer político-pedagógico, tal y como ocurre en su historicidad dialéctica, y, como es explicada por las formas de apropiación de lo real;  así lo expresa Covarrubias (1992, Ps- 35-70. 1995, Ps. 94-101) en su obra de fundamentación epistemológica.

Precisando  la construcción social de la Teoría Pedagógica, junto con  la praxis científica de la Pedagogía y  las Didácticas con una concepción crítica, éstas representan un todo político inescindible, y posible de diferenciarse por el tema, la investigación, el campo, el ámbito, la dimensión y la corriente sugerente en la apuesta  para la comprensión y superación de  la crisis del imperialismo.

De modo que en el discurso científico de la  Pedagogía crítica, la política educativa de las masas trabajadoras no ha sido reconocida en la formación transformadora sistemática y metodológica como un tema, ni siquiera como un problema educativo, sino por el contrario en la hegemonía del abuso de poder, ha sido negada por la cultura de la clase dominante de cada época o historicidad social, e incluso por la misma clase trabajadora, y peor aún, se sigue reproduciendo la lógica capitalista imperialista, sin cuestionamiento alguno en el campo educativo con sus formas, contenidos y significaciones de violencia en la comunicación de masas, cumpliendo el imperio-Estado-gobierno su papel hegemónico en la concepción empírica enajenada  de la población, lo que tiene que ver con el grado de consciencia social asumido; dado que se piensa y se cree ideológicamente desde la cultura burguesa hegemónica, que los intereses políticos y el poder en sus distintos sentidos y dimensiones de participación política son ámbitos exclusivos de la  burguesía y su parlamento; haciéndose presente esta hegemonía en el Estado Mexicano, como síntesis histórica del universo concreto con nombres y apellidos en la gama de matices posibles desarrollados en el campo educativo con una  propaganda subliminal, y obviados no sólo en el discurso sino peor aún, en el no reconocimiento de la praxis revolucionaria transformadora en el contexto de la educación formal, no formal e informal, sin comprender  el cambio de su dialecticidad histórica, por tanto coincido con el Dr. Sánchez Vázquez, cuando aclara que:

La praxis revolucionaria: “…trata de las relaciones entre la teoría y la práctica revolucionaria. <…> mediante la creación de su propio partido y el establecimiento de su propio poder político… <…> las tesis teóricas del Manifiesto: la lucha de clases como fuerza motriz de la historia… <…> es preciso destruir la maquinaria del Estado burgués, es decir, su aparato burocrático-militar… la praxis revolucionaria del proletariado… para Marx: la teoría como fundamento científico de la sustitución revolucionaria del capitalismo por el socialismo y de la misión histórica del agente de esa transformación: el proletariado. <…> -Como observa Lenin- para poder resolver el problema concreto de con qué sustituir la máquina burocrático-militar del Estado burgués. Y la historia responde -como esperaba Marx- con la Comuna de Paris de 1871, primer intento de revolución proletaria, de destrucción de la máquina estatal burguesa y de sustitución de lo destruido…<…> con la perspectiva de que partían en su tiempo Marx y Engels: la victoria simultánea de la revolución en la mayoría de los países capitalistas. Lenin plantea la posibilidad, realizada pocos años después, de la revolución en un solo país <…> Lenin enriquece la teoría con una serie de tesis fundamentales: la idea de la hegemonía del proletariado en la revolución democrático-burguesa y de su hegemonía en la revolución socialista; la tesis de la necesidad de la dictadura del proletariado y de la diversidad de vías -con predominio de la violencia- para llegar a ella; la concepción del Partido como destacamento consciente, organizado y avanzado del proletariado; los conceptos fundamentales de ‘situación revolucionaria’, ‘crisis revolucionaria’ y ‘unidad de los factores (o condiciones) objetivos y subjetivos de la revolución’; la tesis de la alianza del proletariado y los campesinos en la revolución socialista, etc. <…> Lenin se ha atenido rigurosamente no a la letra de las tesis de Marx sino a su espíritu y, sobre todo, ha aplicado su método de investigación de las condiciones concretas que exigen y hacen posible la praxis revolucionaria, a la vez que analizan esta praxis… <…> Este método que Marx y Lenin han propuesto y han aplicado es el único que puede asegurar hoy la unidad… … Nos referimos, por ejemplo, a los problemas de la guerra y la paz, de la coexistencia pacífica, de la contradicción fundamental de nuestra época, de la determinación de los factores fundamentales y del frente principal en la lucha mundial contra el imperialismo, del papel que corresponde en esta lucha a los países socialistas, al proletariado de los países capitalistas desarrollados y a los pueblos del llamado Tercer Mundo; de la prioridad del paso pacífico o del violento en la instauración del socialismo, etcétera…”. (Sánchez Vázquez, 1973, Pp. 184, 185, 187, 188, 189 y 190)

Pongamos un ejemplo de ese espíritu de  hito histórico educativo, vivido  en el movimiento social en México, las luchas de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) -denominada la Comuna de Oaxaca- con el magisterio de la Sección XXII de la CNTE-SNTE, y el movimiento encabezado por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra en San Salvador Atenco que se ha ampliado a otras luchas educativas, asumidos estos movimientos sociales en el  2006 frente al imperio del capital con demandas plenamente justas. Así podemos valorar cómo la formación de eficiencia, productividad, ciencia y tecnología, han alcanzado prácticamente el status de divinidades en el escenario moderno del siglo XX y XXI. La vida cotidiana de los educadores atestigua el poder de tales fuerzas, al verse obligados a enseñar materias que han sido trozadas en secuencias ordenadas de tareas y actividades separadas. “Formados para seguir un modelo de instrucción basado en la evaluación previa, el trabajo rutinario y la evaluación posterior, los educadores siguen eficientemente una pedagogía científica que se ha ido infiltrando en ellos, convirtiéndose en parte de su ‘lógica cultural’, una lógica que en realidad lo que hace es domesticar su imaginación pedagógica. No hace ya falta pensar. El sentido común nos dice que para enseñar algo a alguien, todo lo que hay que hacer es fragmentar la información en partes separadas, repetirlas una y otra vez hasta que el sujeto educado las domine, y someterle luego a las pruebas adecuadas, para estar seguros de que esas partes han sido aprendidas (Goodman, 1986: 22).

Friday, November 2, 2012

El concepto del pueblo para su revolución




Felipe Cuevas Méndez
Partido Comunista Mexicano

Hemos de comenzar por una reiteración de lo más innegable, las sociedades se encuentran divididas y confrontadas, la esencia de esta condición está en sus relaciones sociales generales, con matriz en sus relaciones económicas. La separación en clases, capas y sectores sociales divergentes da el tono a la formación capitalista moderna.

El pueblo moderno como un todo, consolidado alrededor del modo de producción capitalista, es el conglomerado de clases y sectores oprimidos y explotados orgánicamente vinculados por la vida dentro de un sistema social.

Los movimientos económicos, políticos, culturales y sociales que los pueblos deben enfrentar continuamente para sobrevivir y recomponerse en su condición histórica de confrontación a la dominación del sistema son –dentro de su tragedia– la fuente irrevocable de su cohesión revolucionaria.

Por el nivel estructural y orgánico que adquiere tal partición de la sociedad no cabe plantearse que sea una cuestión de voluntad la que subyugue simplemente a las sociedades, es decir que quienes dominan lo hagan por su firme voluntad de hacerlo y que los dominados estén en esa condición porque no tengan otra voluntad, primero que nada hay que abrir los ojos ante el carácter de las relaciones imperantes. Mucho menos aceptamos que se expliquen la realidad humana por la llamada voluntad de poder, que aunque es real y juega su rol no precisa la naturaleza de los problemas de nuestro tiempo. Porque las relaciones sociales que emanan y forman parte de las condiciones generales se nos presentan independientes de nuestra voluntad, aunque también no cabe descartarse que puedan y deben ser influidas por nuestra voluntad (pero la voluntad y más todavía la conciencia, es algo que se debe reconquistar y forjar en sentidos tan distintos como tendencias sociales existen, en mayor medida si hablamos de la “voluntad del pueblo”, siendo que la voluntad es un producto histórico sometido a la presión de relaciones vigorosas). En fin el tema tiene sus aristas.

Al eminente filósofo Enrique Dussel parece que se le escapó este detallito marxista tanto por convicción como producto de los sortilegios teológicos que nos propone en su “política de la liberación”. Las relaciones sociales en el capitalismo son ante todo relaciones de dominación consolidadas y organizadas históricamente, lo mismo en la fábrica que en la universidad, así en el campo como en la burocracia, tanto en las profesiones como en los oficios, igual en la oferta-demanda que en los poderes “reguladores” sobre la vida privada.

La cuestión es, que por las condiciones generales existentes, las relaciones sociales se vuelven cuasi naturales e inmutables, adquiriendo el poder de prevalecer, el problema principal no está en que todas debiesen ser producto de la voluntad, o la piedad hacia sus víctimas, sino en que: al sustituirse por otras, todas se pongan al servicio de la humanidad y sus intereses generales de emancipación.

El poder burgués es la síntesis que articula el mando y direccionalidad en la relación social, se concreta y discurre a través de toda la sociedad capitalista, tiene que ver con sus realidades, presenta a su vez órganos y mecanismos propios de lo que cabe destacar:

a)      Estructuras de poder que vehiculizan la dominación capitalista, estas son el Estado, la propiedad privada, el patriarcado, el poder económico monopólico, que no son otra cosa que relaciones sociales solidificadas, institucionalizadas y organizadas ampliamente en el tejido social.
b)      Relaciones de poder propiamente dichas que funcionan a través del llamado campo político, los partidos, grupos e instancias de organización social del sistema, las cuales discurren en el establecimiento de estatus, controles y medios de preponderar determinados intereses antagónicos.
c)      Presencia de predominio en las relaciones generales, como el poder en la producción social-apropiación privada, la organización jerárquica del trabajo, las burocracias, la familia, la salud, educación, religión, para forjar el orden y otros sistemas de control social.

Visiblemente nunca será suficiente la pura voluntad revolucionaria para trascender estas realidades de las relaciones capitalistas de dominación. De aquí viene nuestra primera demarcación en torno al pueblo. A diferencia de los postulados en que el pueblo es toda la población de un Estado o incluso de toda una nación, el cual debe asumir su dignidad, su ética y su voluntad para superarse; sostenemos que el pueblo existe en el marco de esta sociedad como el conjunto de clases y sectores oprimidos y/o explotados mediante las relaciones sociales imperantes.

Lenin llegó a alertar que el concepto del pueblo tiene un uso social clasista, o debiéramos decir, muchos usos, como queda enunciado: el pueblo-estado, el pueblo nación, otra perspectiva apunta al pueblo-constituyente o pueblo soberano, pero éste último es un principio jurídico muy lejano de las prácticas del capitalismo, sólo que muy a tono con sus criterios de delegación del poder del pueblo en manos expertas.

Las clases dominantes, sin importar su origen, en su ascenso tienden a separarse del pueblo. Tales clases pueden ser parte de la misma nación y Estado, su cambio de condición radica en primer plano en el lugar que ocupan en las relaciones generales, los antagonismos que protagonizan, su posición (de lugar) frente al Estado, la propiedad del capital, la producción y los recursos en general, y en segundo plano, por su posicionamiento divergente en las ideologías que abrazan. Eso las divorcia del pueblo y fomenta el propio fortalecimiento de rasgos burgueses distintivos como la competencia, la opresión, el espíritu de empresa, el individualismo y la lucha por prevalecer su hegemonía de clase. De ahí que pronto se hayan vuelto a desgastar sus interpretaciones sobre la sociedad civil con que continuamente busca encubrir la profunda división social que existe entre la burguesía, sus distintas capas, y el pueblo con las clases que lo componen para insistir entre ésta como conglomerado frente a las burocracias y militarismos.

Mientras tanto la característica objetiva del pueblo se presenta en primera instancia en que es el grupo social que padece la dominación capitalista general, al punto que es dividido sistemática y constantemente en clases, capas, sectores sociales, tribus, grupos étnicos, lingüísticos, raciales, sexuales, etc.,  en quienes repercute en distinto grado y forma la explotación, opresión y subyugación del sistema. Además de esta condición, por estar privados de los medios y recursos fundamentales, al encontrarse separados de instrumentos de organización prioritarios; los componentes del pueblo no pueden superar su condición social por vía “evolutiva”, las relaciones dominantes les fuerzan a reproducir sus propias condiciones de existencia. En estas condiciones, y como resultado del largo proceso de la historia humana, otro elemento esencial hace parte de las cualidades del pueblo, la comunidad es la máxima expresión de su actividad para la constitución de relaciones de agregación colectiva, fraterna, solidaria, de interés común. En los marcos del Estado-nación –a pesar de que las tendencias de éste apuntan contra el pueblo y su sentido universal de ser uno sólo en la tierra–, es donde el pueblo adquiere una perspectiva integradora de sus intereses estratégicos, afinidades e identidad político-cultural que requiere formas sociales propias, relaciones propias que broten de sus características, necesidades y condiciones. La formación de una primera conciencia general de pertenencia, de vinculación que se establece sobre la experiencia común de la enajenación, alienación, violencia e invisibilización que sobrellevan todos sus miembros, pero que debe desarrollarse hasta la expresión de su sentido de clase sin detenerse en el vago sentimiento de víctima.

Estos aspectos sobre el concepto del pueblo hacen una unidad estructural a la cual debe proyectarse su cohesión o unidad de conciencias. A lo cual ahora aplicaremos otras observaciones sobre las características del pueblo.

Para esto tenemos que recapitular algunos procesos. En las formaciones sociales para la dominación anteriores al capitalismo se daba el fenómeno de que la explotación y opresión particularmente se presentaban en atmósferas difusas, inseparables, así Marx subraya que las relaciones económicas se aseguraban mediante acciones extraeconómicas, de otro modo los regímenes sucumbían, la esclavitud implicaba la posesión de seres humanos y el ejercicio de la violencia para subyugarles, las sociedades medievales y algunas otras ejercían dominio religioso extremo para sostenerse. En este sentido lo nuevo del capitalismo consistió en que las relaciones económicas se sostendrían a sí mismas por su propia condición, sin descartar los usos del Estado, la religión, la formación cultural, las filosofías políticas, etc., lo central de su poder se trasladó a la relación económica de propiedad privada.

Volviendo entonces, dicha relación proyectó la fuente de riquezas a nuevos niveles, fomentó la división social en el seno mismo del pueblo complejizando sus condiciones y relaciones, replanteando la composición de sus clases, capas y sectores. Se implantó esa clase especial dentro del pueblo, en que recaen con mayor rigor las leyes de hierro del capitalismo, polarizándola al grado de hacerla toda distinta al modo de vida de la clase dominante y sus relaciones. El proletariado es la clase social antagónica al capitalismo, hace parte de las fuerzas del pueblo, padece directamente explotación y opresión, ha sido vilipendiada, sometida y puesta en custodia por la burguesía y sus seguidores, ante el temor de su organización y el surgimiento de sus aspiraciones políticas. El poder burgués finalmente se tornó insoportable porque engendró “una masa de la humanidad como absolutamente “desposeída” y, a la par con ello, en contradicción con un mundo  existente de riquezas y de cultura… el fenómeno de la masa “desposeída” se produce simultáneamente en todos los pueblos (competencia general), haciendo que cada uno de ellos dependa de las conmociones de los otros y, por último, instituye a individuos histórico-universales, empíricamente mundiales, en vez de individuos locales.  (Marx-Engels, La ideología alemana).

El proletariado se compone a sí mismo de varias fuerzas tales como los obreros industriales, jornaleros, ejército de reserva, otras “categorías de trabajadores y trabajadoras asalariadas” (pescadores, trasportistas, forestales, mineros, empleadas de servicios hoteleros, constructores…), y tiene diversas vertientes que lo alimentan dentro del pueblo con sangre nueva producto de su “desvalorización” en el sistema, además de otros sectores que regularmente comparten su suerte.

Bueno, pero si hemos de hablar del pueblo es justo resaltar la condición de la clase campesina como pequeña poseedora de tierra, la cual es explotada y oprimida por terratenientes, burgueses locales y grandes monopolios con mecanismos directos e indirectos (contratación, compra de sus productos a bajos precios y venta de mercaderías a precios elevados), lo que no cambia su terrible condición de clase subyugada.

Pequeños propietarios de la ciudad y el campo forman parte constituyente del pueblo, de igual forma enfrentan la dominación burguesa sea a través de medios económicos o políticos, planteándose su resistencia.

Las mujeres del pueblo, en su diversa composición de clases y sectores, juegan cada vez más un papel destacado ante las presiones del sistema capitalista y el sistema patriarcal que corre por todos los poros de la sociedad; luchan contra las relaciones de dominación en todas sus formas, e indudablemente su accionar proyecta nuevas luces sobre el combate al sistema y su superación.

Indígenas, migrantes, afrodescendientes y otros grupos sociales del pueblo también están confrontados al sistema, se convierten en sujetos sociales de gran importancia para el desarrollo de una profunda revolución social que derrumbe toda forma de explotación y por ende de opresión.

Las capas medias, en que se concentran varias clases y sectores por una peculiar condición social que les permite un incremento del consumismo, el enganche con la política económica burguesa y un adoctrinamiento activo; son campo de disputa entre la influencia del pueblo (en especial del proletariado), y entre la influencia ideológica de la burguesía a pesar de que el capitalismo va cerrando el radio de los beneficios con que antes las manejaba a su favor.

Otras fuerzas se desarrollaron con el capitalismo, como el magisterio, que de realizar un trabajo intelectual formativo dentro del sistema y sus pedagogías, aun envolviéndose en su configuración interna de varios estamentos (entre los que disfrutan posiciones privilegiadas, “clase-medieras”, hasta semi-proletarias y campesinas); detentan posibilidades de organización propia con las cuales combatir al sistema por distintas banderas. Por su lugar en la vida social dentro del pueblo están llamadas a jugar un papel protagónico en la lucha de clases, máxime si logran orientarse en las líneas del proletariado y su teoría revolucionaria.
La juventud popular es sin duda otro de los destacados sectores que han dado grandes saltos en la lucha, en las fábricas y escuelas, en el combate callejero y en el debate revolucionario al seno del pueblo; su condición le permite filtrarse en todo el pueblo y abrazar las premisas socialistas. Es una parte integrante del pueblo, etapa de tránsito en la vida en que se forja las convicciones sociales, por ello la burguesía se empeña en impedir tal provisión de su carácter. A la juventud el proletariado debe tender todo su auxilio y de la cual auxiliarse para su propio trabajo de organización y lucha de clases.

Sería largo enumerar sus características y cualidades, y acaso redundante por cuanto los trabajos de nuestra revista son creados y van dirigidos para el pueblo, además de que éstas notas van encaminadas a una síntesis sobre la integridad del pueblo.

Entonces, el pueblo vive un reacomodo estructural y orgánico constantes debido a los movimientos del capital y sus propias luchas de resistencia y liberación. Es necesario ajustarnos a esta condición del pueblo bajo el capitalismo.

Una vez hecha la especificación de los componentes del pueblo, no hay motivos para perderse en el enfoque reformista de que el pueblo diluye todos sus conflictos y diferencias teniéndose que ajustar una política general complaciente con tirios y troyanos. Eso sería perderse en otra dimensión de la política burguesa discordante de la perspectiva revolucionaria y clasista.

Las clases, capas y sectores que componen el pueblo, son estructuradas por las relaciones dominantes, no son formaciones casuales o gratuitas, obedecen a sus patrones de acumulación de capital, de concentración de poderes y alienación general, sin embargo sus circunstancias y movimientos son motivo de organización para enfrentar el sistema que nos oprime a todas y todos. Esto en el ámbito de lo estructural.

En cuanto a lo orgánico, debe observarse en la praxis revolucionaria de las hijas e hijos del pueblo que el pueblo es un todo, centro de nuestra atención, cuya vida social, padecimientos y relaciones internas fungen como torrentes por los cuales se transfiere de un extremo a otro la experiencia y posibilidades de lucha contra el capitalismo. Hasta sus menores estallidos reflejan anhelos de cambio, problemáticas para su insurrección y necesidades de organización vinculante de todos sus procesos sociales.

Para quienes nos situamos en las perspectivas del proletariado como clase que coloca en su horizonte las premisas de la sociedad socialista, la democracia y el poder, reconocemos que los intereses de todo el pueblo son supremos, que deben enfilarse hasta encontrar solución revolucionaria, siendo su tendencia proletaria la sólida guía para trascender las relaciones capitalistas que subyacen en toda la sociedad.

Ahora bien, las partes integrantes del pueblo, pese a la influencia alienante del sistema, están colisionadas con la burguesía en muy distintos grados y formas, desde lo económico hasta la estructuración interna de sí mismas debiendo soportar todas las cargas de la dominación. Tales contradicciones son las que hay que poner en claro en la búsqueda de la cohesión política del pueblo contra la burguesía, y es el proletariado con sus perspectivas comunistas quien da sentido a esta tarea, más allá de la identidad general de “los oprimidos”, da proyección al movimiento de emancipación social.

Pero como ya lo advierte nuestro reparo en el argumento de diluir las condiciones internas de la existencia del pueblo en la percepción de “oprimido”; sería muy simplista pretender que estos son los únicos conflictos que detienen al pueblo en su marcha, graves contradicciones aún sin ser antagónicas lo confrontan entre sí, producto de la distribución jerarquizada de sus fuerzas, la formación de agencias de control en su seno, las relaciones económicas, de poder y de la articulación de su rol en la sociedad obstruyen dicha unidad.

Sin resolver exhaustivamente los problemas y diferencias que median entre las clases, sectores y capas del pueblo, no podrá conseguirse el paso firme de la revolución proletaria, la cual es, entre otras cosas, base primaria de dicha unidad estratégica para no perderse en fórmulas generales que alienten la defensa de algunos lineamientos que por más amplias que sean sus aspiraciones, se colocan en posiciones defensivas de corte político-social.

Llegados a este punto debemos marcar una diferencia con otra ajustada noción de pueblo, que se lo plantea  como aparición de nuevos sujetos sociales, que asegura vienen a superar viejos prejuicios, estigmas y protagonismos. No está nada mal la insurgencia de nuevos sujetos, las presiones del capitalismo se los exige, su condición social se los reclama; de eso se trata en el seno del pueblo, que sus componentes reafirmen su rol de sujetos sociales activos. La dificultad está en formularlo de tal modo que se nos proponga un tipo de anarquismo por medio del cual nunca termina de ajustarse los roles y luchas para la direccionalidad revolucionaria a menos que se degraden programas y destiñan banderas.

Las luchas y movimientos siempre han de presentar esos grados de diversidad que refrescan al pueblo, pero que reclaman su proyección revolucionaria y la identidad clasista contra toda forma de explotación y opresión.

Esta noción es retomada también por grupos de poder que se constituyen en niveles intermedios e incluso desde abajo, pero que adaptándose a las relaciones de dominación, aun cuando combaten a las tendencias oligárquicas; construyen una plataforma de pueblo (oprimidos) en donde se disuelvan sus condiciones clasistas y no encuentre cabida el paso revolucionario de la unidad proletaria y popular como un hecho de independencia de clase, sino como aspecto supeditado a estratificaciones y gradaciones de poder. Unidad que para nosotros se traduce en un reconocimiento de los nuevos niveles participativos y de direccionalidad en la lucha por el socialismo en que cada clase popular debe cumplir con importantes tareas.

Encontramos fuertes tendencias a plantearse la representatividad del pueblo (delegación del poder) para la solución de sus problemas, siguiendo distintas posturas de derecha a izquierda. Otro tanto sucede con las teorías sobre la “voluntad del pueblo” bajo la visión general de que ello conducirá a su liberación. Interpretaciones muy ajustadas sobre los movimientos sociales, creación del “bloque de los oprimidos” sin perspectivas ni visión de su naturaleza de clase, cautivando con la idea de bloque hegemónico de poder en base a una meta de justicia social enfocada a cambiar las instituciones políticas en su área ética, puesto que se argumenta que la búsqueda de la justicia implica una lógica política y no económica, sin trascender las relaciones sociales fundamentales de la sociedad. Tal es la reivindicación de la heterogeneidad de derechos y la llamada diversidad democrática para acallar los cambios revolucionarios mediante nuevos tipos de representatividad y un poder político obediencial.

Ante estas perspectivas es necesario recordar que la fetichización del poder es consecuencia del cómo están articuladas las relaciones de dominación capitalistas económicas, políticas y sociales. Mismas que impiden apreciar que la corrupción, la burocracia, la pobreza, los abusos de poder y la falta de democracia popular son fenómenos recurrentes del carácter y lógica de las relaciones dominantes con sus complementos de sub-relaciones de fuerzas y de poder en una sociedad dividida.

Sin embargo es claro que se requiere un cambio radical en la concepción de la unidad popular y del carácter orgánico de las luchas del pueblo, por ende, de la propia lucha de clases, su sentido acumulativo de fuerzas, y su postulación de un poder del pueblo (proletario por su esencia y popular por sus formas) que marche a la desaparición de todas las formas de dominación y los poderes que entrañan.

La división operada en las fuerzas constituyentes del pueblo también se presenta en sus fuerzas progresistas, democráticas y revolucionarias, demanda replantearse sus tendencias y posiciones, en especial replantearse la naturaleza de sus tareas, de sus esquemas organizativos. Así también cabe esbozarse su unidad en nuevos términos de principio y de trabajo en el seno del pueblo enfrentando resueltamente sus debilidades y relaciones de secta, afirmando la prioridad de la organización clasista y popular, subrayando la movilización social como indispensable frente a cada arremetida de las fuerzas del capital.

El trazo de las relaciones revolucionarias que deben brotar en la arena político-social del combate está pendiente y cobra enorme importancia para la revolución.

Friday, October 5, 2012

7-O Alertar y voluntad popular



Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Partido Comunista de México

Dado que se reconoce en la derrota, la burguesía venezolana y sus jefes imperialistas están haciendo todos los esfuerzos por amagar al pueblo y su proceso revolucionario, suponen poder reducirlo a su mínima expresión entrando en un periodo de acciones que imponga sus posiciones y a sus políticos. Como ya hemos tenido ocasión de mostrar, esto ya lo ha hecho en distintos momentos, para lo cual cuenta con fuerzas económicas, políticas y sociales en las cuales apoyarse. Con esas potencias impulsó una serie de mentiras y montajes que se creyó, aún cuando fue desmentida sistemáticamente, la burguesía y sus políticos huían hacia adelante. Luego de que pagaron a todo género de chamanes para vaticinar su triunfo ahora se indignan de que no puedan cumplirse sus pronósticos, no tienen cómo responder a sus alucinaciones.
El intervencionismo imperialista protagonizado desde los Estados Unidos con la burguesía de España como peón, reviste todas las formas a lo largo del proceso electoral y en sus horas decisivas. Estas agencias se empecinaron en conceder grandes recursos económicos, paquetes de asesoría política, dirección estratégica, sabotajes, mediatización, encubrimiento de intereses, guerra sicológica, política electoral y paranoia fascistoide. Las elecciones en sí mismas, en estas circunstancias son de suma importancia para hacer de Venezuela un bastión de lucha por el socialismo.
El pueblo y sus liderazgos tienen que tomar la decisión suprema de defender su conquista e impedir cualquier intentona de la derecha, se acabó el tiempo de las vacilaciones, hay que asumirse en la marea roja para dar un golpe político-electoral contundente a la burguesía y el imperialismo internacional.
La burguesía quiso presentar todo tipo de argumentos de fraude por antelación porque se sabía derrotada, pero al mismo tiempo su experiencia le dice que juegue a todas las cartas, para que Venezuela pudiese caer en la zozobra y deba despojarse de sus riquezas. Cuando se subraya el grave peligro fascista de Capriles y su gente, en función a su vocación organizada, no debemos olvidar que incluso su apuesta en sectores de pequeña burguesía desesperados por enriquecerse y por una prosperidad individual de orientación burguesa, los empuja a que se desenfrenen y actúen por su cuenta para crear todo tipo de actos de sabotaje y terror contra el pueblo trabajador. En este ámbito tanto los imperialistas con sus agencias, al igual que la burguesía venezolana realizan diversas provocaciones e insinuaciones para que tales sectores cobren valor y actúen en el mismo tenor, pero no han pasado de la alharaca ellos por su parte cayeron en tal parasitismo que esperan a los marines.
Ganas no les faltan, sólo que la burguesía teme la movilización y organización del pueblo venezolano y latinoamericano. Percibe que el pueblo en Venezuela pasó a ser una unidad orgánica de clases y sectores populares que accionan cada vez con mayor conciencia clasista y propósitos estratégicos. La fusión de Chávez con el pueblo en este sentido le pone los pelos de punta a los capitalistas, porque ello destaca un golpe de timón e la conducción revolucionaria del país ahora que sus grandes problemas nacionales son visibles en todos los planos estructurales.
Cómo se desarrollen estos y otros aspectos en el acontecer es algo que no se puede definir por anticipado, son muchos los retos que afronta el proceso venezolano, y grandes sus amenazas. Sus aciertos y errores están a la vista de todos, sus debilidades, dificultades y sus limitaciones también lo están, mas sus fuerzas también se presentan, la dependencia de la acción proletaria y popular a un nivel protagónico en la lucha por el poder es acaso la gran condición de su desarrollo. No obstante la palanca con que cuenta hoy es la continuidad del proceso con Chávez a la cabeza, ejerciendo el liderazgo revolucionario de su pueblo, ello es ahora la puerta de entrada a la atención de los intereses vitales de la sociedad que de no imponerse se verá cada vez más asediada por el capital y sus relaciones de dominación.
El socialismo es una perspectiva que en este momento tiene sus posibilidades bajo tales procesos. La acción de la burguesía está llevando a acelerar esta lucha, entre más agresiva se torna y más presión ejerza sobre sus bases de respaldo, más se crece el movimiento popular revolucionario para asumirse vanguardia de su destino. Así resulta comprensible que la burguesía e incluso ciertas capas de las burocracias políticas hagan frívolos llamados a la desmovilización, a guardarse precisamente en la hora de la patria, como si la experiencia de aquel 11 no hubiese indicado suficientemente a las mayorías que hay que estar por adelantado con el 13. La acción ahora debe ser contundente en el ejercicio del voto, su defensa en las calles y las tareas en los asuntos aquí concernientes, la lucha de clases toma esta forma inmediata y nos reclama la transformación socialista, cuán bien pueda cumplirse ya es responsabilidad de la marea alta del pueblo que debe afirmarse como fuerza decisiva.
La burguesía quiere amagar todo intento de cambio revolucionario, preferiría seguir tratando sus asuntos en el espectro de las cumbres del poder, le incomoda verse disminuida políticamente y la amenaza latente de quebranto en sus cuotas de poder. Por esta razón algunos burgueses y políticos liberales llaman al voto por Chávez para que se realice una política de reconciliación nacional, guardando las baterías para otro momento, por ahí incluso deslizan una idea imperialista de que haya una victoria chavista con una media de votos que no exacerbe las fuerzas revolucionarias. La burguesía presenta batalla, cada vez con más virulencia le abochorna tratar con los “pata en el suelo”, sigue abrumándose cuando el pueblo la encara, no soporta esa política de/y las masas, al grado tal que su propia campaña prefirió orientarla a las capas medias y sectores inestables, pero el pueblo no le permitirá sus maniobras y ambiciones.
Para este observador de la realidad venezolana las grandes contradicciones sociales se plantean en una oportunidad de lucha, detrás del 7 de octubre vuelven a destacarse en función de que las cosas no podrán llevarse como antes, la marcha dejó de ser simplemente acumulativa, las presiones burguesas, los problemas generales del estado actual de la sociedad, en virtud del despertar popular; tienen que ser llevados a las puertas de una genuina democracia socialista.
Tal es la transición que el chavismo, las clases trabajadoras, la juventud, sus consejos, sectores populares y sus organizaciones resaltan a pesar de todos los planes capitalistas.

Saturday, September 29, 2012

Matemática Educativa: Sandra Araceli Cantoral Uriza


Una batalla estratégica para el pueblo

Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Partido Comunista de México

El pueblo venezolano está en las calles vistiéndose de rojo, defendiendo su proyecto, en el frenesí y la alegría de la lucha para continuar con el proceso revolucionario. Inmensas movilizaciones se suceden semana a semana para triturar toda incertidumbre respecto de su decisión, la marea popular sube de tono, condena al imperio, al capitalismo, a las clases explotadoras, a los majunches y cipayos.
Mientras que en su campaña electoral la política burguesa venezolana construyó un esquema adaptado a su condición de filial imperialista, recordemos que ahora con aquello de la globalización la clase burguesa define sus intereses “globalmente”. Reparemos en una síntesis de sus tropelías: Falsificó la unidad de sus partidarios para aparentar un frente de choque contra el pueblo y el gobierno bolivariano; sin morderse la lengua invocó la existencia de una dictadura que le limita sus deseos de clase; empleó el proceso electoral como negocio con grandes redes de financiamiento y servicios de campaña; proyectó un programa neoliberal que luego tuvo que engavetar hasta su tentativa aplicación; creó un cinturón sanitario en cada acto proselitista para controlar un exiguo público cautivo; llevó intimidación y violencia a donde quiera que se presentaba su candidato; se negó a reconocer su condición de clase en minoría; desconoció la flagrante contradicción y farsa entre su discurso progresista y sus intenciones retrógradas; desvirtuó los intereses populares para hacer trueque con el “respeto a la gran propiedad privada”, el afán de lucro y la explotación; sabedora de su derrota se dedicó a cultivar la perspectiva del intervencionismo, amenazó con la crisis social y la guerra; contra todo interés nacional no se cansó de predicar la vuelta al patio trasero de los gringos; recogió cada una de las provocaciones exteriores cual lineamientos sagrados.
De esta manera ante el pueblo descargó su frustración apuntalando la tutela yanqui como precondición de que dicha burguesía criolla sea nuevamente colocada para saquear al país a sus anchas, cumpliendo con el papel de reservorio de recursos, mano de obra barata, economía dependiente de los organismos financieros y mercado cautivo ante las críticas perspectivas del capitalismo mundial.
La oligarquía financiera internacional no podría estar más complacida por tan notable servilismo de la burguesía venezolana. El comportamiento de la burguesía, su candidato y sus fuerzas políticas se ciñe al nuevo rol que mundialmente rediseñan las grandes potencias en el entendimiento de máxima subordinación a su voluntad, aunque haya quedado fuera de contexto frente a los intereses y actuales condiciones sociales del pueblo. La clase capitalista en Venezuela no ha logrado separarse de su posición supeditada y sujeta a las grandes corrientes del capital internacional confeccionada en los Estados Unidos, no ha parado de expresar sus tendencias de dominación para el enriquecimiento ilimitado de sus managers y el propio en la medida de lo posible, pese a que trató de ocultar su ultra-derechismo, en esta campaña evidencia su convicción neocolonial.
Así también su inclinación a la descalificación se sostuvo en la incongruencia por el precario ofrecimiento de solventar los problemas del país mediante la aplicación de las medidas que son la fuente principal de sus males. Sus “soluciones” son la base de la problematización, basta con que recordemos cómo en lo económico se propuso continuar las pautas europeas sin importarle de la grave crisis por la que atraviesa aquel continente, y que sugirió ampliar la cobertura de vivienda destrabando su especulación. Para dotarse de refuerzos incentivó por doquier la crítica superficial a los problemas del país, respaldándose en sectores que por distintas causas –entre las que caben sus propios intereses en algunos casos, su vulnerabilidad frente a la calaña mediática, su descomposición social (bandas de criminales operando dentro y fuera de las cárceles de acuerdo con la agenda política), sus relaciones y aspiraciones (empleados atados a la autoridad patronal)–; su confusión, su manipulación, sus inconformidades o su descontento ante las limitaciones actuales, son susceptibles de engancharse al credo capitalista aunque tampoco encuentren seguridad en el programa neoliberal. La burguesía jugó hábilmente con el aislamiento del pueblo, con el divorcio de algunos de sus sectores en el entendido de que estos han subido en la escala social, que por tanto ya no tienen identidad alguna con un gobierno empeñado en políticas populares. De todo esto la política burguesa hizo una base social inestable con la cual pretende desatar y legitimar nuevas acciones desestabilizadoras sugeridas por su propia convicción y por las agencias imperialistas.
Tal punto de partida en la política de los explotadores es algo que se daba por sentado en la mayoría de los países. Mientras no se les restrinja su mandato o no exista un amplio movimiento popular que evidencie sus responsabilidades, a lo sumo pasa como un mal entre tantos, donde los pueblos quedan divididos e impotentes, sin comprensión de su realidad y el futuro que les depara. Apenas hace una década esa era una realidad imperante, no obstante la acción popular permitió arribar a una mejor visión de la situación del sistema y de su “gran política” descubriendo toda su especificidad al servicio del conjunto de relaciones dominantes, sus controles sociales y deseos de supremacía. Se nos rectificará que hay antecedentes, claro que siempre los hay, sin duda son de enorme importancia, lo trascendente aquí es que ha sido ante todo, la acción de millones de mujeres y hombres la que ha desentrañado fundamentalmente la naturaleza y consecuencias del accionar capitalista logrando paralizarlo o neutralizarlo en algunos escenarios. Por ejemplo, no hay que ser doctos para saber quiénes están detrás del conflicto chino-japonés, ni escarbar hasta el centro de la tierra para percibir los intereses imperialistas en Medio Oriente, ni mucho menos empantanarse en sesudas sesiones para contemplar el crucigrama de maniobras yanquis contra los pueblos de América Latina amén de conservar su dominio estratégico; todos estos aspectos saltan ante nuestros ojos, subrayan la ruptura con el mundo feliz que nos comunican a diario. Una mejor percepción viene del hecho de que existen pueblos laboriosos que se están entregando al combate, que resisten las provocaciones ubicando a sus enemigos de clase, desenmascarando todas sus manipulaciones frente a los riesgos de nuevas carnicerías y destrucciones que la crisis capitalista, los complejos industriales y todo el entramado económico monopolista le inspira a los supermillonarios.
A la burguesía venezolana le invade la sensación de estar perdiendo su bien más preciado, aún viendo crecer sus ingresos económicos, que con todo cinismo toma a la vez que vocifera contra la falta de recursos porque aspira a otra redistribución del gasto social, usando de pretexto el intercambio económico Cuba-Venezuela (servicios médicos por petróleo). Está inconforme y arrastra tras de sí a quienes anhelan y pueden convertirse en nueva burguesía mediante el recurso de las viejas políticas, remolca también a las viejas mafias políticas que tan fácilmente se le adhieren al ver amenazado su sistema de funcionariado. Su mayor preocupación no es crecer el país, u obtener recursos al precio de ampliar la producción y sus plantas; porque recordemos que no es de esta forma en que se consolidó en el poder, sino del doblegarse a las voluntades del gran capital internacional. Por ello la nueva situación en el país le provoca estupor, sabe por experiencia propia que incluso esto reanimará aspiraciones natas de una burguesía nacional, de nuevos sectores económicos privados o colectivos, y nuevos socios internacionales que le hacen contrapeso y competencia, que golpean en primer plano sus apetitos comerciales importadores e inflacionarios. Sobre todo percibe con claridad que aún en el marco social establecido, las clases explotadas van poniendo reparos y obstáculos (ley orgánica del trabajo, los trabajadores y las trabajadoras) a sus políticas económicas manufacturadas allá en el norte del continente.
Así como pierde este piso, pierde otros en su asimilación de la historia nacional y sur-continental. Para la burguesía nativa le quedaron los restos de la historia envilecida por los opresores, nunca más pudo apropiarse de Bolívar y sus valientes, no más pudieron manchar el nombre de las y los luchadores sociales, no más pudieron burlarse de las masacres, no más pudieron encubrir las conquistas populares más recientes, no más pudo maldecir de tierruos a sus esclavos asalariados, en este sentido su paquetazo sólo pasará enrareciendo el ambiento con su hedor de muerto sin poderse ejecutar, desenmascarándose a sí mismo como un programa de extrema necesidad sólo para las élites burguesas, no así para las clases trabajadoras. Ambiciona y hará todo por recuperar aquel paraíso perdido, o infierno –según nos legó la visión de Galeano–, bueno, su civilización, así deba cumplir el triste papel de testaferro de los consorcios internacionales; que bajo el remozado nuevo orden mundial imperial, es para lo que da su rol de clase “local” con sede en su retiro existencial de Miami.
Como la victoria de Chávez es inevitable y avasalladora, desde el principio de la campaña la burguesía, por su razón de clase, no tenía más remedio que dedicarse a fomentar en el papel y en su reducto mediático; la salida a una crisis social en la cual por los medios de siempre, logre recuperar su Estado y estatus. En el proceso de su decadencia, sus planes apuntan a que dicha crisis se haga realidad en el proceso post electoral, aprendió rápido de las experiencias de Irak, Afganistán, Libia y Siria sin importarle el sufrimiento que sus actos puedan causar a las mayorías, actúa bajo cuerda creyendo fervientemente en el favor de los yanquis, amenaza continuamente con esto. Se frota las manos de impaciencia por colocarse los reflectores con su característica reacción después del 7 de octubre para cantar fraude y hacerla de defensora de la democracia, la libertad y el progreso. Claro está cuenta con que el pueblo se retire de los escenarios y ella pueda crear una situación de sabotajes, intrigas, desestabilización social con sus huestes y de abierto intervencionismo imperialista. Pero la situación le va a estallar, será el pueblo en primer plano quien salga a defender y celebrar sus victorias aquí y en toda América Latina, si la burguesía decidió arriesgarlo todo, es el momento para subir el tono al proceso revolucionario. El plan “Che” del pueblo venezolano potenciará su movimiento, tiene unas conquistas concretas a las cuales amerita el impulso de su auténtico papel protagónico.
A nada ni nadie debe permitírsele que le arrebate al pueblo sus victorias, ni la burguesía ni las burocracias. Hay muchos méritos en la batalla de Carabobo, pero el peso fundamental cae en la convicción y decisión popular de mantener al comandante Chávez en el gobierno con el propósito de avanzar en su lucha histórica y garantizar un liderazgo salido de sus entrañas. Hace falta remover e impulsar nuevas relaciones sociales en todo el espectro de la vida del país, destacando la fe en las propias fuerzas y en su propia condición social, sin ello no hay marcha hacia adelante.
El capitalismo como sistema imperante cuenta todavía con grandes recursos, el Estado sigue siendo un Estado burgués, lo que es tanto como afirmar que seguimos en esencia bajo un país capitalista donde a la clase explotadora se le han propinado duros golpes. Las relaciones sociales de producción fundamentales están dominadas por el capital, las formas de relacionarse la sociedad continúan con los patrones de dominación y control burgués, la política burguesa cuenta con reservas de opresión eficaces, potencialmente nuevas formas de relación de dominación tienen posibilidades de desarrollarse en el seno del país. Si bien la correlación de fuerzas interna le es desfavorable de día en día, las derrotas a la burguesía le sirven de aliento para acciones más desenfrenadas “locales” y “globales”, a fin de recuperar sus posiciones y asediar a las clase laboriosas aislándolas de sus conquistas y liderazgos. De tal suerte que es primordial sujetarnos con fuerza a las perspectivas planteadas en la lucha por el socialismo y la consecución de nuevas victorias para extremar el desarrollo de fuerzas revolucionarias suficientes que impidan las distintas formas de ejecución de la política burguesa.
Existen propuestas concretas que ya comienzan a ponerse en marcha, desde la organización popular hasta la proyección del programa de la patria, su centralidad en manos del pueblo será garantía de consecuencia. El clamor popular de la campaña pone en observancia la cuestión del poder popular como forma específica de crear un Estado socialista, subraya el problema de que en tanto la propiedad de los grandes medios de producción y capitales pertenezca a la burguesía, será un peligro mortal e impedimento contra la construcción de una nueva sociedad –es verdad que no se debe asaltar la realidad, que deben acumularse grandes fuerzas para el propósito estratégico, aunque sea considerada una cuestión sujeta a tácticas o reevaluaciones de diverso género sociológico, el tema del poder político-económico no pierde su importancia estratégica para la edificación de la sociedad socialista–; este clamor  revalida que mientras la clase proletaria no se visibilice y eleve su papel dirigente, siempre mediarán intereses alternos pero sujetos a las dinámicas de una sociedad mercantilizada; atestigua que en tanto no se complete la organización revolucionaria de las y los explotados la resistencia de burguesa se mantendrá aprovechando nuestras debilidades, el clamor popular expresa también que es indispensable forjarnos una clara conciencia clasista y revolucionaria conseguida sólo con el esfuerzo conjunto de todo el pueblo.
Existen objetivos históricos trazados con toda claridad, debatidos por los sectores populares en una etapa de la campaña: independencia, socialismo, potencia económica, geopolítica antiimperialista y la preservación de la vida toda del planeta, así mismo sus objetivos específicos hablan de cómo concretar dicha perspectiva estratégica. Con todo y sus carencias (por ejemplo la ausencia de un discurso de género, falta de combate concreto al sistema patriarcal e impulso de la dirección de clase proletaria) o incongruencias (desarrollo de una burguesía nacional, fomento del desarrollo del mercado interno, entre más aspectos que no vienen al caso) necesario es apoyarse en su perspectiva de ruptura y aplicarlos multilateralmente. Serán insuficientes las fuerzas de un gobierno para su plena realización, serán inconsecuentes las actitudes pasivas, evolucionistas y burocráticas, por ello y más habrá que romper con las viejas estructuras de poder y control, es decir, del Estado burgués. Las relaciones sociales generales de dominación del capitalismo no han sido rotas definitivamente, todavía por medio de ellas es que se mantiene la existencia de clases sociales con antagonismos, a través de ellas se alimentan diferencias y conflictos, visiones encontradas y perspectivas diversas de las realidades y el horizonte venezolano.
Las relaciones sociales generales que el pueblo requiere para fundarse en la emancipación total, sin importar el orden y compás en que sean abordadas porque ello está sujeto a los contextos, correlaciones y condiciones sociales, ponen en primer plano:

·         La socialización de la riqueza y sus medios de producirla.
·         La democracia clasista ejercida desde abajo sin trámites estructurales por los cuales siempre se filtran relaciones de poder.
·         El desarrollo de las fuerzas productivas y culturales de las clases laboriosas.
·         La fraternidad como principio rector de la vida social.
·         La libertad e igualdad social.
·         El desarrollo de la personalidad y colectividad conscientes de su valor.
·         La redefinición social del concepto del ser humano.
·         El amor a la sociedad y a sus semejantes.
·         La pugna por el bien general y su elevación como requisito indispensable.
·         La solidaridad con los pueblos del mundo y el internacionalismo.
·         La ética y moral acordes a las relaciones colectivistas.

El trabajo venidero es mayor que la obra alcanzada, enriquecer la vida, llenarla de expectativas y crear un nuevo escenario social está en manos de las clases y sectores que componen el cuadro popular en Venezuela, la juventud, las mujeres, las clases trabajadoras, los militares patriotas, las organizaciones, los liderazgos. Nuevas relaciones sociales en el seno de la sociedad venezolana hacen falta hacia todas sus partes integrantes, lo importante es que se construyan al paso que se realizan los objetivos concretos en que se proyecta elevar al país subsanando los riesgos de ejecutarlos del modo tradicional y con los reductos de la política de la dominación. Para proponernos combatir el incentivo de la ganancia, la competencia y las tendencias al control social desde arriba, por ejemplo requerimos de relaciones sobre la base del deseo de resolver los problemas sociales a gran escala y en abundancia, sin que nada coarte la creatividad e iniciativa popular.
La lucha contra el capitalismo, contra la burguesía y contra la hegemonía financiera e imperialista es necesaria para vencer, el pueblo venezolano es un ejemplo en esta línea, cuenta con el respaldo de los pueblos del mundo, especialmente de Latinoamérica hacia donde es vital expandir la hermandad, por lo que debe hacer las cosas con sobrada conciencia de su papel y responsabilidad. La mujer, la juventud y la clase obrera son destacamentos muy importantes para afrontar los retos del socialismo, no pueden perder su concentración de la necesaria tarea social, las revolucionarias y revolucionarios junto con sus organizaciones tienen por su parte la obligación de fundirse en el pueblo para cumplir su papel. Otras clases y sectores populares están llamadas a concretar éxitos en el campo, en la educación, en las ciencias, la administración y otras áreas; debemos perseverar por igual, en cada ámbito hay tareas revolucionarias por cumplir. También es verdad que nuevos liderazgos a todas las escalas son necesarios para la labor que se propone realizar el pueblo, debe velar por estos, impulsarlos y mantenerlos en la firmeza de sus principios para que sirvan fielmente al interés colectivo. Nuevas formas de organización popular son igualmente indispensables para procesar y afirmar el poder de los explotados y oprimidos, para que no se pervierta sus intereses y queden atados a estructuras burocráticas de control sujetas a relaciones de poder.
Ante el 7 de octubre la batalla por el socialismo agiganta sus fuerzas a pesar de sus enemigos, la unidad patriótica se consolidó sin aparatajes ni tanta ceremonia, y pese a las relaciones de poder visibles en las élites políticas y estructuras; la identidad popular con su liderazgo quedó de manifiesto, al igual que resalta la importancia de la hegemonía estratégica de las clases productivas para la transición revolucionaria.