Entre las concepciones filosóficas acerca del hombre, el marxismo propone un espacio epistémico en donde el sujeto cognoscente decida cómo va a llegar al conocimiento, es decir, qué y cómo quiere conocer para transformar la realidad social y transformarse a la vez a sí mismo, en un esfuerzo de trabajo liberado, ante las ataduras de la vida enajenada o de pérdida total del sujeto en su completa locura, con síntomas de posmodernidad; que se expresa en la perturbación humana; y que entraña a la vez una causa justa como principio de las necesidades necesarias, que se han hecho naturales a través de la manipulación y la confusión ejercida ante toda expresión distinta de la moral del imperio hegemónico del capital en su gama de matices; por ejemplo de los delincuentes, de los homosexuales, de los excluidos, de las minorías, es decir, de los diferentes; los que no se hacen homogéneos y paran en las cárceles, en los hospitales, en los manicomios, en las escuelas -como indica Michel Foucault-, o peor aún en los ejércitos contra-revolucionarios del capitalismo, o en el exhibicionismo humano protagónico y “amarillista” entre los poseedores y los desposeídos de expresiones culturales autónomas o degradantes.
Marx lo denuncia a través del análisis de la lógica de la propiedad privada, la explotación del trabajo y la violencia ejercida para sostener la riqueza en unas cuantas manos a costa de la pobreza cultural, ante la irracionalidad de los procesos de industrialización y cosificación del sujeto histórico social, en lo que pudiera ser su espacio vital; transformándose en burócrata o en maquilador en los procesos de superexplotación física, intelectual y espiritual, y que sin embargo están fundidas en una ética cultural que está haciendo presencia consciente-inconsciente y subjetiva-objetiva en este principio del siglo XXI.
Por lo que se hace necesario hoy día en las propuestas político-pedagógicas, indagar, descubrir y explicar las complejidades de la división del trabajo manual e intelectual, y la exacerbación de las tasas de ganancia y acumulación de capital empresarial, que tienen que ver con el vínculo que se establece entre el sujeto docente, el sujeto alumno y el sujeto social, dentro de un nuevo orden económico mundial de lo comercial, lo industrial o lo financiero, tanto en el campo como en las ciudades, por lo que se tiene que hacer un análisis de tipo local, regional, nacional y en las propias entrañas de la lógica de globalización virtual, como formas de constitución del pensamiento moderno con toda la infraestructura ideológica a su servicio, a través de los medios de comunicación, la escuela, la iglesia, la familia, los sindicatos, las organizaciones empresariasles, los partidos políticos, etc. como aparatos reproductores y generadores de conciencias enajenadas.
En este sentido las formas y contenidos de los medios informativos, se han visto desplegarse durante el pasado siglo y el presente, con base en el fundamento de la racionalidad, fincada en la política neoliberal, que hoy día se tiene que asumir como proyecto político-educativo entre los pueblos y las naciones; esto ya es claramente identificado en la sensibilidad del sujeto, pero falta poderlo conceptuar de manera general a través del compromiso y la praxis en un proceso de autorreconocimiento racional sensible con sencillez, cariño y didáctica; pues ya se percibe en la existencia del ser trabajador asalariado, y en el poder militar e ideológico, de una pequeña y minúscula oligarquía mundial, bien localizada en torno a 200 familias, que organizan y dirigen por medio de sus súbditos, la gran manipulación del autocontrol y la auto vigilancia, en donde los procesos de sublimación existencial humanista, se hacen más complejos, disminuyen o se borran como posibilidad de participación intersubjetiva en comunidades autónomas, debido al proceso de aculturación degradante con el mercado de drogas, prostitución y violencia.
La situación del autocontrol y la auto vigilancia -que desarrolla Foucault- indica efectivamente la pérdida de la expresión de la subjetividad humana, es decir, la pérdida del sujeto histórico; y por supuesto de la posibilidad del despliegue o desarrollo de la sensibilidad racional en la búsqueda de lo estético, de lo ético-moral y de lo lógico o teórico crítico en este caso, como lo proponía el pensamiento romántico desde el discurso ilustrado; de modo que el sujeto particular lo pueda comprender para medir y asumir todas sus implicaciones como una construcción cultural de trascendencia histórico-social a través de un trabajo de autorreconocimiento educativo en la identidad cultural del sujeto, al reconocerse éste en falta, y poderse pensar en su otredad que lo identifica en el trabajo organizado de su clase social de pertenencia.
Por ello se necesita en las aulas, en la casa, en la calle, en las iglesias, en la fábrica, en el campo, en la guerrilla, y en todos los lugares posibles -como proponía Gramsci-, tener como alternativa pedagógica, la crítica al pequeño mundo de irracionalidades, que le ocupa al sujeto su tiempo; de acuerdo a lo planteado acerca del auto reconocimiento en la identidad del sujeto histórico, asumido como un sujeto particular, teniendo consciencia de que no hay tarea minúscula, ni esfuerzo inútil en la lucha educativa contra hegemónica, ante la gran necesidad cultural de una formación empírica, religiosa, artística y teórica desde la cultura proletaria asumida como clase trabajadora; lo cual se sintetiza en una actitud potenciadora del comportamiento ético-moral del sujeto histórico ante cualquier forma de opresión, la cual ha sido muy bien aprehendida y reproducida ideológicamente en la lógica de privatización de medios productivos en beneficio exclusivo de los privilegios que genera la acumulación de capital en contra de la libertad de expresión en todos sus órdenes posibles en la constitución del ser humano.
Por esta búsqueda de liberación del sujeto que comprende su memoria y su experiencia históricas se abre el sentido de liberación que fue explicado en las tesis fundamentales del marxismo, en donde se explicita la identidad de clase del sujeto histórico; que en el sentido gramsciano sería analizado en la identidad de ser una persona con un proyecto educativo de vida; de ser un individuo con derechos civiles bien delimitados; de ser un grupo social; de ser un pueblo; o saber de la historia común de la clase de vida que los hombres y mujeres en todas estas dimensiones de poder político-social, se han creado culturalmente, enfrentando la estadolatría, o la adoración abstracta del Estado capitalista, como sociedad política organizada y comprometida con su clase de pertenencia.
Gramsci influenciado por Marx, se refiere a la identidad en términos de pertenencia y constitución de una personalidad definida en un intelectual orgánico, que se compromete con su clase social, negando en este proceso de formación toda manipulación psicologista; sino que propone atravesar en un rapport pedagógico al sujeto, por el sentido de los recuerdos, las experiencias, el lenguaje significativo, los conocimientos e intuiciones auténticamente poseídas y apropiadas a través de la cultura de pertenencia libre y autónoma de la lucha de clases; concepciones de la vida que no se intercambian por ninguna mercancía o fetiche, sin olvidar, por supuesto, que todo tiene una razón de ser en la dignidad o integridad del ser humano; por lo que identificarse con la verdad político-filosófica y de sentido común, es revolucionario -propone la teoría gramsciana-, todo depende de la condición humana o animal del sujeto; lo cual argumenta, diciendo que una memoria cultural abarca teorías, mitos, tradiciones, etc..
Antonio Gramsci desde su filosofía-política en el contexto de la Italia fascista, piensa que en el proceso de identidad del sujeto, de lo que se trata es de vencer unos prejuicios y destacar otros -como plantea Gadamer- para acercarse al camino de la comprensión por medio del lenguaje simbólico; es decir, hacerse capaz de organizar y de dirigir rigurosamente los procesos de cambio revolucionarios, y los conceptos precisos para la liberación del sujeto, a través de pequeños grupos que creen de manera original y auténtica un trabajo contra hegemónico consciente de sus condiciones materiales y espirituales de vida, esta es la propuesta político-pedagógica gramsciana, que radica en centrar círculos de estudio, en donde se discuta la praxis cotidiana con base en la teoría, como formas de resistencia ofensiva de los pueblos, con base en su raíz cultural, elevando el sentido común a una filosofía teórico-pedagógica de comprensión político-humanitaria; sin desdeñar la IDEOLOGÍA, como tránsito de resignificación cultural; porque Gramsci no valoraba a la ideología como una falsa conciencia de los pueblos; o como un opio de los pueblos –como lo pensó Marx-, sino que lo valoró en otro contexto socio-cultural más enriquecido por la comprensión del mundo de los símbolos y de sus múltiples posibilidades culturales; es decir, como medio de emancipación social a través de los sentidos, para resignificarlos en la RAZÓN HISTÓRICA que asiste a la lucha revolucionaria.
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