LA IDEOLOGÍA ALEMANA DE CARLOS MARX.
Sandra Cantoral.
Entrega
para Octubre 2021.
El ser humano y, como
ser genérico el hombre al tener que trabajar unos al servicio de otros, se debe
al sometimiento ejercido ideológicamente, debido a los fantasmas cerebrales, ideas y dogmas encarnadas en la filosofía
neohegeliana (Marx: P. 5), esa es la actitud crítica de Marx, es decir,
haciendo un reconocimiento a su obra, para continuar
en el despliegue de la historicidad del propio conocimiento, de la experiencia
activa y de la intuición de lo posible en las relaciones de producción
histórico-sociales, que han generado desigualdad, por la forma de división del
trabajo.
Estas relaciones
histórico-sociales, debido a la separación de la producción del campo y la
ciudad, se van constituyendo formas de
trabajo que generan la dominación, marginación y exterminio, respecto a la
calidad humana y, por ello el materialismo histórico en Marx, busca la
transformación de las formas de producción como medio de vida, y no sólo como
trascendencia cultural por sí misma, sino como proyecto político en la
representación de la clase social sometida, lo que da cuenta de la conciencia del sujeto -dice
Marx-.
Pues es justo en el
desarrollo humanitario de la consciencia de los hombres que se reconocen
trabajando socialmente en la resistencia, la contemplación o la indiferencia,
para darle sentido a la vida como construcción de estados de bienestar social y
de aniquilación de sufrimientos. Por ello la apuesta es reconocer a las
pequeñas comunidades.
En este sentido, Marx
hace una fuerte crítica al desarrollo de la COMPETENCIA en la lógica burguesa
de occidente, al llegar al extremo de la competitividad, la cual se conforma de
la lengua política, de las leyes
jurídicas, la moral, el territorio, la producción, el parentesco, la
participación, la pertenencia de clase o la idea metafísica y religiosa de
superioridad, en que viven los hombres reales y actuantes en sus procesos
de vida concretos, para comprender y transformar el mundo de la tierra al cielo, y no del cielo sobre la tierra (Marx: P. 20).
Esta nueva concepción
del mundo de la vida, implica relaciones
y vínculos de comunicación, prudencia, autoformación, respeto, solidaridad,
autocrítica, agradecimiento, ruptura, cooperación, tolerancia, ayuda, consenso
en los acuerdos posibles, conforme a la libre expresión y plena voluntad, para
dar respuestas verdaderas ante lo que se asume, al saber de lo que se piensa, qué se hace; qué se piensa, en los procesos de
vida y de muerte.
Reconociendo el trabajo
y su lucha por el reconocimiento entre seres humanos semejantes y verdaderos,
se evita pasar por fantasmas que genera el capitalismo en el proceso de
producción y enriquecimiento a costa de las mayorías y beneficio exclusivo de
una pequeña minoría.
Con el reconocimiento
del sujeto trabajador en comunidad, se puede nombrar la permanente
transformación de las fuerzas productivas en la división social del trabajo y
la lucha de clases para lograrlo como el motor dialéctico de la historicidad
recorrida, ya que, como se vive se
piensa, y como se piensa se vive, en un entramado dialéctico en movimiento de sonidos, capas de aire, que
son el lenguaje consciente de la necesidad individual y común (Marx: P.
26), en donde se gesta la dimensión intelectual y afectiva en el reconocimiento
de las necesidades, desarrolladas por el trabajo físico, moral y creativo
realizado.
Explica Marx que la
COMPETENCIA UNIVERSAL, obligó a “todos los individuos a poner en tensión sus
energías hasta el máximo. Destruyó donde
le fue posible la ideología como sistema de ideas, la religión, la moral, etc.,
y, donde no pudo hacerlo, la convirtió en una mentira palpable. Creó ‘por vez
primera la historia universal, haciendo que toda nación civilizada y todo
individuo, dentro de ella, dependiera del mundo entero para la satisfacción de
sus necesidades, acabando con el
exclusivismo natural y primitivo de naciones aisladas, que hasta entonces
existían.
El desarrollo
capitalista fundado en la propiedad privada de los medios de producción, colocó
la ciencia de la naturaleza bajo la férula del capital y arrancó a la división
del trabajo la última apariencia de un régimen natural. Acabó, en términos
generales, con todo lo natural, en la medida en que es posible hacerlo dentro
del trabajo, y redujo todas las relaciones naturales a relaciones basadas en el
dinero.
Creó en vez de las
ciudades naturales, las grandes ciudades industriales modernas que surgen de la
noche a la mañana. Destruye, dondequiera que penetra, el artesanado y todas las
fases anteriores de la industria. Pone cima al triunfo de la ciudad comercial
sobre el campo.
Su primera premisa es
el sistema automático. Su desarrollo engendró una masa de fuerzas productivas
que encontraban en la propiedad privada una traba entorpecedora, como los
gremios lo habían sido para la manufactura y la pequeña explotación agrícola
para los avances del artesanado.
Estas fuerzas
productivas, sólo experimentan un desarrollo unilateral, se convierten para la
mayoría en fuerzas destructivas y gran cantidad de ellas ni siquiera pueden
llegar a aplicarse, con la propiedad privada. La gran industria crea por
doquier, en general, las mismas relaciones entre las clases de la sociedad,
destruyendo con ello el carácter propio y peculiar de las distintas
nacionalidades.
Finalmente, mientras
que la burguesía de cada nación sigue manteniendo sus intereses nacionales
aparte, la gran industria ha creado una clase que en todas las naciones se
mueve por el mismo interés y en la que ha quedado ya destruida toda
nacionalidad; una clase que se ha desentendido realmente de todo el viejo mundo
y que, al mismo tiempo, se enfrenta a él.
Ella hace insoportable
al obrero no sólo la relación con el capitalista, sino incluso la relación con
el mismo trabajo’” (Marx, P. 69).
Respecto a la división
del trabajo destaca que la gran diferencia entre los animales y los hombres, se
muestra en el momento en que éstos comienzan a producir sus medios de vida, lo que tiene que ver con su organización
corporal, mental, social y política en las relaciones desiguales de producción;
se separa del instinto animal, por medio de la creación consciente de la propia
vida material, que puede nombrar, defender, cuidar y enriquecer ante cualquier
tipo de injusticia y relación desigual.
De manera que la
ACUMULACIÓN CAPITALISTA que entra en estas relaciones de competitividad, se
genera a través de la violencia, la guerra, el saqueo, el asesinato para robar,
el egoísmo, etc. … como la fuerza propulsora de la historia (Marx: P. 15),.
Así podemos distinguir
cómo en la lógica de la civilización y la barbarie, la propuesta de Marx, es
volver a comenzar por el principio, para que sobre lo conocido, lo ya
experimentado, y en los acercamientos intuitivos, que sean posibles de una
transformación radical, cómo hacerlo: por medio de una conciencia exacta, para derrocar
lo existente, hoy sabemos que es posible por la vía de la paz y la consciencia
política de derechos humanos.
Pues ya es claro que el
trabajador es el sujeto educativo transformador de sí mismo y de su cultura, en
donde la esclavitud, la servidumbre y el trabajo asalariado, han sido la base
de toda la historia de la producción, que abarca, desde la propiedad tribal; la
antigua propiedad comunal y estatal; la propiedad feudal-territorial y la
propiedad comercial-industrial, las cuales entran en contactos y relaciones
cada vez más complejas que se muestran en la forma contradictoria en que actúan las clases dominantes, de
acuerdo a sus intereses de clase, en etapas y tiempos diferenciados, al no
tener claridad sobre lo que ha ido siendo lo justo, la libertad, la igualdad,
la dignidad, la comprensión y la comunicación en común y no bárbara.
Por tanto en la
escisión entre el campo y la ciudad, Marx muestra la conformación de clases, de
acuerdo con la propiedad privada de los medios de producción, la división del
trabajo, la organización política, las formas de distribución de la riqueza
producida socialmente y, por el grado de conciencia que los individuos y las
naciones tienen de ello.
Marx, exalta entre las
clases sociales y estamentos, cómo en la parcela campesina y en la incipiente
industria doméstica a: los príncipes, la nobleza, el clero y los campesinos; en
la ciudad a: los maestros, oficiales, aprendices, y ahí agrega a la plebe de
los jornaleros despojados de todo medio de producción, en la condición de no poder competir, al estar atrapados en la
lógica y el poder del capital, que cada uno produce y reproduce en sus representaciones, ideas, etc., como hombres reales y actuantes (Marx:
P. 20).
Marx planea que, si no
existiera esa tensión de la competencia, solamente se pondría lo que se tiene y se puede en un intercambio
recíproco de intereses claramente definidos y convenidos, con un sentido de
tolerancia en la escucha, la apertura y la pregunta franca de la duda.
Porque la intención
sería compartir diversas concepciones culturales acerca del mundo y de sí
mismos, liberándose de prejuicios, dogmas, del empirismo y de la enajenación,
desarrollando actitudes menos violentas en la distribución de la riqueza
natural, cultural, económica y política, lo cual no existe, más que en el mundo
ideal, por lo que hay que sublevarse a esa contradicción que entraña la
enajenación del trabajo, pues la historicidad
se manifiesta como algo separado de la vida usual (Marx: P. 37).
Así Marx destaca 3
premisas en el desarrollo histórico:
1)
Los
hombres se encuentran para hacer la historia en condiciones de poder vivir
(producción material de medios indispensables para la satisfacción de sus
necesidades).
2)
La satisfacción de poder vivir como hombres íntegros, conduce a nuevas
necesidades en el propio sentido de vida, la
crítica a la ideología alemana, radica en que para llegar a ello entran al
absurdo de la “prehistoria” -dice Marx- diluyéndose las implicaciones que
conlleva la base materialista en especulaciones (P. 23).
Y 3) Que en la renovación cotidiana de la propia vida se crea a los
oros hombres (Vg. La relación amorosa
entre hombre y mujer, padres e hijos, la familia o la comunidad).
Como no se trata nada
más de crear una consciencia exacta de las condiciones de vida, sino de
derrocar lo que existe, dice Marx, que el materialista práctico (el comunista)
tiene que revolucionar el mundo existente, de atacar prácticamente y de hacer
cambiar las cosas con que nos encontramos y superar el sentido de las
intuiciones sueltas, los hombres aislados, incomunicados y desarticulados para
no quedarse en el mero sentimiento y tener una concepción filosófica que vea la
esencia y contradicción de la producción histórica.
Porque también hay una escisión
entre el materialismo y la historia, considerando a lo material comparable
empíricamente con la parte científica de la realidad, superando la ‘autoconsciencia’
como mera idea filosófica, sabiendo que estas ideas son las ideas de la clase
dominante, de ese poder espiritual dominante en la disputa por el poder.
De modo que la existencia de ideas revolucionarias, en
una época, presupone ya la existencia también de una clase revolucionaria
(Marx: P. 49). Por lo que se tiene que desglosar las ideas de los individuos
dominantes, que dominan por razones empíricas; convertir las meras ideas en
auto-distinciones establecidas por el propio pensamiento; y eliminar el ‘concepto’
que se determina a sí mismo, lo que hay que tener muy claro en la ilusión
jurídica, lo cual tiene que llevar a la abolición de la propiedad jurídica y del trabajo acumulado en la
propiedad privada de los medios de producción, como producto del trabajo real
(Marx: P. 77),
En conclusión valoramos
cómo toda historia es un proceso de desarrollo de la consciencia en el sujeto
histórico, es decir, de la historicidad del trabajo en su propia actividad y
transformación por los individuos asociados y organizados, sin contar con
ventajas, sino de estar obligados a colocarse en la más resuelta contraposición
a la clase burguesa que domina principalmente la economía, y a la conciencia
comunista que lucha por una relación de comunidad humanitaria (Marx: P. 88).
De modo que una
conciencia comunista en comunidades diversas internacionales, no puede
desarrollarse en una división desigual del trabajo, y mientras los individuos
sean absorbidos en esas fases de desarrollo y de madurez, la personalidad se
halla condicionada y determinada por relaciones de clase muy concretas (Marx:
P. 90). Por eso es tan importante alcanzar la máxima en la epistemología
científica de Marx:
“De
cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades”.
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