Intelectual orgánico politizado entre el SUJETO E IDENTIDAD
Con
base en resignificar las categorías de sujeto
e identidad visto como el intelectual orgánico comprometido con su clase trabajadora de acuerdo con la concepción gramsciana, destacamos los sentimientos escondidos del sujeto histórico universal y particular;
los que representan su forma de ser de acuerdo con los valores en torno a lo que produce y cómo lo hace, así como con base a sus tradiciones y costumbres en el sentido cultural más matizado y contextuado; esa época que puede ir a favor o en contra de lo
que cada uno quiere; los sentimientos no es posible controlarlos completamente,
si el sujeto no se empeña voluntariamente en educar sus
instintos, pulsiones y pasiones más ocultos e inconscientes. Esta posible
desarmonía puede producir patologías psíquicas, morales o del comportamiento.
Por ejemplo: el miedo a equivocarse genera inhibición, de manera que se acaba por
no actuar; por ejemplo, así como el miedo a engordar puede generar anorexia, y
mezclarse con problemas de autoestima; igual la inhibición a la actividad en la
capacidad de organización y dirección
política-pedagógica de la clase explotada, asumida autónomamente, también puede
llevar al exterminio de la humanidad en su degradación más grande de la
historicidad del planeta en pleno proceso de transformación hegemónica entre el capitalismo salvaje y una posible visión humanista cultivada por los buenos sentimientos ético-morales.
Porque el miedo traumático a enfrentarse consigo mismo, en la necesidad de su otredad, puede causar depresión o hasta alcoholismo vivido como un problema individual, sin reconocerse como un problema social en el modo de producción como eje de valores humanos. La aparición o desaparición de los sentimientos, por tanto, no es totalmente voluntaria: enamorarse es un ejemplo típico en la «química producida». Cuando uno se enamora cambia todo, en especial el estado de ánimo; pero es algo que le sobreviene a uno. Lo mismo ocurre con un desengaño amoroso: uno quisiera olvidar, pero no puede, y sufre.
Ahí entra el sentido de vida entre lo positivo y lo negativo en las acciones del ser humano capaz de regenerar sus relaciones humanas como figura idealista, debido a resentimientos, cerrazones o incomunicación; expresados como egoísmo y falta de disposición o de capacidad para sostener un trato consecuente con las historias de vida particulares, entendidas éstas como totalidades inescindibles, en la sensibilidad, como parte de las actitudes en la pasividad de las impresiciones, y el entendimiento como actitud activa -según Kant-; pero ahora valorándolo en la no escisión de estas actitudes en el proceso de conscientización para sí humanista y de asunción rigurosamente organizada en la lucha social colectiva como clase trabajadora -en donde la teoría solamente sirve para verificar la práctica de transformación radical-, que se revela contra la irracionalidad impuesta, y que representa la dialéctica o síntesis crítica, potenciadora de la abolición de todo privilegio que genera la propiedad privada como un ente en sí, en el modo empresarial actual, y en sus métodos de opresión, de violenta y criminal extracción de plusvalía; así lo denuncia la epistemología crítica de Marx y un siglo posterior con Antonio Gramsci, quien recupera mucho de la lucha leninista en el sentido de las alianzas y el consenso entre el trabajo obrero y el campesino, para proponerlo como trabajo intelectual comprometido en la correlación de fuerzas en procesos de liberación humanitaria horizontal, pues el verdadero límite de la producción capitalista, es justamente el mismo capital, comprendiéndolo en la crítica particular en sí, y asumiéndolo para sí como un bien colectivo genérico ante la necesidad más radical de destrucción del régimen capitalista; con base en el interés y la necesidad social de las grandes mayorías, por medio de la educación de masas, real e histórica; la cual obviamente no le interesa al Estado de explotación capitalista, porque no le es productiva esa educación; y así como representante del poder privilegiado de la burguesía y sectores subalternos pequeñoburgueses, son indiferentes a las necesidades y demandas sociales del trabajador proletarizado o desempleado; pues sólo lo consideran una categoría de trabajo discursiva para lograr la acumulación de riqueza, pero sin ninguna voluntad desarrollada humanamente, con base en una concepción transgresora del orden de explotación en el proceso de tránsitos y de contradicciones que están desarrollándose en las condiciones materiales y subjetivas de vida en la época actual, dada la identidad del sujeto sensible racionalmente hablando, ello aún provoca un sentido de culpa y de sacrificio irresoluble, porque pareciera, como algo dado en su naturaleza ahistórica, apolítica, ateórica y mediatizadora en las contradicciones de clase social, la que ha sido constituida desde la infancia con una concepción del mundo y del hombre, justificada en una mentalidad egoístamente individualizada.
En este sentido una de las grandes enseñanzas de Platón, es mostrar cómo se consigue que los sentimientos colaboren con las tendencias y la voluntad: expresa que, los sentimientos acompañan, son los grandes compañeros del hombre, aunque no tienen «la mayoría de edad»; cuando se les deja actuar solos pueden crecer desmesuradamente y causar anomalías y patologías. La virtud que los domina significa moderación, sosiego, armonía, autodominio y templanza en la responsabilidad implícita o explícitamente comprometidas con la vida, justo en una relación humana amorosa ante el conocimiento; es decir en el ejercicio del poder que parte de las representaciones del sujeto desde los años de infancia en cuanto principios, razones y sentidos de vida a través de la ternura y el afecto sinceros, humildes y sencillos, como pasado, presente y posible futuro dialécticamente humanizado, es decir, políticamente humanizado a través de un proceso educativo intencionado.
De modo que los sentimientos escondidos forman parte de la razón sensible, y también conforman la frontera de la irracionalidad del capitalismo explotador y acumulador de plusvalía financiera principalmente, y en esa irracionalidad peculiarmente deshumanizada, no sólo instintiva y represiva, sino también degradante de las civilizaciones y virtudes más sensibles de la humanidad; a todo ello es a lo que llamamos sentimientos en sí, que no pueden transitar en una consciencia para sí en el mundo de occidente y oriente, de acuerdo a los modos de producción capitalista y socialista.
Sabemos que el sentir es por tanto algo superior a lo natural o instintivo: no es oler o tocar, u oír o saborear, sino que está por encima de cada uno de los sentidos concretos. Por eso, cuando va creciendo la capacidad sensitiva del hombre genérico, ante las necesidades radicales en el reconocimiento del trabajo mecánico y genocida, hay que ponerlo necesariamente bajo el sentido y comprensión sociocultural; porque justo ahí se crea la palabra sentimiento, como la forma humana más noble de sentir. Al asignarle al alma una exquisita y variada capacidad sensitiva, se engloba bajo el nombre de sentimientos todas sus formas de "sentir". Es una forma analógica, una copia de las facultades sensitivas del cuerpo, trasladadas al alma, captadas de forma diferenciada culturalmente entre mujeres y hombres, niños y niñas, jóvenes y ancianos. Para poder hablar ordenadamente de los sentimientos multiculturales, multiétnicos y de clase; se implantó por la hegemonía del poder dominante el supuesto conductista del placer y del dolor, instalada en la mercadotecnia de las necesidades vanas y superfluas; como motor de atracción el primero (placer), y de repulsión el segundo (dolor); es decir que todo aquello que produce placer inspiraría sentimientos positivos, y lo que produce dolor, sentimientos negativos, pero todo ello bajo el control engañosa de la propiedad privada de medios de producción y de la explotación enajenante del trabajador directo, ejercido históricamente por la ideología entre el amo y el esclavo, como algo natural en sí.
Se reflexionó cómo Kant introdujo la distinción entre emociones y pasiones para poder profundizar en el análisis de los sentimientos (la pasión -indica- es la menos controlable por la razón). Y en el plano más elevado de los sentimientos, se colocan los ideales que han seguido todo un recorrido de mediaciones históricas, que tienen simbolismos lúdicos en las culturas mesoamericanas, aunque no se tengan registros de ello, en la educación básica y en la formación de docentes, debido a la masacre y destrucción cultural de las primeras conquistas en la colonización española, al ser la primera etapa de la acumulación originaria de capital.
Así, Spinoza sostuvo que, si bien la razón es quien nos permite establecer cuál es el mejor camino de acción, a la postre la razón sólo puede ser determinante de nuestras acciones si ésta está ligada a las emociones. Por su parte, Hume pensó en los sentimientos de benevolencia y de justicia, y no en lo moral. Por lo que el punto central de la discusión entre Descartes y Spinoza por un lado, y Hobbes, Hume y Adam Smith por el otro, radica en la conexión entre los llamados sentimientos morales y las concepciones acerca de lo bueno y lo correcto. De manera que, mientras para Hume y Smith los sentimientos morales son el fundamento de las concepciones morales, en Spinoza y Descartes las pasiones están determinadas por nuestras ideas, sean adecuadas o inadecuadas.
En este
sentido, un análisis de la teoría moderna de los sentimientos morales, es clave
para entender aspectos centrales del debate contemporáneo en el terreno moral
del sujeto y su identidad en el contexto de darle sentido a la vida, lo que va
sucediendo con todas sus dudas y contradicciones, y que podemos reflexionar en
la expresión del irracionalismo y de la teoría crítica, en la ansiedad de tener
que padecer el derecho a la libertad, sin tener que vivirse como injustas
culpas y castigos individualizados, al no comprender la desigualdad
histórico-social en el proceso de explotación y de sojuzgamiento, y no encontrar
la forma de emancipación y de transgresión de la lógica de propiedad privada,
sentido como algo misterioso y oculto por las grandes mayorías.
Por eso es que
la mitad de la alegría humana que es a la vez su falta y su fracaso, reside en hablar de ella reconociendo que todo
talento debe inclinarse ante el nivel social emancipador; esto es lo que
identifica al sujeto social, individual
y colectivo, ya que las preguntas que dan sentido sobre las identidades del
sujeto, con sus dobles o más pertenencias, es: ¿qué me siento y qué me
caracteriza como ser humano?, ¿quién soy y qué hago de mi vida y con quiénes
soy un hombre verdadero?; por
que dar respuesta a ello es lo que abre
el debate en las relaciones de
poder como criaturas
de su auto enajenación -plantea Marx-, para que el sujeto pueda enfrentarse
siempre al sistema social de explotación, con los intereses de clase y en el
terreno de la existencia humana; pues el mundo de la vida, no existe al margen
del sistema socio político del Estado, que sitúa al sujeto del PODER, encarnado en las élites
económicas, militares, políticas y
culturales, como ente representativo del IMPERIO del terror, en una
posición pública o íntima ante lo que se observa, en cómo se comporta el sujeto,
con lo que se identifica como clase privilegiada o no, y con las formas de
justificar sus actos, a través de las tradiciones y costumbres más arraigadas
en su cultura, en el sentido del poder para emancipar o para sojuzgar en el esplendor
de todos sus matices y contradicciones, de acuerdo a la postura político-filosófica,
que obliga la organización del trabajo compartido, recordado y comprendido, a
través de las épocas en el tiempo-cuerpo del sujeto histórico.
Las contradicciones fundamentales del sistema capitalista en el momento en que “el obrero actual sólo piensa en sí, es decir, se hace pagar por su persona. Es él mismo quien no toma en cuenta la inmensa y formidable energía que nace de su cooperación con otras fuerzas” (Marx). Así destacamos estas contradicciones en la reconquista permanente, pues lo único importante es la autenticidad en esa identidad del sujeto que conoce, experimenta e intuye su historia al tener consciencia de:
1. La
socialización de la producción y la forma privada de la apropiación.
2.
El hecho de ser un explotado y tener al mismo tiempo
la ideología del explotador (ideología dominante).
3. Producir de acuerdo a las necesidades del mercado capitalista y no de acuerdo a las necesidades de la sociedad-pueblo en sus organizaciones políticas de clase.
4.
Tratar de convencer a la sociedad, subliminal e ideológicamente,
de que la historia se ha detenido en el capitalismo.
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