El mito reaccionario de la militarización en
México.
Carlos Figueroa Ibarra.
Sufrí los rigores de una dictadura militar durante
mi infancia, adolescencia y una parte de mi vida adulta. Soy sobreviviente de
la letalidad terrorista de dicha dictadura. Por ese motivo sé muy bien
diferenciar lo que es un régimen castrense autoritario del que no lo es. El
primero se caracteriza por la centralidad del alto mando de los soldados en la
toma de decisiones políticas y represivas, por el hecho de que el Estado se
vertebra en las fuerzas armadas y su cúpula decide quién es el gobernante de
turno sea este civil o militar. No puedo sino ver como hilarantes las
acusaciones de la derecha dentro y fuera de México en el sentido de que el
gobierno de Andrés Manuel López Obrador está propiciando una militarización en
el país. Nada de lo que sucede aquí sustenta un análisis serio que avizore un
proceso de subordinación del poder civil al poder militar. No hay medidas
autoritarias apuntaladas en los dispositivos armados del Estado ni siquiera en
estos momentos de emergencia provocados por la epidemia.
Lo que me causa una mezcla de hilaridad con
indignación es que sean las mismas voces que indignadas hoy hablan de
“militarización”, las que celebraron que el ex presidente Calderón sacara a las
fuerzas armadas a las calles y los campos en 2006. Las mismas que estuvieron
pidiendo manu militari contra la delincuencia en los primeros meses del
Gobierno de la 4T: decían que la opción a un ejército desalmado no era un
ejército desarmado. Esas voces son las que ahora se desgarran las vestiduras
diciendo que López Obrador militariza al país al crear la Guardia Nacional y al
emitir el 8 de mayo y publicarlo el 11 del mismo mes, el Acuerdo por el que se
dispone que las fuerzas armadas realicen tareas de seguridad pública de manera
extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria. La
publicación del referido acuerdo solamente ejecuta lo dispuesto en el Artículo
Quinto transitorio del Decreto de reformas constitucionales en lo referente a
la Guardia Nacional. Reformas que sabido es fueron aprobadas por consenso por
el poder legislativo nacional en febrero de 2019 y publicadas en marzo de ese
año.
Tales medidas legislativas no implican la
militarización del país sino al contrario, ponen una fecha (el 27 de marzo de
2024) para el regreso a los cuarteles del Ejército y la Marina. Será este el
período de tiempo en el cual la Guardia Nacional desarrollará plenamente su
estructura, capacidades e implantación territorial para poder relevar a las
fuerzas de su papel temporal y complementario en materia de seguridad pública.
En pocas palabras, el acuerdo referido solamente cumple una disposición
establecida desde marzo del año pasado y pone plazo para el fin de la
militarización que inició Calderón y que Peña Nieto continuó. Los críticos del
gobierno seguirán arguyendo que la misma Guardia Nacional es un indicio de la
militarización del país. La Guardia Nacional responde a la necesidad de crear
un organismo público de seguridad que sustituya a la ineficacia, corrupción y
burocratismo de la Policía Federal, la cual de sus cuarenta mil efectivos
solamente tenía diez mil operativos. Y para que hablar de sus vínculos con el
crimen organizado.
El mito de la militarización en México es solamente
una argumentación oportunista de la reacción derechista en contra de las
transformaciones que estamos observando en el país: primero calificar a las
fuerzas armadas de “blandas” porque no respondían con la fuerza a la población
civil movida por el huachicol y ahora decir que López Obrador está implantando
un populismo autoritario y militar. Tiene la misma factura incongruente que la
defensa de la causa feminista que observamos en marzo, cuando la derecha es
consustancialmente patriarcal y fue insensible ante el crecimiento exponencial
de los feminicidios. La misma incoherencia observada cuando la derecha pidió
bajar los precios de la gasolina cuando fueron los autores de los
“gasolinazos”. La misma incongruencia que observamos en el reproche estentóreo
de que López Obrador actuaba irresponsablemente porque no implantaba el
confinamiento y la distancia social (cuarentena) cuando ahora ataca la
cuarentena y propicia “el modelo sueco” de la inmunidad de rebaño para acabar
con la epidemia.
Una vez terminada la emergencia sanitaria, vendrá otro reproche
incongruente: la crisis económica que según la derecha no sabrá ser enfrentada
por el gobierno. Como si lo que hubiésemos vivido en las últimas décadas fuera
un ejemplo a seguir. Esperemos que como hasta ahora, la guerra
sucia no les funcione.
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