Tuesday, April 17, 2012

ASIMILAR A LENIN

Una tarea de reconstrucción de la teoría revolucionaria comunista
Felipe Cuevas
Miembro del Partido Comunista de México

Con motivo del reciente Congreso “Sólo Lenin” realizado en la ciudad de Maracay, tuvimos la oportunidad de expresar algunas ideas cultivadas a través de los años de nuestra formación popular abrazando el pensamiento y acción de este gran revolucionario ruso, tiempo que nos marcó pero sin dejarnos llevar por el estigmatismo que por todas partes persigue a los revolucionarios para que se marginen o renuncien a sus ideales; sino de retarlo como recalcan muchas gentes consecuentes que se han atrevido a romper el cerco en el tema de la teoría revolucionaria. Proponemos entonces estas líneas para el estudio de Lenin en las condiciones de la Venezuela Bolivariana, pero también de revolucionarios anteriores y posteriores a él.
De Lenin contamos con una amplia difusión de sus trabajos políticos, teóricos, polémicos, propagandísticos, formativos. También existen sistematizaciones, apreciaciones, estudios, biografías, enfoques, comentarios y mil cosas más para dilucidar su obra y su inserción en la historia de la lucha de clases. Entre unos y otros, media la distancia del hecho y su interpretación. No podemos contentarnos con adquirir noción de lo que hizo y dijo, ya que aún siendo sustancial el estudio de su obra, resulta insuficiente para comprenderla cabalmente, como tampoco sería satisfactorio quedarnos únicamente con las interpretaciones, debido a que estas suelen estar enclavadas en distintas tendencias, clases, grupos y posiciones en contextos concretos tan dinámicos respecto de su dependencia de otros factores, como cambiantes en la historia. De donde resulta que todavía queda por poner en claro cada contribución para entenderlo y asimilarlo, unas se rechazan radicalmente (sistematización vs síntesis), otras intentan complementarse (intelectualismo-criticismo), unas sólo sustraen aquello que a su fin resulta provechoso (por ejemplo, retomarle una forma de profundizar el análisis, sin lo organizativo, o viceversa, lo organizativo sin el análisis), suele suceder también en otras visiones que no están interesadas en rescatar nada de las demás. Este es un primer problema para asimilar a Lenin, la complementariedad entre el aprendizaje de su obra y su mejor ubicación en el escenario histórico social. Tratándose de su asimilación plena, cada uno de estos dos aspectos, la obra y sus balances, aporta al propósito, aunque la dependencia de una matriz resulta clara, lo cardinal es conocerlo en su tinta, al conocerlo y tomar conciencia hacemos parte de ese balance, pero definitivamente un balance o juicio sin tomar contacto con su obra da pie al prejuicio o la religiosidad.
Tan polémico es Lenin como sus interpretaciones en vista de la inmersión de toda su concepción sobre el gran teatro de la lucha de clases, develándose sumamente atrayente, a sabiendas de que toda su obra es valiosa para el desenvolvimiento del proceso revolucionario de los pueblos. Pero nos estamos adelantando, cien años de lucha de clases mundial y Lenin el revolucionario vive polemizando sobre sí al tiempo que vive sembrando debate sobre la sociedad. Así sólo Lenin es un decir, una puntualización para sustentar y canalizar la discusión de la teoría revolucionaria al conocimiento de lo que se mueve alrededor de éste eminente teórico tan multifacético y tan abocado a tareas concretas. Con todo, mujeres y hombres, clases y sectores no estamos en condiciones de evitar que nuestras apreciaciones también sean ecos de interpretación a raíz de fenómenos concretos de las batallas en que estamos inmersos. Esto indispensablemente forma parte de una dialéctica sabiamente manejada en él para poner en sintonía importantes leyes revolucionarias de interpretación-acción dentro del contexto de una sociedad dividida que se enmarca en el conflicto; dialéctica cuyos estruendos de batalla se reproduce constantemente elevando lo dicho y hecho por nuestro camarada, que es maestro en esta forma. No hay nada negativo en ello salvo si se descontextualiza a Lenin y se le hace decir cosas que jamás sustentó; lo importante es lograr centrarnos en aprovechar al máximo sus enseñanzas y experiencias.
La obra de Lenin habla por sí misma si se la contrasta con la realidad de su época y con la realidad actual, naturalmente unos aspectos sólo serán ecos del pasado, en tanto que otros serán verdaderos llamados que parecieran escritos hace unas horas para la urgencia del momento, y otros más constituyen líneas trazadas por debajo de sus contextos para subrayar la continuidad de tareas, acciones y procesos de la lucha general. Sin teoría revolucionaria no puede haber práctica revolucionaria nos dice, tal es una de las grandes resonancias que encontramos, por emplear el ejemplo más común aunque no siempre atendido, ya que es un reclamo a la clase proletaria, los pueblos y revolucionarias(os). Así mismo todo estudio que aporte al conocimiento de Lenin, que profundice, exponga o le inscriba cierta organicidad a su obra, nunca dejará de ser valioso para los pueblos que ansían recoger los mejores frutos de sus experiencias. Solemos pelear contra las interpretaciones porque se apoyan a ciertos fines, nos parezcan apropiados o no, mientras existan clases y luchas, el conflicto de este tipo siempre será una manera de apropiarnos, sintetizar e incluso actualizar las perspectivas sobre Lenin tanto como de asimilar su obra directamente.
Aceptamos el papel que cada forma de trazar la obra de Lenin tiene, aún encontrando motivos sobre los cuales diferir, existen aspectos que resaltan distintos panoramas de los que hoy intentamos apropiarnos, así se constituyan por los elementos más álgidos de la polémica histórica y cuanto se refiera a interpretaciones confrontadas. Hoy con tanta agua corrida, sin pretender conciliación alguna, nos atrevemos a resaltar que las partes en disputa, trascendidas a campos de batalla ideológica-política reclaman atención para rescatar lo que aquí y allá se enfatizó, en espera de nuevas síntesis. Las síntesis más brillantes, las profundizaciones más amplias, las acotaciones más demarcadas, todo ello es necesario, no se trata de sustraerse de lo que les movió, sino de valorar lo mejor posible su razón y su importancia en el complejo de la teoría y la práctica, así como sus limitaciones para recuperar otras profundidades. No para caer en una especie de pragmatismo contra las parcelas teóricas, sino a modo de apreciar claramente la naturaleza de Lenin para la revolución descontaminándonos de los aspectos de la polémica que aún sustentando su importancia, no permiten dicha asimilación, que en política revolucionaria diferencia los resultados de entre la formación de la secta de hecho, el partido deformado y el partido de verdad. Tampoco pretendemos detenernos en este asunto, nuestro propósito ha sido despejar la preocupación excesiva por cuanto se diga de este gran fundador comunista, finalmente también estamos para hablar de él.
Después de esto, aún puede ser complicado asimilar a Lenin, los detalles, las puntualizaciones, las discordancias, las críticas, las interpretaciones sobre sus planteamientos; saltan por doquier. Nos acompañan para bien y a veces para mal, pero discernirlas o ponerse de acuerdo es tan necesario como romper el cerco para que prenda en el seno del pueblo, inexcusablemente, sin pretextos, bajo cualquier dificultad o condición, hay que estudiar a Lenin con urgencia, buscando con ansia las claves de su propia visión. Lenin es un legado de los albores de tiempos revolucionarios que no terminan, tiempos que ahora nos presentan las cosas de un modo, ahora de otro; en esa apropiación es que la tarea se convierte en una verdadera batalla intelectual del pueblo. Cuánto se enaltezca dicho legado depende directamente de cuánto el proletariado y los pueblos del mundo logren hacerlo suyo en la más rica y eficaz de sus definiciones. Ojo crítico, cuidarnos del endiosamiento lo mismo que del ultraje en torno a Lenin es parte de todo este paso a su reconstitución.
Tenemos otras nuevas preocupaciones, hay cinco rubros más que debemos evitar: la abstracción forzada, el misticismo, la manipulación, la fraseología revolucionaria y la confrontación al absurdo:

a) La abstracción forzada. Es el peligro del dogmatismo consistente en generalizar cualquier planteamiento de Lenin para toda ocasión. Interpretar sus escritos de forma imprecisa sin atender los contextos, que ya encierran un aporte a la lucha de clases, para desprender conclusiones prácticas de todo color, sea defendiéndolas o rechazándolas como muy a menudo suelde suceder con la valoración de la obra ¿Qué hacer?, la idea del partido revolucionario, sus posiciones sobre la democracia proletaria y la planificación estratégica. Si bien lo certero de Lenin es su atención a la lucha revolucionaria contra el capitalismo imperialista, las formas que ésta cobra y cobró, varían, algunas propuestas de debate se pueden aplicar otras no según el proceso de cada país. La conciencia se forma lentamente, ciertamente existen periodos en que ésta se acelera y adelanta rápidamente, pero lo importante es que la conciencia se forme sobre la vida concreta de los pueblos y sus revolucionarios donde sus líneas revolucionarias se observen y practiquen con centralidad. Puede requerirse más persuasión o resolución, más educación o experiencia concreta, variando definitivamente los esquemas, no así la visión de los problemas del combate.
b) El misticismo. Va asociada al anterior inciso, adquiere su peculiaridad en que solemos hacer de Lenin sólo un símbolo o icono, nos llenamos con expresar que comulgamos con sus ideales, como cuando aseveramos con religiosidad que “estamos con el proceso”, pero difícilmente atinamos a armonizar una visión de los fenómenos que nos arrebatan la vida. Se dice que es producto de la contaminación del sistema, lo que sea que fuere, por cuanto también se asocia a un modus vivendi marginal; los pueblos y los revolucionarios debemos actuar sobre lo concreto, debemos apreciar aquí a Lenin en cuanto a orientación de lucha, tan objetiva como directamente práctica. Que los hechos y las palabras se fusionen como en su vida nos dio el ejemplo, el leninismo se asimila y asume en nuevos contextos de lucha, sin estos, no cabe hablar de verdadera consecuencia, sino de misticismo radical, el marxismo en Lenin bolchevique no es un catecismo, ni mucho menos una serie de dogmas para medir. Este otro ejemplo el del bolchevismo practicado a base de palabrería mística para ocultar poderes anodinos trae escasos resultados, recicla modos de existencia circunstanciales, pero no aterriza la identidad del bolchevismo aún variando su aplicación como forma de llevar a cabo la gran obra revolucionaria de elevar conciencia, organizar tareas, formar revolucionarias y revolucionarios, cultivar el espíritu de clase y sus solidaridades, remover a los explotados a la condición clasista colectiva, orgánica y de vanguardia.
c) La manipulación. Toda manipulación es ya una apropiación limitada, con intereses parciales. A Lenin se le apropia así sólo desde “puntos de vista”, según la cátedra, según el grupo, según un objetivo, aquí en Venezuela hemos visto inclusive que se le asimilaba para golpismos y alianzas con la ultraderecha embaucando a sectores del pueblo. Consideremos sin estar de acuerdo en que algunas de esas formas aportan un granito de arena, pero su problema, con o sin intención, es que precisamente al hacerlo de esa forma, degradan, desarticulan y descomponen la naturaleza continuadora de Lenin como totalidad del pensamiento y la praxis revolucionaria. En esa tendencia reduccionista que aconteció desde el resquebrajamiento del bloque soviético y las agudas divergencias del movimiento comunista internacional, así como se perdió mucho de la apreciación global de Lenin, también se nos presenta la oportunidad de su recuperación, de poner el ojo a toda apreciación exclusivista sobre algún rasgo de Lenin, que sin dejar de ser oportuno, guarda los secretos de un mundo dividido.
d) La fraseología revolucionaria. Reducir a Lenin a un listado de frases, agarrarse de estas para “hacer política” es sin duda un gran problema a afrontar, quien se asuma o por lo menos se afiance en el estudio de Lenin se va a encontrar con una selva de frases pomposas, de revoltijos de consignas que pocas veces se concretarán en una acción según Lenin orquestada, reflexionada y colectivizada. A pesar que es uno de los problemas ferozmente combatidos por Lenin, al margen del estudio de sus causas, la fraseología revolucionaria se presenta también en su estudio. Con justificada razón una gran cantidad de intelectuales acusaron la fraseología como un falso pensamiento revolucionario, inadaptable a las condiciones latinoamericanas, aunque la fraseología no es el leninismo en sí, con mucho es simplemente una vulgarización de éste.
e) La confrontación al absurdo. El intento de contrastar a Marx o a Lenin con algunos de los más eminentes próceres de las revoluciones de independencia (Bolívar, Hidalgo) y las posteriores luchas en el radio de acción de América Latina sin duda adquirió formas absurdas, perdiéndose el sentido histórico de los hechos y con esto los aportes en distintos planos. Bajo el intento de elevar la visión revolucionaria se optó por denigrar lo nuestro, por resaltar nuestros constantes tropiezos o en contraparte por resaltar lo nuestro sin una crítica seria, por constituirse un campo de disputa entre el llamado eurocentrismo y el latinoamericanismo. Una burda aplicación del principio de contradicción no ha permitido que se asimile plenamente la historia de las luchas de clases de América milenaria y latina. Entre los revolucionarios hubo un verdadero campo de disputa respecto de la apreciación necesaria de nuestras luchas al punto que se priorizó en la confrontación de las distintas posiciones, la derivación a cuestionarse, a crearse supuestos enemigos entre las distintas posiciones, tendencias y sus formas de asimilar a Lenin, de esta suerte llegamos a puntos en que formas de lucha concretas fueron rechazadas por tirios o troyanos bajo la consideración ideologizada de no estar a tono con la interpretación del leninismo, del marxismo o del revolucionarismo propio. En Lenin muy por el contrario encontramos uno de esos finos tejidos que asumiendo las tendencias e historias nacionales de lucha se les logra empujar al desarrollo marxista y la consecuencia socialista. De nada sirve insistir que todo vino de fuera y que las malas influencias nos dislocan el pensamiento (se decía en unos medios que todo fue culpa de la tercera internacional), de ahí hay que recoger sólo una parte de verdad, ligándola al sentido en que nuestra percepción de la teoría, nuestras pertenencias de clase, las condiciones del sistema de relaciones sociales en nuestros países y nuestras experiencias disparan una forma de disputar no siempre a tono con los temas y circunstancias que reclaman cierta puntualización, conocimiento del contexto y mucha reflexión.

Otras amenazas se ciernen, como el hecho de que sucumbamos a las experiencias inmediatas, el inmediatismo político y las condiciones que orillan a que sólo se aprecie una parte de la obra, a que adquiramos retazos de Lenin en el supuesto de que sean suficientes y los hechos no exijan más. Claro está que los hechos bien contemplados siempre exigen más, si además se contempla la perspectiva futura, agarrarse a todo ello de manera constante es un poderoso aliciente para asimilar a Lenin. Por ejemplo, los hechos de la Venezuela chavista de hoy sentencian la importancia de la organización del pueblo, sus posibilidades, su oportunidad; sin embargo, ver mediatizada la organización a las circunstancias es un peligro real, ahí en ese detalle resalta uno de los valores del leninismo.
Podemos combatir bien y tenazmente contra unas u otras amenazas del momento, trazar el cumplimiento de pequeñas tareas, mas si no logramos empaparnos y empapar del sentido de la crítica revolucionaria leninista sobre la sociedad, difícilmente vamos a romperla, en algún momento sus actos suprimirán aquellos esfuerzos o simplemente por obra y gracia de sus relaciones establecidas adquirirá una dinámica burguesa más afinada. Los revolucionarios en esa condición quedaríamos muy mal respecto del cumplimiento de nuestros fines, pasaríamos por buenos radicales y malos practicantes de los principios revolucionarios. Lenin no se llevaba la lucha en paz, toda su labor es muestra palpable de resistencia contra el estatus en todos los ámbitos posibles u obligados en que debía y debe contrastarse el carácter revolucionario de un movimiento social.
Ante nosotros se presentan estos pasajes de la línea leninista, lo clasista, lo organizativo, lo crítico, lo revolucionario, lo objetivo, lo amplio y lo específico. En el contexto de su formación y lucha, con todas sus semejanzas y desemejanzas de la realidad actual, se acrisolaron estos principios de compromiso con la transformación social para cimentar una de las grandes experiencias de masas sobre la sociedad libre. De su armonización se desprendieron importantes aportes que hoy gustamos asimilar para entender y actuar mejor en la vida social.

Continuará una 2a. parte.

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