EL ARTE Y LA EDUCACIÓN COMO CONSCIENCIA
DE LA HUMANIDAD
De tanto ver el mundo jodido,
misterio, que nadie entiende
y habla como si se le conociera de tiempo.
Anónimo
En las concepciones sobre la educación[1], se identifican las primeras relaciones humanas, a partir de la tribu más primitiva, de ese hito histórico se fueron generando las relaciones de poder en una multiplicidad de matices en contenido, forma y significación, de acuerdo a las épocas acontecidas; lo que distingue a esas expresiones humanas-inhumanas es, la defensa de derechos humanos intuitivos e instintivos de sobrevivencia, que tiene que ver con la potenciación de sensibilidad artística, y en esa sensación de convivencia cultural y educativa se fueron desarrollando las relaciones de abuso de poder como forma o formación dominante, iniciando la primogénita condición de desigualdad que por sus desvíos de fuerza y de destrucción inspira temor; sobre este comportamiento humano se ocupa el presente escrito de investigación educativa.
Debido a tal temor colectivo que provoca el sentido de la pérdida del sujeto primitivo en su pertenencia y reconocimiento, sólo por esa búsqueda de autorreconocimiento, se ha ido acuñando el proceso educativo ‘integral’ como se irá reflexionando; así el miedo se vuelve cada vez más amplio territorialmente en los procesos de producción con el aumento de población, de arrebato, de despojo, de reproducción social y de transformación de la vida-muerte, mostrándose como sobrevivencia educativa de un instinto encarnado, el de volver siempre al origen -plantea la obra de Nietzsche-; ahí radica el reconocimiento del ser vital en su propia naturaleza y en sus leyes culturales constituidas y a la vez constituyentes del sujeto, como un proceso dialéctico-educativo único, e irrepetible por su singularidad matizada en lo particular del mundo de la vida y de la muerte por definirse.
En tales relaciones de parentesco tribal y luego en las familias de distinta conformación histórica-material objetivada, se va acompañado de valores humanos necesarios en esa estructura de pensamiento del sujeto de acuerdo a su modo de producción; precisamente es cuando las relaciones diferentes de poder emancipador, y de abuso de poder aniquilador, se van desarrollando cada vez de forma más abierta y polarizada, de acuerdo con las experiencias, conocimientos e intuiciones de esa vida-muerte cultural diferenciada, es decir concientes, por sus formas de sobrevivencia consciente e inconsciente; así se va constituyendo un grado de conciencia histórico-social, que sujeta al ser humano en su mundo y en su cosmovisión, por medio de una legendaria y actual autenticidad de poder político emancipador [2]; pero véase cómo la explotación del hombre por el hombre, es un rasgo histórico al respeto de las primeras formas de propiedad privada, al grado en que hoy día, el abuso de poder político, está perdiendo fronteras territoriales en la lucha social, al ir imponiendo costumbres hegemónicas, que a los dominados les son ajenas, por ser aculturadas, es decir impuestas en esa lucha a muerte por el reconocimiento, a través del prestigio, los dogmas y la posesión de dinero, que más tarde se convierte en posesión irracionalmente insensible de capital en las relaciones de producción y apropiación, por tal razón, se puede explicar cómo hoy el ‘supuesto poder político se circunscribe en un asunto exclusivo del poder reproductivo parlamentario de las sociedades modernas’; porque ese abuso de origen, fue castrante a través de la conquista, la violencia, el engaño, las canonjías, la muerte y la represión en el acto educativo; además de la enculturación cotidiana, la cual se implanta por medio del ejemplo vital, así se crean mezclas confusas y complejas del funcionamiento social a través de las pasiones y de los afectos más encontrados. Siendo la tierra el primer medio de producción defendido en ese abuso de poder, por ser un elemento generador de vida; de ahí parte el abuso de poder de acumuladores del trabajo ajeno, por falta de un auténtico diálogo comprensivo y de colaboración, y sí en cambio se fue envileciendo por guerras crueles e intestinas con una conciencia en sí del momento, y desde esa experiencia, se genera la ley hegemónica, encarnada en la lógica del más fuerte, desarrollándose el cinismo de la fuerza bruta, siendo este despliegue de la conciencia en sí, el proceso educativo o de humanización de acuerdo a las condiciones materiales de vida desde el caos de origen, en donde así como se vive socialmente, también se piensa.
De tales luchas, valórese lo producido por el trabajo esclavo, el servil y el de la prole, es decir de la clase obrera en la fábrica hoy en día, como venta de productos de la naturaleza transformada en cultura de dominación; que obtienen los magnates monopolistas de la oligarquía financiera, que es la forma más acabada de la burguesía; así reciben esa fuerza de trabajo como un regalo divino en la explotación del cuerpo de los despojados de su tierra por los dominadores, hasta dejarlos sin un solo instrumento de trabajo, siendo entonces esta clase trabajadora históricamente, presa de compra-venta de los dominadores en esa relación de abuso de poder del proceso educativo idealista-dogmático y mítico-religioso principalmente, como lo marca la ley del más fuerte en la naturaleza hecha milagro manipulable.
Sólo recuérdese cómo cada contexto histórico concreto fue sucediéndose a través de las épocas: entre amos, esclavos, señores feudales, reyes divinos y siervos desamparados, hasta terminar siendo el trabajador junto con sus familias o tribus, viles proletarios o lumpenproletarios -escoria social-; al no tener ya nada más que vender que su fuerza de trabajo y su degradación, dada al dueño de los medios productivos de a poquito, todos los días de su existencia, al ser un acto educativo ‘naturalizado’ en la intersubjetividad de las intuiciones colectivas e individualistas modernas y posmodernas[3], sobre el respeto divino a la propiedad privada de medios productivos, que se reproduce en distintas formas, contenidos y significaciones; esta propiedad, no es más que trabajo acumulado no pagado entre poseedores y desposeídos.
Estas son las primeras formas conocidas que sujetan al ser humano a su tierra-madre, con un sentido de cobijo y de seguridad abusiva a costa del trabajo ajeno, o por el contrario, en el contenido de ser la tierra dadora de vida, de alimento y de gratitud en la alegoría del trabajo creativo y necesariamente compartido en equidad, de lo cual existe una raíz histórica indestructible, en esos lazos de matices culturales que son auténticamente una raíz cultural enaltecida por la producción y los valores sublimados, así como pueden ser las tradiciones y las costumbres; dicho proceso educativo se objetiva como satisfactor material y se subjetiva como consciencia del sujeto, de acuerdo con lo que el sujeto es, por medio del cariño y del cuidado educativo en la formación histórico-social contra-hegemónica, sin que ello pudiera parecer a simple vista, un movimiento mecánico, sino por el contrario es sumamente contradictorio y complejo, casi como una telaraña infinita de significados, plantea Geertz[4]; de manera que el sujeto histórico va teniendo memoria de su experiencia intuitiva, aunque se cree, que su memoria la está perdiendo; pero vemos que en el control del conocimiento y de la experiencia objetiva, el sujeto sabe a partir de esa intuición originaria, encarnada en el desarrollo estético y a la vez ético, el siguiente paso a dar; que sólo el sujeto en lo particular vive, por medio de su propio cuerpo, el cual está llamado constitutivamente a la libertad, al irse haciendo humano; por tanto la lucha de clases no se terminará hasta que todo lo producido históricamente por las grandes mayorías se socialice, lo cual significa una tarea educativa potenciadora; ahí radica el sentido histórico emancipador del arte, de la educación y de la consciencia humana como integridad histórico-social.
Se percibe también, la necesidad del sentido no sólo religioso, sino militar y artístico en el despliegue de la sensibilidad humana desarrollada o encarnada como un espíritu humano guía, construyendo y constituyendo al sujeto; éste se observa en sus primeras intuiciones sobre el derecho y el dominio entre los seres desiguales como ímpetu de existencia para sobrevivir a través del Estado represor, entendido éste, como el órgano histórico de control y de opresión de las grandes mayorías en la búsqueda por su libertad, siendo impedidos permanentemente por el beneficio de la corrupción para bien exclusivo de las minorías privilegiadas -así lo denuncia la teoría marxista-, por medio de los costos implícitos, cultivando el síntoma de vida-muerte que sigue dando miedo, a través de la ingobernabilidad actual en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, por lo que se tiene que poner un límite, que toma presencia principalmente en dimensiones de: parentesco, prestigio, propiedad, fuerza imperativa, entre otros comportamientos humanos-inhumanos más de la división del trabajo y el reparto de la riqueza, en un horizonte amplio de valores que constituyen el proceso educativo de una época, para ir satisfaciendo y superando los problemas en el deseo inacabado, sabiendo que el deseo más amplio en su formación virtuosa de toda la humanidad hasta hoy día, es:
“poder sentir la necesidad del otro en múltiples procesos de comunicación abierta, como espacios y tiempos de comprensión significativa, que si bien se sitúa en una correlación de fuerzas y de intereses de clase, las relaciones de abuso de poder, pueden interrumpir el diálogo y la problematización político-filosófica del sujeto educativo, al no tener razones históricas con que argumentar la necesidad de emancipación de las grandes mayorías, eso es precisamente lo que articula el sentido artístico por medio de la búsqueda de expresión voluntaria, sensible e intelectual; porque con la falta de entendimiento racional y con la cerrazón dogmática insensible, se agotan las intenciones de poder emancipador, debido al abuso de poder opresor; de ahí se apuesta a la generación de justicia, templanza, prudencia y fortaleza para ser reconocido en esa lucha a muerte consciente o inconsciente del proceso de aprendizaje educativo, ese es el sitio del hilo más fino del acto artístico humanizado, generándose prejuicios sin mayor fundamento en el debate de las determinaciones entre la conformación de las clases sociales, que marcan la desigualdad esencial y la superflua”. En dicho sentido se va acuñando la responsabilidad pedagógica del acto educativo por medio del ejemplo, que necesariamente es didáctico, es decir exige atravesar al otro yo, para su posible transformación consciente, creativa, liberadora, lúdica y crítica, que sólo se muestra con honestidad entre lo que se dice y lo que se hace, para el bien de la mayoría, en la estrategia del otro yo como en un espejo en donde se refleja, y se siente la necesidad vital en esa lucha de poderes por ser reconocido en libertad, es decir en la responsabilidad compartida de la vida-muerte cultivada.
La pregunta obligada es ¿por qué se cae en esa lucha de fuerzas?
Al parecer de Marx, desde donde se genera el socialismo científico que incide en la pedagogía crítica, ello tiene que ver con el hecho de que cada quien vislumbra apenas sus propios intereses de sobrevivencia y de esfuerzo vital intuitivo, sin darse cuenta que la propia carencia humana es una diferencia, pero a la vez unifica al sujeto educativo o sujeto histórico despojado de sus objetos de trabajo; en tal identidad humana el sujeto sedimentado por sus valores más útiles y utilitarios de la vida práctica, apenas valora su larga historia, que no alcanza aún a captar como una totalidad concreta inescindible; dado que el sujeto educativo en plena inseguridad, sólo va conformando su propia sobrevivencia existenciaria, que es la que le impulsa a hablar sobre sus derechos humanos, es decir, a ejercer su poder político real desde su muy corta edad o temporalidad espacial; tal historicidad implica la formación consciente de valores acuñados, por el bien de las mayorías, lo cual se ha desvirtuado por la clase dominante hegemónica de distintas épocas o significados, al no reconocer a la clase trabajadora, al grado de no nombrarla siquiera; por lo que este derecho intuitivo, lo enfrenta el sujeto emancipador en y con la resistencia del oprimido, aún sin saberlo con claridad, pero así lo hace[5].
Por tanto el sujeto es el efecto-afecto de sus palabras y de sus actos, que muestran sus deseos entre el querer y el poder, los cuales no son más que símbolos de sentido y de memoria histórica en ese logro social realizado y deseado en comunión; tales palabras avanzan paulatinamente debido a los referentes de necesidad humana, que son recordados en momentos de sobrevivencia por cada sujeto histórico consciente o no de ello, como persona, como individuo, como grupo, o pueblo-Estado-gobierno-nación, clase social, o finalmente como consciencia histórica autónoma, porque la forma más abarcativa es el sentido humano del contexto de la lucha de clases[6], que también es una construcción social; así se transforma intencionadamente el sujeto en virtud y en sublimación de sí mismo, a través del otro yo, en el acto educativo emancipador revolucionario.
Téngase en cuenta que, estas palabras desde los pequeños balbuceos conscientes-inconscientes, aún no han florecido como forma de comunicación generalizada ilustrada[7], sino por el contrario, se evita ser extendidas entre las mayorías inconscientes aún, a través de ese largo proceso educativo de capacidades-incapacidades humanas desarrolladas y mutiladas, a través del trabajo de las distintas generaciones; pudiéndose diferenciar unas de otras, de acuerdo al grado de consciencia social, a la participación activa y al sentimiento de búsqueda y de satisfacción, que tiene que ver con el arte en la lucha desigual de la existencia del ser y del hacerse un verdadero ser humano, en ese hablarse y escucharse en su otredad, como un acto casi poético revolucionario de culpa o de emancipación, que brinda el fundamento de respeto, de comprensión y de dignificación compartida entre el trabajo intelectual y manual, que es vital en el acto artístico.
[1] “La educación es, pues, siempre un acto resultante de una cierta organización social, nunca una propiedad individual”. Vid. Cantón, Valentina. En nombre de la pedagogía. Coord. Fernández y Rivas. Colec. Archivos. UPN. México 2005. P. 48.
[2] Porque “La verdadera política fue para Platón una tarea de toda la vida…”, Vid. Jeannette Escalera Bourillon. República y Leyes, neoliberalismo y globalización, dos paradigmas en el ámbito Educativo. . Ed. UPN, México 2009.
[3] Rosa Nidia Buenfil Burgos, plantea que la polémica modernidad-posmodernidad gira fundamentalmente en torno a: “La posibilidad o imposibilidad de fijar un fundamento trascendental, último y definitivo del ser, de la política, la ética, el conocimiento, etc. La posibilidad o no del fin de la historia, del fin de las ideologías y de otros ‘fines más’ en el sentido de que se acabaron ya, de una vez y para siempre. La viabilidad de los proyectos globales frente a los proyectos regionales, de orden político, económico, cultural, religioso, etc. La asociación de las posiciones antagónicas de este debate a posiciones políticas también antagónicas, por ejemplo: la vinculación necesaria entre posmodernidad y neoconservadurismo. Estas polémicas sí tienen mucho que ver con los proyectos educativos específicos. Es precisamente la filosofía de la educación, la práctica reflexiva que puede aportar las categorías intermedias que hagan el puente entre las preocupaciones recién mencionadas del debate modernidad-posmodernidad y las medidas específicas relacionadas con la orientación educativa” de un país como México. En Filosofía de la educación, posmodernidad y modernización educativa. Ed. CINVESTAV, IPN. N/d. P. 3.
[4] Vid. Geertz, Clifford. Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas. Ed. Paidós, Barcelona 1994. Al respecto distíngase, que en las representaciones culturales se diferencia el sentido o el significado del signo desarrollado entre el sujeto y el objeto de conocimiento. El signo, comprende los iconos (imágenes, diagramas, metáforas); los indicios, que implican alguna conexión real con sus respectivos objetos; y los símbolos, que son signos convencionales. Así se hace un triángulo entre el objeto, el signo representado y el sujeto interpretante.
[5] Según H. Arendt, “el poder se deriva básicamente de la capacidad de actuar en común”, es decir en unidad. Vid. La condición humana, Ed. Paidós México 2005. P. 14. En este aspecto la autora coincide con Marx, porque al penar éste que la democracia es el bien desde la acción común por las mayorías, de modo que cuando las mayorías tengan ese bien, la propia democracia dejará de ser un bien a alcanzar.
[6] En la obra cumbre de Marx, El Capital, éste aclara: “El proceso capitalista de producción reproduce, por lo tanto, en virtud de su propio desarrollo, el divorcio entre la fuerza de trabajo y las condiciones de trabajo; reproduce y eterniza con ello las condiciones de explotación del obrero. Le obliga constantemente a vender su fuerza de trabajo para poder vivir y permite constantemente al capitalista comprársela para enriquecerse… Por lo tanto, el proceso capitalista de producción no sólo reproduce la plusvalía, sino que produce y reproduce el mismo régimen del capital: de una parte al capitalista y de la otra al obrero asalariado”. T. I. Pp. 486-487.
[7] Por Ilustración se entiende a “la dirección filosófica definida por el empeño en extender la crítica y la guía de la razón a todos los campos de la experiencia humana. Kant ha escrito: ‘La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella... Ten el valor de servirte de tu propia razón: he aquí el lema de la Ilustración’ (Was ist Aufklärung?, en op. cit, de Cassirer, IV, P. 169; trad. Esp.: Filosofía de la Ilustración, México, 1943. F.C.E., Pp. 185-186. (Al respecto) (...Cassirer cita tres aspectos diferentes y conexos que comprende la Ilustración...) 1) la extensión de la crítica a toda creencia o conocimiento, sin excepción, 2) la realización de un conocimiento que, para abrirse a la crítica, incluya y organice los instrumentos para la propia corrección; 3) el uso efectivo, en todos los campos, del conocimiento logrado de esta manera, con la finalidad de mejorar la vida individual y asociada de los hombres. Estos tres aspectos, o mejor dicho tareas fundamentales, constituyen, en su conjunto, una de las formas recurrentes de entender y practicar la filosofía y, precisamente, la que ya encontró expresión en la edad clásica de la antigua Grecia. (...) Por Ilustración moderna se entiende comúnmente el periodo que va desde los últimos decenios del siglo XVII a los últimos decenios del siglo XVIII, y este periodo es, a menudo, indicado sin más como Ilustración, Siglo de las Luces o Iluminismo”. Abbagnano, Nicola. Diccionario de Filosofía. Editorial Ariel, Barcelona 1994. Pp. 648-649.
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