Saturday, December 26, 2009

SENSIBILIDAD Y FORMACIÓN EN LA RELACIÓN DE PODER POLÍTICO

“¿Vas corriendo delante de todos? ¿Lo haces
como pastor o como ser excepcional?
Puede haber un tercer caso: el que corre porque
huye... Primer caso de conciencia”.

Friedrich Nietzsche


SENSIBILIDAD Y FORMACIÓN

Para hablar de la sensibilidad, como la forma de sentir la necesidad del otro en el momento instante necesario de la historicidad del derecho humano en los mitos de un sueño colectivo, es indispensable ante todo, empezar a hablar sobre el orden militar que entraña la lógica de acumulación capitalista machista, racista y dominante, como un tejido fundamental del cuerpo, a través del peso judeo-cristiano, implantado con el catolicismo e interiorizado como trauma de inferioridad, desconfianza y prepotencia, para negar la capacidad de la toma de posiciones sobre las vidas, los cuerpos y los límites de la autonomía a través de los siglos en la formación del autorreconocimiento del sujeto.

En el proceso de autorreconocimiento de la formación del sujeto histórico, en sus múltiples particularidades que lo distinguen en un espacio y tiempo determinados históricamente, como fue el siglo de las luces o revolución ilustrada, entre la diversión y las guerras, que se ejercitan para debilitar y destruir las fuerzas sensibles en la formación del sujeto. Ello sucede, en cuanto al paso de un equilibrio de recursos y de gastos en la acumulación de las fuerzas como capacidades humanas, con vistas a su crecimiento, descubriendo su esencia histórica y comprendiéndola; ahí se ve la exposición del ser, a través de su complejidad más íntima, siendo lo divino uno de sus síntomas; nos interesa desentrañarlo para conocer algunos aspectos sobre el proceso de constitución del sujeto histórico sensible, como sujeto particular y universal deteniendo lo esencial de lo sensible racional en su necesidad profunda, justa y compleja.

La concepción de Georges Bataille, nos acerca a algunos elementos de la teoría de la religión, que ha encerrado los más fuertes sentimientos instintivos antropomórficos del sujeto, lo cual hace referencia a la forma que tiene parecido con el hombre, para formar una cultura de respeto a los derechos sexuales, legales, de autonomía, de justicia social, por medio de la educación pública y de la democracia contemporáneas, para acceder a una cultura de autonomía y a la educación humana en general, como proceso de emancipación social; ahí la mística, la poesía y la literatura en los procesos de formación de esas historias humanizan los sentidos entre poseedores y desposeídos, para reflexionarlo con claridad, distinguiendo los intereses de unos y de otros, porque detener lo esencial de la historia en los procesos de formación, significa eliminar lo falso para conservar lo verdadero.

En este sentido hablar del ámbito de la formación del sujeto histórico, equivale a reflexionar sobre una propuesta educativa en el contexto histórico de la modernidad y sus posibilidades de vida autónomas, para reconocer en el proceso de formación del sujeto universal y particular, las implicaciones que conlleva la formación docente, la praxis docente y el poder político, en un sentido formal como validación y en un sentido crítico e inconmensurable en el tenor de la sensibilidad que cuestiona lo tradicional impuesto; la intención es ir encontrando en los procesos de formación sensible en plenitud, los entramados de la formación formal y crítica en cuanto a su forma y contenido, así como se muestra en el sujeto que tiene memoria de su historia y de sus derechos humanos conforme a la identidad cultural diferenciada


Conceptuación de sensibilidad

Con la intención de distinguir algunos elementos de identidad cultural, en la expresión sensible del autorreconocimiento del sujeto en formación, que va indicando su integridad humana, más allá de sus emociones y pasiones, planteándolo así con base en una concepción amplia de cultura, en donde se pueda pensar a la realidad sensible del sujeto en múltiples espacios posibles, de acuerdo a las analogías en el ejercicio del poder contextuado social e históricamente, como un enfrentamiento cultural entre dos razones distintas, en donde se ven expresadas las partes más simples del todo, es decir, la totalidad sintetizada en una multiplicidad de determinaciones particulares matizadas, diferenciadas y entreveradas desde diferentes sentidos de vida que son contradictorios y aparentemente irresolubles, pero sólo son síntesis de contenidos y de formaciones históricas complejas y simples a la vez que están en equilibrio y desequilibrio en los sentimientos humanos.

El paso de cómo se han ido equilibrando los recursos y los gastos en la acumulación de fuerzas con un sentido de crecimiento, dentro de la lógica del orden militar, muestra rasgos en el campo de la subjetividad, que dan cuenta no sólo de esas relaciones de justicia, equidad, derecho, obligación, crueldad, vileza, indiferencia y de la intimidad de lo divino-sagrado, como formas inconmensurables del ser en distintas dimensiones de conocimiento social internalizadas en el sujeto histórico, como son aspectos psicoanalíticos y de antropomorfismo, en una condición histórico social y existencial, los cuales están en pleno movimiento, contradicción, cambio y transformación de la expresión social del ser racional sensible, es decir en permanente proceso de autorreconocimiento.

Desde este campo ontológico se puede reflexionar la lógica epistémica en posibles interpretaciones, que correspondan con la realidad del proceso educativo o de humanización y de uno de sus ámbitos que es la teoría pedagógica, entendida como el arte de aprender el mundo y de saber qué hacer con él en el ejercicio justo del poder con capacidad humana, que es en sí el derecho esencial del ser dignificado y no subestimado, porque sustenta su vida en un sentido de cooperación, de respeto y de entendimiento; mediado este autorreconocimiento del sujeto por un proceso de consolidación cultural en beneficio de la necesidad vital de las mayorías.

Bataille propone, acerca de la concepción sensible del sujeto, que enfrenta lo utilitario y la pura funcionalidad instrumental, un sacrificio; e inicia su argumentación así “el sacrificio humano atestigua al mismo tiempo un exceso de riqueza y una manera penosa de gastar. Desemboca en conjunto en la condena de los sistemas nuevos bastante estables, cuyo crecimiento era débil y en los que el gasto era a la medida de los recursos” .

Aquí la pregunta obligada en relación con la sensibilidad, para crear las representaciones culturales del sacrificio, en donde se logre alcanzar la generosidad violenta y sin cálculo, sería pensar en los procesos de formación de entendimientos sobre lo siguiente: ¿Qué es lo que se gasta, quién lo gasta o se gasta, y a costa de quién se gasta qué?

Como se puede comprender este entramado inicia con el reconocimiento de una lucha de fuerzas ante el poder militar que conlleva una lógica interna, la cual representa a una época en la historicidad de la humanidad y de sus diversas culturas que se enfrentan en las relaciones de poder, ante el trabajo enajenado y el trabajo creativo humanizado. En este sentido se plantea la tesis de que “el orden militar pone fin a los malestares que respondían a una orgía de consumo” , para que de él pudiera crecer el poder, a través del espíritu metódico de conquista, que es contrario al sacrificio, aquí la pregunta es ¿de qué sacrificio se habla, es decir, a quién se sacrifica y quien se coloca como el sacrificado?. Ya que los reyes militares se rehusan al sacrificio e imponen la subordinación de ese orden militar, que versa entre el derecho y la moral, el cual tratamos enseguida.


SOBRE EL PRINCIPIO DEL ORDEN MILITAR, EL DERECHO Y LA MORAL

Según Bataille, es simplemente la desviación sistemática de la violencia hacia el exterior lo que propicia el orden militar, pues si la violencia ejercida hace estragos en su interior, se opone a ella en la medida que puede como expresión autoconsciente en la racionalidad sensible del sujeto, para volver a desviarla hacia afuera con un fin real… De tal manera que el orden militar… ya no apunta como lo hacia en la guerra y en la fiesta un sistema social arcaico, al mayor gasto de fuerzas, ahora lo hace sometido al máximo a un principio de rendimiento: como hecatombes rituales, y la conquista es una operación metódica con vistas al ensanchamiento del imperio .
En cuanto a la posición de un imperio como la cosa universal absoluta, se aclara que el imperio es el sometimiento en sí del orden real ensimismado, en donde todas son cosas que están a su disposición, como cosa universal, “en ese punto” y aunque hay resistencias no puede tener un carácter soberano, y aunque encuentre aperturas son un vacío, revelando la imposibilidad de la subordinación infinita que se capta en los espacios de sensibilidad del sujeto , porque es una lucha de fuerzas -como plantea Hegel, entre el amo y el esclavo- en donde la pregunta se abre nuevamente ¿quién es el subordinado de quién en la voluntad histórica virtuosa del sujeto?.

El imperio como cosa universal (vacía en su “universalidad” como desviación de la violencia hacia el exterior, “desarrolla necesariamente el derecho que asegura la estabilidad del orden de las cosas... porque el derecho define las relaciones del individuo-cosa para retarlo a redescubrir si tiene derecho a la moral…, en donde lo moral conlleva una fuerza pública, que puede vivirse en la sanción de una violencia interior del individuo, como algo íntimo , en lo que comúnmente en la hegemonía racionalista instrumental, se llama doble moral entre lo que se dice y en lo que se hace -o lo que se hace y no se dice-, pero expresado sólo en su uso moralino y obscuro en las relaciones de poder, es decir, vivido sin intensidad ni significados sagrados en esa transformación regenerativa del ser, asumido históricamente como un individualcolectivo (Cantón); lo cual está justo, en la complejidad de la existencia, que el derecho de equidad reclama en la autoconciencia del sujeto.

Por ello “…en el interior del mundo divino, los elementos fastos y puros se oponen a los elementos nefastos e impuros, y los unos y los otros aparecían igualmente alejados de lo profano (mundano)… por eso… la inmanencia de lo divino es peligrosa… destruye por contagio aquello a lo que se aproxima… . En esos deslizamientos antiguos se inicia un proceso ante el caos, y es el pensamiento reflexivo sensible, que define las reglas morales, enuncia las relaciones universalmente obligatorias entre los individuos y la sociedad o entre los mismos individuos, como personas, naciones, grupos, clases sociales o mundo. Esencialmente esas relaciones obligatorias son las que aseguran el orden del estado de cosas producidas, valoradas y acostumbradas como sagradas. Esas que retoman a veces prohibiciones que fundan al sujeto (que constituye otra manera de detener lo esencial) en el orden íntimo (tal como la del crimen) … enfrentando una libertad caprichosa del orden mítico, porque ahí lo que entrevera es la identidad, el orgullo, la distancia, la disposición y la dignidad de saberse o no querido, es decir reconocido y valorada la necesidad del aprecio del trabajo humano compartido, pues se trata de que el otro sepa sentir el deseo en su otredad necesitada y pueda reflexionarla para actuar en consecuencia humanamente, auténticamente sensible en el proceso de formación; pero si se está en el imperio del individuo-cosa, no hay posibilidad más que de la violencia ejercida en el crimen, incluyendo el sacrificio sangriento de la soberbia, ya que sólo es posible la soberanía cuando la divinidad negra se desplaza a la blanca a través de la humildad principalmente.

Admitido el poder operatorio de lo divino sobre lo real, vemos que el hombre hace prácticamente la subordinación de lo divino a lo real… reduciendo su violencia al orden real que es la moral, para que el orden real (los que saben) se pliegue, justamente en la moral, al orden universal de la razón ... Pero esa razón que es ...de hecho, la forma universal de la cosa (idéntica a sí misma) y de la operación (de la acción)... , en donde la razón y la moral unidas tienen una condición divina soberana y benevolente sobre ese orden, subordinando lo “divino” a lo real…, que está siendo reducido a su violencia y a la sanción del orden real que es la moral, cuando todavía se puede plegar al orden universal de la razón.

Porque “racionalizan y moralizan la divinidad, en el movimiento mismo en que la moral y la razón son divinizadas... en un sentido blanco de construcción en donde sí es posible… todo ello fundado en el caos de ...una bipartición, por un desplazamiento de los límites y por una inversión de los valores... En este sentido ... lo sagrado está dividido en sí mismo: lo sagrado negro y nefasto se opone a lo sagrado blanco y fasto y las divinidades que participan de uno o de otro no son ni racionales ni morales” , sino que el sujeto sólo se juega entre lo público y lo íntimo en una complejidad de puntos de convergencia, en donde no existe la seguridad de nada, pero es la apuesta a lo sagrado, es decir, a la vida, que es lo mismo que el derecho de decidir, cómo querer vivir muriendo cada vez en la otredad de lo inconmensurable de la trascendencia sensible fundada en su razón humanizada en aquello por lo que lucha.

En este sentido la negación de la inmanencia de lo divino y la posición del sujeto en la trascendencia de una razón sensible -Bataille aclara que- “la inteligencia o el concepto, situado fuera del tiempo, es definido como un orden soberano, al que el mundo de las cosas se subordina como lo hacía a los dioses de la mitología... Pero su trascendencia es de otra naturaleza que aquélla, indecisa, de lo divino de la religión arcaica” en el momento de la subversión ante el hechizo de lo abstracto absoluto, como una fuerza hegemónica que parece inmutable en la facultad del proceso de formación sensible para alcanzar a esos seres libertarios.

“Esta trascendencia secundaria difería profundamente de la del mundo inteligible, que permanece para siempre separada del mundo sensible. La trascendencia de un dualismo profundizado es el paso de un mundo a otro. O, mejor, la salida de este mundo, salida del mundo sin más -pues, opuesto al mundo sensible, el mundo inteligible no es tanto que sea otro mundo como que está fuera del mundo” , ese es el principio de deshumanización del poder militar y la complejidad de la existencia en el proceso de formación sensible del sujeto, que es posible reflexionar en el cuidado de la cultura social de clase.

Sin embargo el hombre de la intimidad perdida… como sabe de su sitio no le es extraña la operación, ni su nostalgia ante la nada, de modo que en el poder militar todos tienen una carga afectiva que pagar, todo ello en la subjetividad del sujeto, de acuerdo a ese eterno retorno que se hace hegemónico en las luchas de resistencia ante la insensibilidad consigo mismo, porque en su retorno se encuentra separado de todas las cosas… que ya no puede humanizar y sólo trata de olvidarlas abandonándolas, pero en el estado más animal e inconsciente vuelven a estar presentes, como actos irresolubles que se tornan nuevamente en violencia, aunque ésta puede ser sublimada, como alternativa de superación o de trascendencia cultural humanizada.

Cultura humanizada ante la angustia del sacrificio de un proceso de formación, en donde la exclusión racional del mundo sensible y la violencia de la trascendencia (lo intelegible), como construcción cultural, se expresa principalmente en ya no poder sentir el pensamiento o deseo del otro, porque su necesidad no le toca, ya no trasciende en su ser, por ello para aliviarse es mejor la evasiva y la exclusión racional del mundo sensible , porque ese es el espacio más peligroso para el orden militar.

Es importante destacar que “lo ininteligible puro es en el interior del mundo sensible una destrucción al mismo tiempo demasiado entera e impotente” Porque la impotencia de estar en el mundo como cosa, pues la operación militar destruye una cosa precisa aisladamente, por la negación que es la violencia, que está impersonalmente en el mundo como cosa, y ello sólo implica alterar y preservar el orden de las cosas, negándolo en sus efectos reales, es decir, en la trascendencia de la razón y de la moral como constitución cultural común, de modo que quien define el mal pone el orden en peligro, porque la debilidad del sacrificado era perder a la larga su virtud y finalmente ordenar un orden de las cosas sagradas, no menos servil que el de los objetos reales . En este sentido ya se hizo hegemónica la violencia en movimiento, la cual no puede ser mantenida mucho tiempo, porque se corre el riesgo de caer en la somnolencia-pasividad, y en ese espacio deshumanizado ya no se confrontan el bien del espíritu y el mal de la materia; y así, ya sin contrapartida se da el imperio del orden real en procesos de exclusión racional discriminatorio del mundo sensible del trabajo humanizado. Definiéndose abiertamente un mundo de libre violencia, que tiene un lugar negativo, como forma del orden y actitud militar para resguardar la lógica de la industria, en un sentido de insensibilidad, como forma dominante y militar de evasión por una exclusión racional de apertura del diálogo de la rectitud y de la bondad militar en el reconocimiento al trabajo creativamente humanizado como un puente de salvación.


EL PUENTE EN LA TRANSICIÓN HISTÓRICA

En relación a la sensibilidad y a la debilidad general de la divinidad moral y de la fuerza del mal, Bataille cuestiona, si despertar, es el sentido del dualismo, del inevitable sueño que vuelve a instalar la posición del mal, desencadenando la violencia, que se fundamenta en los resentimientos y malos entendidos; como un eterno retorno -recuperando la idea de Nietzsche-, es decir, impidiendo a la humanidad sencilla, poder vivir en el poder, en una pérdida de la otredad, siempre en una purificación ulterior, que es la huída ante los juicios de valor en las relaciones de poder emanciparse humanamente o ejercer el derecho de la apariencia superflua del enredo y la perversión de las almas o consciencia histórica, en procesos de emancipación social.

Referimos a la mediación como tránsito histórico, que aparece como un puente, que indica el como si se pudiera, se refiere a tener que responder en el poder de dos sentidos: alterar o conservar el orden de las cosas. Y así se aprecia que “La principal debilidad del dualismo es no ofrecer puesto legítimo a la violencia más que en el momento, de pura trascendencia, de la exclusión racional del mundo sensible. Pero la divinidad del bien no puede mantenerse en ese grado de pureza: por parte del fiel, de una búsqueda de comunicación íntima, pero esta sed de intimidad no será nunca saciada… El bien es una exclusión de la violencia y no puede haber ruptura del orden de las cosas separadas, ni intimidad sin violencia: por derecho el dios del bien está limitado a la violencia con la que excluye la violencia y no es divino, accesible a la intimidad, más que en la medida en que, de hecho, conserva en él la vieja violencia, que no ha tenido el rigor de excluir, y en esta medida no es el dios de la razón que es la verdad del bien. En principio eso compromete el marchitamiento de lo divino moral en provecho del mal” . Lo que muestra en ese tránsito dual, es que si la esencia de la otredad es la evasión no puede haber sensibilidad, más que aquella reprimida en el retorno que se potencia o se sublima en la violencia -explica Bataille-.

Respecto a la mediación del mal y la impotencia del dios vengador, ante la violencia sufrida de un divino desorden, que no es lógico, ni bueno ni bello; viene el crimen como una puerta abierta en el puente, que sólo restaura la razón sensible consciente e inconsciente, pero por mientras, se carga como una lápida de tumba que pesa mucho sobre los hombros, tratando de alcanzar a ver una rendija de luz, por donde salir dispuesto a la siguiente batalla en torno a la cultura que impone históricamente la clase social de pertenencia en la identidad de sus múltiples matices de participación social e individual; sin evasivas a la razón, sin groserías de humillación, sin cortar la vida constantemente ante la impotencia de la razón sensible por salvar la dignidad, como pura moralidad racional, de una mediación necesaria de su divinidad escindida, cosificada, y esperando ser nombrada en aquello que no está destruido desde fuera.

En la historia de la humanidad el sacrificio de la divinidad, en la segunda mediación que trata de conservar el orden de las cosas, es la divinidad misma la que la sufre en un Dios de venganza, que se enfrenta al amor y a la nobleza, como víctima ofrecida que es la propia divinidad, como una ofrenda ante las cosas muertas, en un retorno al orden íntimo, como un mundo de la soberanía y de la resistencia del ser ante la naturaleza sensible de lo sagrado.

Pero ¿quién comete el pecado original, ante lo sagrado pervertido en esa transición histórica de pertenencias?, porque sólo es sacrificado lo que sirve, aunque no se sepa, pero cuando se sabe que no se puede ser reducido a cosa, no queda más que su destrucción, en tanto que es una cosa, es decir, que sólo se deja de estar sometido como estaba a las mismas cosas en la relación de poder; aquí entra el sentido de pertenencia, compromiso, participación y obligación íntima y sagrada, en cuanto ¿qué es y cómo se da la servidumbre voluntaria?; en un más allá ininteligible del ser, en el que se sitúa la intimidad, que tampoco nunca está del todo satisfecha, sino en potencia ante el nuevo desvío; así en el sacrificio de la divinidad se une a la exclusión general de las violencias dadas. “La violencia misma sin la que la divinidad no hubiera podido arrancarse al orden de las cosas es rechazada como debiendo no ser. La divinidad no permanece divina más que por medio de lo que condena” , en donde algo de su liberación aparece en la razón sensible auténtica, y ello conlleva un proceso educativo y una tarea pedagógica en y con la militancia de clase, de acuerdo a la propuesta de fundamentación científico marxista.

Porque lo divino entregado a la operación en la mediación de su contradicción interna, conlleva generalmente al orden real del contexto histórico concreto, sin embargo ¿quién ha subordinado a quién en las relaciones de poder? El intento es entonces atravesar el puente, en el orden cultural de concepciones políticas y prácticas de ese poder, como ejercicio del derecho, en un mundo de confusiones del eterno retorno de la intimidad (la salvación). Pues Bataille, plantea que “Finalmente el hombre de la salvación ha introducido más los principios del orden de las cosas en el orden íntimo que lo que ha subordinado ese orden productor a las consumaciones destructivas del orden íntimo” en un permanente autorreconocimiento de la violencia innecesaria y de la necesaria, en la conformación sensible del ser histórico social en la cultura de pertenencia; de acuerdo a los sistemas de parentesco (biológico y ritual); al lenguaje como idioma étnico; al territorio ancestral; a la Nación, como ciudadanía nacional; a la región etno-linguística; a la organización del trabajo; a la participación política; al complejo religioso-ritual; y a los ancestros, como tradición de la memoria colectiva -indica Gilberto Giménez-.

En el sentido de la pertenencia cultural, “no solamente las violencias que la moral condena se ven ahí liberadas por todas partes, sino que un debate tácito se instituye entre las obras de salvación, que sirven al orden real, y las que se les escapan, que la estricta moral repudia, y que dedican sus recursos útiles a las destrucciones suntuarias de la arquitectura, de la liturgia o de la ociosidad contemplativa” . Lo interesante del orden militar en el proceso de industrialización -que destaca Bataille-, es el mensaje de ¡sálvese quien pueda! Pero con calidad moral y con fundamento racional, activados en la superación del puente históricamente constituido; hasta que se pueda instalar la verdadera lucha de fuerzas entre el amo y el esclavo, y así tolerar, resistir, proponer, intentar, negociar, platicar-discutir, y no huir sin responder en el silencio y el olvido, hasta que el silencio y el olvido den la paz, como un mito cultural; de la ausencia, la muerte, la soledad y la violencia militar hegemónica, que ejerce la lógica irracional del capital, y que aleja de la libertad y del orden íntimo real al sujeto de la historia, que no pueden subordinarse en sí en el orden de su cultura; sin embargo, en el mundo antropomórfico de los simbólicos sagrados, es decir en lo sensible de la filiación moral de la solidaridad, vuelve en ese eterno retorno, la pregunta que interroga sobre el sentir íntimo de lo humano; así pasan muchas cosas inconmensurables en el dualismo moral, de los límites de la razón y de la religión, como un orden militar que envuelve el crecimiento industrial tecnologizante, desde una condición particular y universal, como la síntesis más simple y a la vez la más compleja de la historia, en la parte íntima de ese momento-instante histórico de toda la realidad existente. De este modo indica Bataille, que la vida es un bien frágil, un bien en extremo que hay que atravesar.

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