Sunday, December 13, 2009

AUTORRECONOCIMIENTO DEL SUJETO HISTÓRICO EDUCATIVO

“El sistema de la igualdad representa no sólo las mayores ventajas, sino también la estricta justicia... Cada hombre es un eslabón, y un eslabón indispensable en la cadena de efectos que parte de una idea para llegar, tal vez, a la producción de una pieza de paño”

Karl Marx


La identidad como sujeto histórico

En el tránsito entre el pensamiento ilustrado eurocéntrico y las figuras más destacadas del pensamiento romántico alemán, se recuperan algunas tesis de Federico Hegel (1770-1831), que nos permiten entender su propuesta metodológica acerca de la cultura en la identidad del sujeto, apreciando las diferencias y relaciones en la constitución consciente e inconsciente del ser; se expone con la intención de contextuar esta identidad histórica particular en una época determinada, que marca al sujeto concreto, en su espacio y tiempo específicos. En este sentido se toman los siguientes referentes, que permitan distinguir, cuáles son algunas de las aportaciones en la teoría hegeliana al respecto del materialismo histórico dialéctico, en torno al debate entre el iluminismo y el romanticismo ilustrado, que da cuenta de la identidad cultural del sujeto consciente de su realidad de explotado; desarrollada esta concepción en la dialéctica hegeliana del contexto de la filosofía alemana, en la concepción inicial -según su época- en la desigualdad entre el amo y el esclavo (puesta en la idea abstracta), lo cual trasciende en la concepción filosófica de la época romántica acerca de la cultura .
Es necesario indicar antes, que para Hegel, la cultura representa el sentido del desarrollo de la consciencia del sujeto en sí (como ente individual) en un para sí (el sentido colectivo), a través de la eticidad, máxima expresión espiritual representada por Lenin y Gramsci, quienes entienden a la cultura como ideología y como “concepción del mundo”.
Lo que caracteriza a Hegel, como pensador romántico, permite apreciar las características concretas de los rasgos del romanticismo, pues el pensamiento hegeliano representa una fuerte tendencia a lo y una decidida afirmación del poder del pensamiento y de la razón frente a la vaga nebulosa del sentimiento y de la intuición intelectual, como sentido cultural que centra la razón del sujeto. Según Hegel la Filosofía es el saber absoluto, pero este saber no es dado de una sola vez en su origen, sino en el final de un desarrollo finito (concreto) e infinito (incierto), que desde las formas inferiores se eleva hasta las superiores dialécticamente, con lo cual refiere al sujeto histórico en su proceso de autoconciencia e identidad en sí, para transitar a una definición para sí, es decir en un ideal colectivo, de universalidad absoluta, condensado en la eticidad del sujeto, como máxima expresión cultural, sólo en el contexto de las ideas, pero no con una consciencia de ser revolucionario en resistencia y autodefensa activa como lo puede ser en la presente época en la educación de masas.
Es importante destacar que cada uno de los pensamientos filosóficos de la época ilustrada en su producción, valoración, tradiciones y costumbres, dan cuenta del sentido cultural, que marcan un hito en las representaciones sociales, pero a la vez son la síntesis más plena de las formas de vida cotidianas en las relaciones de poder y de lucha por el reconocimiento social del sujeto histórico y sobre todo individual, en el contexto de la cultura romántica del sujeto, por ser esta definición del derecho individual, la punta de lanza de las conquistas de la época moderna, encabezada por la burguesía ilustrada de esa temporalidad histórica.
Al sistema de ideas hegeliano le interesa mostrar la sucesión de las diferentes formas o fenómenos de la conciencia, hasta llegar al saber absoluto, que es el tema de la Fenomenología del Espíritu como introducción al sistema total de la ciencia. Pues la ciencia para Hegel es esencialmente sistemática; la ciencia consiste en nociones que se derivan unas de otras de un modo necesario en el entramado de la cultura. Porque la única forma en que puede existir la verdad es, dice Hegel, , desde la lógica de la modernidad que le da sentido a las pertenencias del sujeto individual y colectivo de esta totalidad.
El método de esta concepción hegeliana, se fundamenta en el método dialéctico, o método de la evolución interna de los conceptos según el modelo de ‘tesis-antítesis-síntesis’, que recupera de Fichte en el sentido de la identidad como negación y afirmación del sujeto histórico; porque en el método dialéctico el error aparece como un momento evolutivo de la verdad, y ahí se ubica el descentramiento cultural del sujeto de la modernidad que posibilita la conciencia enajenada del trabajo realizado históricamente y hecha propiedad privada por la hegemonía clasista de la cultura burguesa, ya que la verdad conserva y a la vez supera el error en el momento del autoreconocimiento, sólo como idea filosófica, pero no como praxis transformadora de sus condiciones de vida. Pues en la expresión cultural hegeliana, sólo pervive la resistencia en el mundo de las ideas pero no en la acción organizada políticamente, que se genera y desarrolla como un ideal interiorizado, en una asunción, si bien responsable del sujeto, sólo está encarnada en el espíritu universal y particular abstracto de su existencia ensimismada, como plantea el pensamiento idealista de Hegel, con todo un sentido histórico y filosófico, que plasma las representaciones espirituales del pensamiento de su época interiorizada en las representaciones particulares del sentido de vida y de las estructuras cognitivas captadas y producidas en la cultura idealista de ese espíritu de la época.
Porque para Hegel hablar de Espíritu no está referido a una supra-entidad superior a todas las demás, sino que para él lo espiritual está referido a la forma o formas del ser que no se hayan establecidas de una vez y para siempre, sino en su permanente desarrollo ético, estético, moral, educativo y de derecho, como un entramada consciente de los derechos humanos autónomos -lo que la dialéctica hegeliana aún no podía dejar en claro, pues faltaba el espacio epocal de la praxis revolucionaria-, como capacidades de emancipación en la cultura crítica proletaria, quedando plasmado así en el mundo de las ideas, ya que éstas están sometidas a un intenso proceso dialéctico en la identificación del ser, abriendo un nuevo panorama de la identidad del sujeto basada en su diferencia y relación infinita en posibilidades de transformación conscientes; así el espíritu evoluciona en una serie de , , o de un modo interno, y no puede ser de otro modo, porque no hay nada que sea externo a lo real concreto, que es el propio hombre a través de sus ideas, como síntesis y condensación del todo en la conciencia del sujeto sujetado a su esclavitud, según Hegel en el concepto que no puede avanzar en la transformación concreta para terminar con la explotación del hombre por el hombre.
La Idea se convierte en una de las nociones capitales del sistema hegeliano (que aspira a ser, no se olvide, el sistema de la verdad como un todo cultural de diferencias y contradicciones que se transforman en su negación y superación; en donde el concepto representa a la razón absoluta y, por tanto, el sistema de la realidad en el proceso de pensarse a sí mismo como el ‘ser yo’ en el espíritu humano del derecho, la moral, la educación y la cultura). Así la Idea es aquello en que alcanza pleno desenvolvimiento el proceso del ser como ser en sí su propia representación ideal, hasta el límite de su ser-otro liberado en su contradicción, resolución y superación dialéctica del concepto con fundamento consciente e histórico del uso del trabajo realizado, sin poder percibir, entender y conceptuar plenamente la ideología hegemónica de la educación de calidad empresarial basada en competencias; por consiguiente, la teoría hegeliana, emprende sólo el camino hacia la subjetividadobjetiva, con referencia a la integridad del ser desde esta filosofía idealista que da pauta para la reflexión crítica del mundo histórico material, que hoy día identifica el poder político que se acumula en la explotación del trabajo obrero, quienes con su despertar consciente destruirán al estado capitalista y su régimen de explotación imperialista internacional, por ello es vital a la par la educación de masas desde la teoría pedagógica crítica formal e informal.
De manera que la síntesis del Espíritu subjetivo y objetivo, para Hegel es el Espíritu absoluto del ser, es decir el concepto o la razón, que a la vez también, se autodespliega en la intuición de sí mismo como arte, como manejo, dominio y elaboración de la vida en todo el esplendor de sus contradicciones y transformaciones dialécticas hasta comprender la Necesidad Colectiva, entiéndase compartida que supera el egoísmo en la unidad, siendo diferentes, como naturaleza cultivada por la eticidad del sujeto particular y universal, al asumir su capacidad libre y voluntaria de tener que elegir y determinar el mundo historizado en la consciencia práctica del sujeto que se supera en la equidad de su época; valorada la idea, a través de la representación de sí mismo como religión, y en el absoluto conocimiento de sí mismo como filosofía, para encontrarse con la esencia del ser o identidad concreta humanizada en el campo de la pedagogía crítica por medio de la educación de masas, que es lo que Hegel logra sólo como una idea apropiarse del entorno político y social en la época de las luces, con su propio sentido de dirección y comprensión dialéctica de la modernidad del sistema capitalista de explotación, pues ahí es en donde el arte y la ciencia forjan un puente de acercamientos comunes, aunque no se tenga una consciencia generalizada de ello aún en esta etapa de desarrollo de la decadencia del imperialismo neofascista internacional del gran capital acumulado y concentrado entre los grandes monopolistas, en la incapacidad para asumir la injusticia histórico-social cometida, pues ese capital centralizado, no es más que los pulmones y las vidas históricas de la clase trabajadora hecha propiedad privada de medios de producción.
Por eso es que cada uno de los distintos momentos del autodespliegue del Espíritu absoluto, o concepto, es a la vez el propio autodespliegue del yo universal y particular, manifestado en la expresión del horizonte histórico del sujeto histórico educativo, envuelto en la religiosidad que lo identifica en el fetichismo idealista de la época de explotación presente en donde detrás de la imágenes divinas y sus creencias, se oculta el verdadero dios del capital, pensado como una idea abstracta, metafísica e inexistente en la realidad concreta, ese es el logro ideológico de la cultura burguesa que encierra la modernidad industrial.
De modo que en la historia del arte y en la historia de la religión se revela la verdad de dos momentos: 1. el intuitivo y 2. de representaciones del Espíritu absoluto como concepción enajenada de la realidad fantasiosa y superflua de la institucionalidad capitalista, que se traduce en muerte por su agresividad y violencia destructiva, en esas entrañas del ser, se anida en el sujeto su existencia extraviada, como sujeto histórico educativo. Y en la historia de la filosofía se revela, finalmente, la verdad completa de este Espíritu, que es la Idea absoluta en el gran ciclo de su evolución como concepto en infinita transformación; es decir como razón moderna occidental, a partir de que, la realidad se ha explicado ya a sí misma a través de un sistema de ideas en el método dialéctico, que no es nada exterior al sujeto, sino tal y como el sujeto y el objeto de conocimiento son en su totalidad; haciendo la propuesta de que, cada parte es síntesis y condensación de todo lo existente, y el todo universal a su vez es infinito en la expresión diferenciada de sus partes como algo único y especial, pero preciso y concreto en el concepto como autoreconocimiento en la conceptuación de la identidad del sujeto que transita de una conciencia histórica universal a otra particular y concretamente definida en sus múltiples determinaciones culturales, claramente diferenciadas y a la vez como existencia capaz de relacionarse en una multiplicidad de sentidos unidos por vínculos humanos de construcción histórico social, acotados estos vínculos por espacios y tiempos precisos, que se expresan de acuerdo al grado de conciencia que se tiene de lo producido socialmente.
Este encuentro de la identidad del sujeto histórico como ente universal y particular -plantea Hegel-, se va definiendo a través de cada una de sus partes cognoscibles que se relacionan, se identifican y se contradicen en múltiples posibilidades, por sus diferencias definidas en el sentido de la identidad de la cultura del sujeto, así definido y diferenciado del todo universal y particular en la consciencia del sujeto cuando se hace responsable de la lucha de clases, al saberse éste a sí mismo en su otredad y representación simbólica de ello, lo cual se basa en los principios de una totalidad global y particular contradictoria por sus faltas, la cual está contextuada históricamente en el pensamiento romántico, a través de distintas mediaciones en el cambio, la transformación y el movimiento social y material del sujeto en un espacio y tiempo concretos y abiertos en posibilidades de construcción, deconstrucción y reconstrucción del sistema de explotación capitalista, a cambio de una vida distinta, mucho más humanizada, como es la temporalidad que abarca desde el siglo XVII al XVIII (época romántica), como una representación ideal entre la intuición y el sentimiento, en procesos epocales infinitos y finitos por la determinación sensible del sujeto, en su percepción, entendimiento, autoconsciencia, razón sensible conceptual y en sí como capacidad del pensamiento filosófico de esa época, gestada y desarrollada en las culturas de ese proceso civilizatorio, en donde el sujeto es producto y productor a la vez de esa representación cultural; lo significativo es la toma de consciencia sobre lo realizado integralmente y en contradicción a la vez, de acuerdo a la concepción hegeliana aquí planteada, pues ello es lo que identifica al sujeto histórico educativo en la resignificación y construcción del sistema de comunalidad gestada en la organización del trabajo del pueblo y para el pueblo, para eso es necesario despojar a los usurpadores del capital internacional, nacional y local.

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