Sandra Cantoral.
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Asumir una consciencia histórica, desde la idea de justicia y de crítica al sojuzgamiento, asì como a la explotación del trabajo social, nos remite a PODER comprender las relaciones del capital desde el periodo ilustrado en su última fase europea. En este sentido, se recupera socialmente la lucha revolucionaria, de este contexto històrico-polìtico, que desarrolla la crìtica de Marx, en cuanto a la identidad humana, como principio para el autorreconocimiento del sujeto histórico RESPONSABLE, valorado en PRIMERA PERSONA, como trabajador asalariado, para delinear a partir de ello, otra racionalidad distinta a la lógica del capital occidental que ha sido hegemónica en todo proceso educativo de transformación humanitaria en esta época compleja.
En
este sentido nos preguntamos: ¿Con qué fundamento filosófico social, pensar
en una alternativa de identidad cultural en los procesos educativos actuales?
Para contestar esta duda tendríamos que preguntar a la
vez sobre el contexto educativo preciso, es decir interrogarnos ¿En dónde, con
quién, cuándo y para qué proponer una educación para la identidad cultural del ser en su mundo hegemònico, contradictorio y caòtico, como un acto de autorreconocimiento del sujeto histórico en los procesos de emancipaciòn humana?
Carlos Marx en sus obras filosóficas[3] -recuperando a Hegel-, plantea en cuanto a la identidad cultural del sujeto y còmo se va asumiendo èste responsable. Asì ve que, el hombre siendo la síntesis más compleja del universo, de tantas generaciones, no ejecuta acciones innecesarias, ni desarrolla su capacidad creativa sin que medie algo que lo mueva, lo que hace más difícil el saber sobre sí mismo en el autorreconocimiento consciente; pero a la vez es lo que despierta la necesidad de no saber sobre sí mismo en su condición de clase trabajadora lo que a Marx lo lleva a esa bùsqueda cientìfica del ser; de manera que tiene que existir una necesidad social que lo integre a todo aquello que históricamente él ha estado generando y acuñando culturalmente para NOMBRARSE a sì mismo, como clase social revolucionaria, trabajadora.
El pensamiento
de Marx enfatiza en la experiencia
y en la memoria cultural constituidas y expresadas en los pensamientos,
lenguajes y formas de vida que tienen los sujetos o pueblos específicos; nos
habla del proceso que conlleva al sujeto a poder hacerse un ser humano, a través de las
mediaciones de la formación cultural contextuada, cualitativamente cuidada y no sòlo cuantitativamente reprimida y cosificada, cual si fuese una mercancìa màs; de tal manera que el sujeto
histórico, se satisfaga y se realice al resolver sus necesidades
vitales como un hombre o una mujer culturalmente fortalecidos en los
valores ético-morales de sus afectos; asì su ser cultivado
en potencialidad racional sensible paulatina y permanente, se muestra más
firme en sus actitudes y acciones justas,
es decir, por su ser y actuar prudentes,
por su ser y su actuar sereno y templado, y por su ser espiritual-existencial
pleno e integral sobre las necesidades de todos -esfera compleja en el estudio sociològico existencial-, por lo que a todos se afecta o, a
todos se beneficia; pues en nuestra condición de clase trabajadora, no existen privilegios para
ninguno, pues se comprende significativamente, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Y en esta relación individualcolectiva -V. Cantòn-, el sujeto de la Historia va dando muestras de estar ubicado concientemente en la comprensión de sus pensamientos, de sus actos y de su proyecto de vida, como un poder político integral y comprometido como una totalidad inescindible, es decir, por su otredad, en el sentido del individualcolectivo, en donde la técnica y el arte se funden para el bienestar común como proyecto social y en pequeños trabajos comunes que impliquen la asunción y el compromiso del sujeto pleno en su existencia humanizada, ahí es donde radica la acción pedagógica ampliamente educativa, en ese tránsito del animal al hombre, pues en cada momento, o nuevo reto cultural, el ser humano es ùnico e irrepetible, en el acto del sujeto de trabajo con consciencia social.
En esta asunciòn Karl Marx plantea que “podemos distinguir al hombre de los animales por
la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste
que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios
de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.[4]
Marx ubica en un análisis antropológico, histórico,
político, sociológico, económico y no
sólo filosófico, el sentido de cómo
satisfacer las necesidades humanas, desde las más simples que son las
orgánicas, en donde el ser está pegado a su naturaleza y a su sobrevivencia; hasta
la existencia más compleja, en donde estàn las necesidades radicales o nombradas de otra manera, espirituales, culturalmente enriquecidas, por su capacidad de crítica y de autocrítica;
la teoría marxista hace una ruptura epistemológica con el idealismo de la època, para explicar el sentido del ser en sí como ente y del para sí como sujeto consciente transformador, que se funde humanamente para sentir,
pensar y vivir la necesidad del otro que son todos los otros y que también
es él mismo. Aquì conocemos la CALIDAD DEL SER HUMANO, que necesitamos generalizar entre los pueblos del mundo en este siglo XXI.
El sí mismo transformado en su propia necesidad, indica aquello que implica un proceso de cultivo
de valores humanos, que requieren permanentemente ser recreados,
reinventados, reconocidos y diferenciados para poder atenderse cada uno de
estos valores como una totalidad en la cultura del género humano, con calidez
o categoría moral, es decir amorosamente, a través de un sujeto
integrado en sus creencias, en sus creaciones y en sus conocimientos comunes,
pero primero es necesario distinguir y diferenciar a las dos culturas que han
sido irreconciliables históricamente, la cultura de la burguesía, poseedora de
los medios de producción y la cultura de la clase trabajadora desposeìda y explotado su trabajo por la clase dominante -plantea
Marx-; lo cual tiene que ver con el aspecto subjetivo y objetivo del ser sujeto
histórico, capaz de transformarse con base en la equidad, por medio de un
principio de realidad que es el derecho compartido, al ser el fundamento de la eticidad, como ciencia que se ocupa de los objetos morales en
todas sus formas democráticas, es en sí
filosofía moral o razón de lo universal en lo particular concreto, en esa dignidad solidaria del reparto de los bienes producidos y no acumulados por la clase capitalista.
La complejidad de la subjetividad de hombres y de mujeres se debe o radica en que ést@s pueden pensar su propio pensamiento, es decir pueden preguntarse sobre sí mismos en relación con el mundo que les corresponde vivir. Y como tienen esta facultad humana de pensarse a sí mismos, para saber quienes son y que hacen en relación con el mundo de las necesidades vitales que están ahí generándose culturalmente para ser satisfechas, por ello los humanos tienen la necesidad de indagar-se, de descubrir-se y de explicar-se para determinar soluciones posibles de forma general y en forma particular, de manera apropiada, es decir, de acuerdo al contexto de su época, o estructura mental.
Ya que cada època o mentalidad del sujeto, significa la convicción encarnada o acuñada en el trabajo socialmente realizado, pero no nada màs desde la concepción financiero-empresarial de la burguesía; por lo cual no pueden privatizarse sus productos en la satisfacciòn caprichoso de unos cuantos privilegiados, desde donde se acuñó la racionalidad ilustrada, para defender sus intereses político-económicos únicamente, en ello consiste la ruptura epistemológica marxista con el mundo idealista, y la concreciòn consciente de la lucha social organizada, o no.
De modo que, Marx logra hacer una fuerte crítica a la lógica irracional
del capitalismo: “Ahora esta lucha ha llegado a una fase en que la clase
explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que
la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar, al mismo tiempo y para
siempre, a la sociedad entera de la explotación, la opresión y las luchas de
clases, esta idea fundamental pertenece única y exclusivamente a Marx”.[5]
La dificultad consiste en cómo el ser es capaz de hacer-se
efectivamente de su mundo, es decir,
de su cultura, porque es justo ahí, en donde cada uno de manera particular, en su proceso de identidad cultural
tendría que llenar-se su vida común de contenido
vital; pero ello sólo es posible a través del trabajo que es necesariamente
consciencia histórica, pero a la vez es
el propio ser histórico, y como ello no es una entelequia, requiere de un
esfuerzo individual singularizado al tener que llenar su mundo cultural de razón de ser, en su particular
sentido de comprender la vida para saber qué es el ser en sí que transita a un ser para sí, es decir para el bien común con un sentido de clase social,
enfatiza Marx, recuperando esta postura filosófico-política de Hegel, con un
entramado dialéctico, superior como sensibilidad racional o identidad
cultural del sujeto que se va humanizando en relación con la necesidad del
otro, como un nosotros incluyente, en donde el trabajo social e individual, se
valoran y se defienden, porque incluye a todos por igual en el compromiso del
bien común.
La sensibilidad es el primer momento de la razón, cuando tanto hombres como mujeres desde su origen y desarrollo, conocen algo que les significa su ser en el mundo -porque saben relacionar las cosas del mundo y miden sus implicaciones en cada acto moral de su ser existencial-, de manera que le van encontrando un sentido de vida a sí mism@s y ya no es posible dejar de ser otra cosa tan distinta a la que ya han sido, referido esto a su identidad cultural de pertenencia, participación comprometida y reconocimiento en una comunidad.
Del reconocimiento en comunidad humanitaria, nos da cuenta la obra crítica de Marx, y justo ahí radica la esencia del proceso educativo por ser respetado como autoridad individualcolectiva, o como proceso de humanización para que el sujeto se reconozca a través de su trabajo productivo y liberado, porque en la ruptura de Marx con Hegel, es que, para este último “los hombres son marionetas de una conciencia sobrepuesta a ellos. Para Marx, en cambio, la conciencia es un predicado y una propiedad de hombres finitos, mortales.
Aquí radica el cambio fundamental que Marx realiza en los Escritos Juveniles, una crítica sistemática de las premisas de Hegel. Y, a partir de ello, Marx puede acoger de nuevo la lógica hegeliana de la esencia. La existencia de una conciencia metafísica, sobrepuesta a los hombres, es una apariencia, pero una apariencia real: el CAPITAL. El capital es la existente fenomenología del espíritu, es la metafísica real. El capital es una apariencia, porque no tiene una real estructura de cosa: y sin embargo, domina a los hombres”[6], en este sentido la sensibilidad racional del sujeto implica momentos de ruptura y de superación, no como una búsqueda en sí y de sí nada más, sino al asumir la pérdida del yo mismo, de lo que pronuncia del otro que resuelve, enfrenta, causa angustia, domina, oprime, y en ese antropomorfismo simbólico de la propia existencia, el sujeto se identifica culturalmente por ser auto resuelto, auto enfrentado, auto gestor y auto opresor, como principio soberano de autonomía.
Ya que en su propia calidad de sentimientos, el sujeto en su asunciòn, se pronuncia y expresa sus necesidades
humanas, ello por medio de la emoción, la pasión, el derecho, la sorpresa, la
gratitud, el reconocimiento y la ayuda mutua solidaria.
En esta cuestión del ser y el hacer-se de su
mundo liberado del trabajo enajenado, se plantea, que es necesaria la formación del sujeto humanizado en
comunicación con toda su realidad, como producto de una relación intersubjetiva
contextuada en un proyecto educativo (formal o informal), iniciado en sí y por
sí mismo. “Por eso Hegel dice que la esencia es subjetiva, pero que esa subjetividad es real porque
todos los objetos se manifiestan como sujetos pensantes. La esencia es la
reflexión del ser en sí mismo. Marx da a esta reflexión el nombre de
reificación, y la particulariza en el dinero que genera dinero”.[7]
En el procedimiento analítico de la economía burguesa
se han fragmentado sus elementos a la abstracta
totalidad de la formación social, por ello tradicionalmente los problemas
educativos han sido diferenciados en dos momentos distintos, por un lado en
técnicos o materiales y por otro en los problemas de sentido que exigen
reflexión; y ambos están determinados así escindidos, por los métodos o
formas de explicar el mundo.
Los dos momentos de la educación no se excluyen -los técnico-materiales y los de sentido y reflexión- fundamenta Marx, sino que se relacionan y resultan en la identidad cultural del sujeto; de manera que, se va determinando el contexto histórico material y espiritual de las formaciones de vida ahí acuñadas, de manera consciente o inconsciente en los sujetos históricos.
Fundamentalmente distingue Marx en este sentido, una filosofía de la moral (el
sentido del deber ser y la calidad del orgullo y la dignidad), una filosofía de
la religión (como el sentido ideal dogmático absolutizado) y una filosofía del
derecho (en la posibilidad de la libertad y la democracia).
Asì el sentido educativo, se puede ubicar en cómo históricamente los filósofos de la educación debaten entre dos posturas radicalmente opuestas, cuando éstas se miran como absolutas; la primera referida a una educación para la libertad y la expresión creativa del sujeto de manera auténtica y original; y la otra propuesta educativa se rige exclusivamente por la disciplina y la autoridad “positivas” o de concepción cerrada y achatada en su absolutez que implican relaciones de fragmentación del sujeto y a la vez, incapacidad de asunción como sujeto histórico, es decir, asumido como clase social en su época.
Si estas formaciones se valoran y argumentan como relativas al sujeto de que se trata, pueden tener diversas posibilidades de relacionar e implicar al mundo con el sujeto social y con el sujeto educativo, en formas y contenidos matizados de la cultura; en donde el sentido del ser en el mundo puede estar sujetado a un mundo enajenado o sujetado a un mundo liberado, dándole a su vez un sentido cultural de vida y de muerte en el contexto del despliegue de las civilizaciones, como Marx lo plantea.
De manera que, la identidad de clase desde la concepción en Marx, se tiene que relacionar con lo que se comprende por cultura y en cómo articularlo con la educación, que necesariamente en cada momento el sujeto va llenando de contenido su mundo, como una conciencia sensible y perceptiva en sí, desde una base conceptual universal, dejando en claro que desde ahí vamos modificando permanentemente una concepción sobre la pregunta del ser, en un proceso de formación de principios y de fines concretos, como un inconmensurable abierto a las necesidades en el vacío del ser, que está contenido o no, en la calidad moral del sujeto de referencia al que refiere Marx.
Las categorías de identidad, cultura y educación son
articuladas a través de dos ideas que amarren en un todo el sentido del sujeto históricamente constituido, estas
dos ideas articuladoras son la de racionalidad
y sensibilidad, que parecieran separadas como figuras de pensamiento, y que
sin embargo en los haceres teóricos, religiosos, artísticos o prácticos
cotidianos, son inescindibles; sin embargo, en su combinación se ven sus
predominancias, en los momentos de objetivación materializada del ser cultural,
en este sentido referimos como
principio, la necesidad de tener voluntad o querer autoformar-se en una
racionalidad sensible, en torno a las posibilidades materiales y espirituales
que lo posibiliten.
La concepciòn entre la identidad en sí, la cultura y la identidad de clase en la educación son herramientas de trabajo. La concepción de identidad de clase ha tenido que ver históricamente con el momento del encuentro y de la unión posibles entre dos entes diferentes que pueden comprenderse en su igualdad, hablando en términos de constitución del ser humano, es decir, en su dignidad y orgullo, respetando el derecho de sus contradicciones establecidas en la conciencia individual y constituidas también en la función institucional.
Con la organizaciòn institucional se pone en juego a las Constituciones Nacionales y Estatales que se viven en el ámbito de la socialización, por medio de los poderes ejecutivo, legislativo y militar desde una concepción republicana sui generis.
Por lo que esta categoría de identidad entraña en sí
misma a la diferencia de dos seres
distintos en espacio y en tiempo de un universal concreto, es un proceso infinito
de contenidos, posible de determinarse, es decir, de ordenarlo y de darle contenido preciso ante una necesidad vital demandando ser satisfecha en
el aquí y ahora, por aquellos sujetos
particulares que sean capaces de
reconocerla para defender sus intereses comunes en la representación de su
condición de clase, debido a las razones encarnadas en un proceso de formación
educativa intencional que lo potencie en los procesos de construcción del
conocimiento, que implica el imaginario simbólico.
El sentido de unidad
de ser uno y que recupera Marx, se le atribuye a Aristóteles (384-322 a.
J.C.); el sentido de unidad de ser uno no es absoluto, porque el sentido de ser
igual a otro al menos en algo,
no es de una vez y para siempre, ya que el ser o ente histórico-cultural
no es igual ni siquiera a sí mismo; este es un principio del razonamiento
dialéctico. En la lógica aristotélica existen dos binomios: uno el de materia y forma, y otro el de
acto y potencia, que son los
fundamentos filosóficos para pensar en la categoría de autoconsciencia del sujeto histórico-social,
o denominada en esta lógica de pensamiento, racionalidad sensible.
Aquí cobra sentido hablar de la identidad personal en sí, o de la capacidad de recordar la propia historia de vida particular, para entender el sentido universal de todas las historias de vida diferenciadas pero comunes entre sí en algo específico como condición de vida humanizada, que además implica toda una construcción cultural, porque si no existe al menos en el pensamiento o consciencia de algún ser esta relación de ser comunes en algo, la existencia del ser mismo (en su relación con otro) se anula; y la razón es que no podrá ser potenciada intencionalmente en ninguna dirección que satisfaga una necesidad concreta y real común, es decir, que resuelva la necesidad material que culturalmente pueda objetivarse en afecto humano, pero no en el instinto ensimismado.
Tendrà que construirse una vida verdadera, en el sentido amoroso (lacaniano: Real, Simbòlico e Imaginario) y no nada más en su existencia en sí, es decir, cosificada o mimetizada la imagen del sujeto que se queda pasmado ante la confusión sedimentaria de su mentalidad alienada, sino que ahora tendrà que transcender el sujeto de trabajo al interés de aquello que les es común a todos los implicados en una comunidad y por ello pertenecen, se comprometen con ella y se reconocen entre ellos como iguales como clase social, porque beneficia a todos de manera diferenciada de acuerdo a sus necesidades y capacidades, pero con un principio básico de equidad.
Por tanto la idea de identidad en la filosofía marxiana, deja ver, que para seguir desarrollándose es
necesario abolir la propiedad privada de los medios de producción, para que
existan relaciones humanas democráticas, y para alcanzarlo se requiere de un
largo proceso educativo revolucionario de HUMANIZACIÒN integral. En este esenario reflexionamos hoy y, los observadores intergeneracionales actuaràn con sentido cultural para el bien comùn, o no.
NOTAS:
[1] Villoro, Luis. El pensamiento moderno. Filosofía del Renacimiento. Colección Cuadernos de la Gaceta No. 82. Editorial F.C.E., México 1992. 126 pp. Véase también de L. Villoro “Radiografía para un fin de época” en Revista Nexos No. 185, México, Mayo 1993. Pp. 43-50.
[2] Vid. Kosik, Karel. Dialéctica de lo Concreto: Tr. Adolfo Sánchez Vázquez. Editorial Grijalbo. México 1995. 269 pp.
[3] Vid. C. Marx, Tesis sobre Feuerbach, en C. Marx y F. Engels. La ideología alemana, Tr. W. Roces, Editorial Pueblos Unidos, Montevideo, 1959. C. Marx, El Capital, Crítica de la economía política, Tr. W. Roces, Editorial F.C.E., México-Buenos Aires, 1964, 3ª. Edición. C. Marx y F. Engels. Obras fundamentales 1, Escritos de Juventud, Tr. W. Roces. Editorial F.C.E., México 1987. C. Marx y F. Engels, Obras Completas, en español se publicó como Cuadernos de París. Tr. Bolívar Echeverría, Editorial Era, México 1974. C. Marx. Historia crítica de la teoría de la plusvalía, Tr. W. Roces. Editorial F.C.E., México 1945. C. Marx, En torno a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, en C. Marx y F. Engels, La Sagrada Familia y otros escritos filosóficos de la primera época, Tr. W. Roces, Editorial Grijalbo, México 1958. C. Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844. F. Engels, Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, en C. Marx y F. Engels, Obras escogidas, Ed. F.C.E. T. II. C. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Editorial Progreso, Moscú 1973, T. I de las obras escogidas. C. Marx. El Capital, F.C.E., México 1964. T. I. C. Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, en: Obras escogidas, Op. cit. En tres tomos. C. Marx, Crítica de la filosofía del Estado de Hegel, Editorial Grijalbo, Col. 70. C. Marx, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850 en: Obras escogidas, Op. cit. C. Marx, Miseria de la Filosofía, Siglo XXI, B.A. 1971.
[4] Karl Marx. La ideología alemana. Ediciones Quinto Sol, S.A. México N.d. P. 12.
[5] Karl Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Editorial Cultura Popular, S.A., México N.d. P. 9.
[6] Karl Marx. Introducción general a la crítica de la economía política (1857). Editorial Cuadernos de Pasado y Presente, México 1977. P. 26.
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