Recién cambió el gobierno y la antigua pareja presidencial se fue a contar los bienes mal adquiridos por el saqueo de las arcas del Estado guatemalteco. La población sintió un triunfo, el triunfo de la verdad sobre la mentira, de la justicia sobre la injusticia. La ilusión regresó al país de las desilusiones, al país, no-país, al país de ensueños sin sueños, al país de la eterna primavera, sin primavera. Fueron meses intensos por la defensa de una débil democracia, decrépita a juzgar por la cooptación total de nuestras instituciones. La Comisión Internacional contra la Impunidad, CICIG, había develado y luego revelado la naturaleza de la cooptación del Estado a tal extremo que la pareja presidencial de Otto Pérez y Roxana Baldetti debieron dimitir de sus cargos. Parecía entonces que la democracia regresaba, pero no.
La corrupción es una práctica social, lo que significa que se ha normalizado en nuestra forma de ser, ser culturalmente, en ese sentido la práctica normaliza formas de ser y hacer y estas formas sociales se materializan en las instituciones. Si en una municipalidad X hay una norma cultural de que para autorizar una licencia de construcción se DEBE sobornar al funcionario, de bajo nivel, no al alcalde de X, menos a los Consejales de X, entonces en el municipio X la corrupción tiene raíces culturales. Eso se agrava si las cabezas, los líderes son corruptos porque entonces la cooptación es total. La CICIG identificó estructuras criminales las cuales, realmente, se venían construyendo desde la post Revolución, con la toma de los militares del control político y financiero del país.
Otto Pérez y Roxana Baldetti eran solamente las figuras momentáneas de la estructura criminal que tenía control sobre las aduanas, pero con ellos o sin ellos, la estructura creada en los años de 1960, desde la misma Cofradía, un grupo de militares a los que pertenecía Otto Pérez, ya existía. Estas estructuras criminales militares tenían el control del presupuesto nacional. Ya entonces también repartieron tierras, fincas enormes a dichos militares. Al mismo tiempo se sentaban las bases de los monopolios guatemaltecos. Junto a eso se reconstruye una Contraloría de Cuentas sin personal preparado por lo que dichos cuadros tenían que venir de los peritos contadores que habían servido a los gobiernos militares. O sea, que se construyeron prácticas sociales para sostener la corrupción que dieron las bases del estado actual de cosas.
Con la llegada de la democracia, Vinicio Cerezo no tuvo más que jugar en la cancha marcada por los militares. Nuestra democracia es un tanto superficial porque no se ha podido realmente tocar los verdaderos poderes que manejan al país. La CICIG, y varios informes, Desigualdad y Poder en Guatemala: Economía de Captura, por ejemplo, lo documentaron y dieron razón de la intensa captura de los fondos públicos para ganancias privadas a través de la simple y llana corrupción, dando ejemplos de diferentes áreas, especialmente en infraestructura. El movimiento ciudadano del 2015 fue un reflejo de la lucha del pueblo guatemalteco contra la corrupción. Pero los avances del país, guiado por la CICIG, que llevó al descubrimiento de estas estructuras criminales tubo una oscilación, un golpe inercial, un regreso, un coletazo. Este movimiento ciudadano fue percibido con las alarmas máximas por el Pacto de Corruptos quienes estratégicamente armaron la salida urgente de la CICIG, utilizando la figura marioneta de Jymmi Morales, un actor de mala muerte, quien entregó el poder político total a los grupos más recalcitrantes de Guatemala. Estos hicieron oscilar el péndulo político en un movimiento anti CICIG, antitransparencia, pro corrupción que trabajó a sus anchas por una decena de años y aún existe. El Pacto de Corruptos está herido, pero no de muerte.
El Estado ya estaba cooptado, pero la llegada de Alejandro Giammattei y su novio, Miguel Martínez, fue el acabose. Todas las instituciones fueron cooptadas, pero las prácticas sociales de la corrupción se generalizaron tanto que el mismo Organismo Judicial se convirtió abiertamente en el refugio de los corruptos. Es una historia conocida, con evidencia, que el Ministerio Público, a través de Consuelo Porras hizo un juramento de por vida de defender a la pareja presidencial y atacar a las personas que buscaban justicia, verdad, transparencia. Arévalo toma un Estado cooptado. El ejemplo de la justicia es uno de los más claros, pero cada ministerio es una cloaca. La excelente ministra Jazmín de la Vega, es un ejemplo de cómo recuperar un ministerio: de transformación, identificación de problemas, diagnóstico, visita a los lugares (todo el país), hacer las denuncias respectivas con evidencia, todo esto muestra el camino de la recuperación de la institucionalidad en el Ministerio de Comunicaciones.
Hay otros ministerios cooptados, por no decir que todos. Los ministros y ministras deben tomar el ejemplo de la ministra de la Vega que con valentía y capacidad inicia el diagnóstico, denuncia y evidencia la esperanza clara de recuperación. Se trata de desmantelar prácticas sociales muy bien incrustadas en las instituciones para sustituirlas por prácticas de transparencia y eficiencia, cuyo objetivo es el bien común, no el bien particular de un ministro o de un grupo de ladrones o grupo de narcos que buscan impunidad. Esta desmantelación de la corrupción es posible, pero es literalmente imposible sin la recuperación de la justicia. Aquí hay tres grandes nichos, lugares, ecosistemas sociales que deben ser recuperados: El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. El Ejecutivo da muestras de una incipiente recuperación. El legislativo, con sus luces y sombras, parece entrar a una práctica de cambio, de transformación, a pesar de que a los diputados de Semilla les quitaron ilegalmente capacidades importantes, el poder Legislativo avanza mejor de lo esperado. Pero el Poder Judicial parece ser el eslabón débil de la democracia guatemalteca.
El problema con este proceso de recuperación es que es complejo y debe hacerse de la forma más eficiente posible. Urge hacer un replanteamiento de las prioridades. Ya la ministra de la Vega ha dado un excelente ejemplo. Ahora, los otros ministros deben hacer públicos los procesos de recuperación y de establecimiento de planes, El Ministerio de Educación parece seguir siendo comandado por Joviel Acevedo. Las escuelas discuten si tienen techo o no, si darán comida o no y la conversación no se mueve a los aprendizajes de los alumnos, menos de los profesores. Los guatemaltecos pueden entrar en una nueva fase de desilusión debido a las grandes expectativas. Tenemos que ser muy cuidadosos en la evaluación del nuevo gobierno y no dejarnos ir con los analistas cuyo objetivo es desacreditar este proceso de recuperación de la democracia.
Reconocer la complejidad de la transformación no significa darle luz verde a todo lo que hace el gobierno. Pero no podemos entrar en un ambiente de ansiedad, de desesperación, de temor infundado de que no podremos hacer las transformaciones que requerimos para salvar la democracia. La ansiedad solamente nos llevará a la desesperación y la desesperación a la pérdida de esperanza, esta que es nuestro mayor tesoro. Efectivamente quisiéramos que la corrupción se termine de un borrón. Consuelo Porras no va a renunciar así por así. Tampoco lo hará el corruto pseudo rector, Walter Mazariegos. Estos son los bastiones de la corrupción. Pero los sistemas sociales no cambian así. Hay que luchar, hay que participar, hay que priorizar. Ahora viene una transformación importante de cortes. Es cierto, las comisiones de postulación siguen integradas de la forma que se ha criticado tanto, pero en lo que cambiamos esas perversas leyes, algunas hechas con buenas intenciones, debemos seguir participando, proponiendo, transformándonos nosotros para transformar al país que amamos. No crea el lector que tendremos muchas oportunidades como estas. O es ahora o no será nunca.
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