UNA NUEVA ÉPOCA PARA AMÉRICA LATINA Y EL MUNDO HUMANITARIO.
Sandra Cantoral.
Corresponde a Marzo 2022.
Recuperamos
entonces la resistencia en la lucha histórica por la dignidad en este siglo XXI, que sigue pendiente, cómo en el siglo de las luces se tenía que enfrentar e ‘interpretar
socialmente’ un mundo ideal abstracto, en las representaciones del sujeto, que
se desplegaba románticamente ante otro que descarna al ser en su sobre
vivencia. Por ello Lope de Vega pensó que efectivamente sólo “el amor domestica la felicidad del salvaje… por
ello sólo la cultura renacentista establece el orden básico sobre el que se
erige la sociedad”[1]. Pues en la sociedad de
las multitudes no se ha terminado de entender la complejidad humana de la dignidad, que es centro y fundamento
esencial de la identidad del yo, del sujeto histórico social, como una fuerza
hegemónica que se le impone, como
campo de batalla, en donde debe defender la dignidad humana, porque ahí se
sintetiza, de manera más auténtica y expresiva su propia libertad, igualdad en equidad y la justicia de la ley
verdadera, la autoridad y el respeto legítimos, como hechos concretos, reconocidos por la solidaridad
intersubjetiva e intercomunicativa, con
base en el respeto a la diferencia y a la igualdad social.
Hoy
se conoce aunque sea por una minoría con cierto capital cultural que la emancipación social, la equidad, la libertad, la justicia y la integridad humana con PAZ y FELICIDAD, es posible como una construcción de transformación humanitaria para el mundo, porque los
logros sociales son conquistas históricas,
no como algo, sin sentimientos en cuanto a la memoria histórica; por
ello el interés de cultivar la sensibilidad, racionalmente sensible, en el
comportamiento de la representación cultural de grupos humanos precisos, asumidos
como actores sociales de una época y
generación en permanente transición histórica, como expresión sintética
histórico-social, histórico-cultural e histórico-político -como lo plantea
Gramsci atravesando y superando la ideología-, lo que exige saber sobre las
particularidades del sujeto, de sus matices diferenciados por la tipología de sus distintas expresiones
culturales, que dan cuenta del grado de consciencia sensible que se tiene de sí
mismo, a través de su otredad, manera
individual, grupal, social, histórica, o comunal como lo deja ver el pueblo Chileno que ya atravesó la POLÍTICA NEOLIBERAL privatizadora del sistema capitalista en plena decadencia -Lenin lo aclaró en el Imperialismo fase superior del capitalismo-; así vemos hoy sobre el bien común de las
mayorías en procesos verdaderamente democráticos de trabajo colectivo creativo,
superando las relaciones de explotación y de dominación, porque lo ‘ideal’ es
que el sujeto tenga el dominio pero de su propio cuerpo, trabajo y calidad
moral, para explotar sus capacidades humanas al máximo, como algo nuevo
que pone al servicio de los demás,
en la figura de mandar obedeciendo -como
dicen hoy día los indígenas en Chiapas- en sus proyectos educativos autónomos,
a pesar de sus contradicciones internas y externas, que se van puliendo y
superando en la lucha social, en donde su máxima virtud es el entramado del
hecho educativo puesto en acto a través de los medios masivos de comunicación y
protección pública de masas en el contexto nacional, local e internacional,
como un esfuerzo político-pedagógico más en el registro de la historia de la
humanidad, como los ha habido en otros contextos de comunidades sensibles de su
ser social, para poderse pensar y comprender a sí mismo, en momentos de
superación cultural, entre la clase social proletaria y la clase social
burguesa, como clases fundamentales en la lógica de acumulación capitalista.
Entre
estos parámetros de la calidad ético-moral en la sensibilidad del ser social,
que tiene una historicidad desde los valores
renacentistas, se desarrolla el sitio en donde “el honor sería la
cristalización de la virtud en el hombre noble, mientras que la honra sería el
premio a las cualidades virtuosas”[2],
porque la nobleza se entrevera con lo salvaje de las civilizaciones que
construyeron el mundo moderno, en donde “las bondades del Estado y de la
aristocracia son capaces de crecer en el seno mismo de un monstruo…”[3], por
lo que el sujeto del mundo moderno ha aprendido a resistir los monstruos de sus
entrañas, porque aun no sabe cómo educar sus instintos que encubren el sueño
del ideal occidental, sin reconocer la
pérdida de su amor por sí mismo, dentro del contexto real y descarnado del
sitio angustiante de la sociedad burguesa, obsesionada por el poder jerárquico
y de rapiña, en la deshonestidad, la corrupción, el cinismo y la injusticia
social, que se va perfilando en una contrahegemonía de mercados, pero ahora en contra
de la barbarie de las culturas más ignorantes y arrogantes del mundo, como es
la norteamericana.
En
esta situación de clase en la identidad antropológica del sujeto se expondrán
ahora las formas del despliegue el los distintos tipos de sensibilidad, vivida
a través de “la ideología expansionista del capitalismo y la moral conservadora[4] del
Siglo XVIII, en este contexto se va acuñando el gran mito del hombre salvaje:
prosaico, arrepentido y solitario”[5] en
esta confusión entre un mundo real de elección en el movimiento social de
ofensiva y de resistencia; y un mundo ideal de ensueño solitario; que encarna
culturalmente el pensamiento y la risa, aquella risa del individualismo
extravagante, que representa la gran feria de la ironía existencial, el gusto y
el disgusto como símbolos emblemáticos[6] entre
las jerarquías de poder artificiosamente creadas y cerradas en la incomprensión
mercantil y senil del cuerpo; del cuerpo que sufre y se oculta en su egolatría
esquizofrénica de la fauna humana, que se reduce a la vez a la astucia de la
razón artificial en ese sentido del ideal romántico de los suspiros -acuñado en
la historicidad-, y de las búsquedas vengativas por el poder deseado por las élites
económicas, políticas, militares y culturales, del cual se trata en la
postura filosófico-antropológica en la siguiente parte de este texto sobre la
sensibilidad del ser social ante la violencia ejercida a los derechos humanos, incluso en la Comisión de Derechos Humanos Internacionales, como igual en la Organización de las Naciones Unidas, que sirven de comparsa al gran capital imperial, sin embargo tenemos consciencia de la propuesta mundial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para pedir en la ONU, que los magnates del capital abonen anualmente un porcentaje mínimo dadas sus altas ganancias, para combatir la desigualdad humanitaria mundial, gran ejemplo para el mundo y para la esperanza de América Latina, entre otros continentes que navegan por el mundo altamente tecnologizado, sobreviviendo como migrantes o en el mercado de drogas en la barbarie más grande de la historia, como escoria social y, muchos más que no se atreven a ello, sobreviven como en la era de las cavernas, en hoyos negros de las ciudades, pueblos y grandes metrópolis mundiales, la esperanza resurge con la generación milenia como es el presidente de Chile Gabriel Boric.
Este
ser social, ya reconoce el poder
enfermizo de las mentalidades que conduce a la soledad melancólica y triste del
salvaje moderno, que es impotente para enfrentar-se a través de la
auto-formación y el trabajo político crítico de la militancia comprometida con
su clase proletaria o burguesa -matizadas en sus fracciones y sectores de clases
subalternas-, con base en una teoría y estrategia de lucha práctica, al
identificar al hombre desplegándose culturalmente como “…una bestia vanidosa
que cree, equivocadamente, que es la única criatura racional capaz de hablar y
que ocupa la cúspide de la creación… -Suift, pensador inglés lo refiere así:-
…usando muchas palabras a las que no asignan una idea. Me supongo que son
deidades imaginarias, como justicia, honor, religión, verdad, amistad, lealtad,
piedad, caridad, misericordia, bien público, y muchas otras que llenan sus
discursos; pero qué significan no lo he podido todavía descubrir, aunque tengo
la fuerte sospecha de que no tienen ningún significado”[7].
Así
las palabras huecas del hombre ilustrado se han mostrado como la herejía más
erótica de la antropología cultural, en donde estas culturas mestizas alumbran
como posibilidad cultivada a conformar-se en otro contexto, sin dejar de ser lo
que han sido; en donde sea reflexionado y destacado lo más sublime de lo
inconmensurable simbólico, que necesita trabajar-se en torno al poder humano de
un mundo plural y abierto; porque se anuncia la resistencia al dominio y la
desconfianza de la vigilancia, para los sospechosos de rebelión; ya que se
denuncia cada vez más en el acto contundente, la confianza y seguridad
brindados en el seno más afectivo que se cultiva en la influencia familiar y en
la resistencia contra las burocracias
administrativas tecnócratas, del influjo escolar por ejemplo; en donde las
criaturas pueden (poder del trabajo
cotidiano) ser formadas en el cultivo del afecto para desarrollar a su
salvaje artificial interno, en el mundo cultural de otra racionalidad sensible
más humanizada, justa, democrática y en libertad.
Razón
sensible, que al tener que comprometer-se por su propia elección, identifique
de manera significativa lo deseado
individual y colectivamente, y se enfrente al sujeto histórico que es él mismo
en lo más profundo de su trauma encarnado y aún no superado; se trata de que padezca las diversidades de
su propia cultura en el ámbito de la otredad
y la diferencia, con un afán de construcción democrática en equidad, porque
“será únicamente mediante un proyecto estratégico de una sociedad sin mercado
ni Estado represor que el nuevo milenio abra los caminos del futuro para ese
‘pequeño género humano’[8] que
puebla las tierras de Nuestra América.
Esta
es la tarea del futuro”[9], es
decir, la tarea educativa de descentramiento
del sujeto histórico, en donde se tenga que superar la primera ilustración
burguesa machista y construir una ilustración racional sensible en igualdad de
ánimo y entereza, sin mentiras y abusos, con base en una justicia natural
entusiasta, autónoma y diferenciada cualitativamente, de la lógica occidental
capitalista, y por encima de la letra de su ley, con base en la comunicación
abierta y plural, matizada entre los iguales, aquellos que se reconocen y se
agradecen momentos comunes de emancipación social, en donde las condiciones
materiales y culturales se llenen de un valor simbólico comunitario, en las
figuras de pensamiento o representaciones de las diversas identidades del ser
social e individual en la nueva organización política de la cultura con
definición de clase, como invención y reflexión posible de la actividad, es
decir de sus necesidades de formación sobre un comportamiento
individualcolectivo de mutuos reconocimientos en el enfrentamiento ante la
violencia, la injusticia y el terror. Por eso hoy en pleno siglo XXI, los chilenos salieron a las calles a votar por construir la democracia de Chile y del mundo, algunos sin sus ojos, que los milicos les valiaron, pero hoy tantos héroes de la historicidad humana, nos dices, salimos porque !YA PERDIMOS EL MIEDO!
Por
lo que la identidad cultural en los procesos educativos o de humanización de hoy en día, referido en el despliegue de la
modernidad neoliberal, tendrá que tener un sentido mítico de la esperanza del porvenir social, para
arribar a su compresión más sensible como el eje articulador de un tono y un
ritmo, que den sentido a la simbología mestiza y occidental a la vez, puesto que
ambas partes son la constitución sincrética del ethos barroco aquí considerado; pero tendrá que ser un eje autónomo y plural, no restringido
y cerrado en su ensimismamiento
eurocentrista y egocentrista,
producto de la lógica de exterminio colonial y neocolonial; por lo que en el
orden de las ideas en torno a la categoría de identidad, se requiere de una
nueva re-interpretación más crítica de la autoconciencia humana culturalmente
entendida como eticidad, para
arriesgarse a tener que elegir cómo morir, es decir cómo vivir entre la muerte
de los que ya han caído en la lucha de resistencia social; como lo
que siempre está por llegar, pero que ya hace presencia cultural en los
contextos, textos y pretextos más sensibles y particulares de la pregunta que
interroga por el ser, en esa búsqueda y encuentro con una identidad de palabras
y acciones sensibles y diferentes al modelo occidental impuesto, pero que a la
vez se auto contienen, se le vigilan y se controlan militarmente con razones o
instintos, matizadas así sus diferencias, de acuerdo a su condición cultural de
clase y de consciencia constituida.
En
este ensayo se recuperan enseguida las diferentes posturas
filosófico-políticas de antropólogos sociales contemporáneos para comprender de mejor manera el proceso chileno, que marcan ejemplo para que junto con Cuba, Nicaragua, Brasil con Lula, México con AMLO, Chile con Boric, Ecuador, Perú, Venezuela y los que se siguen perfilando como Argentina y Centroamérica entre otros levantemos la voz que es milenaria de CIVILIZACIONES nobles e íntegras, que aportan
elementos acerca de las representaciones en la identidad del sujeto histórico
social, destacando el contexto simbólico de las culturas; con base en los
distintos planteamientos acerca del simbolismo cultural que trabajan estos autores, como son Paul Ricoeur (Francia), Ernst Cassirer
Alemania), Cliffort Geertz (Estados Unidos), Michel de Certeau (Francia),
Charles Taylor (Canadá) y Jürguen Habermas (Alemania), para saber cómo se crea
el sentido cultural desde una hermenéutica simbólica en el contexto de la
modernidad neoliberal, a partir de reconocer la imagen o representación de sí
mismo.
Se
hace necesario, estudiarlo como un proceso fenomenológico en las
ciencias sociales y específicamente en un sistema educativo capaz de
resignificar hermenéuticamente su realidad política, económica, militar y
cultural; constituyente de la identidad
antropológica del ser en sociedad desde la condición esclava hasta las nuevas
formas de racismo, discriminación y explotación en el dominio social, en la
complejidad de la hegemonía imperialista cotidiana, y en sus representaciones
simbólicas, en la hegemonía de la razón instrumental más simples, entre el
estado de bienestar y el estado de guerra -que refiere H. Marcuse[10]-, en
donde lo que está escrito al reverso es falso, porque lo que está escrito al
reverso es verdadero, en su tipología relativa a la historicidad del movimiento social en la
lucha de resistencia; porque como opinan los pedagogos críticos, no es
suficiente tener la razón histórica, también es necesario prepararse para la
resistencia y la toma del poder, como para conformar una estrategia-táctica de
largo alcance en la lucha economíco-política y socio-cultural con un sentido de
humanidad ético-moral enaltecido por las civilizaciones y virtudes humanas más
nobles.
Sensibilidad histórica
La sensibilidad histórica entra en la discusión entre la hermenéutica del sí y la creencia de opinión, en donde el acto es el mal y el cuerpo es virtual, ahí la figura de interpretación histórica, es que el deber ser, aparece en las representaciones del sujeto como generosidad, tamizando las ideas del ser y el no ser, como preparación moral, reflexionando sobre el ingenuo existencialismo, como ‘amigo de las formas’ y demás significaciones, que hablan sobre el sentido de la formación del ser verdad y el no ser verdad, al someterse a la imputación, como un actuar fundamental, para entender la alteridad y el autoconsciente interno del sujeto, como términos emblemáticos (pasividad-exterioridad), o como símbolo atribuido, el cual toma sentido a través de los mitos griegos para Ricoeur, como podrían ser cualquiera otros mitos culturales de la sensibilidad histórica plasmada en las diversas culturas.
REFLEXIONES DE
RICOEUR SOBRE LA
SENSIBILIDAD HISTÓRICA
El
pensamiento filosófico de Paul Ricoeur, quien nace en Francia en 1913, se
fundamenta en la identidad del ser mismo con base en lo vivido. A través del
estudio de los filósofos del Siglo XIV, como Santo Tomás de Aquino (1225),
Pascal y Montesquieu, entre otros, abre la polémica en contra de la filosofía
metafísica idealista.
Como
profesor de filosofía en la Sorbona de Francia (1960-65), abarcó la obra de Freud y el psicoanálisis, desglosando la
categoría de fuerza (pulsión, carga,
condensación, desplazamiento, represión, sentido de pensamiento, deseo,
intencionalidad, absurdo, disfraz, interpretación e interpolación, en donde el
mito se convierte en complejo de Edipo. De Freud toma, el problema de la culpa,
el sufrimiento inmerecido, el conflicto de las interpretaciones, como un
anclaje subjetivo de su verdadera deontología.
A
partir de esta filosofía reflexiva o
fenomenología, aparecen Descartes, Hume y Bergson, ello con base en un sentido
del realismo naturalista, de ahí nace
su resistencia a los argumentos de
Aristóteles, Descartes y Kant, de este último descubre el cruce entre
imaginación trascendental y receptividad de la sensibilidad, como vínculo de
entendimiento, pues el fundamento de su filosofía consistió en afrontar los
problemas sin evadirlos.
En
el hito de su época, analiza a Montaigne, Pascal, Voltaire, Rousseau, en donde
se abarca el mundo de la naturaleza, la psicología y de la cultura, ahí la
figura de hombre está precedida por
las implicaciones en la palabra de Dios fundamentada
en una visión ontológica; lo cual va desarrollando con una función poética en
el mensaje que permanece, y que por
sí mismo comunica, en su parte dialéctica entre el sentido literal y el sentido
oculto.
Su
sentido de totalidad, parte de lo sagrado, de la comunicación, del respeto
moral, de lo que se concluye como propicio, en donde el símbolo y la metáfora,
que para él es como un poema en miniatura, por su contenido mítico y preverbal,
aparece como algo sagrado en el propio inconsciente colectivo. Por ello
reconoce en los antiguos ese sentido medio retórico y medio demagógico, con
variaciones en las significaciones del tropo, como figura del discurso, es
decir, en el sentido literal de las palabras, que puede contener algo de eso
sagrado, entre lo que no se dice, porque aún no se puede explicar.
Así
apreciamos que la filosofía de Ricoeur es abarcable del todo, atravesando por
la lógica, la epistemología, la estética, la ontología y la ética; entendiendo
al humanismo, como la negación misma del sujeto, en donde el sí mismo, es el
otro, pero el otro igual en una dialéctica que representa el bien de todos, a través del lenguaje como estrategia,
instalada como vivencia, con fundamento en el respeto por el otro, como algo
semejante. Por ello ve en la ciencia, entendida también como un mito, que puede
ser un poder o medio para doblegar o legitimar, de ahí el sentido de la
transparencia, en el pensar la referencia identificable, que se entreteje en la
posición ética del nivel conceptual en el acto mismo de la vivencia.
Así
se abren las dos fuentes de moral y de religión de Bergson (1859-1941), la
teología de Karl Barth (1886-1968 en Suiza), como religión sobrenatural
revelada. En este sentido en Ricoeur, influyen Bergson, Léon Brunschvieg y Jean
Nabert. En la Sorbona, encuentra también a Léon Robin y a Henri Brehier
(filósofo-historiador). Otra influencia sobre la filosofía existencial la tiene
de Gabriel Marcel, y de Edmund Husserl en su filosofía descriptiva. También
frecuentaba a Jeanne Delhomme y Jeanne Parain en tertulias filosóficas de la
época, en donde debaten las categorías del a
priori, la verdad, lo real y el sentimiento de injusticia entre
otros.
A
través de Sartre en 1941, Ricoeur entra al existencialismo de las mediaciones
metafísicas, como son la encarnación, el
compromiso, la invocación, el absurdo y la esperanza. De Jaspers, recupera
las categorías de soledad, muerte y
fracaso. Y de Husserl abre el tema de la intencionalidad, para tratar la fenomenología descriptiva, que es
como dar una vuelta hacia adentro -dice-. De Max Scheler trabaja las categorías
de percepción, imaginación, voluntad,
afectividad y aprehensión de valores.
El
sentido de muerte de Ricoeur lo toma de su concepción protestante y de su
propia vida, pues él es huérfano de padres, su padre muere en la guerra de
1915, por lo que es educado por una tía materna soltera. Para 1945 él ya tenía
a sus tres hijos, de los 5 que fueron, pero también se tiene que enfrentar con
la muerte de uno de ellos que se suicida, en este sentido comprende bien cómo
todas las relaciones de la vida son
signos. De manera que en el cruce entre la Semántica de la fenomenología
del sentido de Husserl, y la Semiótica como oración real, es donde se ve la
dialéctica del acontecimiento y el sentido del discurso. En este contexto
escribe el Conflicto de las
interpretaciones, en donde aparecen los dobles sentidos, la diferencia
entre las categorías de explicación (símbolo)
y de comprensión (signo).
Plantea que la ejecución de Saco y
Vanzetti, que son anarquistas en Estados Unidos durante 1936, fue lo que
despertó su conciencia política, empezando a vincular el sentido del
pensamiento con la acción misma, a través de André Philip, Karl Barth, con base
en una convicción socialista. Su
tesis se fundamenta entre lo voluntario y lo no voluntario, como actos
representativos del límite. Así expone
cómo el mito va comprendiéndose de diferentes maneras, desde una Semántica de
superficie, que es ingenua y superficial, y otra Semántica de profundidad, en
donde se da el estadio necesario de la crítica con fundamento, que se bifurca
en un objeto verdadero de la comprensión,
al partir de un enfoque objetivo a otro subjetivo, como algo expuesto
frente al sujeto. De ahí va cobrando
sentido el lenguaje del discurso, como acontecimiento, como predicación y como
dialéctica del discurso y del sentido, en donde se estructura la comunicación,
como un intercambio de mensajes; de manera que la función simbólica se
encuentra en el ámbito de lo social, y éste es simbólico.
En
esa búsqueda de correlaciones
interpretativas ingenuas y profundas, como un compromiso en el uso de sentido
en la comunicación cultural, como momentos de superación y autonomía, que son
formas colectivas de humanización o de maduración en el proceso de apropiación,
ahí se dejan ver las competencias de la modernidad, como la destrucción
individualista, el nihilismo descalificador o la falta de reconocimientos, en
donde cobra sentido el círculo hermenéutico, pues Ricoeur, utiliza la semántica como lo dicho y el propósito de lo dicho,
de ahí aclara que el discurso, como lugar de interacción, distingue tres
momentos: la interlocución, la mediación de signos y la referencia del
discurso.
Ricoeur
plantea, que la fenomenología de la percepción, sólo es la preocupación en el
mundo, recuperando a Heidegger, a través de otra historia; y que lo visible y
lo in-visible, que plantea Merleau-Ponty a través de la emoción, hábito, en el involuntario absoluto del carácter, lo
existente, la vida, el inconsciente, es
precisamente el campo de la filosofía existencial, que conlleva una ética
implícita de la época, como dominio y consentimiento, en la dialéctica del
actuar, del carácter, el inconsciente y de la vida, en donde el límite es justo
el campo de la afectividad, desde la posible posición de ese dualismo y
monismo, representado como el actuar o el padecer.
En este sentido existe todo un proyecto
de antropología filosófica, como totalidad orgánica, que comprende el tener, el poder y el valer, en un
régimen de la voluntad y empirica de las pasiones. En todos estos sentidos
menciona a Jaspers en los años 50. De
donde se desprende la simbólica del mal en los años 60, como una empíria de
esas pasiones. De esta polémica aparece Tiempo
y narración, explicando que querer no es crear. En esos años publica Finitud y culpabilidad, en donde el
estructuralismo, era el Modelo Universal
de explicación, desde ahí Ricoeur habla del Sujeto pensante, actuante y
sintiente, y va descubriendo al
sujeto actuante como Otro.
Nos remite también a la desgracia del yo, como un yo egoísta,
que es la consciencia subjetiva en Hegel, al distinguir el pasaje Etico Justo,
para quien no hay negro/blanco, sino un entre gris y gris, ahí se dirime la
existencia de lo bueno, lo malo y lo peor, como sobre vivencia. Aquí el sujeto
habla, actúa y se narra, refiriendo al cuerpo
padecido, en el amarse humildemente a sí mismo en cualquier Otro
(Jesucristo).
Es
interesante, ver que Ricoeur, no tiene ligazón en Hume, quien opone el juicio
de valor al juicio de hecho en lo moderno del positivismo, en donde sólo se da
una fenomenología del hombre actuante y sufriente, para identificarse con otros
en un relato de vida, y en la convención la ética, simboliza lo bueno y lo malo
del mundo, pasando del estilo teleológico al deontológico de la moral, que finalmente se descubre como el digno
de estima, porque en la creación se requiere de un imaginario libre, para pasar
por el amor, el odio, el goce, el sufrimiento, la inocencia, la culpabilidad,
el bien y el mal. Así la justicia se convierte en equidad, o sentido altruista, pero no desde el idealismo occidental, por lo que, Paul Ricoeur propone, una
fenomenología hermenéutica, aplicada a las estructuras en sí, con base en tres
elementos de mediación metafísica y moral: la estima que se dirige al hombre capaz; la promesa mantenida y la
convicción íntima.
Con
el suicidio de su hijo en 1986 y la muerte de Mircea Eliade, esa situación lo
hace reflexionar entre la Obra y la No obra, comprendida como El mal, es un desafío a la filosofía y a la
teología, en un camino de Consentimiento o de Sabiduría, así reconocemos la
riqueza interpretativa de la obra de Paul Ricoeur acerca de la sensibilidad
histórica, del sujeto del autorreconocimiento, en su expresión simbólica de la
realidad concreta, en la sensibilidad de lucha social, que recuperamos de la
antropología filosófica del pensamiento de Ricoeur.
REFLEXIONES DE CASSIRER SOBRE LA
SENSIBILIDAD HISTÓRICA
En la postura del antropólogo alemán Ernst Cassirer (1874-1945) sobre la sensibilidad, es importante destacar que una vez creada una teoría antropológica de la identidad, el sujeto aparece en la escena de los hechos históricos como protagonista responsable de la construcción cultural y producto de ella, surge la interpretación simbólica de la realidad, la cual comienza a ser reconocida y teorizada en los procesos de conocimiento como expresión sensible en la constitución de la conciencia social e individual.
Ernst
Cassirer preocupado por el lenguaje del
hombre moderno, elabora una profunda teorización de los mitos y de la filosofía
de las formas simbólicas, en donde lo real y lo ideal parecen confundirse en el
desarrollo del mundo intelectual, de manera que este autor contemporáneo, que
ubicamos desde los años de 1940, después de la Segunda Guerra Mundial, nos
plantea que “el hombre moderno parece que tuviera que olvidar todo lo que ha
aprendido en el desarrollo de su vida intelectual. Se le induce a que regrese a
las primeras fases rudimentarias de la cultura humana. En este punto, el
pensamiento racional y el científico confiesan abiertamente su fracaso; se
rinden ante su más peligroso enemigo”[11].
Lo
que nos importa destacar en este subapartado con base en su Mito del Estado, es plantear algunos rasgos de quién pudiera ser
este enemigo del hombre moderno desde la concepción de los mitos y el lenguaje
simbólico que plantea Cassirer, lo cual también es real y concreto, dando una
explicación del origen entre el mundo escindido de la espiritualidad y la materialidad
objetiva, y que se torna demasiado confusa en la lógica acumuladora de capital
y sus implicaciones, en cuanto a los valores ético-morales universales de
responsabilidad, respeto, libertad, derecho, equidad, justicia, igualdad y
solidaridad; por ser principios de la vida cultural en comunidad, lo cual
implica un proceso de autoconsciencia particular y universal cada vez más
abarcativo y permanente que exalta nuestro autor, recuperando el periodo ilustrado.
El
periodo de Ilustración, o esplendor de las luces durante el siglo XVIII, se
sintetiza en cualquier sujeto contemporáneo, de manera particular -como ya
hemos estudiadodo-; es decir, en una
multiplicidad de expresiones de su identidad; este periodo se vivió como una
conciencia ingenua, primero en Alemania,
Francia e Inglaterra, ello se define por el reconocimiento al poder de la razón como una fuerza, pero no como un principio de
eticidad, pasando un largo proceso de entendimiento por los pensamientos
más críticos, de acuerdo a tiempos y espacios
diferenciados que han ido dando el sentido de lucha social en la vida
científica, tecnológica, artística y humanitaria, dentro de un mar de
contradicciones en el uso de estos avances culturales, que se enfrentan como
ganancia privada y como servicio con calidad humana, al reconocerse como producción social.
En donde los saberes que habían estado
encarcelados entre el mito y la religión cristiana desde una mentalidad
ingenua, como expresiones político-ideológicas de la cultura hegemónica -conciencia escindida o conciencia
desgarrada, dice Hegel-[12], en
el conocimiento de la época denominada romántica por su ingenuidad y frescura,
llenó un ambiente de dogmas, de temores, de inhibiciones, de represiones,
preguntas y respuestas cerradas y absolutas; con un sentido de muerte que
ocultaba ideológicamente la vida, pero a la vez sostenido por un esplendor de belleza, de pasión, de
ironía, de compasión, de ternura, de resignación, de ilusiones, de imaginación,
remordimientos y fantasías desatadas, a través de la producción del arte, la
ciencia y la tecnología, como pura
abstracción del ser en sí o de la
coseidad existencial.
Pero
no tuvo la entereza de una conciencia independiente que es para
sí en su ubicación de praxis histórico social transformadora, dado el desconocimiento
filosófico-cultural y el vencimiento del miedo ante la bondad, la verdad y
la belleza; por lo que se requiere desde esta época, hasta la
síntesis de ella en una multiplicidad de expresiones culturales hoy día, de una
formación espiritual profundamente humanizada para lograr una vida material más
equitativa, más liberada de injusticias e ignorancias, desde aquellas que son
más particulares e individuales hasta las más generales y específicas, que se
pueden tipificar por sus evidencias,
memoria y testimonios, en donde los culpables y los no culpables nunca
quedan ilesos. Por eso se trata de propiciar una Segunda Ilustración con base
en actitudes y comportamientos a partir de una
equidad humanizada, es decir dialógica y de consensos, en expresiones
posibles y concretas de mutuo entendimiento, no de falsedades, evasivas y
silencios de desconocimiento u olvido para la destrucción de mundos posibles
con formas comunales de producción, lo cual es un fenómeno de construcción
histórico-social, que avanza la cultura de la dignidad, sin atropellar la integridad de nadie con hipocresía y mentira
en las relaciones de calidad moral dialógica a través de los lenguajes que
siempre son simbólicos en las representaciones humanas de las distintas culturas. Vamos por buen camino Chile.
[1] Ibid. P. 110.
[2] Ibid. P. 119.
[3] Ibid. P. 124.
[4] Ibid. P. 133.
[5] Ibid. P. 138.
[6] Vid. Beuchot, Mauricio y Samuel Arriarán. Filosofía, neobarroco y multiculturalismo…op. cit. P. 47.
[7] Bartra, Armando. El Salvaje artificial. P. 154. Apud.: Swift, The most wonderful wonder, that ever appeared to the wonder of the
British notion,, referencias tomadas de la edición de George A. Aitken, en The Life and Works of John Arbuthnot.
[8] Vid. Echeverría,
Bolívar. La modernidad de lo barroco.
Ed. Era, México 2000. 231 pp.
[9] Vid. Dieterich, Heinz. Identidad Nacional y Globalización. La
tercera vía. Crisis en las Ciencias Sociales. Ed. Nuestro Tiempo/CLA,
México, 2000. 170 pp. P. 6.
[10] Consúltese. Marcuse, Herbert. El
hombre unidimensional. Ed. Joaquín Mortíz, México 1992. P. 70.
[11] Vid. Cassirer, Ernst. El
mito del Estado. Ed. F.C.E., México 1974. P. 8
[12] Vid.
Hegel, Federico. La fenomenología del espíritu. Ed. F.C.E.,
México 1993. 483 pp. En
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