Bolivia, el enmascaramiento del golpe de
estado.
Carlos
Figueroa Ibarra.
En
la disputa ideológica que ha seguido al golpe de estado del 10 de noviembre en
Bolivia, derecha y ultraderecha (y la minoritaria izquierda crítica de Evo
Morales) han blandido dos ideas: 1. Evo hizo fraude 2. No hubo golpe de estado.
Desde las derechas, las dos ideas son necesarias para la legitimación que el
neoliberalismo ensayó desde sus albores: no es posible otro mundo que no sea el
de la economía de mercado y la democracia liberal y representativa (Fukuyama).
Desaparecido el comunismo ya no es posible legitimar dictaduras como lo hacía
Washington cuando afirmaba que era preferible el autoritarismo (Pinochet) que
el totalitarismo (Castro). Ahora las derechas imponen su proyecto a través de
la democracia mínima y acusan de dictaduras a los proyectos que se les oponen.
En la narrativa reaccionaria y en la de sus aliados de izquierda, en Bolivia el
“pueblo” se indignó por el fraude y Evo tuvo que renunciar. No importa que una
turba neofascista haya sembrado el caos, que la policía se amotinara y que el ejército
le pidiera la renuncia: hubo fraude y no hubo golpe de estado.
Dos
estudios estadounidenses han concluido que no hubo fraude en las elecciones del
20 de octubre de 2019. Concluyeron en que no hubo fraude el Center For Economic
Rearch (CEPR) que dirige el prestigioso Mark Weisbrot y el experto en fraudes
electorales de la University of Michigan en Ann Arbor Walter R. Mebane Jr. El
primero asevera que las tendencias del conteo rápido son congruentes con el
cómputo oficial y que pese a que el primero fue suspendido por 20 horas (un
hecho que sirvió para esparcir la imagen del fraude) el segundo nunca se
suspendió. El segundo estudio afirma que solo hubo inconsistencias en 274 de
las 34,451 mesas electorales, insuficientes para adulterar la votación a favor
del Presidente Evo Morales.
Maniatados
por la necesidad de enmascarar el golpe en una fachada democrática, los
golpistas no han seguido el protocolo que seguían los golpes militares de
antaño. No han podido ilegalizar a los partidos políticos (particularmente al
MAS de Evo) ni han podido disolver a la Asamblea Nacional en donde el MAS tiene
dos tercios de los representantes populares. Por ello, la golpista Jeanine Añez
fue impuesta como Presidenta sin que hubiera quórum. El MAS teóricamente
tendría la posibilidad de rechazar la renuncia de Evo y por lo tanto éste
podría reasumir sus funciones hasta el 22 de enero de 2020. Mientras tanto la
movilización social se ha incrementado y está intentando un cerco a La Paz
(desvirtuando la imagen golpista de que la “sociedad” o el “pueblo” rechazaba
al Presidente Morales), la represión se ha incrementado contabilizando hasta el
momento de escribir estas líneas en 30 asesinados, 715 heridos y
aproximadamente 600 detenidos. La masacre de Cochabamba ha hecho caer a la
máscara democrática mostrando al mundo entero lo que en realidad sucede: en
Bolivia lo que ha sucedido es un golpe militar sangriento que ha impuesto a una
Presidenta espuria e ilegítima.
¡ LA DESHUMANIZACIÓN DEL GOLPE EN BOLIVIA, YA ES PÚBLICO !
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