Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Partido Comunista
Tienes idea de ser
consciente en tanto te reconoces humana(o), en una sociedad, en un contexto, en
un conjunto de grupos actuantes desde lo familiar a lo político: sientes que
por ello eres consciente de ti y de tu grupo económico-social; de sus acciones
y pasividades. Consideras que tus relaciones las controlas y encausas a tus
fines, aunque a nuestro alrededor hay poderes que oprimen y ordenan la vida
social, así nos coartan hasta en ese espacio existencial que llamamos libertad
de hacer, o simplemente el “soy libre”, aunque la base de dicha libertad se
encuentre saturada de imperativos que no hacemos más que poner en práctica.
Estamos aquí ante el límite de un margen de conciencia. Por esta razón se habla
de conciencia general, social, pública, cívica, de clase, organizacional, eco-ambiental,
circunstancial; subrayando los rangos de relaciones sociales concretas.
La cuestión de la
conciencia resulta demasiado importante a nuestros pueblos como para dejarla en
manos de quienes participan de su dominación bajo poderosos medios, tecnologías
y recursos. Las clases opresoras sabiendo actuar sobre los escenarios y
debilidades de la conciencia, alcanzan a doblegarla, suprimirla o hasta restringirla
según el caso y sus posibilidades, a las áreas de su interés hegemónico (póngase
atención a la batalla imperial en toda la línea contra la conciencia
latinoamericana de nuestros pueblos). Como particularización recordamos que en psicología
se habla del castigo como recurso bueno-malo para aprender, pero poco se dice
sobre el aprendizaje del castigo, es decir, del hecho de que aprendemos el
castigo como recurso relacionante, y no sólo o no siempre del objeto de
conocimiento e información que por esa vía se nos muestra; el castigo en este
sentido se constituye en una herramienta para doblegar o ser doblegado, para
forzar la conciencia propia o ajena, para transbordar la violencia al
pensamiento. La represión imperialista, su castigo global, se cierne sobre los
pueblos que atisban conciencia propia, así el castigo en sus fundamentos
sociales y sistémicos conduce a lavar los cerebros para formatear la conciencia
popular y clasista.
Distorsionar la
conciencia es una inmutable amenaza capitalista que se respalda en las
relaciones de dominación a que se procura restringir nuestra vida y pensamiento.
El estado actual del sistema capitalista imperialista y su feroz despotismo
incrementa sus tareas de des-concientizar, a sus artes mediático-políticas
agregan las teorías para confundir el
ser social y el cientificismo como es el Proyecto Brain (promoción de las
neurociencias para controlar y dominar la conducta, influir o persuadir la
voluntad de clase). La fuerza de dominación quiere romper los límites del
control mental individual y colectivo, porque van de la mano de sus apetitos de
expansión, de reparto del mundo y nuevo orden mundial; objetivos insostenibles
sin el control prolongado de las conciencias.
La producción
capitalista, las máquinas, los objetos, la cultura, las ciencias, las cosas que
también nos reproducen en las relaciones existentes, que forman la base de nuestra
condición inerte frente a la dominación, son plegadas a la anulación de toda
conciencia crítica, en sus propias entrañas llevan el elemento antagónico que
posibilita nuestra manera de pensar. La conciencia del capital está en asumirse
creador de las cosas, erigiéndose como única voz de las relaciones sociales y de
esta existencia social (in)humana. La conciencia crítica y revolucionaria es
negación-ruptura de este sistema de relaciones y objetos. La conciencia de
clase se constituye en tal cuando se desarrollan las negativas al punto de
vista unilateral de los contrarios, cuando finalmente se avistan los intereses antagónicos.
En la conciencia se afirman poderes y contrapoderes, dominancias y resistencias,
por esto y otras cosas es un asunto de lucha absoluta, la revolución misma en
todas sus formas es un acto de suprema conciencia.
En todos los frentes
del capitalismo se arremete contra la conciencia social, así ella esté ausente,
se retuerce la realidad, la existencia, la verdad, la experiencia, la
totalidad, hasta la vieja legalidad, para que sea más difícil adquirir
conciencia histórica. La clase dominante impone su ideología dominante y su
conciencia dominante, impone la mentalidad colonial, la seudo-conciencia del
ser sometido, la anulación de toda forma de conciencia que trasgreda o vitupere
el régimen del capital, que destaque las relaciones de igualdad, la dignidad de
los pueblos y los valores de solidaridad entre los pueblos.
A partir de estas
prevenciones la oligarquía financiera se antepone como personaje “paradigmático”
de la historia, antepone sus intereses a las mayorías, ordena una separación,
alienta divisiones, rechaza antiguos derechos soberanos, nacionales o sociales,
produce nuevas contradicciones, recrea estructuras de clase, fomenta
conciencias aburguesadas, vigila y atropella la comunicación social. En sí
misma la realidad lleva a resaltar la conciencia de las relaciones dominantes,
sin embargo ésta siempre registra el antagonismo subyacente, por tanto presenta
la alternativa de conciencia de cada contradicción y de apelar al lado opuesto,
a la confrontación de intereses, las contradicciones organizan a los opuestos
para adquirir conciencia de sí. Decimos que en la vida social tenemos distintas
necesidades, que siguen desarrollándose, las cuales bajo el régimen capitalista
nos privan la libertad porque vienen aparejadas con el poder político-económico,
cabe destacar que la necesidad de conciencia social en el individuo, sector o
clase es vital para mantener a la humanidad en pie y revolucionar nuestra
sociedad, para luchar porque la libertad impere sobre la necesidad bajo
relaciones sociales de igualdad.
Es por ello de la
necesaria presencia de una concientización revolucionaria plena. Donde lo revolucionario
es el rechazo de nuestra condición de opresión, dominación y explotación
social. Desde su aparición la teoría revolucionaria fundada por Marx y Engels siendo
jóvenes luchadores, está en el centro de los ataques del capitalismo, en vista
que promueve y es “práctica-teórica” de dicha conciencia para la transformación
del mundo por las clases explotadas y oprimidas. En el tema de la conciencia
las ideologías burguesas del vulgarismo, modernismo y posmodernismo en todas
las experiencias propias de las conciencias capitalistas centran su atención en
contra de tal perspectiva revolucionaria, por tratarse de “enfrentamientos
estériles” de cara a las relaciones de producción capitalistas. Si bien la
teoría revolucionaria es el movimiento de las ideas de las clases explotadas y
oprimidas por una conciencia política clasista y una sociedad comunista, en sí
misma no resuelve el problema de la conciencia, sólo apela a su realidad y la
práctica. En esta autocrítica revela su crítica a la ideología de los procesos
de aprendizaje como maraña de relaciones de poder en la educación con los
cuales se simula despejar la conciencia sin alterar el orden existente, o según
recordamos: los filósofos sólo han
interpretado el mundo, se trata de
transformarlo. Que se traduce en la doble necesidad de concientización
revolucionaria y luchar con conciencia revolucionaria sobre el mundo burgués y
su racionalización por el cambio general.
El contexto de las
difíciles condiciones del capitalismo y sus crisis, así como los procesos de
proletarización actual, de cohesión de las clases y sectores constituyentes del
pueblo, conducen hacia adelante las distintas dimensiones de la conciencia
social. Hasta aquí la conciencia social clasista es una respuesta
revolucionaria a las condiciones de clase.
Entonces, las
relaciones existentes imponen conciencias fragmentadas, otras veces falsas
conciencias de la realidad, inconsciencias, alienaciones en pro de las clases
hegemónicas, invisibilizaciones sobre los roles sociales; que debemos
interpretar y despejar precisamente en la lucha por la toma de conciencia
social.
Peculiar importancia conquistan
las capas medias por cuanto en su entorno se consolidan refuerzos de las
relaciones dominantes. En el avance del capitalismo estas capas desgarraron terreno
sobre nociones antes bastante demarcadas, entremezclaron elementos de las
clases antagónicas y dieron sustento a realidades suplementarias dentro de la
sociedad capitalista. Las capas medias están sumidas en jerarquías, exclusiones
y dominancias propias que rechazan los mecanismos colectivos que las “disminuyen”
ante el proletariado y sectores populares, haciéndoseles creer que sólo
necesitan la dependencia del capital, el
desperdicio de nuestros recursos y las relaciones capitalistas. En este terreno
las capas medias asumen un rango de
superioridad vanguardista de cierto poder social de clase, con respecto de los
campesinos y proletarios, de hecho la gran burguesía promovió la asunción
de tal rol para derrotar importantes movimientos sociales. Las capas medias
hacen una toma de distancia con la sociedad, llevan a cabo cierto mimetismo
para sostener su lugar, pero son sistemáticamente empujadas a asociarse a la
hegemonía de la burguesía y el sistema capitalista.
A pesar de su “desubicación”
del contexto social de la lucha de clases, la incomprensión de los problemas, el
reaccionarismo, la volatilidad, su visión de progreso consumista, en ocasiones
una vida en rosa del capitalismo e instrumento para golpes de estado,
aplicación de medidas fascistas y desplazamiento de la lucha
democrático-revolucionaria; presentan una asimetría de fuerzas y tendencias,
siendo además avasalladas por la burguesía. Frente a la realidad de la crisis las
capas medias se ven atenazadas por los antagonismos del sistema, desplazadas y
encausadas a la alianza con los sectores populares. No obstante lo que nos
interesa en este momento es la conciencia de sí que influye grandemente entre
las mayorías. Además de entrar en el ámbito de la multiplicidad de las
conciencias, si retomamos la idea de capa media es con la intención de marcar
distancia respecto del concepto de clase media debido al fin político que éste
guarda para aludir una concepción de la clase social y para posicionarlo
respecto de la clase de los proletarios, lógicamente prescindir del concepto no
implica negar que existan clases medias, únicamente nos levantamos contra la
inconsistencia del concepto ya que algunos de sus sectores forman parte de un
proletariado aristocrático, de la burguesía no monopolista o de la pequeña
burguesía, sea también contingentes de empleados que vivan a lo burgués o se
encuentran en la penumbra de la pobreza. Y si no enmarcamos dentro del concepto
de pequeña burguesía es por la concreción de éste en los de pequeños
productores del campo y la ciudad ya circunscritos en las capas medias; si bien
merece su análisis específico, no viene al caso para los fines de estas
reflexiones y nuestro espacio. Las capas
medias influyen extensamente en las clases explotadas, asimilan una gran
capacidad de habilidades políticas en el margen de la democracia burguesa que
les hace destacar sus demandas por encima de los demás. No obstante, su contenido y respaldo a la
dominación general del capital, así como el de su conciencia, está compenetrado
con el de las relaciones generales del capitalismo, por lo que sus sectores
populares dispuestos a luchar contra el sistema encuentran otra alternativa de
conciencia para los cambios revolucionarios apoyándose en la conciencia
proletaria.
Ya que estamos en la
identificación de los escenarios del capitalismo, retomando el tema, la base para
la conciencia se caracteriza por el origen de clase o sector en primerísimo
lugar, es decir el lugar que se ocupa al interno de los antagonismos sociales.
De tal condición se desprenden por consecuencia los primeros destellos para la
conciencia social: burguesa, media, pequeño burguesa, campesina o proletaria.
Adquirimos conciencia
de clase sobre la base de nuestra condición social, sobre los fundamentos de
las relaciones sociales de dominación económica, política, social y cultural.
Pero esto es sólo la conciencia de sí, es decir, la conciencia de que se
pertenece a un grupo social determinado que forma parte de antagonismos comunes
frente a otro grupo. Es fundamentalmente la producción social que define la
configuración de esos grandes grupos llamados clases sociales, y al estar
presentes en ella alcanzamos noción de clase por identidad de nuestras
condiciones de existencia, a pesar de ello también operan tendencias
contrapuestas a velar o encubrir esta base de la conciencia. Particularmente
las capas medias operan hacia adentro y hacia afuera de sí para desclasar, es
decir desarraigar de las condiciones propias la conciencia de sí y de los
demás, aproximándola a las clases dominantes las cuales son los distintos
estratos de la burguesía pues: comercial, agrícola, servicios, mediática, en los
deportes, industriales, banqueros, financistas, terratenientes.
Por lo demás tenemos ya
el ser de clase y la identidad de clase como estructuras para la conciencia de
clase. Esto no es todo para que la conciencia social sea adquirida, la simple
existencia del capitalismo monopolista lo explica, el elemento espontáneo no
genera todos los aspectos de la conciencia y lucha revolucionaria, no tenemos
aún la conciencia social general que impulse los grandes cambios que el mundo
requiere. Como citamos previamente, son importantes los conocimientos e
información sobre los fundamentos de nuestra sociedad, pero ellos mismos no
hacen la ruptura, en dos siglos la cultura humana avanzó enormemente, la
educación es uno de los grandes logros del sistema, y las clases dominantes resultaron
ser quienes mejor le sacaron partido. Tanto porque ello no cambia las
relaciones de dominación en sí mismas, como porque el conocimiento se adentra
en el funcionamiento de las reglas del sistema, como porque no se sustrae al
conocimiento la carga de antagonismos sociales que entraña la realidad. Aún así
es claro que los conocimientos de clase y la teoría revolucionaria son
necesarios para alcanzar conciencia de clase.
El movimiento social
en el mundo destaca diversos avances en la toma de conciencia, rechazados o
aceptados, es innegable el hecho de que proyectan luz sobre sus protagonistas y
otros sectores en su alrededor, desenmascaran el sistema y refuerzan en algún
grado la acción popular contra el capitalismo.
Movimientos
tradicionales por su parte se dotan de esquemas de trabajo que les aseguran
reproducir un nivel concreto de conciencia en sus agremiados, necesario a sus
luchas y la continuidad de éstas, pero a su vez atados a las estructuras que
mantienen su condición de sometimiento en las jerarquías del capitalismo. Por
tanto la graduación de su conciencia se encuentra bajo límites “controlables”.
Los grupos políticos
revolucionarios se dotan de una gran conciencia interna de los cambios, por
distintas condicionantes se enfocan principalmente a reciclarse en tanto tales
y no logran romper la barrera social a que pertenecen, contribuyen en mayor o
menor grado a importantes luchas populares y por la conciencia, sostienen la
norma de que el máximo de conciencia es un asunto propio para “conducir”. Se
enfocan mecanismos tradicionales de “llevar” la conciencia, pero entre estos
medios, sus recursos y los esquematismos, se prestan blancos fáciles a la
burguesía y sus estados. Llegado el momento de su desgaste, dificultades o
marginación; se reproducen los antagonismos en su interior y pueden encontrarse
ceñidos a las normas de la política burguesa o pequeño burguesa. En su
indiscutible rol, en la descarga y manejo de los puntos para atisbar la
conciencia social de conjunto, la visión romántica sobre la formación popular o
de cuadros no debe convertirse en panacea para la labor revolucionaria, ni sus
limitaciones en causa de todos sus problemas; la formación popular y de cuadros
para que sea certera se hacen como parte y dentro del conjunto de ejes de la lucha
y vida social que canalizan la conciencia.
Por aquello de que la
conciencia llega desde fuera (tesis del ¿Qué
hacer? de Lenin), hay que hacer una breve ubicación del concepto en
superación del pensamiento lineal, puesto que en tanto posición estratégica, significa
que las condiciones “naturales” del capitalismo no arrojan en sí mismas una
visión revolucionaria inmediata de las cosas, sino que hace falta estimular el
factor subjetivo que las analice, que agrupe el elemento consciente para la auto-emancipación,
que enfrente en trincheras de lucha a la espontaneidad de las relaciones de
dominación económicas, políticas e ideológicas; no está necesariamente enfocada
en la demarcación entre intelectuales y clases, sino entre la espontaneidad de
la conciencia de clase en sí y la organicidad de la conciencia de clase
revolucionaria para sí e independiente superando las restricciones internas de
algunas formas de lucha. Las luchas gremiales, de gestión y funciones públicas
tienen un importante lugar para la lucha de clases, pero si se constriñe la
conciencia al simple aprendizaje y cuidado de éstas: la lucha estrictamente
sindical o administrativa se sabe que conducen al reformismo, el burocratismo y
un par de relaciones de control y poder. Es entonces cuando la teoría
revolucionaria tanto como el ámbito de la praxis de las revolucionarias y los
revolucionarios –por cuanto constituyen un espacio de identidad colectiva
agrupada o no– romperá con viejas prácticas de relaciones de poder destacando
la importancia de las tareas y fortalecimiento de la conciencia. Sin embargo
también recupera la perspectiva hacia la revolución de los términos entre
“cuadros y masas”, previamente enclaustrados en la distorsión vertical
dirigente-dirigido, que dificulta el acceso de la conciencia en todos sus
planos, impide asociar dialécticamente el conjunto de conciencias populares en
sus evidentes diferenciaciones, así como limita al desarrollo de los liderazgos
junto a la capacidad de acción popular.
Son diversos los
campos desde donde se quiere trabajar por nuestra concientización. Ninguno es
de subvalorar, todo esfuerzo es importante, máxime si consideramos nuestras
posibilidades, fortalezas y debilidades, debemos laborar porque logren
colocarse en un nuevo plano para el desarrollo de la conciencia de clase.
Desde luego que la
conciencia social revolucionaria es vital a los pueblos en la lucha contra el
imperialismo y todo el sistema de relaciones capitalistas. Nos dotamos de ella
conjuntando la condición de clase, la identidad de clase, la formación de
clase, la organización, la lucha contra las distintas estructuras y acciones de
las clases dominantes. La forma en que se articulen e integren estos ejes depende
de condiciones variables. Estos son sin duda elementos indispensables hacia la
conciencia, a ellos debemos proyectar el antagonismo irreconciliable de las
clases explotadas y oprimidas con todo el sistema social, la condición de
protagonismo, reconocimiento y auto-reconocimiento de todos los actores
sociales, de ejercicio democrático y ubicación del objetivo emancipador. La
posesión y ejercicio de dichos atributos no puede ser patrimonio de unos
cuantos, lo cual equivale a desmantelarlos por la vía de los hechos, porque si fuese
así, seguimos sin conciencia, forman un importante campo de acción de tareas
populares y revolucionarias que deben cultivarse en todo movimiento
independientemente de su tamaño, son siempre propulsores de grandes luchas.
Nos falta considerar otro
eje, para que la conciencia sea tal, se requiere decisión de avanzar en
consecuencia tanto contra las relaciones de dominación, como para forjar una
nueva práctica relacionante emancipadora que construya la nueva sociedad desde
las entrañas de las luchas actuales. Esta determinación se hace en el firme
avance de la lucha de clases hacia los procesos revolucionarios, cambia
continuamente de abanderados según las circunstancias de la lucha de clases
hasta hacerse parte de las mayorías y de la lucha esencial contra la propiedad
privada de medios de producción. En el marco de esta determinación es posible
la contundencia respecto del análisis de todas las condiciones que presente el
capitalismo en una perspectiva consecuente con el objetivo general por la
sociedad socialista. Obviamente sin teoría revolucionaria la determinación y la
práctica son lanzadas a otras costas, mas dado que en ello suponemos un
“consenso general”, no vamos a estudiar el tema en este momento.
Vámonos a otra
cuestión de interés para el problema de la conciencia. La conciencia se apoya
en múltiples cuestiones, pero actúa con centralidad en apenas un reducido
número de consignas sintéticas o fundamentales que nos afectan, movilizan los
intereses con que se jalona toda nuestra percepción histórico-social. Las
clases dominantes programan algunos principios generales que encubren el
interés y conciencia propia para desplazar del escenario la línea opuesta y nublar
la conciencia proletaria-popular; en algunos casos consiguen apoyarse
ampliamente para sus fines. Se comprende que su condición de clases hegemónicas
les permite actuar sobre este terreno con ventaja y seguridad. Mientras que los
pueblos encuentran mayores dificultades puesto que luchan contra todo un mundo
de poderes, la combinación de sus fuerzas en el foco de los grandes problemas
abre paso a la unidad de la conciencia revolucionaria. La asunción de la
conciencia se manifiesta en que en la percepción del pensamiento, la acción y
el contexto se toman como punto de referencia de la visión transformadora, así
la radicalidad frente a la dominación integra su ser de clase: el obrero contra
el modo de producción, el estudiante y
la maestra frente a la actual raigambre de clase y privatizadora de la
educación, el campesino y el indígena frente a la posesión de la tierra y el
espacio político-cultural, el empleado ante las relaciones de poder opresivas,
el pequeño productor y la artesana ante los dilemas de las relaciones
mercantiles capitalistas.
Aprendemos la
conciencia incorporando al sujeto social a los procesos que la desarrollan,
incorporando conocimientos concretos y definiciones políticas que la
argumenten, incorporando el compromiso ante la clase o sectores, ante la
humanidad y sus principios de comunidad, progresando las formas de conducta
social por el cambio revolucionario, incorporando constantemente el debate
interior y del grupo de pertenencia para liberar nuestras relaciones sociales,
fogueándose en las constantes disputas frente a las clases dominantes y el modo
de vida que nos han impuesto, retomando la conciencia proletaria y popular como
referencia, creando los medios pertinentes a nuestra participación decisiva
como clases y sectores populares en la decisión de nuestro horizonte social, subrayando
la importancia de organización revolucionaria, reconstruyendo la moral del
pueblo bajo las premisas de relaciones fraternas y revolucionarias de la
convivencia social.
La conciencia social
está en conflicto con pretendidas imposiciones de ésta, con medios de compra de
conciencia, con las presiones sobre ésta y el chantaje político de donde venga,
por ello en cuanto ésto se avizora, la conciencia se nos escapa como
posibilidad social.
La conciencia en sus
primeros aspectos y posiblemente de manera fragmentaria, aparece en los sitios
menos esperados, “menos próximos” al centro de dominación capitalista
(territorial, étnica, temática o sectorialmente hablando), con ella nuevos
sectores irrumpen en la arena política y de la lucha de clases, lo que potencia
a quienes se encuentran en la lucha a la vez que conduce nuevos destacamentos y
formas de combate innovadas por sus protagonistas; es verdad que suelen
presentarse situaciones de “debilidad ideológica” pero esto debiese
considerarse como un fuerte aguijón para avanzar aunando todos los esfuerzos en
la lucha contra el capitalismo antes que la política burguesa o el pensamiento
de clase media los socave; una conciencia comunista debiese reclamar atención
de estas cuestiones. Las conciencias tienen sus procesos de maduración, que si
bien deben ser apoyados, es primordial observarlos, advertirlos en sus
características, para que se les aliente y se contribuya a revolucionarlos
antes que ser parte de los factores de su propio estancamiento. No se trata de
ensambles de conciencias, sino de asimilar las conciencias populares para
contribuir a su propia revolución clasista.
La conciencia de las
divergencias también es indispensable, templarla, replantearla para que
efectivamente sea un campo especial de la conciencia sin el arrebato, la
injuria, la sospecha o el maquiavelismo. Así sin anular, confundir o desviar la
conciencia de clase a pura conciencia ideológica de las diferencias
teórico-políticas debemos despejarla para que juegue un rol positivo en el
proceso general de la lucha de clases. La conciencia debe dar acceso a la
secuencia de estados mentales que despejen todos los fenómenos interiores de
las relaciones humanas, haciéndolas comprensibles y cuestionables en todos sus
planos, para aplicar la intuición de clase, la creatividad y construcción de un
mundo nuevo. De tal suerte que la conciencia irrumpe frente a la enajenación
económica despejando sus realidades, replantea las condiciones de la alienación
de las clases pudientes y la erección de su supremacía; restituye al sujeto
social contra las invisibilizaciones del sistema, se convence que la acción
arroja consecuencias transformadoras, y recrea las tendencias de ruptura social
revolucionaria.
Haremos una
referencia muy de pasada a la conciencia comunista revolucionaria específica
–porque entendemos que comprender las otras conciencias es parte de su
premisa–, es destacar la visión del horizonte emancipador por una sociedad sin
clases explotadas ni explotadoras, sin opresión social, sin relaciones sociales
de dominación. Es la percepción hacia dónde se anhelan los grandes cambios, es
compromiso de lucha proletaria y popular, de esfuerzo político permanente,
percepción de la realidad histórica que precisa demostrarse y trascender al
seno de nuestros pueblos. Es acción clara en cualquier terreno contra objetivos
precisos del capitalismo imperialista para contribuir a la rueda de la historia
sin vuelta atrás. La lucha por adquirir conciencia comunista revolucionaria es
cotidiana, de debate colectivo y definición individual poniendo a prueba recursos
políticos, orgánicos y teóricos, si simplemente la ubicamos en el espectro de
la historia futura o de las “grandes acciones”, corremos el riesgo de poner en
marcha relaciones rígidas a su margen, contrarias a su proyecto, que la niegan
en sus bases, carcomen la credibilidad popular y medran la conducción propia de
las revolucionarias y los revolucionarios cuando buscan asumirse bajo sus
perspectivas.
La deriva del
capitalismo imperialista ante sus agresiones, en detrimento de la paz y la
seguridad mundial, ante nuevos despojos, ante su tendencia a considerar la
conciencia como una más de sus propiedades para la primacía, ante todas sus
amenazas contra la sociedad y el planeta, llaman a la combinación de las
conciencias populares, a emplear e innovar todas las formas de hacer
conciencia, a luchar por trascender el sistema social en todos sus ambientes, a
vigorizar la conciencia revolucionaria clasista que recobre direccionalidad en la
lucha decisiva y emancipadora, a la conciencia general de las clases explotadas
y oprimidas.