Sunday, March 7, 2010

AUTORRECONOCIMIENTO E IDENTIDAD DE CLASE

“En la ‘ideología’... la teatralidad no es solamente
una determinada forma de actividad artística, que se
expresa técnicamente en el teatro propiamente dicho.
La teatralidad está en la vida misma, es una actitud
propia del hombre, en cuanto el hombre tiende a
creerse y hacerse creer diferente de lo que es”

Antonio Gramsci



La forma en que se reconoce la persona a sí misma en lo que es, para saberse pensar, en lo que dicen que es y en lo que cree que es, sucede sólo a través de reconocerse en los otros; así es como conoce SU SER EN SÍ, como un YO en TÍ mismo y así ser NOSOTROS PARA SÍ; esta expresión humana tiene un largo recorrido de trabajo histórico; ello consiste en cómo se identifica como sujeto histórico (sujeto por sus afectos y razones históricas) en el contexto de la modernidad, entendida ésta como realidad concreta en la cualidad de lo moderno, de lo nuevo, que comprende a lo antiguo en el sentido de la lucha clases; así en el arte y la literatura el modernismo, muestra una afición por las cosas modernas, es decir, vemos a la modernidad como totalidad inescindible en su contradicción, relaciones y diferencias en una época o historicidad de culturas civilizatorias; pues la persona está contextuada en una temporalidad constituyente de su existencia, que es así su propio cuerpo o temporalidad global y diferencial; esta persona se identifica de alguna manera con su pertenencia de clase por medio de sus representaciones sociales y participación político-pedagógica, es decir, a través del trabajo social e individual objetivado bajo formas prácticas rituales, y objetos cotidianos y no cotidianos: artísticos, religiosos, de sentido común o científicos; el reconocimiento de sí mismo se genera por medio de las formas interiorizadas de apropiación en alguna forma de conocimiento por el sujeto de la historia; este movimiento del trabajo natural transita en un espacio filosófico y de folclor cultivado en las grandes civilizaciones -que son patrimonio de la humanidad-, que le dan sentido milenario de respeto y de responsabilidad al sujeto de la historia; sujetado éste a sentimientos actitudinales y a su modo de producción correspondiente, en la organización y división social del trabajo, dentro de una lógica de producción histórico-social, en su contradicción de clases y de poder determinar las formas de vida. Así el sujeto de la historia en sus creencias y certezas, va realizando en el trabajo histórico por todos ralizado, lo que se produce social o individualmente, y de ahí la tensión o contradicción de la propiedad privada; de la lucha de clases y de la contradicción irresoluble entre el capital y el trabajo; lo cual puede ser comprendido desde lo más simple de lo cotidiano y particular del sujeto de la historia desde su infancia, hasta abarcar la crítica del sentido del comportamiento imperialista en el proceso de internacionalización, regidos ambos por comportamientos análogos en la lucha por la sobrevivencia; la lucha por la información en la política; la lucha por el uso de la ciencia, del arte, de las humanidades y de la tecnología-cibernética; y por supuesto la lucha por la autogestión en distintas épocas de la modernidad, como expresión sintética de la totalidad histórico-social en una interpelación directa entre el autorreconocimiento y la identidad atravezados por la ideología dominante de la época.

Lo importante en el reconocimiento de la persona por su trabajo social-individual sea ésta consciente o no de ese trabajo, es conocer la forma de apropiación de la producción, si es de forma privada o colectiva; esto se destaca históricamente al ser el sujeto reconocido y nombrado por el otro que lo identifica como un “sujeto sujetado a una condición de clase o de vida humana”; porque se está así, sujetado siempre a un juicio de valor en los procesos de formación cultural humananizada culturalmente, como historicidad genérica, diferenciada a su vez su historicidad en una multiplicidad de necesidades culturales, según las diversas historias de vida particulares y universales concretas, a través del proceso de transformación del trabajo ocioso, el trabajo creativo, el trabajo enajenado, el no trabajo o el trabajo colectivo; teniendo como parámetros la necesidad humana y el interés inculcado en la identidad de clase; con base en ello, el sujeto tiene memoria histórica de sí mismo; de lo que cree y hace creer que es, en la apropiación y en la distribución del trabajo social realizado por sujeto, sujetado históricamente, porque desde ahí el sujeto constituido, se afirma y se niega como tal, en momentos instantes concretos efímeros y eternos; a través de la topología del otro que lo mira y lo valora en la satisfacción de las necesidades comunes, distribuidas y normadas en equidad o no, determinado esto por el modo de producción y el grado de conocimiento científico-social; diseminando así su cuerpo en sentidos de humanidad o de vida concretada en intensidades de su autenticidad humana sustantiva; es decir no egoísta, al reconocerse en distintas dimensiones de la realidad histórico-social con la que se identifica en esa constitución del ser, como persona con un proyecto, como hombre o mujer, como grupo social, como individuo, como pueblo, como nación, como mundo o como clase social, capaz de organizarse políticamente; pues estos momentos son distintas dimensiones en el transcurso de la consciencia práctica del sujeto histórico en su comportamiento; así se va asumiendo el derecho a su independencia y autonomía como totalidad histórico social, en el contexto de la lógica de modernidad ilustrada, en su infancia, adolescencia y madurez, de la que proviene la situación histórica de propiedad privada en la cultura occidental; que se impuso como única explicación y forma de vida posible en una dimensión abstracta y universal, que ha sido legitimada por el imperio del capital.

De este modo la idea de identidad fetichista y desarrollada en el periodo ilustrado o Iluminismo , enfrenta al sujeto de su época con las incoherencias de la insensibilidad humana ahí acuñadas, que afirma o desconoce la sensibilidad del ser y que tiene que determinar el rumbo y el sentido como sujeto histórico en un proyecto hegemónico de clase, como expresión de la contradicción entre salario, capital y Estado, en un periodo de la historia en sus diferencias irresolubles que entraña este modo de producción privada, lo cual no acaba de comprenderse, ni de superarse de forma generalizada por el sujeto de la historia; transitando de una concepción religiosa medieval, represora y reproductora de culpas, a otra caracterizada por una acentuada industrialización capitalista que se fundamenta en el individualismo y la lucha de clases que se perfila multiétnica, multicultural y de género -plantea Dieterich- como procesos de terror y de muerte, pero también como posibilidad de emancipación social, porque no existe presagio; y ello sucede en las formas más descarnadas y sublimadas de explotación del trabajo humano, tanto del enajenado como del creativo en la lógica de propiedad privada occidental y de su necesario proceso de emancipación histórico-social, a través de un trabajo político-pedagógico, que se asume en la toma de consciencia de los actos del sujeto, que exige la virtud humana como trascendencia histórica, ante la degradación cultural, en una mezcla ideológica y confusa de ello, ante la proclamación a la no violencia ejercida frente a aquellos que aun no pueden nombrar su expresión y su palabra como actos de hombres verdaderos en el desarrollo de capacidades auténticamente humanas, en el sentido de mantener el proceso de transformación del modo de producción y de actitudes, reconociendo las diferencias culturales, la convivencia, la participación y el derecho a la información y a la tecnología, en el despliegue histórico de humanización y no de degradación en la totalidad histórica, considerando su complejidad contradictoria para ejercer un poder que comprenda las necesidades comunitarias que fueron pisoteadas por el proceso civilizatorio.

En esa búsqueda por el reconocimiento civilizatorio impuesto en los actos de colonización represiva, están entremezclados los matices de la creatividad humana, mágica imaginativa, tecnológica, artística y científica; constituidos estos entramados desde el sentido humano ontológico a través del arte, la religión, la técnica, la literatura, el amor a la inteligencia, al conocimiento, y en las interpretaciones más significativas del sentido cultural crítico dignificado en su auto reconocimiento, que históricamente sólo se generó en una condición ideal y no con un sentido material colectivo al ser aniquilada esta posibilidad en los procesos de coloniaje que ha engendrado históricamente la forma de producción imperial contemporánea, al no tomarse en cuenta la satisfacción de necesidades colectivas a través del respeto y la mutua correspondencia en equidad del conocimiento teórico-científico como producción y no individualizada, porque no se concebía en la racionalidad hegemónica de los modos de producción en distintos órdenes del conocimiento, su ubicación como una totalidad interdisciplinaria en devenires de humanización y de socialización de conocimientos, es decir, en la búsqueda por el bien común que abarca un proceso continuo educativo para abolir el sometimiento y la degradación que impone la explotación capitalista, que encabeza como vanguardia el mundo occidental que sigue teniendo matices metafísicos en su necesidad ideológica de encubrimiento del orden y la lógica establecida como modelo hegemónico y única alternativa de vida; estos devenires son constructos sociales generados no precisamente a través del diálogo, la comprensión y el buen entendimiento en la comunicación de los distintos lenguajes, sino que encierra, una relación de fuerzas en las distintas posturas ante el sentido de vida como medio ideológico y filosófico de expresiones creativas y a la vez sometidas como contradicción irresoluble en la síntesis más plena de la hegemonía histórica que es la relación entre capital, salario y Estado; asumida así esta razón desde el materialismo histórico como praxis, en una asunción libre y voluntaria con base en un acuerdo justo y necesario; pero en cambio el ideal de autoconciencia sólo fue legitimado en la lógica de la ilustración, conforme a los diferentes intereses que son reconocidos como modelo prototípico de la historia hegemónica ya generalizada en la destrucción y el exterminio, sin tomar en cuenta la multiplicidad de sentimientos ahí acuñados en la historicidad del sujeto a su transformación y superación cultural, para desarrollar sus capacidades humanas.

De manera que al ser capaz el sujeto ilustrado y no ilustrado desde esta visión legimitada en la mirada de occidente, sin distinguir las partes más simples y complejas de su actuar no sólo autónomo y tolerante en la resolución de problemas concretos, que están entreverados por la incomprensión y las obscuridades de esas versiones; pero al ser cultivado el sujeto en valores ético-morales como principios de origen del deber ser abstracto y no en el concreto real, de una vida auténticamente digna, que se cuida a sí mismo sólo en relación con el otro que necesita y comprende humanamente por su necesidad común de emancipación social e individual en formas de autogestión y autogobierno, por eso es necesario reflexionar en ganarse la libertad, ¿cómo?, sólo es posible reconociendo cómo no molestar al otro, lo que encierra toda una postura ideológico-filosófica de clase; y esa formación se adquiere en la práctica a través del ejemplo multicultural abierto y plural, porque cuando este sujeto se ha apropiado de ese bien común en un contexto socio-histórico de organización, de pertenencia y de dirección en los procesos de aprecio a la vida, como finalidad trascendente de tiempos y espacios delimitados de manera clara y obvia, de acuerdo a las necesidades de conocimiento y de transformación social, a través de sus sensaciones, emociones, memorias fragmentadas de ilusiones, y de momentos que se reportan en procesos educativos de la historicidad de terrores enajenados del contexto histórico de producción social en la invasión, el despojo y el hurto, crea formas críticas ante su figura ideal de autoconciencia, al reconocer quién ha contado la historia transcurrida.

Con base en el contexto histórico, se exponen las características acerca de la identidad, para dar cuenta del planteamiento y objetivo que nos ocupa en la problemática de la cultura en las ciencias sociales y su expresión en la lucha de clases multicultural; así diferenciando la cultura y la sociedad ; se ofrece un pequeño esbozo para reconocer los símbolos sociales vigentes bajo la lógica imperial occidental, en la búsqueda de un proceso de formación humanista basado en virtudes concretas de la acción y de la participación sociocultural, como la concatenación de experiencias que conforman la personalidad humana y a la vez, la historia en las estructuras mentales interiorizadas de sus múltiples representaciones individuales como entes ontológicos en sociedad, que corresponde con una estructura sociopolítico económica y cultural de sometimiento; esas son las actitudes que labran la calidad humana de las amplias mayorías en su forma material de vida y de condición consciente o no de ello, lo cual no sucede de manera mecánica sino matizada; ahí ubicamos el acto de búsqueda de la libertad en todos los aprecios sobre la vida; por tal, se entiende a la libertad humana, como una elección voluntaria y consciente desde esta lógica hegemónica impuesta en el sentido del autorreconocimiento (CAPACIDAD DE CONOCERSE A SÍ MISMO, A TRAVÉS DEL OTRO LÍMITE QUE ES SU PROPIA FIGURA SIMBÓLICA QUE LO REFLEJA, EN EL TERRENO DE LA IDEOLOGÍA, Y DE LA CAPACIDAD FILOSÓFICA-CULTURAL DE TRANSFORMACIÓN RADICAL) y de la supuesta autoformación del sujeto que sólo ve la concepción idealista, la cual se expresa en las actitudes y comportamientos del sujeto que se nombra sin ubicación del trabajo histórico constituido en sí mismo, es decir, de manera individual en un contexto histórico determinado por los valores prepotentes de la lógica capitalista ilustrada, no reconociendo la forma autónoma de su cultura en cuanto a la postura política de emancipación asumida, para reconstruir a lo largo del tiempo de forma social, colectiva e individual su propia dignidad, responsabilidad, soberanía y culturas diferenciadas en necesidades humanas que se afirman y se niegan unas a otras éticamente, en las relaciones de clase de su época, aunque estas relaciones no puedan ser nombradas como tales en todos aquellos matices de su esplendor y diferencias; debido a no poderlas aun representar en su lenguaje común, ni reconocer como propias culturalmente; pues configuran los diversos tipos de identidades del sujeto: identidad en el sentido nacional, étnico, de género, regional, pueblerina, de pareja, barrial, familiar, generacional, etc..

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