Thursday, October 16, 2025

María Corina Machado: los infames requisitos del Nobel.


Carlos Figueroa Ibarra.

El viernes 10 de octubre de 2025, el Comité Noruego del Nobel anunció en Oslo, Noruega, que el galardón había sido otorgado a María Corina Machado por “su incansable trabajo en la promoción de los derechos democráticos y su lucha por una transición pacífica de la dictadura a la democracia en Venezuela”. Increíble que los cinco integrantes hayan fundamentado la selección de la ultraderechista opositora venezolana en semejante disparate. Si en algo no puede ser asociada Machado es a transiciones pacíficas o cualquier otra lucha asociada a la paz. Machado resume en su persona los infames requisitos que ahora parecen ser los que se toman en cuenta para entregar a alguna persona o entidad el referido premio: neofascista, golpista, sionista y proimperialista.

Acontece que en los últimos años el Comité Noruego del Nóbel ha hecho cada vez más evidente su talante reaccionario y su agenda occidental parcializada en relación con el conflicto mundial que hoy vivimos. En 2021 le entregó la presea al opositor ruso Dimitri Muratov; en 2022 al opositor bielorruso Aleis Bialiatsky; en 2023 a la opositora iraní Narges Mohammadi. Una excepción fue el galardón de 2024 justamente entregado a Nihon Hidankyo (Asociación de Víctimas de las Bombas Atómicas de Japón). No resulta extraño entonces que este año se lo entregue a la opositora venezolana María Corina Machado. Los premios Nóbel de los tres años precedentes a 2024 parecen estar fundados en criterios politizados más que en una visión humanista de lucha por la paz. Son misiles simbólicos contra Rusia, Bielorrusia, Irán y ahora Venezuela. Más claro no canta un gallo.

Ya hemos visto en el pasado decisiones infames en la entrega del premio: Henry Kissinger (1973), Menajen Begin (1978), Barack Obama (2009), Juan Manuel Santos (2016). Ciertamente ha habido decisiones sumamente acertadas como las de Martin Luther King (1964); Desmond Tutu (1984); Aung San Suu Kyi (1991); Rigoberta Menchú Tum (1992); Nelson Mandela (1993). Con la entrega del premio Nóbel de la Paz a Machado, el Comité Nobel llega niveles inéditos en el sumirse en el fango.

Los motivos de esta última aseveración radican en la propia trayectoria de María Corina Machado. La fabricación de imágenes que hacen las redes reaccionarias a través de bots la pintan como una versión latinoamericana de la “Dama de Hierro”, haciendo un parangón con Margaret Tatcher. Pero lo de hierro tal vez sea más apropiado si atendemos a sus orígenes familiares. María Corina Machado proviene de una de las acaudaladas familias de Venezuela, su padre fue un gran capitalista dueño de empresas en el sector siderúrgico y metalúrgico. Además, su familia los Machado Zuloaga, son inversionistas en industria, agricultura y finanzas. La irreductible oposición de Machado a la Revolución Bolivariana tiene pues un claro origen de clase.

María Corina Machado también es expresión de la nueva derecha que está creciendo en el mundo entero. Es una derecha que se diferencia de la derecha neoliberal (que apelaba a una democracia procedimental y se alejaba del racismo, la misoginia y la homofobia) y que básicamente es anticomunista, ultraneoliberal y supremacista. Con desenfado Machado ha dicho que “En Venezuela no hay chavismo ni madurismo: hay comunismo, y el comunismo hay que derrotarlo sin complejos” y ha agregado “Esto no es una dictadura cualquiera; es un régimen criminal comunista aliado con el terrorismo”. También ha repetido la paranoia anticomunista contenida en la Doctrina de la Seguridad Nacional: “Venezuela está invadida por cubanos que mandan más que los nuestros”; “Lo que pasa en Venezuela es parte de una batalla global entre el socialismo y la libertad”. Sus afinidades ideológicas se han expresado con sus vínculos con partidos como el neofascista español Vox, su participación en la cumbre ultraderechista en este 2025 en Madrid y su asociación con el genocida Benjamín Netanyahu y neofascistas como Álvaro Uribe y Javier Milei.

Su origen de clase trasuda en sus notorios desplantes que se han evidenciado en frases que denotan clasismo. Pero además racismo, demofobia y aporofobia rasgos que delatan al neofascismo actual. He aquí algunas de estas perlas: “Ellos (los pobres) no saben lo que es vivir en libertad; dependen del Estado porque no conocen otra cosa”; “El problema del país es que se destruyó la meritocracia en nombre de una igualdad falsa”; “Los colectivos (organizaciones sociales y barrios populares) son bandas de delincuentes sin educación”; “Vamos a sacar a esta gente (el chavismo) de ahí.”
Su ultraneoliberalismo puede observarse en frases como estas: “En Venezuela debemos desmontar este Estado paternalista y socialista que destruye la libertad y la propiedad”; “El Estado no debe repartir nada; debe dejar que los venezolanos produzcan y sean libres”.

Y resulta hilarante que el Comité Noruego por el Nóbel diga que le entrega el premio por su incansable trabajo en la promoción de los derechos democráticos y “su lucha por una transición pacífica de la dictadura a la democracia en Venezuela”, cuando Machado ha luchado incansablemente por una intervención militar estadounidense en su propia patria: “La comunidad internacional tiene que ir mucho más allá de comunicados y sanciones”; “Esto no se resuelve con elecciones mientras Maduro esté en el poder; se resuelve con fuerza”; “Aquí no hay nada que negociar con criminales”; “No se pacta con mafias; se les derrota”.

En diciembre de 2018 dirigió una carta al entonces presidente argentino Mauricio Macri y al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en la que solicitaba una intervención internacional “para lograr un cambio de régimen”. Según ella el régimen venezolano era una amenaza internacional por su vinculación con el narcotráfico y para Israel específicamente por su alianza con Irán. Su sionismo lo expresa en uno de sus mensajes en X: “Hoy, todos los que defendemos los valores de Occidente, estamos con el Estado de Israel, un genuino aliado de la libertad”. Esto lo dice Machado cuando el mundo observa horrorizado el genocidio en Palestina.

Por lo demás, el referido Comité ignoró todos los antecedentes de Machado en lo que se refiere al apoyo al derrocamiento violento de los gobiernos de la revolución Bolivariana. Los antecedentes más remotos que he encontrado del golpismo de María Corina Machado radican en su participación en abril de 2002 en el golpe de estado contra Hugo Chávez. En esa ocasión Machado participó activamente en las demostraciones pro golpistas y firmó el llamado “Decreto Carmona” mediante el cual Pedro Carmona Estanga disolvió la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia y otras instituciones del Estado, lo que fue considerado por amplios sectores como una ruptura del orden constitucional. Machado también apoyó las violentas manifestaciones callejeras de 2014 y 2017 (las guarimbas) mediante las cuales se pretendía derrocar a Nicolás Maduro. Así las cosas, su participación en el nuevo intento golpista observado después de las elecciones de julio de 2024, no es más que la continuidad de una también incansable lucha porque los Estados Unidos intervengan militarmente a Venezuela.

Machado ha defendido las 1,042 Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU) de Estados Unidos contra Venezuela y ha pedido que agencias estadounidenses (DEA, FBI, etc.) “expongan los crímenes” del gobierno venezolano. También respaldó la cancelación de licencias petroleras (como las de Chevron) que favorecen al gobierno de Maduro, argumentando que esos acuerdos han servido para financiar la represión, la corrupción. Aunque no ha apoyado abiertamente la ofensiva naval contra Venezuela que se observa en el sur del Caribe se ha unido estentóreamente a la narrativa imperialista de que el gobierno venezolano es un instrumento del narcotráfico, que está penetrado por el supuesto Cártel de los Soles y que Maduro encabeza a un narcoestado entronizado en Venezuela. Es decir, toda la narrativa imperialista que busca legitimar la intervención militar.

En este contexto, el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado no puede ser sino interpretado como una legitimación simbólica a la injerencia estadounidense en América Latina y particularmente a esa eventual agresión militar contra la patria de Simón Bolívar. También le otorga a una neofascista la aureola necesaria para que siga cumpliendo su papel de ariete intervencionista. Es claro como el agua que el Premio Nobel también huele a azufre.

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