Las emociones son estados de ánimo que median nuestras existencias, convivencias, con otras personas, son mecanismos de protección social. Son emociones: la alegría, la tristeza, el miedo, los celos, la ira, la conmiseración, la culpa y muchas, muchísimas más. Algunas veces esas emociones pueden gobernar nuestra vida. Así, el miedo pudiera paralizarnos y de esa forma se usa en regímenes autoritarios y antidemocráticos.
El miedo ha sido la emoción por excelencia utilizada por la educación en el sentido de indicarle al infante que no se acerque al fuego porque se quemará. El miedo como recurso político, el miedo como elemento sistemático para inhibir la participación social, tiene larga data, tanto como la humanidad misma. Luego de la contra revolución guatemalteca de 1954 se inició la resistencia, la que generó una guerra civil que dejó 200,000, doscientos mil muertos. La violencia política de Guatemala pasó del miedo al terror y logró construir una sociedad temerosa y en muchos casos indiferente a los problemas sociales. Claro, inmiscuirse en problemas sociales en los años 70 u 80 del Siglo pasado era equivalente a desaparición o muerte, y en el mejor de los casos al exilio forzado.
Llegamos a la era democrática guatemalteca, no porque la sociedad había evolucionado y había tomado la decisión de que los militares ya no mantuvieran un estado de terror, sino porque ya se daba en el mundo, en particular en América Latina la transición de los gobiernos militares, dictatoriales, claramente irrespetuosos de los derechos humanos. El complejo momento histórico debió darse luego del genocidio guatemalteco. Vinicio Cerezo hizo la transición, pero aprendimos poco de la democracia. Lo que sí hicimos es iniciar un proceso de elecciones con la construcción de un tribunal supremo electoral que de a poco se quitó la presión de la tradición golpista. Pasaron los años y aunque los candidatos presidenciales, y los mismos presidentes, no eran los más adecuados, parecía que se respetaban las elecciones.
Vino el 2022 y se da la elección de rector de la Universidad de San Carlos. La USAC había acumulado cierto capital político para ser una institución apetecible para los corruptos. Giammattei se dio cuenta de lo que representaba para él tener un rector aliado y vio en la figura de Walter Mazariegos a un aliado fiel. El proceso de la elección del nuevo rector estuvo repleto de anomalías, fraude y demandas judiciales que nunca fueron escuchadas por el sistema de justicia. El mismísimo día de la elección el expresidente Giammattei envió personal armado a la elección, de tal forma que vedaron, impidieron el ingreso de electores que votarían por otros candidatos diferentes de Mazariegos. Fue un proceso descaradamente fraudulento. Pero el fraude en la USAC vino a pesar de la emergencia de la resistencia estudiantil y docente. La respuesta fue un intenso proceso de judicialización de tal forma que destaparon el recurso del miedo.
Ya la época de la guerra civil guatemalteca había dejado a los san carlistas lastimados y hasta atemorizados. Luego vinieron los neo liberales que miran todo como una mercancía, no digamos la educación, por lo que las cátedras universitarias empezaron a tomar un camino utilitario. Hasta los cursos humanísticos empiezan a tomar derroteros empresariales, no digamos los antiguos cursos de filosofía que fueron decapitados del currículo. Al perder la filosofía se perdía la reflexión. Llegamos al 2022 con pocas herramientas de cohesión universitaria de tal forma que la cooptación de la USAC fue total. Ya impuesto, Mazariegos empieza la judicialización de sus oponentes. Esto no parecía viable porque los delitos identificados por el ministerio público al servicio de la corrupción eran risibles, pero progresaron a tal extremo que llevaron a prisión a decenas de universitarios. Esta era una lección para los universitarios en resistencia. Se implantaba de nuevo el recurso del miedo como el elemento fundamental para mantener a un gobierno universitario corrupto.
Luego vinieron las elecciones generales del 2023. Para entonces, el movimiento político Semilla no tenía ninguna probabilidad de llegar a la presidencia, pero llegó. El Pacto de Corruptos hizo de todo para que Arévalo no fuera presidente, de tal forma que inventaron una docena de casos falsos para evitar que pudiera, primero ser candidato a la segunda vuelta y luego evitar que tomara posesión. El ministerio público lanzó sus casos, uno más ridículo que otro, sin evidencia, sin nada. Creímos, ingenuamente, que esos casos no pasarían, pero fueron utilizados tergiversando la ley a diestra y siniestra e imponiendo una nueva dictadura judicial. Su objetivo: Dar un golpe de Estado en contra de la decisión popular de tener a Arévalo como presidente. Pero el objetivo no era solamente este, era crear una narrativa de que Semilla había cometido fraude.
La falsa narrativa del fraude electoral en las elecciones generales le permitió al Pacto de Corruptos seguir presionando para que se suspendiera a Semilla. Pero esa suspensión se hizo contra todo, contra la evidencia, contra la ley y con la aplicación de una ley del crimen organizado a un ámbito electoral donde los delitos electorales debieran ser identificados en el contexto electoral. Al mismo tribunal electoral lo acusaron de esto y de aquello de tal forma que cargaron con las mismísimas papeletas de las elecciones, desconociendo a las juntas electorales. Estos casos han avanzado a la medida de los intereses de los corruptos tal como han hecho avanzar los falsos casos contra José Rubén Zamora, un caso de tortura por decir la verdad o los casos contra Virginia Laparra, o el caso de x, y o z, siendo x, y, y z defensores de los derechos humanos u operadores de la justicia que se oponían al Pacto de Corruptos.
Los casos de Zamora y Laparra fueron claramente falsos, pero eso no importaba al ministerio público ni a los jueces que escogieron para que los llevaran. En el fondo el objetivo era crear miedo. Estos casos tienen una intencionalidad de dar una lección, la lección de que si te opones al Pacto de Corruptos el destino es la cárcel y la tortura. Eso pasa también en los casos judicializados de la USAC, eso pasa con Ligia Hernández. El modelo anti democrático es poner al servicio de los corruptos el sistema de justicia y para ello inventan casos falsos y presionan para que los falsamente sindicados puedan aceptar hechos que no cometieron. La esencia es crear miedo en la población para consolidar al autoritarismo. Lo mismo en la Universidad Nacional, donde los casos de universitarios que se opusieron al fraude de rector los llevó a la cárcel. La lección es esta: Sembrar miedo para cosechar indiferencia. Solamente nosotros los y las guatemaltecas podemos romper con este círculo vicioso del uso del miedo como recurso político ilegal e ilegitimo. Debemos rescatar la democracia nuestra para que sea genuina. ¡Despierte Señor presidente! Sí no es ahora, no será nunca Guatemala.
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