Felipe Cuevas
Méndez
La lucha de los
pueblos cubre todo tipo de formas y condiciones, aunque tiene un punto
convergente en cualquiera de sus reclamos, que es la necesidad de crearse minuciosas
relaciones revolucionarias contra el sistema de dominación para la renovación
de la sociedad. Esto es trascendental para la victoria, constituye una de las
más importantes cuestiones de la lucha de clases.
Hay quienes
dirán que lo más importante es crear una organización, otros que tener el mejor
programa, otros que la mejor táctica, que el trabajo, que la disposición al
combate, o que acumular energías, no entraremos en polémica sobre el valor de
todo ello y más; nada hay que demeritar, aunque insistimos, sin la acción de relaciones
revolucionarias complementarias en el seno de los pueblos con las cuales
conducirse y asumirse, todo lo demás se desvanece en el aire.
Las relaciones
de dominación, control, poder y violencia en que transita el sistema
capitalista en su límite histórico y ante su significación retrógrada para el
destino humano, deberán ser quebrantadas por la perspectiva de que en las
luchas los pueblos creemos nuestras propias relaciones que penetren en todos
los ámbitos de actividad social, que impliquen nuestra presencia y ejercicio
activo por el interés común. Las relaciones que impulsa el sistema capitalista
para asegurar sus hegemonías van en sentido contrario a las que requerimos los
pueblos del mundo, aquellas son la manifestación del poder burgués en todas sus
dimensiones, que pretenden reducir la humanidad a la esclavitud asalariada.
Resistirlas y
confrontarlas es una línea ascendente en la lucha del pueblo, en tanto más se
padecen y asientan, más fuerte se hace su rechazo, más obligado se hace el
observarlas en todo cuanto traspira de relaciones de la vida social maniatada
al modo capitalista.
Los pueblos
debemos tejer relaciones revolucionarias
En otro lugar (artículo:
“Una batalla estratégica para el pueblo”)
hemos hablado de las relaciones democráticas y revolucionarias (socialización,
fraternidad, democracia, solidaridad, internacionalismo, colectivismo,
libertad, emancipación, igualdad), por lo que sólo pasaremos a esbozar los
rasgos que las mantienen enraizadas entre las clases y sectores populares:
a)
Asimilación de nuestra condición
pluriclasista popular explotada y oprimida, impregnada de contradicciones y
convergencias a atender puntualmente en el tejido de la unidad político-social.
b)
Rigurosidad del proceso de
proletarización del pueblo en esta última etapa del capitalismo mundial (en
ramificación de la clase y reproducción de sus condiciones de vida), para
acoger los medios y condiciones en que se favorece aún más el propósito de
ligazón y guía clasista.
c)
Transmisión de principios de lucha y
organización democráticos propios de los pueblos (asambleísmo, consejos,
consenso, consulta, control obrero, confraternidad y determinación colectiva
entre otros, muy marcados en Latinoamérica en sus distintos grados de
desarrollo según el país que se mire), hacia todos sus procesos de lucha e
instrumentos políticos en rechazo a los medios derivados de las clases
explotadoras.
d)
Ejercicio de socialización y
colectivización constantes en las luchas que preparen a explotados y oprimidos
para ejercer su rol revolucionario en todos los renglones de la vida social
impidiendo se vuelvan cortejos de castas políticas o aparatos de cualquier
tinte.
e)
Impedir que sea reducida o anulada su
línea de socialización de la riqueza y los medios de producción, porque ello
encierra la médula espinal de su horizonte estratégico. Por el contrario,
ampliarla para que no vuelva a limitarse en aspectos economicistas-estatistas
por los que lentamente se arrebata nuestro papel histórico, se conmina a
aceptar o ser parte de “los hechos” en que trascurren las reglas burguesas, y
el capital recupera su terreno.
f)
Afirmar el carácter de clase como medio
de elevar la conciencia, la práctica y estrategias para la lucha de los pueblos
frente al sistema capitalista.
g)
Asumir otras diversidades culturales,
nacionales, realidades geo-políticas, como procesos y condiciones con los cuales
remover y potenciar la lucha proletaria adversa a un sistema que en su cometido
de homogeneizar la dominación pretende arrebatar las características propias de
la identidad de cada pueblo.
h)
Abrirnos la percepción político-social
para tejer nuestra unidad fraterna de los pueblos del mundo. Aclamar a ello sin
reserva alguna, filtrar en todas partes la necesidad de la lucha organizada
proletaria, popular, democrática, antiimperialista y revolucionaria, contra la
clase burguesa y sus adeptos.
i)
Defender, aprovechar y ser críticos desde
las bases frente a todas las experiencias de lucha, de organización, de
pensamiento, con el propósito central de robustecer y plantear nuevos desafíos
a la revolución socialista sin fanatismos.
j)
Reventar y superar desde la acción
popular todas aquellas viejas confusiones de lo dogmático, lo reformista, el
sectarismo, la izquierda de aparato o dirección oficinesca, como fundamentos fetichistas
con sus códigos de sumisión a lo establecido, sus acomodos a modos de vida y
renuncia a la lucha fundamental.
k)
Estar en mejor disposición objetiva para
no perder la oportunidad histórica o dejar en la promesa fallida como tantos
procesos sociales y organizativos; el reto de consolidar la máxima organización
consecuente de los explotados y oprimidos en todas las formas que se requieran.
Esas anotaciones
bien pueden verse diseminadas en gran cantidad de iniciativas o análisis, los
comunistas revolucionarios debemos exigirnos renovación en torno a ellas,
resguardarlas e impulsarlas resuelta y conscientemente; sobre todo debemos
distinguir el grado de integración de éstas cuestiones en torno a la formación
de un nuevo sistema de relaciones revolucionarias. A la vez que prestarles
atención en la práctica actual de los pueblos, porque efectivamente son trazos
de la política proletaria y popular que se proyectan continuamente. Por todo
ello vale recuperar estas tesis en el Manifiesto
del Partido Comunista:
No tienen intereses propios que
se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan
principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.
Los comunistas no se distinguen
de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y
reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales
proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado,
independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa
histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía,
mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto… (Capítulo II)”
En todos estos movimientos se
ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o
menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila.”
(Capítulo IV) Marx-Engels.
En el mundo
existe gran confusión y diversidad de opiniones sobre los resultados históricos
del socialismo habido y su teoría revolucionaria, su importancia es tal que
esas atenciones son algunas de sus muestras. Sin descartar aquello de que se
debe asimilar los aciertos y errores pasados, y que buena parte de las premisas
vienen de sus enseñanzas; el socialismo por venir de las luchas de los pueblos
también requiere su atención especial sobre la base de las condiciones modernas
del capitalismo y las luchas de clases, pues como se ve, toda crítica y
autocrítica debe girar hacia lo que tenemos en la víspera revolucionaria.
Mencionamos de
nuevo que los pueblos, sus integrantes revolucionarias, sus luchadoras,
democráticos, progresistas y activistas de todo género, debemos poner énfasis
en la destrucción a fondo y en cualquier
terreno de las relaciones sociales de dominación activas durante un periodo más largo que el del propio capitalismo.
Problemáticas
generales para el relacionamiento revolucionario
No ansiamos inventar
el arroz con pollo, un conjunto de problemáticas de la lucha de clases son
constantemente referidas en los escenarios donde ocurren, nosotros tenemos el
propósito de mapearlas para facilitarnos su examen ubicando las alternativas
que podamos impulsar. Seguramente hemos topado con estos problemas en nuestra
actividad política, siendo conocidos no queda más que volver a resaltarlas en
su entramado.
Así en este
contorno en primer lugar tenemos que el organigrama mundial capitalista refuerza
todas las cadenas de opresión contra los pueblos sin distinción de ideas,
color, sexo o territorio. El capitalismo imperialista llegó al extremo de sus
poderes que ahora amenazan la paz, la seguridad, la civilización humana y la
vida en el planeta. Genera graves impedimentas a la organización, la
resistencia, la lucha, la visualización de la realidad, la perspectiva
clasista, las formas clásicas de libertad social y la posibilidad de decidir el
modo de pensar proletario en ruptura con el orden establecido.
En la proyección
de su poder político-económico el capitalismo expande –dictatorial y hasta
“democráticamente” – relaciones de poder que se incrustan en la práctica social
generando nuevos medios de acentuar sus potencias. Dichas relaciones políticas de
poder que han calado tan hondo en la sociedad merman las luchas de los pueblos
al basarse en modos de control y sujeción en contra nuestra desactivando el
impulso revolucionario hasta en sus propios espacios.
La falta de
fusión en el pueblo viene dada por la fragmentación de sus clases y sectores,
en especial por la acción de las relaciones sociales que generan tendencias a
la lucha por la supervivencia y el estatus dentro del capitalismo; dispersando
su tendencia fundamental al cambio revolucionario, apelando por nuevos
instrumentos de unificación en el marco de la imposibilidad que el sistema
resuelva sus crisis y que nuevas formas de comunidad y vida social se hacen
necesarias para enfrentar consumismo, depredación e individualismo.
Revertir las
formas de organización vertical de poder, organizarse desde abajo desde las
clases y sectores del pueblo, forjando en éste los poderes superiores para la
transición. Asegurando que esto sea siempre el principio social prevaleciente
que impida la hegemonía de burocracias, controles y dominaciones.
La ausencia de
frente común –o su distorsión en relaciones de poder y de fuerza– en el seno de
los pueblos y sus actores sociales en relación con la articulación de
corrientes, posturas e intereses que van apartándose del sentido popular y del
desfase ante las nuevas realidades; debe ser contemplada para persistir en su
importancia de cara a la destrucción concreta del sistema.
Reasentar la
teoría revolucionaria en sus bases, líneas de proyección y nuevos ámbitos en
que debe probarse y enfrentar retos del conocimiento social, aún cuando permanecerán
distintas nociones de ella.
El inmediatismo,
oportunismo y reediciones de revoluciones de terciopelo en torno a los
movimientos espontáneos u organizados como expresión de la preponderancia o
asedio del gran capital trasnacional, la influencia pragmática y relaciones de
política cortoplacista natural a los vaivenes del capitalismo (si bien estos
últimos siempre deben tomarse en cuenta); genera debilitamiento constante de
los procesos de lucha sin que se consiga alcanzar nuevas etapas de organización
democrática y revolucionaria o las mismas sean abortada por las fuerzas
imperialistas en sus varias asociaciones, agrupaciones o consensos.
La división, el grupismo
y los unilateralismos siguen aquejando como males estructurales en el seno de
movimientos y organizaciones de los pueblos en tanto no se consigue una visión
global, aceptable y congruente con el reto revolucionario para las mayorías, lo
cual reclama agenda, evaluándose y resolviéndose en sus pormenores, como un
problema político de alta atención por todas y todos quienes comparten
trincheras contra el capitalismo.
Los programas revolucionarios
de los últimos tiempos se han impregnado de términos abstractos que hoy día
deben pasar por una serie de procesos de discusión en el seno de los pueblos
para su actualización, ampliación, concreción o corrección, considerando que la
historia la hacen los pueblos y su destino no tiene porqué quedar al margen de
tal proceso.
Una seria debilidad
en el ejercicio democrático interno-externo viene manifestándose en la
desarticulación de la organización de los pueblos, antes asociada muy
linealmente a la influencia desde arriba, pero que se revela hoy día como parte
de estrechas relaciones de control y asimilación a éstas. Las y los
revolucionarios dicho proceso no les es ajeno como tampoco les resulta complicado
concentrar la debida inteligencia en resolverlo, porque así proyectan su visión
del futuro y del potencial revolucionario de los pueblos en cada lugar donde
acontezca su acción.
En las academias
modernas –no exentas de intrincadas relaciones de poder y hegemonías– que
compiten por postular un marxismo avanzado, se afianzan mecanismos de eclecticismo
que invalida las facultades de la teoría revolucionaria en cuanto postula el
cambio radical de la sociedad en manos de los pueblos y la clase proletaria al
frente, al paso que establecen segregacionismo teóricos contra las distintas
variantes que adoptan algunos de los postulados revolucionarios. Ello es motivo
de preocupación porque a la par que impulsan valiosos elementos de análisis de
la realidad, introducen concepciones en detrimento de la lucha revolucionaria
que se deslizan a no cambiar las bases del sistema mediante revoluciones de
papel.
Muy en la orilla,
pero montando muros de contención a los nuevos ciclos, sujetos y esferas de la
lucha de clases, creando problemas a la lucha revolucionaria; pululan como reductos de la marginación provocada por
el capitalismo, los caciquismos y la incapacidad de superar concepciones
románticas, se encuentra la sectaria kafkiana o la tribu de poder que creen tener agarrado a dios por la chiva,
tales grupos hoy deben cambiar en el fondo de sus estructuras para intentar su enraizamiento
popular cumpliendo un papel más positivo, convirtiéndose en verdaderos
instrumentos de su clase.
Por su parte
resulta evidente que la conciencia de clase debe proyectarse no simplemente
como noción del horizonte revolucionario, sino como práctica cotidiana de los
pueblos y sus luchadoras(es). Hoy podemos juzgar que la conciencia es a su vez
una batalla constante frente a las relaciones generales de dominación del
sistema capitalista (de producción, económicas, políticas, educativas, patriarcales,
de nación, de poder…). La conciencia de clases es así mismo una tarea colectiva
próxima a toda acción y tarea, política o social, por el cambio del entorno
humano.
En la
visualización de nuestras problemáticas también se encuentra el tema del
liderazgo en el seno de las clases y sectores de los pueblos, grande o pequeño,
es algo que tiene dos aspectos de gran atención para coronarlo en virtud de los
intereses socialistas. Un aspecto es cuidarlo porque se mantenga ligado a su
raíz de clase de manera orgánica y de pensamiento, el otro aspecto consiste en
asegurarle el despliegue necesario como parte de la fuerza popular, vinculado
al desarrollo político y la participación desde abajo. Atender la
descomposición que alrededor de los liderazgos, burocratizaciones,
autoritarismos y reformismos hacen sucumbir a los pueblos, mediante la
vigilancia general y los medios seguros de ejercicio político activo por los
sectores y clases interesados en avanzar la lucha revolucionaria.
Por último debemos
distinguir un error producido entre la conciencia de poder en el pueblo
(democracia socialista) y la mal interpretada conciencia de poder oportunista
(conquista del poder para sí), pues aunque se parecen no son lo mismo ni
remotamente. Un poder que haya sido conquistado en la dura batalla de los
pueblos, pero que no sea ejercido por estos ni alguna de sus clases, le será
ajeno a pesar de las reformas que impulse, le será escamoteado y arrebatado tan
pronto los opresores se aseguren que el pueblo no se levante más, las clases y
sectores incluso pueden simpatizar con dicho poder en tales circunstancias,
pero si no lo detentan, generalmente declina en las versiones representativas o
dictatoriales propias de las relaciones de dominación capitalistas. Los pueblos
requerimos tener:
1.
Perspectiva de poder, como concepción
patente de que un poder clasista es posible y necesario, sin que esta cuestión
se vea reducida a sus vanguardias, sino que sea sentido general del rompimiento
social con el capitalismo.
2.
Luchar por la conquista del poder, en
las formas más apropiadas a sus condiciones sociales, asimilándose
paulatinamente a esta tarea lo mismo en virtud de sus realidades que por
percepción previamente cuajada.
3.
Hacer un poder a nuestra imagen y semejanza,
es decir, de democracia popular y proletaria, cuyo ejercicio sea propio a todas
y todos antes que patrimonio de burocracias, arribistas o nuevos amos.
Las relaciones
sociales a construir van a todos los terrenos, abren nuevos escenarios, son tan
importantes en la práctica de hoy como en la proyección política de un futuro
socialista y comunista, aterrizarlas o concretarlas en nuestros espacios de
lucha nacionales o internacionales, discernirlas en lo que suele considerarse
como situación general de la lucha de clases nos parece que es un ejercicio
necesario al cual otros debates se sucederán. Tú que luchas en el seno de los
explotados y oprimidos, que haces parte de ellos y ellas, debes bregar porque
se manifiesten y golpeen los fundamentos del capitalismo con todos los recursos
posibles.