Una batalla estratégica para el pueblo
Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Partido Comunista de México
El pueblo venezolano está en las calles vistiéndose de rojo, defendiendo su proyecto, en el frenesí y la alegría de la lucha para continuar con el proceso revolucionario. Inmensas movilizaciones se suceden semana a semana para triturar toda incertidumbre respecto de su decisión, la marea popular sube de tono, condena al imperio, al capitalismo, a las clases explotadoras, a los majunches y cipayos.
Mientras que en su campaña electoral la política burguesa venezolana construyó un esquema adaptado a su condición de filial imperialista, recordemos que ahora con aquello de la globalización la clase burguesa define sus intereses “globalmente”. Reparemos en una síntesis de sus tropelías: Falsificó la unidad de sus partidarios para aparentar un frente de choque contra el pueblo y el gobierno bolivariano; sin morderse la lengua invocó la existencia de una dictadura que le limita sus deseos de clase; empleó el proceso electoral como negocio con grandes redes de financiamiento y servicios de campaña; proyectó un programa neoliberal que luego tuvo que engavetar hasta su tentativa aplicación; creó un cinturón sanitario en cada acto proselitista para controlar un exiguo público cautivo; llevó intimidación y violencia a donde quiera que se presentaba su candidato; se negó a reconocer su condición de clase en minoría; desconoció la flagrante contradicción y farsa entre su discurso progresista y sus intenciones retrógradas; desvirtuó los intereses populares para hacer trueque con el “respeto a la gran propiedad privada”, el afán de lucro y la explotación; sabedora de su derrota se dedicó a cultivar la perspectiva del intervencionismo, amenazó con la crisis social y la guerra; contra todo interés nacional no se cansó de predicar la vuelta al patio trasero de los gringos; recogió cada una de las provocaciones exteriores cual lineamientos sagrados.
De esta manera ante el pueblo descargó su frustración apuntalando la tutela yanqui como precondición de que dicha burguesía criolla sea nuevamente colocada para saquear al país a sus anchas, cumpliendo con el papel de reservorio de recursos, mano de obra barata, economía dependiente de los organismos financieros y mercado cautivo ante las críticas perspectivas del capitalismo mundial.
La oligarquía financiera internacional no podría estar más complacida por tan notable servilismo de la burguesía venezolana. El comportamiento de la burguesía, su candidato y sus fuerzas políticas se ciñe al nuevo rol que mundialmente rediseñan las grandes potencias en el entendimiento de máxima subordinación a su voluntad, aunque haya quedado fuera de contexto frente a los intereses y actuales condiciones sociales del pueblo. La clase capitalista en Venezuela no ha logrado separarse de su posición supeditada y sujeta a las grandes corrientes del capital internacional confeccionada en los Estados Unidos, no ha parado de expresar sus tendencias de dominación para el enriquecimiento ilimitado de sus managers y el propio en la medida de lo posible, pese a que trató de ocultar su ultra-derechismo, en esta campaña evidencia su convicción neocolonial.
Así también su inclinación a la descalificación se sostuvo en la incongruencia por el precario ofrecimiento de solventar los problemas del país mediante la aplicación de las medidas que son la fuente principal de sus males. Sus “soluciones” son la base de la problematización, basta con que recordemos cómo en lo económico se propuso continuar las pautas europeas sin importarle de la grave crisis por la que atraviesa aquel continente, y que sugirió ampliar la cobertura de vivienda destrabando su especulación. Para dotarse de refuerzos incentivó por doquier la crítica superficial a los problemas del país, respaldándose en sectores que por distintas causas –entre las que caben sus propios intereses en algunos casos, su vulnerabilidad frente a la calaña mediática, su descomposición social (bandas de criminales operando dentro y fuera de las cárceles de acuerdo con la agenda política), sus relaciones y aspiraciones (empleados atados a la autoridad patronal)–; su confusión, su manipulación, sus inconformidades o su descontento ante las limitaciones actuales, son susceptibles de engancharse al credo capitalista aunque tampoco encuentren seguridad en el programa neoliberal. La burguesía jugó hábilmente con el aislamiento del pueblo, con el divorcio de algunos de sus sectores en el entendido de que estos han subido en la escala social, que por tanto ya no tienen identidad alguna con un gobierno empeñado en políticas populares. De todo esto la política burguesa hizo una base social inestable con la cual pretende desatar y legitimar nuevas acciones desestabilizadoras sugeridas por su propia convicción y por las agencias imperialistas.
Tal punto de partida en la política de los explotadores es algo que se daba por sentado en la mayoría de los países. Mientras no se les restrinja su mandato o no exista un amplio movimiento popular que evidencie sus responsabilidades, a lo sumo pasa como un mal entre tantos, donde los pueblos quedan divididos e impotentes, sin comprensión de su realidad y el futuro que les depara. Apenas hace una década esa era una realidad imperante, no obstante la acción popular permitió arribar a una mejor visión de la situación del sistema y de su “gran política” descubriendo toda su especificidad al servicio del conjunto de relaciones dominantes, sus controles sociales y deseos de supremacía. Se nos rectificará que hay antecedentes, claro que siempre los hay, sin duda son de enorme importancia, lo trascendente aquí es que ha sido ante todo, la acción de millones de mujeres y hombres la que ha desentrañado fundamentalmente la naturaleza y consecuencias del accionar capitalista logrando paralizarlo o neutralizarlo en algunos escenarios. Por ejemplo, no hay que ser doctos para saber quiénes están detrás del conflicto chino-japonés, ni escarbar hasta el centro de la tierra para percibir los intereses imperialistas en Medio Oriente, ni mucho menos empantanarse en sesudas sesiones para contemplar el crucigrama de maniobras yanquis contra los pueblos de América Latina amén de conservar su dominio estratégico; todos estos aspectos saltan ante nuestros ojos, subrayan la ruptura con el mundo feliz que nos comunican a diario. Una mejor percepción viene del hecho de que existen pueblos laboriosos que se están entregando al combate, que resisten las provocaciones ubicando a sus enemigos de clase, desenmascarando todas sus manipulaciones frente a los riesgos de nuevas carnicerías y destrucciones que la crisis capitalista, los complejos industriales y todo el entramado económico monopolista le inspira a los supermillonarios.
A la burguesía venezolana le invade la sensación de estar perdiendo su bien más preciado, aún viendo crecer sus ingresos económicos, que con todo cinismo toma a la vez que vocifera contra la falta de recursos porque aspira a otra redistribución del gasto social, usando de pretexto el intercambio económico Cuba-Venezuela (servicios médicos por petróleo). Está inconforme y arrastra tras de sí a quienes anhelan y pueden convertirse en nueva burguesía mediante el recurso de las viejas políticas, remolca también a las viejas mafias políticas que tan fácilmente se le adhieren al ver amenazado su sistema de funcionariado. Su mayor preocupación no es crecer el país, u obtener recursos al precio de ampliar la producción y sus plantas; porque recordemos que no es de esta forma en que se consolidó en el poder, sino del doblegarse a las voluntades del gran capital internacional. Por ello la nueva situación en el país le provoca estupor, sabe por experiencia propia que incluso esto reanimará aspiraciones natas de una burguesía nacional, de nuevos sectores económicos privados o colectivos, y nuevos socios internacionales que le hacen contrapeso y competencia, que golpean en primer plano sus apetitos comerciales importadores e inflacionarios. Sobre todo percibe con claridad que aún en el marco social establecido, las clases explotadas van poniendo reparos y obstáculos (ley orgánica del trabajo, los trabajadores y las trabajadoras) a sus políticas económicas manufacturadas allá en el norte del continente.
Así como pierde este piso, pierde otros en su asimilación de la historia nacional y sur-continental. Para la burguesía nativa le quedaron los restos de la historia envilecida por los opresores, nunca más pudo apropiarse de Bolívar y sus valientes, no más pudieron manchar el nombre de las y los luchadores sociales, no más pudieron burlarse de las masacres, no más pudieron encubrir las conquistas populares más recientes, no más pudo maldecir de tierruos a sus esclavos asalariados, en este sentido su paquetazo sólo pasará enrareciendo el ambiento con su hedor de muerto sin poderse ejecutar, desenmascarándose a sí mismo como un programa de extrema necesidad sólo para las élites burguesas, no así para las clases trabajadoras. Ambiciona y hará todo por recuperar aquel paraíso perdido, o infierno –según nos legó la visión de Galeano–, bueno, su civilización, así deba cumplir el triste papel de testaferro de los consorcios internacionales; que bajo el remozado nuevo orden mundial imperial, es para lo que da su rol de clase “local” con sede en su retiro existencial de Miami.
Como la victoria de Chávez es inevitable y avasalladora, desde el principio de la campaña la burguesía, por su razón de clase, no tenía más remedio que dedicarse a fomentar en el papel y en su reducto mediático; la salida a una crisis social en la cual por los medios de siempre, logre recuperar su Estado y estatus. En el proceso de su decadencia, sus planes apuntan a que dicha crisis se haga realidad en el proceso post electoral, aprendió rápido de las experiencias de Irak, Afganistán, Libia y Siria sin importarle el sufrimiento que sus actos puedan causar a las mayorías, actúa bajo cuerda creyendo fervientemente en el favor de los yanquis, amenaza continuamente con esto. Se frota las manos de impaciencia por colocarse los reflectores con su característica reacción después del 7 de octubre para cantar fraude y hacerla de defensora de la democracia, la libertad y el progreso. Claro está cuenta con que el pueblo se retire de los escenarios y ella pueda crear una situación de sabotajes, intrigas, desestabilización social con sus huestes y de abierto intervencionismo imperialista. Pero la situación le va a estallar, será el pueblo en primer plano quien salga a defender y celebrar sus victorias aquí y en toda América Latina, si la burguesía decidió arriesgarlo todo, es el momento para subir el tono al proceso revolucionario. El plan “Che” del pueblo venezolano potenciará su movimiento, tiene unas conquistas concretas a las cuales amerita el impulso de su auténtico papel protagónico.
A nada ni nadie debe permitírsele que le arrebate al pueblo sus victorias, ni la burguesía ni las burocracias. Hay muchos méritos en la batalla de Carabobo, pero el peso fundamental cae en la convicción y decisión popular de mantener al comandante Chávez en el gobierno con el propósito de avanzar en su lucha histórica y garantizar un liderazgo salido de sus entrañas. Hace falta remover e impulsar nuevas relaciones sociales en todo el espectro de la vida del país, destacando la fe en las propias fuerzas y en su propia condición social, sin ello no hay marcha hacia adelante.
El capitalismo como sistema imperante cuenta todavía con grandes recursos, el Estado sigue siendo un Estado burgués, lo que es tanto como afirmar que seguimos en esencia bajo un país capitalista donde a la clase explotadora se le han propinado duros golpes. Las relaciones sociales de producción fundamentales están dominadas por el capital, las formas de relacionarse la sociedad continúan con los patrones de dominación y control burgués, la política burguesa cuenta con reservas de opresión eficaces, potencialmente nuevas formas de relación de dominación tienen posibilidades de desarrollarse en el seno del país. Si bien la correlación de fuerzas interna le es desfavorable de día en día, las derrotas a la burguesía le sirven de aliento para acciones más desenfrenadas “locales” y “globales”, a fin de recuperar sus posiciones y asediar a las clase laboriosas aislándolas de sus conquistas y liderazgos. De tal suerte que es primordial sujetarnos con fuerza a las perspectivas planteadas en la lucha por el socialismo y la consecución de nuevas victorias para extremar el desarrollo de fuerzas revolucionarias suficientes que impidan las distintas formas de ejecución de la política burguesa.
Existen propuestas concretas que ya comienzan a ponerse en marcha, desde la organización popular hasta la proyección del programa de la patria, su centralidad en manos del pueblo será garantía de consecuencia. El clamor popular de la campaña pone en observancia la cuestión del poder popular como forma específica de crear un Estado socialista, subraya el problema de que en tanto la propiedad de los grandes medios de producción y capitales pertenezca a la burguesía, será un peligro mortal e impedimento contra la construcción de una nueva sociedad –es verdad que no se debe asaltar la realidad, que deben acumularse grandes fuerzas para el propósito estratégico, aunque sea considerada una cuestión sujeta a tácticas o reevaluaciones de diverso género sociológico, el tema del poder político-económico no pierde su importancia estratégica para la edificación de la sociedad socialista–; este clamor revalida que mientras la clase proletaria no se visibilice y eleve su papel dirigente, siempre mediarán intereses alternos pero sujetos a las dinámicas de una sociedad mercantilizada; atestigua que en tanto no se complete la organización revolucionaria de las y los explotados la resistencia de burguesa se mantendrá aprovechando nuestras debilidades, el clamor popular expresa también que es indispensable forjarnos una clara conciencia clasista y revolucionaria conseguida sólo con el esfuerzo conjunto de todo el pueblo.
Existen objetivos históricos trazados con toda claridad, debatidos por los sectores populares en una etapa de la campaña: independencia, socialismo, potencia económica, geopolítica antiimperialista y la preservación de la vida toda del planeta, así mismo sus objetivos específicos hablan de cómo concretar dicha perspectiva estratégica. Con todo y sus carencias (por ejemplo la ausencia de un discurso de género, falta de combate concreto al sistema patriarcal e impulso de la dirección de clase proletaria) o incongruencias (desarrollo de una burguesía nacional, fomento del desarrollo del mercado interno, entre más aspectos que no vienen al caso) necesario es apoyarse en su perspectiva de ruptura y aplicarlos multilateralmente. Serán insuficientes las fuerzas de un gobierno para su plena realización, serán inconsecuentes las actitudes pasivas, evolucionistas y burocráticas, por ello y más habrá que romper con las viejas estructuras de poder y control, es decir, del Estado burgués. Las relaciones sociales generales de dominación del capitalismo no han sido rotas definitivamente, todavía por medio de ellas es que se mantiene la existencia de clases sociales con antagonismos, a través de ellas se alimentan diferencias y conflictos, visiones encontradas y perspectivas diversas de las realidades y el horizonte venezolano.
Las relaciones sociales generales que el pueblo requiere para fundarse en la emancipación total, sin importar el orden y compás en que sean abordadas porque ello está sujeto a los contextos, correlaciones y condiciones sociales, ponen en primer plano:
· La socialización de la riqueza y sus medios de producirla.
· La democracia clasista ejercida desde abajo sin trámites estructurales por los cuales siempre se filtran relaciones de poder.
· El desarrollo de las fuerzas productivas y culturales de las clases laboriosas.
· La fraternidad como principio rector de la vida social.
· La libertad e igualdad social.
· El desarrollo de la personalidad y colectividad conscientes de su valor.
· La redefinición social del concepto del ser humano.
· El amor a la sociedad y a sus semejantes.
· La pugna por el bien general y su elevación como requisito indispensable.
· La solidaridad con los pueblos del mundo y el internacionalismo.
· La ética y moral acordes a las relaciones colectivistas.
El trabajo venidero es mayor que la obra alcanzada, enriquecer la vida, llenarla de expectativas y crear un nuevo escenario social está en manos de las clases y sectores que componen el cuadro popular en Venezuela, la juventud, las mujeres, las clases trabajadoras, los militares patriotas, las organizaciones, los liderazgos. Nuevas relaciones sociales en el seno de la sociedad venezolana hacen falta hacia todas sus partes integrantes, lo importante es que se construyan al paso que se realizan los objetivos concretos en que se proyecta elevar al país subsanando los riesgos de ejecutarlos del modo tradicional y con los reductos de la política de la dominación. Para proponernos combatir el incentivo de la ganancia, la competencia y las tendencias al control social desde arriba, por ejemplo requerimos de relaciones sobre la base del deseo de resolver los problemas sociales a gran escala y en abundancia, sin que nada coarte la creatividad e iniciativa popular.
La lucha contra el capitalismo, contra la burguesía y contra la hegemonía financiera e imperialista es necesaria para vencer, el pueblo venezolano es un ejemplo en esta línea, cuenta con el respaldo de los pueblos del mundo, especialmente de Latinoamérica hacia donde es vital expandir la hermandad, por lo que debe hacer las cosas con sobrada conciencia de su papel y responsabilidad. La mujer, la juventud y la clase obrera son destacamentos muy importantes para afrontar los retos del socialismo, no pueden perder su concentración de la necesaria tarea social, las revolucionarias y revolucionarios junto con sus organizaciones tienen por su parte la obligación de fundirse en el pueblo para cumplir su papel. Otras clases y sectores populares están llamadas a concretar éxitos en el campo, en la educación, en las ciencias, la administración y otras áreas; debemos perseverar por igual, en cada ámbito hay tareas revolucionarias por cumplir. También es verdad que nuevos liderazgos a todas las escalas son necesarios para la labor que se propone realizar el pueblo, debe velar por estos, impulsarlos y mantenerlos en la firmeza de sus principios para que sirvan fielmente al interés colectivo. Nuevas formas de organización popular son igualmente indispensables para procesar y afirmar el poder de los explotados y oprimidos, para que no se pervierta sus intereses y queden atados a estructuras burocráticas de control sujetas a relaciones de poder.
Ante el 7 de octubre la batalla por el socialismo agiganta sus fuerzas a pesar de sus enemigos, la unidad patriótica se consolidó sin aparatajes ni tanta ceremonia, y pese a las relaciones de poder visibles en las élites políticas y estructuras; la identidad popular con su liderazgo quedó de manifiesto, al igual que resalta la importancia de la hegemonía estratégica de las clases productivas para la transición revolucionaria.