Sensibilidad histórica, algunas reflexiones.
Sandra Cantoral Uriza y Arturo Almazán.
Se reconoce
que la estabilidad nacional en el contexto de la lucha de clases en México, se alcanzó
bajo el gobierno de Benito Juárez, sus prolongados períodos en el poder pondrán
las bases del presidencialismo mexicano.
Con esta relativa estabilidad, la
política se convirtió en un negocio sumamente redituable, y se engendran los cimientos para una soberanía simbólica, de la cual, el
presidente resultaba el más beneficiado; la burocracia mexicana se desbordaba y
sin embargo, soportaban la permanencia de Juárez en el poder, ya que les
convenía más ser sus aliados y clientes antes que sus oponentes. Esta política clientelar beneficiará en gran
medida a las élites más poderosas del país, dejando de lado como siempre a las
clases más bajas de la sociedad, acumulando desigualdad social.
Sin embargo,
dentro de este círculo de clientes del
presidente, quedaban excluidos los militares que tantas penurias habían
pasado durante las intervenciones extranjeras y las guerras civiles; era Porfirio Díaz quien encabezaba a los
elementos del ejército y se oponía rotundamente al presidencialismo, el cual
había opacado en gran medida al fenómeno del presidencialismo. Para las elecciones de 1871 Juárez gana nuevamente
la contienda electoral, siendo acusado de fraude por los porfiristas, los cuales se levantan en armas,
promoviendo la no reelección; sin embargo Juárez
muere el 18 de junio de 1872, por lo que la situación terminaría por
apaciguarse.
El siguiente
presidente, Sebastián Lerdo de Tejada,
terminaría engolosinándose en el poder al igual que su antecesor, por lo que a
través de la llamada Revolución de
Tuxtepec sería depuesto por el mismo Porfirio Díaz, quien irónicamente se
opone a la reelección de gobernadores y presidente.
Para 1877 Díaz gana el proceso electoral sin
oposición alguna, simplemente se legitima, dando paso a un largo período (1877-1910) que se caracterizó por
el progreso, la estabilidad nacional y los abusos de poder.
Porfirio Díaz
creía que los Congresos o Parlamentos no servían ni eran eficaces, él consideraba que el gobierno debía ser paternalista
y autoritario, que se debían romper con las estructuras tradicionales en
busca de unas más progresistas. Esta es la llegada del positivismo a México, dicha corriente se basa en las ideas del
darwinismo social, donde cada miembro de la sociedad desempeña una función específica e inamovible en el cúmulo de representaciones sociales, tal
como un engranaje, cada pieza o elemento humano realiza un rol único en la sociedad, el cual le ha sido proporcionado por la misma naturaleza. De este modo se justifica la
inexistencia de la lucha de clases y la negación a expresar sus sentimientos en la desigualdad social, puesto que era un don divino vivir de esa forma, ya que cada quien se encuentra en el
estrato social que la naturaleza le ha concedido.
El positivismo promueve la lucha y la competencia
individual, la superación personal y la
movilidad como individuo, más nunca como clase social y menos expresando los sentimientos y emociones, ni en la vida común y menos en el conocimiento científico. Los positivistas en
México tenían como objetivo consolidar una sola ideología para toda la nación,
dejando de lado el partidismo y el catolicismo; por lo tanto, proponían una
emancipación religiosa y política, para establecer una sola manera de pensar y de sentir para el pueblo, pero más que una emancipación, aquello parecía una agresión y
represión a la libertad de pensamiento de acción, ya que ahora las élites del país no
solo iban a controlar los puestos de gobierno y los recursos económicos, sino
que querían manipular las mismas mentes
de las clases bajas de la sociedad. Se
trataba de esparcir la idea de que los pobres no eran capaces de gobernar,
porque existía una clase social para ello, lo que hoy día se promueve ideológicamente por los medios masivos de comunicación.
Sin embargo un error cometido por los porfiristas y su
grupo de científicos positivistas, fue que nunca se preocuparon por
reclutar nuevas generaciones en sus filas, y de hecho serán los jóvenes burgueses educados en el propio
positivismo, los que empezarán a criticar los métodos y formas de esta corriente científica,
poniendo en entre dicho su validez, eficacia y sus ideales de justicia.
Fue durante
el porfirismo que se consolidó como tal la clase burguesa en México, y con ello
también surgió la clase media, que hoy día está desapareciendo. Ello
debido al progreso tecnológico causado por la inversión de capitales
extranjeros, los cuales pronto proliferaron ante la estabilidad política de
la nación. Sin embargo, con el
desarrollo de la industria y la maquinaria, es decir del capitalismo a imagen y semejanza del conocimiento político internacional, también vendría la explotación obrera en las fábricas, un
nuevo elemento que no se había visto antes en la historia del país. Ejemplo de
ello, fueron las huelgas de Cananea en
Sonora y la de Río Blanco en Veracruz, ambas de índole similar, las cuales
fueron reprimidas ferozmente con el consentimiento del gobierno. La represión es la política del Estado-Gobierno hasta hoy en día.
La huelga minera de Cananea se
caracterizó por la cuestión racial, ya que el dueño de la mina era de origen
estadunidense, y por lo tanto, favorecía a sus nacionales con trabajos más
ligeros y mejores sueldos; ésto, aunado a la dura explotación que vivían los
mineros mexicanos, desembocó en un paro
laboral el 1 de junio de 1906. Sin embargo, este movimiento fue reprimido a
la brevedad, pero no solo por la acción del gobierno central, sino que también participaron rangers texanos, que al
entrar al territorio mexicano, violaron
la soberanía de la nación, así hoy distinguimos cómo la soberanía nacional, ya no existe en el mundo globalizador de mercados. Este asunto de contradicción social trajo muchas críticas a la
administración de Díaz, además muchos empezaban ya a cuestionar su dictadura y
sus métodos autoritarios.
A este
movimiento siguió la huelga veracruzana
de Río Blanco en 1907, la cual se desarrolló en una empresa textil de
inversión francesa, que del mismo modo daba preferencias y beneficios para la
mano de obra extranjera. Los trabajadores de esta fábrica, bien organizados, acusaban al dueño de la
empresa por sus abusos laborales. De este modo los trabajadores deciden irse a huelga y comienzan a quemar las casas
de empeño y las tiendas de ralla, sin embargo pronto fueron duramente
reprimidos por el ejército y la policía mexicana. Estas acciones represoras por
parte del gobierno, fueron interpretadas como que Porfirio Díaz apoyaba más la
inversión extranjera que el bienestar social, dejando su dictadura un gran ejemplo a la oligarquía financiera que se ha desarrollado actualmente en México, en contubernio con los consorcios multinacionales.
Con estos
actos, se empezaba a cuestionar y criticar aquel progreso del que hablaba el
modelo positivista, además de la estabilidad de la que se ufanaba el gobierno,
ya que estos movimientos ponían en evidencia la falta de control que empezaba a
generarse dentro de la administración porfirista. Dentro de las filas
empolvadas de Díaz comenzaba la división y la disensión, su pie militar se
debilitaba y la crisis económica internacional afectaba directamente a la economía
nacional, pero sobre todo a las clases medias y bajas, las cuales pronto se
encontraron con el desempleo y el
aumento de impuestos. Esta crisis
económica aunada a la crisis social, genera un descontento generalizado, solo
faltaba un líder que encausara de forma adecuada todas esas energías.
De la gran revuelta de 1910, aún sigue en pie la posible revolución mexicana, que ha ido madurando en grandes movimientos sociales durante el siglo XX, y es en este siglo que inicia, que la modernidad burguesa ha rebasado los sentimientos humanos y la libertad de expresión para las grandes mayorías excluidas, explotadas, denigradas y desechadas, porque efectivamente la burguesía local, nacional y mundial ya no caben en su propio cuero -como expresa Felipe Cuevas-; por tanto este siglo XXI abre movimientos y organizaciones, que son el cúmulo contra el fascismo y las grandes dictaduras de la historia humana, por eso se piensa en términos educativos desarrollar estrategias humanitarias con dignidad y fortaleza, que abran muchas preguntas, dudas y posibles soluciones en la formación, en el contenido y la significación del ser humano, como sujeto social e histórico, a través de los sentimientos, que han sido reprimidos y acallados; en especial la emoción de la ternura, usando los medios de comunicación disponibles -que ya son los suficientes-, lo que interesa ahora es el uso que se hará de ellos, de lo cual trataremos más adelante en la siguiente entrega para el 2016.
Mientras tanto, les deseo mucha reflexión, bien informada, para entrar al arte activo, que provoque nuestros sentimientos en Otra actitud reparadora, frente a tanto daño cometido.