Felipe Cuevas
Miembro del Partido Comunista
La cuestión indígena en la
historia de nuestro país se ha querido suprimir sistemáticamente desde las
altas esferas del poder, pues tal supresión es condición para asegurar el
establecimiento de los modos de explotación y opresión. El estado-nación
mexicano puede permitirse todo tipo de discusión al respecto, pero siempre
mantiene imperturbable su condición de alienar-excluir toda agrupación social que
vaya contra sus intereses y máxime las de nuestras raíces, a sus preceptos de
dominación burguesa, están en su propia construcción una batalla histórica por
destruir y des-poseernos de lo indígena en tanto tal, cultural, política,
económica, racial y políticamente. A la vieja costumbre, aunque por otros
medios, para la burguesía el mejor indio es el indio muerto.
Pese al esfuerzo persistente
de los potentados del capital, sus aparatos y personeros, la cuestión indígena
es un problema actual al que se han proyectado distintas perspectivas de clase.
La existencia de un movimiento indígena en lucha y resistencia sustentado en
doce millones de personas ligadas directamente a lazos indígenas, y rodeada por
unas mayorías mexicanas vinculadas a dicha cultura es la evidencia irrefutable
de la cuestión indígena.
Las alternativas que se
plantean a los problemas indígenas corresponden según los intereses de clase
que se ponen en juego. Es sabido que las clases en el poder empujan la línea de siempre, que sus relaciones de
dominación lleguen al extremo en torno a la formación indígena, el etnocidio a
ultranza por todo tipo de medios posibles violentos, legales, diplomáticos, migraciones,
desplazamientos, fragmentación territorial, violaciones, feminicidios, neomaltusianos
(control de la natalidad y esterilización forzosa). Las capas medias burguesas
y pequeño-burguesas en una abigarrada gama de sesudas propuestas humanitarias
se empeñan en la solución mediatizada de derechos políticos, culturales y
educativos, occidentalización de su vida y mentalidad.
Estas tendencias no
desconociendo el problema fundamental procuran anularlo o des-incorporarlo de
los otros aspectos de la cuestión indígena para restarle trascendencia y
sustento, para hacer prevalecer precisamente intereses bien definidos y del
mismo orden de lo que consideran lo menos importante, la propiedad de los medios de producción y la condición indígena de la
sociedad mexicana en los sentidos centrales de su vida social y su composición
humana.
En este bregar con la
problemática indígena vemos cómo se han formulado ideologías que obscurecen el
carácter, la naturaleza de “las etnias y la nación”, una relación llamada a la
subordinación de las primeras en la segunda, que a lo largo de la historia
conllevó a la opresión de la clase dominante sobre nuestros pueblos y la
proliferación de mecanismos de despojo. Tales fueron las condiciones históricas
del desarrollo de esta integración a todas luces hegemónica de una burguesía
blanca y mestiza desligada del real proceso de formación de la sociedad
mexicana.
Lo cierto es que prevalece
un principio firme respecto a las condiciones materiales e históricas de esta
cuestión. En el alumbramiento del sistema capitalista la mayoría de las
naciones se han establecido en distinto grado partiendo de una variada
composición clasista, racial, tribal y étnica de sus hombres y mujeres, pero
las formas de dominación generalmente tienden a establecer todo tipo de medios
y procedimientos para el control de nuestros pueblos, y para nuestro caso, este
fue un instrumento de la burguesía para imponer su pregonada superioridad.
La etnia sería así según la
antropología eurocéntrica un grupo humano también históricamente formado sobre
una base racial y tribal y con su comunidad de idioma, territorio y cultura
propios, aunque limitadamente locales o disgregadas en regiones un tanto más
grandes, a manera de mosaico étnico, en comparación con las características
nacionales. Por ende toda etnia tendría un estatus, una estratificación social
de pertenencia dentro de la pirámide del poder burgués, hasta debajo de la
escala. Tómese en cuenta que las diversas etnias indígenas así consideradas en
nuestro país (62 etnias indígenas) oscilan de entre varios cientos de
habitantes, otras con una base de algunos miles, unas con decenas otras más con
centenas de miles, y así, muy diferenciadamente en cuanto a la magnitud de sus
integrantes, hasta llegar a las dos mayores que son la náhuatl con un poco más
de dos millones disgregados principalmente por la zona central del país, y el
poco más de millón y medio de mayas en condiciones semejantes; todo ello
exhibiría su condición general de “minorías” subordinadas, sin perspectiva en
los marcos de la estructura del sistema capitalista y sus relaciones de poder.
Los pueblos indígenas vistos
como etnias, es decir, separados del conjunto de una población mayoritariamente
integrada a los carriles hegemónicos, pero contradictoriamente ligada a esta
cuestión -¿cómo negar el fondo indígena en la pintura de Siqueiros o Rivera?,
¿de qué forma comprender el ejido?, ¿cómo rechazar el español indigenizado del
habla mexicana?, ¿dónde esconder los productos de origen indígena y algunas de
sus formas de producir?- se han sostenido en resistencia en los márgenes de una
unidad nacional mayor, manteniendo una propia y peculiar especificidad, aunque
no por ello al margen de las dinámicas clasistas e históricas de la nación
jugando en estas un elevado papel.
De las formaciones tribales,
confederaciones tribales y las sociedades explotadoras indias; a la actual configuración de los pueblos
indígenas en México existe todo un proceso histórico en que se asimila formas
no originarias de producción, distribución e intercambio, así como a nivel
superestructural incorporan formas de organización social, religiosa
manifestaciones culturales y de escritura entre muchas otras que vinieron a
imponer su control. El hecho de que las así llamadas etnias indígenas se
constituyeran en tales, y no en naciones como ha sido el curso histórico de
otros países, es bastante claro, la colonización europea rompió dicho curso
estableciéndose posteriormente la nacionalidad mexicana dominante de fuertes
lazos para su dominación por las potencias e imponiendo a las etnias una condición de disolución constante en el
sistema capitalista. No obstante México es un país pluricultural, que mantiene
una forma de sujeción sobre sus pueblos muy conveniente a la acumulación
capitalista, y es ello lo que mantiene al país en esas circunstancias en cuanto
a la no solución de su cuestión indígena, no permite se desarrollen elementos
de nación y administración política indígena ni que estos se eleven en rectores
de sus intereses.
La nación mexicana en tanto relación
para la hegemonía burguesa sobre los explotados y oprimidos de las clases
laboriosas y pueblos indígenas; al igual que algunas otras de América y el
mundo, tiene una peculiaridad histórica derivada de la presencia de una
multiplicidad de pueblos colocados en situación de exclusión y subordinación
dado que sus diferencias y condiciones sociales llevaron a su opresión, lo cual
ha sido una circunstancia histórica, que no es definitiva de cara a la lucha de
clases y la concepción de la nación indígena. Pero hay que aclararlo, la nación
mexicana es inconcebible sin sus raíces indias, europeas, asiáticas y
africanas, no simplemente por el mestizaje y la variedad de sus grupos o “razas”
según la vieja jerga de conquista, sino por sus aportes dados al desarrollo
nacional en todos los sentidos. Ni debemos desentendernos del hecho irrefutable
de que la raíz indígena está presente en la mayoría de la sociedad mexicana.
En el desarrollo histórico
de la nación mexicana, no podemos hacer abstracción de éste hecho, aun cuando
los pueblos indígenas existentes mantengan características propias y no
compartidas con el grueso de la sociedad mexicana, como algunas formas de
producción, vida colectiva y propiedad, el idioma y una envoltura cultural
específica; ya que con ello no se debilita los rasgos más notables de nuestra
nacionalidad como pretende la burguesía para provocar el rechazo a lo indígena
y marginarlo en lo artesanal y lo arcaico, al contrario, se alimentan
continuamente de esos caracteres específicos. Y por lo que concierne a las
etnias indígenas, no dejan de reflejar muchos de los rasgos de la mexicanidad
si se ve a esta última como integración de todas las venas indígenas del país
bajo la denominación de uno de sus pueblos más avanzados de nuestra historia.
Esta es una característica no general, pues en otros países los pueblos
indígenas estuvieron y están al margen de todo desarrollo de nación, en muchos
casos las etnias permanecen al margen de cualquier nacionalidad, aún cuando su
territorio sea incorporado a algún Estado-nación, ello depende de las
circunstancias históricas en las que el tipo de dominación se cierra
completamente al proceso de integrarlas o de verse condicionados a aceptarla dada
su rebeldía y resistencia como grupos humanos oprimidos aspirantes a la
emancipación social.
En nuestro país, la
contradicción entre las etnias y el Estado nacional burgués está claramente
definida por el dominio de las clases explotadoras, en la base y
superestructura del sistema capitalista implantado.
Cabe señalar también que
algunas naciones en sus orígenes, como parte del proceso de su integración, han
roto con el tema étnico sin forzar o violentar su especificidad. En el caso de
nuestro país, entre las clases en el poder ha prevalecido hasta nuestros días,
la integración forzosa de los pueblos indios a la vida nacional eliminando sus
peculiaridades, condicionando su desarrollo social al abandono de estas. Lo anterior
es un punto de diferencia con las tendencias humanitarias indigenistas que
enfocan el problema sin su contexto histórico, es decir, haciendo a un lado la
naturaleza del desarrollo social, sus leyes económicas y sus contradicciones de
clase, para dolerse de la crueldad de los conquistadores, los colonialistas y
todos los representantes de las clases explotadoras y hasta fomentar actitudes
reaccionarias contra las masas trabajadoras no indígenas.
Esta situación se da a causa
de un problema nodal, el de la propiedad, y específicamente aunque no
únicamente, el problema de la propiedad de la tierra, No es ningún secreto el hecho de que la rapaz
sustracción de la tierra hecha a los indígenas, la creación de la gran
propiedad terrateniente, el establecimiento del poder político de la democracia
burguesa y la imposición de la vida social propia del sistema capitalista, son
los pilares del problema indígena.
Este problema de la
propiedad destaca lo siguiente: en primer lugar se pone de manifiesto la gran
propiedad de la tierra, extendiéndose por un lado a la propiedad terrateniente
de los grandes ganaderos y agroindustriales (cañeros, viticultores, madereros,
cafetaleros, productores de maíz, jitomate, forrajes, etc.) y a las grandes
empresas que desplazan a los indígenas de sus territorios, abarcando a PEMEX, la
producción de electricidad, pesqueros, acaparadores, comerciantes de todo tipo
de productos de los pueblos indígenas, y comerciantes en general que dirigen
sus negocios particularmente a los pueblos indígenas. Y tiende sus redes no solo al dominio de la propiedad, sino de
la fuerza de trabajo indígena adulta e infantil por medio de toda una legión de
contratistas por los salarios más bajos que en muchos casos llegan a la mitad
de lo que se suele llamar salario mínimo por ejemplo en la cosecha de maíz,
recolección de café, tomate, licores, frutas, fabricación de artículos de
madera, artesanías y fibras, etc.
Por lo tanto la acción
histórica emprendida contra los pueblos indios por desplazarlos, expropiarlos y
explotarlos, obvio, tendría que reflejarse opresivamente contra sus rasgos
raciales, culturales, religiosos y administrativos, para hacer prevalecer la
gran propiedad privada y las formas de explotación que ésta implica; esta es la
gran causa del atraso económico y social en general de los pueblos indios. Los
patrones de explotación en la perspectiva feudal y luego capitalista e
imperialista, implicaban mantenerlos en la ruina, la marginación y la
ignorancia, el Cancún turístico y la administración burguesa del patrimonio
histórico indígena serían entonces unas de las formas del saqueo indígena.
Frecuentemente se ha negado
que los pueblos indígenas se encuentran escalonados en distintas clases
sociales con intereses antagónicos y que incluso haya quienes siendo indígenas
sean voraces explotadores, definitivamente no son ajenos a la división en
clases sociales ni mucho menos a la lucha de clases, entre indígenas podemos
ver burgueses, campesinos medios y pobres, comerciantes, artesanos, proletarios
y una capa intelectual, sin embargo su estratificación de clases dista de estar
muy por debajo del promedio general.
Tampoco hay que olvidar que
no todos los indígenas se plantean un problema étnico, pues dolorosamente o sin
dolor muchos de los que emigran se integran al grueso de la sociedad o grupos
sociales afines en las nuevas condiciones en que se encuentran, en ciertos
casos rompiendo paulatinamente con su conciencia étnica, o simplemente se ven
obligados a romper con sus lazos culturales en sus propios lugares de origen.
Esta ha sido en gran parte la salida que el sistema capitalista diseña para
“solucionar” la cuestión indígena y que como sabemos es parte del etnocidio que
perpetra el sistema.
El problema indígena es por
lo tanto, un problema de dominación político-económico, social, cultural e
histórico, cuya solución depende en primer lugar de la resolución del
problema de la propiedad de los medios de producción. Las corrientes gran
burguesas neoliberales y socialdemócratas, en sincronía con las tendencias pequeño-burguesas
actuales; hacen a un lado ese aspecto fundamental de la cuestión indígena.
En efecto, la cuestión
indígena abarca problemas étnicos de orden administrativo, educativo, cultural,
racial, etc., a los cuales se ha dedicado especial atención por esas tendencias
y siempre en una relación de subordinación del ente protector. No podemos más
que reconocer la asiduidad con que han hecho esfuerzos por profundizar estos
puntos obteniendo buenos resultados, pero siempre procurando elevarlos a primer
plano y ocultar lo fundamental, el
acceso a los medios de producción en general, el acceso a la tierra y de éste
modo, el derecho a un territorio autónomo con organización propia, emanada
desde abajo, de democracia popular, que implique la demanda de expropiación de
los terratenientes enquistados en los pueblos indios.
A su vez en la acción de
desintegrar a los pueblos indios hay que destacar el papel del Ejército en
términos tanto de represión como por el hecho de mantener su presencia en las
zonas indígenas, al igual que por la continua absorción de su juventud para
fines de reclutamiento por si fuera poco mediante una propaganda chovinista, y
ya dentro de sus filas rompiendo la conciencia de etnia entre los soldados.
Pero volvamos al plano
económico, la integración que plantea la burguesía es clara, desde su posición
las etnias son un estorbo para penetrar los capitales a lugares que cuentan con
importantes reservas de energéticos y otros recursos a los que el capital ha
echado los ojos.
La “ley indígena” fue clara
al respecto, se rige por los lineamientos más retrógrados de socavar la
cuestión indígena por medio de la penetración capitalista, no como hecho
colateral, sino como la intención central. Coadyuva a la penetración
monopolista hacia los pueblos indígenas, la explotación de éstos y la
sustracción de sus recursos al condicionar la defensa de los intereses gran
burgueses privados y estatales, la protección a la gran propiedad de la tierra,
y forzar a los indígenas jornaleros, campesinos, artesanos y su intelectualidad
media a lidiar con las "libertades" capitalistas sobre las formas de
propiedad, para adentrarlos aceleradamente al proceso de su pauperización y
proletarización, veamos: "Acceder,
con respeto a las formas y modalidades de propiedad y tenencia de la tierra
establecidas en esta Constitución y a las leyes de la materia, así como a los
derechos adquiridos por terceros o por integrantes de la comunidad, al uso y
disfrute preferente de los recursos naturales de los lugares que habitan y
ocupan las comunidades, salvo aquellos que corresponden a las áreas
estratégicas, en términos de ésta Constitución.
Para
estos efectos las comunidades podrán asociarse en términos de la ley." (3).
Es insuficiente pedir
simplemente respeto a lo que le ha quedado a los indígenas, de esta manera se
termina por aceptar toda la trama de despojos y se mutila la parte más radical
y vital del programa social indígena.
La única alternativa
consecuente con la problemática es la posesión plena de las zonas indígenas por
los propios indígenas, es decir, tanto sus pequeñas propiedades, como sus
territorios comunales y la de los grandes terratenientes, y de la posesión
plena de otros medios de producción creados a expensa suya.
En el terreno político
administrativo a rajatabla el régimen impone una política alevosa, de hecho
niega a los pueblos indígenas el derecho a su autodeterminación, aunque tampoco
las posiciones de sus movimientos han sido contundentes, pues rompiendo con
ciertas características colectivistas de integración, se sujeta a la
municipalización y por ese lado tendrán que vérselas con la administración
política burguesa y todas sus formas opresivas, ya que avalan de esta manera
las estructuras del sistema y la existencia del podrido aparato administrativo,
policiaco y judicial, aun cuando se reserven algunos principios en esos
terrenos, al respecto la experiencia de los llamados municipios democráticos es
aleccionadora. La municipalización es una de las formas características de la
administración democrático burguesa, que deja a las regiones sin posibilidad de
profundizar o realizar su desarrollo, donde prevalece la defensa de la
propiedad privada y de los principios del democratismo burgués, a los cuales no
han escapado ni siquiera los muy afamados ayuntamientos democráticos. Ahí es
donde se detuvieron los Acuerdos de San Andrés que, sin embargo, por muy mínima
que resulte su contribución a la solución de la cuestión, son parte de la
resistencia de los pueblos indios.
Y así, sigue la avalancha de
acontecimientos al resquebrajar la más auténtica y digna demanda de posesión de
los medios de producción.
La demanda del campo
educativo, es fácilmente tergiversada por el Estado y la burguesía, estos
últimos proponen sistemas de becas para desde su joven generación socavar las
características culturales de los pueblos indígenas y sus argumentos sobre la
defensa radical y proletaria de sus etnias. Se suele hablar de cierto sistema
de enseñanza, un tanto libre, pero subordinado al sistema general de educación
burguesa. Nos parece que la pauta es crear un sistema educativo propio de los
pueblos indios, sujeto a sus propias formas y acorde a sus propias necesidades,
ello no será posible si no se reúnen las condiciones materiales indispensables
donde la lucha magisterial debe recoger y radicalizar su programa.
Al remarcar la preservación
de sus costumbres y su “cosmovisión” (lo que no es otra cosa que la sicología
común respecto al mundo, la sociedad y la vida, propia de cada pueblo), debemos
cuidarnos de no caer en el oscurantismo, la superchería, y esencialmente al
dominio de la mentalidad idealista pequeño-burguesa, y algunas características
propias de autoritarismo, que en lugar de rescatar las aportaciones en este
punto científicas, médicas, artísticas, culturales y comunitarias, se dedican a
ocultarlas con una capa de misticismo indigenista contrario a la visión
materialista y a la lucha de clases, pues en lugar de abrir al pueblo indígena
hacia la lucha revolucionaria nacional e internacional, lo circunscribe
al único fin de luchar por una parte de sus demandas que incluso irán en
detrimento de su de por sí comprimida condición como grupo social.
Es cierto que el capital busca romper con su “cosmovisión” y sus
resabios de autoconsumo porque estas representan una barrera contra sus modos
de vida e inevitablemente de sus mercancías. No pretendemos romper con las
valiosas aportaciones de las costumbres y psicología indígena, sino que ubicamos
las manifestaciones idealistas que predisponen a aceptar la opresión y
explotación interna y externa.
Necesario es el auto-reconocimiento y visibilización en una orgullosa nación
indígena hacia una nueva república incluyente, de un nuevo pacto social entre
explotados y oprimidos. En definitiva el problema indígena se resolverá sólo
con la completa expropiación de la gran propiedad de la tierra y de todos los
medios de producción establecidos en los territorios reconocidos como
indígenas, y su entrega a los pueblos para su usufructo colectivo, con el
establecimiento de sus propias formas de gobierno democrático y popular
internas partiendo de sus formas de consejo locales y regionales, con sus
mecanismos de participación de primer plano en la vida nacional, con su
autonomía territorial, la convivencia de iguales entre todo el pueblo mexicano,
con el establecimiento de su propio sistema educativo en todos los niveles, el
desarrollo de sus manifestaciones culturales progresistas.
A estas alturas es claro que
la cuestión indígena sólo encontrará su solución con la instauración de una
sociedad socialista democrática y popular, como única garantía firme de llevar
su programa hasta el fin, pues encuentra en éste una armonía de intereses al
postularse la expropiación de los medios de producción y el establecimiento de
la forma de propiedad colectiva.
Sin la unidad de pensamiento
y acción de los pueblos de nuestro país no es posible hablar de una solución
acertada a sus problemas más profundos. La política socialdemócrata y
pequeño-burguesa al seno del movimiento indígena pretende constreñirlo a su
organización particular y separada del conjunto del movimiento, manteniéndolo
al margen de la perspectiva revolucionaria por la expropiación de la propiedad
privada y su socialización.
El movimiento indígena de
resistencia y revolución, importantísimo venero para la lucha de clases, por
medio de sus consejos de pueblos y sus organizaciones que aglutinan a las
distintas etnias debe abanderar la lucha por la tierra, debe inclinarse a las
posiciones clasistas de los oprimidos, por la posesión de otros medios de
producción que hoy se encuentran en manos de la burguesía, por la autonomía
territorial y por sus propias instituciones indígenas progresivas, democráticas
y revolucionarias, uniendo sus luchas a las del conjunto de la clase obrera, el
campesinado y pueblo en general.