Felipe Cuevas Méndez
Miembro del Partido Comunista.
El capitalismo mundial vivió momentos de gloria que en
medio de la explotación y miseria de los pueblos le abonaron su continuidad en
detrimento del ideal de emancipación. La burguesía creó escenarios en que pudo
alejar el fantasma de la revolución, la propia tarea revolucionaria se vio
comprometida en los distintos despliegues de sus fuerzas. La complejidad del
sistema respondió a sus amenazas y contuvo grandes olas de la lucha de clases,
pero en ello también sus fuerzas se desgastan. Pese al veto a la revolución en
la política burguesa, entre la última gran crisis, las secuelas del
neoliberalismo, la estructura moderna del imperialismo y la dinámica de la
acumulación mundial de capital; las relaciones de dominación enfrentan
nuevamente el dilema entre la alternativa de revolución emancipadora y el
proceso de contrarrevolución holocaustico.
De las entrañas de contradicciones sustentadas y
llevadas al extremo por las clases apoderadas del planeta, resurge y se
replantea el asunto de la revolución social en las formas que sea posible.
Frente a una oligarquía internacional interesada en llevarnos al caos de la
voracidad capitalista, conforme con los males sociales porque de ellos sabe
beneficiarse; la revolución asoma por encima de toda conveniencia política,
despunta como ruptura necesaria para que nuestra sociedad pueda rehacerse en
sus bases forjando nuevas y mejores condiciones de vida. Palabras más, palabras
menos de esto se compone nuestra realidad y los horizontes en que se proyecta
el proceso revolucionario. Procesos de lucha e inminentes personalidades de
ayer y de hoy nos ilustran sobre la importancia de la revolución, sus ideas,
formación y acciones son infinitamente superiores a cuanto podamos decir.
Nuestra voz es insignificante, pero tenemos derecho a ejercerla, es verdad que
mejores opiniones se pueden suscitar en este específico orden temático, bien,
de eso trata la cosa, mientras esto ocurre tenemos este modo de plantear
nuestras ideas:
1.
La
revolución social de los pueblos resulta vital y legítima para la supervivencia
humana creando una nueva sociedad a su imagen y semejanza. La revolución es un
concepto central de ruptura a reposicionar para la transformación de nuestra
historia, al cual se sujetan todas las posibilidades o instrumentos de cambio y
lucha. La revolución de nuestro tiempo es anticapitalista por esencia, apunta
sus golpes fundamentales contra la gran propiedad privada, a la oligarquía
burguesa, los monopolios y las relaciones capitalistas. Respecto del dominio
capitalista la revolución es insubordinación, subversión, rebelión, revuelta,
insurrección, movimiento, clasista, proletaria, popular. El proceso
revolucionario se da en una escala de presiones de fuerzas y valores sociales
de los pueblos que impactan contra el sistema opresor restituyendo el poder
popular y creando relaciones coherentes con su interés humanístico. La
revolución vencerá los vicios sociales y sus causas estructurales.
2.
La
revolución niega el orden social existente, se centra en destruir el sistema
capitalista imperialista y su omnipresente orden mundial. La revolución debe
destruir las relaciones sociales de dominación. Expresa el sentido antagónico
de la estructura social y sus relaciones sociales. Defiende las demandas de
tierra, educación, el trabajo, la producción y sus medios para los pueblos.
3.
La
revolución se organiza desde abajo. La organización de la revolución reviste
todas las formas posibles y necesarias, lucha constantemente por acumular el
máximo de fuerzas para salir de toda encrucijada. Las revoluciones aparecen con
o sin organización, y aunque su definición de clase está por encima de ello, su
organización en cualquiera de sus momentos es una necesidad de consolidación.
4.
La revolución
sustenta una práctica y una teoría que avanzan sobre la realidad concreta e
histórica. No emplaza a la realidad, vive en ella para transformarla, rechaza
que a los hechos se les pueda “condicionar” unas pautas de ejecución sin
atender la presentación de sucesos “fuera de lo previsible”. La dialéctica
muestra que lo conocido o adquirido indica pautas que aun siendo tendencias,
siempre están a la orden y supeditadas al movimiento absoluto de la historia y
lo social su teoría es una guía para la acción, nada más práctico
que una teoría revolucionaria, nada más provechoso teóricamente que una
práctica consecuente. La revolución somete a examen sus avances históricos,
desprenderse del revolucionarismo abstracto, sus corrientes y posicionamientos:
asimilarles superándoles, comprender sus circunstancias y tendencias, sus
aciertos y desaciertos, sus perspectivas y limitaciones.
5.
Las
corrientes y sus múltiples grupos político-sociales son necesarias en tanto cultivan el
desarrollo concreto de fuerzas revolucionarias, llevan a su interior parte de
relaciones que deben luchar por convertirlas plenamente en revolucionarias,
tienen en mayor o menor medida, mientras están ligadas fuertemente al
movimiento proletario y popular; un potencial de despliegue superior a sus
conceptos iniciales, el éxito limitado en ciertos espacios sociales a algunas
de sus manifestaciones puede llevar al fracaso o el rezago del desarrollo de
todo el poder de fuego de la revolución. Sin caer en autoengaños, ya a un plano
de su organización la inercia de las corrientes puede engendrar segmentación y
lentitud del proceso. Las corrientes se diferencian unas de otras por sus
nociones de una realidad específica, son distintas y a la vez iguales a la
plataforma que levantan sobre aspectos generales. Por sí solas están
incapacitadas para el salto revolucionario de las tareas que se proponen.
Cuando persisten en su camino sectario o fragmentado contribuyen a la
arbitrariedad teórica, cada cual asegura dominar la técnica revolucionaria. No
resuelven las anomalías y dilemas de la revolución. Afrontan dificultades para
proyectar perspectivas más amplias al trabajo revolucionario. Cada una de las
corrientes ha quedado sujeta al escrutinio de las otras, en especial de sus
adversarios, y el de cierta matriz teórica. Se representan la realidad a partir
de los campos ideológicos de su corriente. Se bastardean unas a otras en una
lucha de poderes subjetivos sobre el monopolio de la teoría y la práctica
revolucionaria. Las corrientes no son ineluctables, deben abordarse, pero es
claro ya que buena parte de su debate es histórico, a veces empasteladas en una
discusión bizantina, llevará otros plazos generacionales, necesitará nuevas
experiencias, referencias conceptuales más amplias, pero sobretodo, de la realización
revolucionaria, a pesar de todo el espacio de debate que se les deba conceder,
no tienen porqué convertirse en la tarea en torno a la cual giren todas las
demás, debe enmarcarse sus espacios para poder avanzar; urgen ciertos acuerdos
de trabajo abocados con más acento en la lucha de clases para airear su
panorama, sus diferencias y su labor.
6.
La
revolución irrumpe contra el economicismo y el reformismo. Entendidos en los
marcos de las relaciones y correlaciones de fuerza de la lucha de clases, como
conciencia y acción “del acuerdo” entre las clases para supuestamente
estabilizar el sistema, hacernos creer que éste es un sistema abierto, y
sobrevivir en tanto tales. Son a la vez aspectos de la conciencia
pequeñoburguesa ampliamente difuminada de sujeción a la contradicción
capital-trabajo, posición estratégica de las capas medias aún en el mismo seno
de la clase obrera. Sin subestimar ni descartar su posibilidad para desarrollar
tareas de ascenso revolucionario, tienden a remolcar todo el proyecto revolucionario
a la subordinación en el modo de vida político-económico capitalista que
sustenta en buena medida las modernas relaciones políticas de poder y sujeción.
La revolución rompe esquemas, modelos, determinismos, simplismos, inamovilidad
y rigidez sujetos a conveniencias de grupos.
7.
La
revolución tiene su sujeto histórico o no es realizable. Efectivamente amplios
sujetos sociales surgen a la palestra a combatir al capitalismo, enfrentan unas
u otras de sus problemáticas, ante la mentira y las injusticias, los dolores y
humillaciones, la exclusión y avasallamiento, el racismo y la emigración, el
etnocidio y la violencia generadas por los buitres capitalistas; crean
importantes cambios y motores para continuar la lucha, todos de gran
importancia e insustituibles. No se trata de “borrar” o contrapuntear unos
sujetos y subjetividades a los otros, además de pertenencia de clases
populares; sino que sus luchas y las condiciones que los recrean se aferren al
proceso, los sujetos sociales se multiplicaron. La revolución es
antipatriarcal, la emancipación de la mujer es un bastión de primer orden en
esto y en toda la lucha de clases. Por su parte la juventud revitaliza la lucha
revolucionaria ante las amenazas del capitalismo imperialista y sus guerras. La
clase proletaria vitalmente obligada a empujar la superación del máximo de los
antagonismos del sistema, redimensiona su vanguardismo y movimientos. Independientemente de coyunturas especiales,
la revolución se apoya siempre fundamentalmente en las clases explotadas y
oprimidas para no perder su razón de ser, la revolución es proletaria y
popular, democrática y antiimperialista. No hay clases explotadoras que sirvan
de ejemplo o aleccionen sobre las tareas revolucionarias contrarias a la
esencia de las relaciones capitalistas. Las ideas de vanguardia y liderazgo
están conectadas con el problema del desarrollo de la organización, dirección y
conciencia revolucionaria para la lucha de clases y la resistencia frente a
toda amenaza, maniobra o chantaje.
8.
La
revolución debe condensar los mejores valores y resultados de la experiencia
social humana. Libertad, igualdad, emancipación, ética son algunos conceptos
indispensables para las relaciones socialistas. La socialización y democracia
clasista son banderas insustituibles de la revolución y todas las formas de su
organización. La revolución plantea la
formación de relaciones revolucionarias de los pueblos vertidas a lo político,
lo económico y cultural para el bienestar duradero en la satisfacción de
nuestras crecientes necesidades. Exige menos generalizaciones y más soluciones
concretas. La revolución precisa crear sus condiciones para ser posible. La
revolución no puede darse sobre la realidad objetiva si no se da al mismo
tiempo sobre la conciencia social y educación política.
9.
La
revolución que el pueblo necesita tiene planteado el problema del poder para
construir un nuevo tipo de sociedad, en efecto, de democracia, de órganos
asamblearios, de organización social, de sujetos sociales, de mujeres y hombres
libres y renovados en otros contextos sociales. La revolución tiene tantos
contextos como pueblos hay en la tierra, en cada cual inspira y ajusta sus
objetivos, análisis, estrategias, apoyos, modos de propiedad social y ejercicio
político. Cada pueblo hace la síntesis práctico-teórica revolucionaria general
gravitando en el propio acervo cultural particular.
10.
La
revolución se requiere no se propone establecer macro-políticas revolucionarias
con micro-políticas de dominación, ni lo contrario, macro-políticas
conservadoras con micro-políticas revolucionarias. Debe ser plena en todos sus
niveles de definición, amplia y precisa al mismo tiempo. Combate las relaciones
de opresión que puedan surgir en su seno reproduciendo al capitalismo, al
hacerse cada vez más consciente de la naturaleza de dichas relaciones mantendrá
estas mismas circunscritas al aplastamiento y superación del capitalismo y las
clases opresoras, más no para doblegar a la revolución y el socialismo, sino
para encontrar finalmente solución a los problemas del retroceso que abatieron
los gigantescos procesos de construcción del socialismo en el siglo XX. En
general la labor consiste en la conciencia y organización de la lucha, en
particular debe protegerse a las y los revolucionarios de no verse alienados a
relaciones de dominación, burocráticas, corruptivas y de poder.
11.
La
revolución une pensamiento y acción. Para vencer no toma a rajatabla el acervo
de la teoría revolucionaria, no limita el concepto de vigencia subrayando que
nada debe ser modificado. Junto a la vigencia en tanto premisa de que la teoría
conserva su valor, plantea la trascendencia de la teoría revolucionaria en
tanto que subraya a pesar de los cambios circunstanciales y las cosas
desfasadas: una contundencia medular del planteamiento revolucionario respecto
del horizonte futuro. Por ello es absurdo y denigrante trasladar la crítica de
los problemas actuales a los orígenes de la teoría revolucionaria para
culpabilizar unas u otras posiciones, para apoyarse en unas tesis y rechazar
otras de acuerdo a intereses particulares -para renunciar a explorar todos o
algunos de los nuevos fenómenos sociales-, tan infructuoso como pretender
ubicar el desarrollo de nuestras modernas relaciones a un momento en que eran
embrionarias o de plano inexistentes. Marx desde sus manuscritos y después a lo
largo de toda su obra, funda la teoría revolucionaria en sí y del sentido mismo
de teoría social revolucionaria, es decir, su sentido concreto y su sentido
esencial perdurable aún en medio de las expresiones en que ha tenido lugar. Su
horizonte se coloca en tal sentido en el arraigo histórico de sus líneas y más
allá de la letra de sus textos, circunstancias existentes y perspectivas
creadas a cada paso. Tal es la lógica dialéctica de sus tesis, en este ámbito
nada debe analizarse por debajo de su visión. Para la crítica social la
revolución recobra sus términos, ejercer la crítica sobre algún tema, algún
teórico, alguna tesis, debe considerarse en sus aspectos concretos y circunstancias
sin limitarse a éstos para sacar conclusiones. Debe abordar además sus marcos
de referencia, ideas esenciales, sus propósitos finales, el carácter de clase,
despejar su fundamento último, lo que más les consiente que se aferren a la
vida, independientemente de sus aciertos y errores. Ningún debate se debe
suprimir, no obstante por ahora ningún debate define de manera absoluta los
procesos acontecidos en la lucha de clases sin que haya una nueva impresión o
resistencia de tesis alternas debido al agudo estado del conflicto social; si
bien hay ejes firmemente arraigados, necesario es despejar lo fundamental que
permita desarrollar más y más tareas en ascensión.
12.
En la
lucha cotidiana la revolución como estado latente de la potencia transformadora
de nuestros pueblos requiere y sin duda alguna aprende el uso de los medios de
agitación, propaganda y comunicación revolucionaria, relativiza algunas ideas
de su labor en este terreno, para adaptarse mejor a las circunstancias y la
guerra mediática. Incita a sus partidarias y partidarios que se aboquen con más
celo en estas tareas para orientar más preciso el rumbo y golpear más certero
al capitalismo.