Tratando de resignificar el sentido de la violencia como ha sido expuesto en dos casos históricos concretos, entramos ahora a la reflexión acerca de la educación de los sentimientos con un espíritu educativa de nuestra época.
Los sentimientos del sujeto que representan su identidad afectiva, pueden ir a favor o en contra de lo que uno quiere; no los podemos controlar completamente si no nos empeñamos en educarlos. Esta posible desarmonía puede producir patologías psíquicas, morales o del comportamiento físico en espacio y tiempo. Por ejemplo: el miedo a equivocarse genera inhibición, uno acaba por no actuar; por ejemplo el miedo a engordar puede generar anorexia, y mezclarse con problemas de autoestima que inciden en la violencia, agresividad y autodesprecio.
Porque el miedo traumático a enfrentarse consigo mismo, en la necesidad del otro yo, puede causar depresión o hasta alcoholismo vivido como un problema individual, sin reconocerse como un problema social en el modo de producción como eje de valores humanos. La aparición o desaparición de los sentimientos, por tanto, no es totalmente voluntaria: enamorarse es un ejemplo típico en la «química producida». Cuando uno se enamora cambia todo, en especial el estado de ánimo; pero es algo que le sobreviene a uno. Lo mismo ocurre con un desengaño amoroso: uno quisiera olvidar, pero no puede, y sufre.
Ahí entra el sentido de vida entre lo positivo y lo negativo en las acciones del ser humano capaz de regenerar sus relaciones humanas como figura idealista pero que actúa en comportamientos concretos, debido a resentimientos, cerrazones, incomunicación o prejuicios, expresados como egoísmo y falta de disposición o de capacidad para sostener un trato consecuente con las historias de vida particulares, entendidas éstas como totalidades inescindibles que abarcan desde el sentido común hasta el pensamiento filosófico-político más profundo de la sensibilidad, como parte de las actitudes en la pasividad de las impresiones, y el entendimiento como actitud activa -según Kant-; pero ahora valorándolo en la no escisión de estas actitudes en el proceso de conscientización y de asunción de lucha social colectiva como clase trabajadora que se revela contra la racionalidad impuesta, y que representa la dialéctica o síntesis crítica, potenciadora de la abolición de todo privilegio que genera la propiedad privada en el modo empresarial actual y en sus métodos de opresión y de extracción de plusvalía, así lo denuncia la epistemología crítica de Marx, pues el verdadero límite de la producción capitalista es el mismo capital en la crítica particular, asumida como un bien colectivo genérico ante la necesidad radical en un interés de las mayorías, como un acto real e histórico, que no le toca emprender al Estado-gobierno capitalista, sino al pueblo en un proceso de autorreconocimiento de su capacidad creativa del mundo tecnológico, científico, artístico, humanista sustentado en el sudor de su cuerpo.
Este sujeto del trabajo es el verdadero representante del poder, que ha arrebatado el privilegio de la burguesía, a quien no le interesa el trabajador más que como categoría de trabajo y acumulación de riqueza, pero sin ver en esta clase, ninguna voluntad desarrollada con una concepción humana en un proceso de tránsitos y contradicciones en la identidad del sujeto sensible racionalmente hablando.
En este sentido una de las grandes enseñanzas de Platón, es mostrar cómo se consigue que los sentimientos colaboren con las tendencias y la voluntad: los sentimientos acompañan, son los grandes compañeros del hombre, aunque no tienen «la mayoría de edad»; cuando se les deja actuar solos pueden crecer desmesuradamente y causar anomalías y patologías. La virtud que los domina significa moderación, sosiego, armonía, autodominio y templanza en la responsabilidad implícita o explícitamente comprometidas con la vida en una relación humana amorosa ante el conocimiento, es decir en el ejercicio del poder que parte de las representaciones del sujeto desde los años de infancia en cuanto principios, razones y sentidos de vida a través de la ternura y el afecto sinceros, como pasado, presente y posible futuro dialécticamente humanizado, pero qué hacer cuando esta relación no se ha cultivado, tienen que generarse nuevas condiciones de vida socializadas para lograr cumplirlo.
De modo que los sentimientos forman parte de la razón, y también conforman la frontera de la irracionalidad, pero de una irracionalidad peculiarmente humana y no sólo instintiva, a todo ello es a lo que más o menos llamamos sentimientos.
Sabemos que el sentir es por tanto algo superior a lo natural o instintivo: no es oler o tocar, u oír o saborear, sino que está por encima de cada uno de los sentidos concretos. Por eso, cuando va creciendo la capacidad sensitiva del hombre ante las necesidades radicales en el reconocimiento del trabajo humanizado, hay que ponerla necesariamente bajo el sentido sociocultural; ahí se crea la palabra sentimiento como la forma humana más noble de sentir. Al asignarle al alma una exquisita y variada capacidad sensitiva, se engloba bajo el nombre de sentimientos todas sus formas de "sentir". Es una forma analógica, una copia de las facultades sensitivas del cuerpo, trasladadas al alma. Para poder hablar ordenadamente de los sentimientos se partió del supuesto conductista del placer y el dolor; como motor de atracción el primero, y de repulsión el segundo; es decir que todo aquello que produce placer inspiraría sentimientos positivos, y lo que produce dolor, sentimientos negativos, y es necesario construir humanamente la balanza en una multiplicidad de posibilidades.
Se reflexionó cómo Kant introdujo la distinción entre emociones y pasiones para poder profundizar en el análisis de los sentimientos (la pasión -indica- es la menos controlable por la razón). Y en el plano más elevado de los sentimientos, se colocan los ideales que han seguido todo un recorrido de mediaciones históricas.
Así, Spinoza sostuvo que, si bien la razón es quien nos permite establecer cuál es el mejor camino de acción, a la postre la razón sólo puede ser determinante de nuestras acciones si ésta está ligada a las emociones. Por su parte, Hume pensó en los sentimientos de benevolencia y justicia, y no en lo moral. Por lo que el punto central de la discusión entre Descartes y Spinoza por un lado, y Hobbes, Hume y Adam Smith por el otro, radica en la conexión entre los llamados sentimientos morales y nuestras concepciones acerca de lo bueno y lo correcto. De manera que, mientras para Hume y Smith los sentimientos morales son el fundamento de nuestras concepciones morales, en Spinoza y Descartes nuestras pasiones están determinadas por nuestras ideas, sean adecuadas o inadecuadas. En este sentido, un análisis de la teoría moderna de los sentimientos morales es clave para entender aspectos centrales del debate contemporáneo en el terreno moral del sujeto y su identidad en el contexto de dar sentido a la vida con todas sus dudas y contradicciones en el irracionalismo y la teoría crítica.
Por eso es que la mitad de la alegría humana que es a la vez su falta y su fracaso, reside en hablar de ella reconociendo que todo talento debe inclinarse ante el nivel social libertario; esto es lo que identifica al sujeto social, individual y colectivo, ya que las preguntas que dan sentido sobre las identidades del sujeto, con sus dobles o más pertenencias, es: ¿qué me siento y qué me caracteriza como ser humano?, ¿quién soy y qué hago de mi vida y con quiénes soy un hombre o mujer verdadero?; por que dar respuesta a ello es lo que abre el debate en las relaciones de poder como criaturas de su autoenajenación -plantea Marx-, para que el sujeto pueda encontrarse siempre en relación con el sistema social, con los intereses de clase y en el terreno de la existencia humana, pues el mundo de la vida no existe al margen del sistema socio político del Estado-gobierno, que sitúa al sujeto del PODER como ente representativo del IMPERIO del terror en una posición pública o íntima ante lo que observa, en cómo se comporta, con lo que se identifica como clase privilegiada o no, y con las formas de justificar sus actos a través de las tradiciones y costumbres más arraigadas en su cultura de poder emancipar o sojuzgar en el acto del arrebato, de acuerdo a la postura político organizativa del trabajo compartido y comprendido epocalmente.
Las contradicciones fundamentales del sistema capitalista en el momento en que “el obrero actual sólo piensa en sí, es decir, se hace pagar por su persona. Es él mismo quien no toma en cuenta la inmensa y formidable energía que nace de su cooperación con otras fuerzas” (Marx). Así destacamos estas contradicciones en la reconquista permanente, pues lo único importante es la autenticidad en esa identidad del sujeto que conoce, experimenta e intuye su historia al tener consciencia de:
1. La socialización de la producción y la forma privada de la apropiación.
2. El hecho de ser un explotado y tener al mismo tiempo la ideología del explotador (ideología dominante).
3. Producir de acuerdo a las necesidades del mercado capitalista y no de acuerdo a las necesidades de la sociedad-pueblo.
4. Tratar de convencer a la sociedad, subliminalmente, de que la historia se ha detenido en el capitalismo.
Estas reflexiones son parte de una estructura metodológica en el contexto de la lucha de clases y para una construcción pedagógica crítica en la conformación de lo que falta, a saber una conciencia liberadora en este siglo del renacimiento de nuevos sentidos de comunicación e incomunicación humana-inhumana; las condiciones materiales y de engaño ideológico en el abuso de poder arrebatar el trabajo y obligar al trabajador; pero también está creciendo el empoderamiento de la clase que sostiene en sus hombros la economía nacional, local e internacional; es esta clase trabajadora en donde nuestros hijos pueblo están siendo utilizados y sobre-explotados por el abuso del imperio monopolista, en sus diversos formas de empresariato capitalista: en el comercio, en la agricultura, en la fábrica, en el trabajo tercerizado, y en los mecanismos creados por la banca financiera imperialista; por tanto los procesos de autogestión comunitaria siguen emergiendo de la dignidad y de la nobleza cooperativa y solidaria.