Friday, December 19, 2025

25 para el 25: La cultura de la lectura.

 Fernando Cajas.


Esta semana, el presidente Bernardo Arévalo viajó al frío clima de Quetzaltenango, la Cuna de la Cultura, a inaugurar el programa «25 para el 25», iniciativa regional que distribuye gratuitamente 2.5 millones de ejemplares de una colección de 27 títulos latinoamericanos, principalmente a jóvenes de 15 a 30 años. El programa nace de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y es impulsado por el Fondo de Cultura Económica, en colaboración con gobiernos, editoriales y organismos de varios países de América Latina.

¡Qué belleza de programa!

Imagine el lector que los jóvenes latinoamericanos tengan acceso gratuito a obras como las de Gabriel García Márquez —Crónica de una muerte anunciada o El coronel no tiene quien le escriba—, joyas del realismo mágico. Esta colección nos ofrece un panorama rico de la literatura de nuestro continente, desde México hasta el sur. Así, el gobierno de Guatemala puede —y debe— tomar esta chispa para enfocarse en nuestros escritores, adaptando el programa y haciendo accesibles sus obras de forma gratuita.

Ojalá tengamos libros de papel de nuestro Nobel Miguel Ángel Asturias, las novelas históricas de José Milla y Vidaurre —maestro comparable al peruano Ricardo Palma en su delicadeza costumbrista, analizado profundamente por nuestro premio nacional Mario Alberto Carrera, columnista de La Hora, fallecido en este frío diciembre de 2025, cuyo legado cultural invaluable merecemos los guatemaltecos de manera gratuita—.

Sería hermoso un programa guatemalteco, dirigido por las ministras de Educación y Cultura, que nos conecte con nuestra cultura viva: voces contemporáneas como Carolina Escobar Sarti y Carmen Matute, y pioneras que abrieron camino en las letras machistas, como Margarita Carrera, Luz Méndez de la Vega y Alaíde Foppa. Ellas nos invitan a reflexionar sobre la Guatemala agresiva que nuestra historia ha construido, y cómo la literatura, la novela y la poesía nos ayudan a entenderla, procesarla y superarla.

La realidad guatemalteca es triste en comprensión lectora: según informes del Ministerio de Educación, en evaluaciones de graduados de secundaria de 2024, solo alrededor del 35% alcanzó niveles satisfactorio y excelente. Es decir, el 65% no lee de manera efectiva. Esto es grave. Debemos mejorar la lectura crítica, dentro y fuera de la escuela.

El «25 para el 25» —con su colección de 27 títulos— debe ser el arranque para replantear la lectura en nuestra cultura. A pesar de esfuerzos como la Filgua, que Raúl Figueroa Sarti ha sostenido por años, en las escuelas debemos basar la enseñanza en investigación científica sobre el aprendizaje de la lectura, dejando atrás métodos empíricos.

Como escribí en mi columna del 2 de julio de 2025: «El libro no existe si no existe una comunidad de lectores, lectores que conozcan las normas de la lectura con la que el libro fue escrito, porque al fin el libro solamente es el medio usado por la escritora o el escritor para trasladar un diálogo pospuesto hasta que aparezca un lector que quiera conversar con él o con ella, el escritor o la escritora». Leer es una práctica social, orientada a fines. Por eso, el programa debe promover grupos y círculos de lectura, dentro y fuera de la escuela, con colaboración entre los ministerios de Educación y Cultura.

Ahora debemos crear nuestro propio programa: el Programa de Lectura Xelajú, para distribuir obras de autores guatemaltecos, hombres y mujeres, replanteando nuestra cultura en toda su diversidad, incluyendo voces indígenas y rurales. Motivemos a escritores a compartir su voz en todo el país, como los poemas de Otto René Castillo —«Vamos patria a caminar»— o la bella prosa del quetzalteco Carlos López Loarca en Acercándose a los dioses o la prosa de Humberto Ak’abal en quiché y español en un ritmo de encuentro de pájaros cantando. 

Me alegra que el presidente Arévalo haya inaugurado esto en Quetzaltenango. Ahora, hagamos un plan concreto: mejorar la lectura crítica con acciones como ayuda financiera, logística y técnica a escritores para imprimir obras; crear círculos de lectores; y empezar quitando impuestos a importación y venta de libros —medida que existió en gobiernos pasados, no precisamente progresistas–.

El camino parece claro, pero es complejo ante la enorme diversidad guatemalteca, donde las escuelas rurales enfrentan abandono y desafíos logísticos. Aun así, hay que hacerlo, como dice Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar». La práctica social de la lectura requiere inversión, motivación e investigación científica para ser efectiva y pertinente. Salgamos de ese oscuro 65% que no lee críticamente, porque sin lectores no habrá democracia sólida, esa huidiza democracia nuestra. Hagámoslo con urgencia, como cuando bebemos agua fresca o cuando tenemos sed. Hagámoslo ahora, porque si no es ahora, no será nunca.

Wednesday, December 17, 2025

Amor y obsequios.

 Fernando Cajas.


Es la época de «regalos», pero los regalitos entre el novio y la novia, los regalos entre las parejas del amor romántico llevan cargas cuyas connotaciones leen los amantes entre líneas, aun antes de recibirlos. Obsequiar regalos, presentes, es una forma de construir lazos de amistad, ya sea en forma del amor romántico, del amor ágape, del amor entre hermanos o del amor como simple encuentro entre humanos. Y cómo no, si el amor fue una filosofía introducida por Jesucristo.

Ciertamente fue Jesucristo quien, hace más de dos mil años, cambió la filosofía bíblica al introducir el amor como filosofía de vida. Pablo, previamente Saulo, definía al amor en su primera carta a los cristianos de la ciudad de Corinto así:

«El amor es paciente, es bondadoso. No envidia, no se jacta, no se enoja fácilmente. No guarda rencor, no busca lo suyo, no se irrita. No se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta».

Como he descrito en diferentes entradas en esta columna de La Hora, hay muchas formas de amor, pero de todos, el más complejo es el amor entre parejas de la modernidad, de ahora. El amor de ahora se ha permeado por encuentros de segunda mano, porque realmente somos seres de segunda mano: no somos los primeros que nuestras parejas amarán, ni ellas o ellos serán las primeras y únicas parejas que amaremos en la vida.

La modernidad nos trajo otros amores que no imaginamos en la juventud temprana de nuestra vida. Mis padres se casaron y se quedaron juntos hasta que la muerte los separó. Mis abuelos maternos también, y mis abuelos paternos también, aunque la abuela Carmen Cantoral murió muy joven, a sus treinta años de vida, dejando a mi padre en la orfandad, siendo él un niñito de brazos.

Estas tres generaciones de amores —de 1900 a 1940; de 1950 al 2000 y del 2000 a la fecha— han transformado profundamente sus concepciones de amor de pareja. Los regalos que escogieron mis abuelos para mis abuelas fueron otros, con otras motivaciones, otras entregas. Los amores de 1950 al 2000 estaban permeados por lo práctico, lo útil: muchos de los regalos de entonces eran cosas útiles para la cocina o ropa. Ahora ya no. Estamos inmersos en Chanel, artefactos de Gucci o lentes Ray-Ban. El mercado del amor romántico es uno de los mayores del mundo actual, pero el verdadero amor no tiene marcas, no tiene etiquetas, no tiene más que el deseo de agradar al otro o a la otra. Es puro y escaso, como el agua que nace en la montaña verde.

Ahora que viene Navidad y se acerca la época de los regalos para todos —para los que creen y para los que no creemos—, quiero recordar los regalos que más me han gustado. Sabiendo las fallas de mi memoria, quiero recordar aquella bicicleta azul que llegó a mi casa de la Colonia Molina en la bella Xelajú un mes de diciembre de 1968. O aquellos guantes de arquero de 1975, cuando yo jugaba con la selección de fútbol de Quetzaltenango.

También quiero recordar los regalos que he dado y que creo que le gustaron a quienes entonces amaba y aún amo, porque el amor no termina. También recordaré los regalos que no pude dar y sabía que alguien que yo amaba quería. Empiezo con el más importante: el regalo que me pidió mi papá cuando me dijo que dejara de tomar, que dejara ya de destruirme con el alcohol. Ese regalo se lo di, imperfecto como todos mis regalos, pero se lo he dado hoy.

También está el regalo aquel que no pude darle a mamá, cuando me dijo que quería ir a Brasil, a Río de Janeiro. No se pudo, porque la vida se la llevó antes.

La vida está hecha de regalos que damos y que no podemos dar. Demos, demos lo que demos, demos con amor, que es el único lazo verdadero de unión entre humanos.

Monday, December 15, 2025

Competencias versus capacidades escolares: Parte 2.

 Fernando Cajas.


En Guatemala, como en muchos países de Latinoamérica, el lenguaje de las “competencias” se ha instalado en nuestra educación desde hace más de dos décadas. Este enfoque no nació de las aulas ni de los pedagogos locales, sino que llegó impulsado por organismos internacionales de carácter económico: la OCDE, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Estos no son expertos en educación, sino entidades que promueven una visión neoliberal: menos Estado y más mercado como motor del desarrollo.

A diferencia de la UNESCO, que tiene una larga trayectoria en temas educativos, estos organismos han empujado las competencias con un enfoque pragmático, sin un sustento teórico profundo. En el fondo, recuerdan las ideas conductistas del siglo pasado: definir objetivos como conductas observables y medibles, fáciles de evaluar, pero que a menudo dejan de lado el aprendizaje real y profundo.

Un ejemplo claro lo vemos en mi campo, la ingeniería. El proyecto Tuning para América Latina propone como competencia principal: “capacidad de abstracción, análisis y síntesis”. Suena bien, pero ¿qué significa eso para un ingeniero civil que debe diseñar un puente en zona sísmica guatemalteca o un sistema de agua potable en una comunidad rural? Poco o nada, si no se conecta con las prácticas reales de nuestra profesión.

Peor aún es cuando estas competencias generales llegan a la educación básica y diversificado. El Currículo Nacional Base (CNB) de Guatemala exige, por ejemplo, que los estudiantes “construyan patrones aritméticos y geométricos para resolver problemas”. Mientras los niños y jóvenes se pierden en actividades abstractas —muchas veces guiados por maestros que no dominan ni Teoría de Números ni Geometría—, no aprenden lo elemental: sumar, restar, multiplicar y dividir con soltura.

Los números son contundentes y duros: apenas el 10% de los graduados de diversificado resuelve correctamente operaciones aritméticas básicas. El 90% no puede manejar números enteros ni fracciones con seguridad. Esta es la realidad que pagamos por seguir modas educativas importadas.

En Guatemala y en Latinoamérica hemos pasado de objetivos conductuales a cognitivos y ahora a competencias, mientras los grandes perdedores son nuestros niños y jóvenes que no aprenden lo que realmente necesitan para mejorar su vida y la de sus comunidades.

Repetir estas modas no nos sacará de la dependencia tecnológica ni resolverá nuestros problemas sociales. Nuestras facultades de ingeniería siguen formando profesionales que aplican soluciones extranjeras en vez de crear las propias para nuestras realidades.

Sin embargo, el lenguaje de las competencias puede ser útil si lo llenamos de contenido real, conectado con las prácticas sociales de nuestro país. Por ejemplo, en ingeniería podríamos introducir el diseño de soluciones para problemas locales: viviendas antisísmicas accesibles, sistemas de riego eficientes o infraestructura resiliente al cambio climático. Así, los estudiantes experimentarían capacidades auténticas, ancladas en las necesidades guatemaltecas.

Lo mismo vale para la escuela básica: no se trata de volver a un pasado autoritario, sino de aprovechar la investigación actual sobre cómo se aprende matemática, ciencia e ingeniería (lo que se conoce como STEM) así como las nuevas tecnologías de la información, la capacidad actual de modelar en los sistemas escolares y la misma IA para construir capacidades sólidas, modernas y pertinentes.

No necesitamos más discursos vacíos importados. Necesitamos que nuestros educadores, científicos y autoridades se atrevan a definir qué aprendizajes profundos requieren los guatemaltecos para transformar su entorno. En la próxima entrega ofreceré ejemplos concretos de cómo fortalecer el currículo conectando competencias con prácticas sociales reales que mejoren las capacidades de nuestros estudiantes.

La educación guatemalteca debe servir primero a Guatemala. Así que debemos hacerlo ahora, con urgencia, porque si no es ahora, no será nunca.

Friday, December 12, 2025

Competencias versus capacidades escolares: Parte 1.

 Fernando Cajas.


La escuela moderna nació como proyecto político. Horace Mann en Estados Unidos (1860) y Juan José Arévalo en la Guatemala revolucionaria (1945-1954) la concibieron para formar ciudadanos capaces de vivir en democracia. Ese era el bien público.

Al mismo tiempo se esperaba que cada niño adquiriera un capital cultural básico: leer, escribir y hacer cuentas elementales. Ese era el bien privado. A fines del siglo XIX surgió el tercer objetivo: preparar mano de obra para la industria y el comercio. El objetivo económico. Desde entonces la escuela vive en tensión entre tres funciones que no siempre se llevan bien: política, cultural y económica.

Con los años le cargaron más tareas: desayuno escolar, guardería, centro de vacunación, comedor comunitario, refugio contra la violencia. Todo eso es necesario, pero diluyó los objetivos originales hasta casi hacerlos desaparecer.

En 1880 en Estados Unidos o en 1920 en Guatemala el currículo era básico:

  • Historia: lista de fechas y héroes oficiales (casi siempre tergiversada).
  • Matemática: sumar, restar, multiplicar, dividir y fracciones. Nada más.
  • Método: el maestro hablaba, el niño repetía. Si fallaba, recibía golpes.

Era una escuela autoritaria, pero quien terminaba primaria sabía leer un periódico y dar vuelto en el mercado.

Los años 60: los psicólogos rompieron la tapa de los sesos 

Aparece el cognitivismo. El cerebro deja de ser un espejo pasivo y se convierte en un computador que procesa información activamente. El aprendizaje ahora depende de los conceptos previos del estudiante (Joseph Novak, Jerome Bruner). Este giro teórico transformó también los contenidos escolares. Nacen las didácticas específicas y llegan:

  • La Matemática Moderna con teoría de conjuntos.
  • La ciencia organizada como en las universidades.
  • Conceptos como “transposición didáctica” (Yves Chevallard).

Los programas se volvieron más sofisticados y notablemente más difíciles.

¿Sirvió de algo tanta sofisticación? Según el Ministerio de Educación, en 2024 solo el 10% de los graduados de diversificado aprobó el examen de matemática elemental. Nueve de cada diez jóvenes que reciben diploma no saben sumar, restar, multiplicar ni dividir con seguridad, y mucho menos manejar fracciones o porcentajes. Es decir, saben menos aritmética útil menos que los niños de primaria de hace cien años.

En los años 80 y 90, mientras el mundo abrazaba el neoliberalismo (más mercado, más competencia individual), el discurso educativo internacional dio otro giro. Dejó de hablarse de conocimientos sólidos y duraderos y empezó a hablarse de “competencias”.

En la próxima entrega veremos cómo ese lenguaje, impulsado por organismos internacionales, terminó de borrar el rumbo de la escuela guatemalteca y por qué necesitamos volver a hablar de capacidades profundas en lugar de competencias vacías con poco sustento teórico. 

Porque si ni siquiera logramos que un graduado calcule el vuelto o entienda el interés de un préstamo, ¿de qué sirve enseñarle “competencia emprendedora” o “competencia digital”?

(Continuará)


Wednesday, December 10, 2025

Ya no hay ideologías, sólo intereses.

 Fernando Cajas.


El 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Ese día el mundo cambió para siempre. La Guerra Fría comenzó de verdad: una confrontación sin enfrentamientos directos entre las superpotencias, pero con batallas sangrientas en los países periféricos. Dos banderas claras ondeaban entonces: capitalismo, por un lado, comunismo por el otro. 

Guatemala fue uno de los primeros campos de esa guerra sin balas entre Washington y Moscú. La Revolución del 44 intentó romper el sistema cuasi feudal basado en la explotación brutal de comunidades indígenas y campesinas, sobre todo en las fincas de café y banano de la costa sur y el occidente. Los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz impulsaron la modernización del país, la seguridad social, el Código de Trabajo y, sobre todo, la Reforma Agraria. Eso bastó para que la United Fruit Company, los grandes terratenientes y el Departamento de Estado norteamericano nos etiquetaran de “amenaza comunista”. En 1954 la CIA organizó una invasión, creó campañas de desinformación masiva y derrocó a Árbenz. Empezó el acabose.

Le siguieron 36 años de Conflicto Armado Interno, más de 200 mil muertos, 45 mil desaparecidos y un país destrozado. Los militares se hicieron millonarios, sembraron la corrupción como sistema de gobierno y convirtieron la política en un negocio de sangre. Cuando en 1986 llegó Vinicio Cerezo, el primer civil electo en décadas, la democracia fue más fachada que realidad: el ejército seguía mandando desde las sombras y la guerrilla aún combatía en las montañas.

La caída del Muro de Berlín en 1989 dejó huérfanos ideológicos a muchos. Como me dijo una vez Gustavo Búcaro, un colega profesor en el CUNOC: “Fernando, nos quitaron la bandera”. Y tenía razón. El supuesto comunismo real nunca había sido comunista en el sentido marxista original; la Unión Soviética era un régimen autoritario con economía planificada, Cuba quedó a medias, y hoy la China “comunista” es una de las mayores potencias capitalistas del planeta. Las ideologías se desvanecieron. Solo quedaron los intereses.

En Guatemala firmamos la paz en 1996, pero la democracia nunca terminó de nacer. Los gobiernos civiles que vinieron después fueron, en su mayoría, una mezcla grotesca: neoliberales que profundizaron la desigualdad, exguerrilleros convertidos en aliados de genocidas (Portillo y Ríos Montt son el ejemplo más obsceno), y un sistema político capturado por mafias que se turnan el poder.

Lo más cerca que estuvimos de romper el círculo vicioso fue con la CICIG y el Ministerio Público entre 2007 y 2019. Por primera vez se desmantelaron estructuras criminales que operaban dentro del Estado. Por primera vez los intocables fueron a la cárcel. Por eso mismo los dueños de siempre —algunos sectores del Cacif, familias tradicionales, militares enriquecidos y sus operadores políticos— movilizaron todo: mercenarios legales, mercenarios de prensa, mercenarios en el Congreso y en el sistema de justicia. Lograron expulsar a la CICIG y capturar nuevamente las instituciones.

Hoy ya nadie se disfraza de ideología. El Pacto de Corruptos no es de derecha ni de izquierda: es simplemente un pacto de impunidad. Tienen cooptado el Congreso, gran parte del sistema de justicia y gran influencia en el Organismo Ejecutivo. El gobierno actual, que llegó con la bandera del cambio, parece no haber entendido la magnitud histórica de su mandato o no tiene la fuerza (o la voluntad) para enfrentarlos de frente.

Y aquí viene lo más duro: la democracia no emerge porque, en buena medida, la mayoría de la población no la pelea. Después de décadas de terror, muchos guatemaltecos aprendieron a sobrevivir agachando la cabeza. Pero también es cierto que en 2015 y en 2023 cientos de miles salieron a las calles y votaron contra el sistema. Esa energía existe.

La construcción de la verdadera democracia debe ser un trabajo de todos. Ya no es problema de ideología alguna, ni de derecha ni de izquierda. Que no quieran asustarnos con el petate del muerto. La única posibilidad real es organizarnos desde abajo: barrios, comunidades, municipios, universidades, mercados, redes digitales. Exigir rendición de cuentas todos los días. Apoyar y proteger a los jueces y fiscales honestos que aún resisten. Fortalecer a las autoridades ancestrales, a los movimientos campesinos e indígenas que nunca se rindieron. Construir una ciudadanía activa que no se conforme con votar cada cuatro años y luego volver a casa. Hagámoslo guatemaltecos y hagámoslo ahora porque si no es ahora, no será nunca.

Saturday, December 6, 2025

Ingeniería escolar.

 Fernando Cajas.

A partir de los llamados por alfabetización científica de finales del Siglo XX iniciados en el seno de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, AAAS por sus siglas en inglés, y seguidos por el Consejo Nacional de Ciencia, NRC, por sus siglas en inglés, ambos en el corazón de la política educativa norteamericana, aparece la ingeniería en la educación obligatoria. Tenemos una larga historia de la matemática en la educación obligatoria. Desde el inicio de la Escuela Pública como institución social los alumnos han tenido que aprender matemática.

Primero, el conocimiento matemático escolar ha sido considerado de crucial importancia para los alumnos, tanto para sus capacidades individuales, sus capacidades laborales como para su participación social. Lo mismo sucede con lectura y escritura: Aprender a leer es esencial para la democracia, esto es, para la participación social informada y crítica, así como estudios sociales, historia y otras áreas cognitivas que son materias escolares en cualquier parte del mundo. Pero ingeniería, ingeniería no, porque se supone que es lo que se estudia en la universidad o en un tecnológico.

Entonces, como si no fuera suficiente que los alumnos tengan que aprender matemática, lectura y escritura, estudios sociales y un largo número de materias ahora los llamados son para que aprendan ingeniería. Y ¿por qué?

Es claro que la ingeniería profesional se enseña en las facultades de ingeniería y en los tecnológicos superiores, pero la ingeniería escolar es un producto de los llamados de alfabetización científica. La lógica detrás de este llamado es que la ingeniería es fundamental para la sociedad y aunque no todos tienen que ser ingenieros hay elementos de la ingeniería que sirven para construir ciudadanía, capacidades críticas de la población. Explico.

Desde que nacemos hasta que morimos, todo lo que nos rodea es obra de artesanos, diseñadores, constructores, arquitectos o ingenieros. Los autos donde nos movemos, los aviones que tomamos, el teléfono que usamos, etc. Pero los productos de la ingeniería no son éticamente neutrales. Tienen un efecto positivo o negativo en la sociedad. Un sistema de distribución de agua tiene en el mejor de los casos un efecto positivo, pero pudiera también dejar a ciertos sectores sin agua. Todo diseño de ingeniería tiene efectos positivos, negativos, efectos colaterales no intencionales, efectos desconocidos que son impredecibles. Una planta hidroeléctrica pudiera producir electricidad limpia para una comunidad, pero tiene posibles efectos secundarios que los ciudadanos o habitantes de comunidades rurales deben conocer previo a que se haga. Las minas a cielo abierto en Guatemala en general tienen efectos negativos que los ciudadanos y comunitarios deberían conocer para aceptarlas o no.

Así que la lógica detrás de la introducción de la ingeniería a los sistemas escolares obligatorios no es para convertirlos en ingenieros ni mucho menos, no. Es para tener un conocimiento básico de la naturaleza de las ingenierías y las tecnologías, así como de sus efectos positivos y negativos, colaterales, anticipados o no, para que nosotros los ciudadanos participemos en decir que es lo que como sociedad nos conviene.

Los enormes problemas del tráfico en ciudad capital de Guatemala son una ausencia total de un entendimiento científico y tecnológico del transporte público y una ausencia de alternativas de transporte, asociado a la necesidad de tener ciudades satélites donde las personas se ven obligadas a dormir mientras pasan cuatro horas de tráfico cada día. Es una incapacidad total de alfabetización tecnológica. La crisis del agua que se genera en ciertas zonas de la ciudad de Guatemala y en Mixco y en otros lugares alrededor de la capital es el resultado de una enorme indiferencia e incapacidad en la gestión de agua: Ausencia de entendimiento de la ingeniería con funciones sociales.

Estos son problemas de ingeniería que deben ser entendidos por los concejos municipales y por los ciudadanos para poder participar en planes coherentes y realistas para mejorar la eficiencia del transporte público y mejorar la gestión del agua, ambos problemas de ingeniería con enormes repercusiones sociales. Estos solamente son dos ejemplos, pero hay muchos problemas más que afrontar. Por eso, los y las ciudadanas deben conocer elementos clave de la ingeniería para opinar, mejorar la calidad de vida en sus comunidades.

Ojalá el Ministerio de Educación reconozca lo fundamental que es la introducción de la ingeniería en los sistemas escolares como parte de la mejora del pensamiento crítico de los futuros ciudadanos y de los actuales estudiantes. Ya hay algunos ejemplos concretos de esto a través de lo que se llama STEM, ciencia, tecnología, ingeniería y matemática como el dirigido por Waleska Aldana. La apertura de más de 500 institutos de educación media también abre una ventana de oportunidad para la introducción de elementos de la ingeniería en el currículo de la educación obligatoria guatemalteca.

Para eso hay que revisar los ejemplos de otros países. En Australia la ingeniería y el «design thinking» son parte del currículo nacional desde 2015; en Estonia los niños de primaria aprenden robótica básica y análisis de sistemas. En México, desde donde escribo, hay un intenso movimiento STEM. En Finlandia, Canadá, Alemania, Inglaterra, Colombia también hay ejemplos exitosos de la inclusión STEM en el currículo.

Es hora de que en Guatemala incluyamos a la ingeniería en el currículo de la educación obligatoria para mejorar el pensamiento crítico de nuestros estudiantes. Hagámoslo ahora, porque si no es ahora, no será nunca.

Nota: Fernando Cajas fue investigador asociado de la American Association for the Advancement of Science (AAAS) en Washington DC, de 1998-2001, donde estudió el conocimiento de la ingeniería como conocimiento escolar y organizó el primer congreso de la AAAS-Project 2061 de aprendizaje de la tecnología en 1999.

Friday, December 5, 2025

Honduras, ¿fraude o derrota?

Carlos Figueroa Ibarra.

En el momento de escribir estas líneas, a dos días de las elecciones Honduras del 30 de noviembre de 2025 con el 55% de los votos computados, los dos candidatos de la derecha estaban en un empate técnico con 39% de los votos mientras que Rixi Moncada la abanderada del partido Libre, ocupaba un distante tercer lugar con aproximadamente 20% de los sufragios. ¿Fraude o derrota? He aquí la gran pregunta que debe hacerse con respecto a los comicios hondureños.
En abono a la primera hipótesis, la del fraude, habría que decir que las encuestas hasta hace muy pocos días daban a Rixi un triunfo con un 40% de los votos en un sistema electoral sin segunda vuelta, mientras Nasri Azura y Salvador Nasralla se disputaban el segundo o tercer lugar con unas intenciones de voto de aproximadamente 20% cada uno. Analistas entusiastas por el progresismo en Honduras elevaban las intenciones de voto para Moncada a alrededor del 50%. Con estos pronósticos los resultados electorales resultan desconcertantes y el olor al fraude es inevitable. Desde México algunos analistas desde la izquierda recuerdan el fraude cometido a favor de Salinas de Gortari en 1988 cuando el sistema de recuento de votos se cayó y equiparan “esta caída del sistema” a la suspensión de emisión de datos del programa de Transmisión de resultados Electorales Preliminares (TREP). “Esa película ya la vi” dijo en su transmisión diaria el senador por Morena Gerardo Fernández Noroña, quien recordó cómo vivió personalmente el fraude de1988.
La hipótesis del fraude se acrecienta si se recuerdan los 26 audios en los cuales la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Cossette López, hablaba con su interlocutor acerca de cómo se iban a anunciar los resultados electorales de tal manera de favorecer a alguno de los dos candidatos de la derecha y en todo caso escamotear el eventual triunfo de Rixie Moncada. Este hecho fue denunciado por el Ministerio Público en octubre del presente año y fue uno de los temas de conversación entre las presidentas Claudia Sheinbaum y Xiomara Castro en ocasión de la reciente visita a México de la segunda. La candidata Moncada había advertido antes de las elecciones que no iba a aceptar las cifras del TREP. Las encuestas que daban el triunfo a Rixie Moncada tenían sentido si se recuerda que en estos últimos cuatro años el gobierno de Xiomara Castro alcanzó avances significativos en áreas clave como reducción de pobreza: la pobreza de 73.6% a 60.1% y la extrema pobreza de 53.7% a 38.3%. Además de la inversión social y productiva ​que en 2023 según la CEPAL fue la mayor en América Latina. Honduras que es uno de los países más violentos de la región, también logró una disminución de los homicidios en estos cuatro años. La inversión en educación logró niveles históricos, así como la de los servicios públicos, energía, agricultura y medio ambiente. Muchos de esos logros están cuantificados -como la caída en pobreza, el aumento del gasto social o la inversión en infraestructura- y representan cambios tangibles comparados con periodos anteriores.
En su primera conferencia de prensa, Rixie Moncada denunció que los resultados electorales que se estaban dando, estaban sesgados por el hecho de que en las vísperas de la elección, el CNE habían levantado el que fuera obligatorio que las actas enviadas por las Juntas Receptoras de Votos (JRV) tuvieran una validación biométrica (huellas dactilares, firmas digitalizadas, fotografías de los integrantes de dichas JRV). Esto resultó en el hecho de que hasta el momento en que ella dio su conferencia de prensa, de las 11,280 actas divulgadas, 2, 859 (25.35%) no tenían tal registro biométrico. De estas actas no validadas biométricamente 1,588 (55.54%) favorecían al Partido Nacional (Azura) y 1,041 (36.41%) al Liberal (Nasralla). Solamente 204 actas (7.14%) de las actas sin registro biométrico favorecían al partido Libre (Moncada). Esto significa que el 25% de las actas no tenían registro de autenticidad.
La hipótesis de la derrota se sustenta en el hecho de que estas elecciones estuvieron marcadas por el injerencismo estadounidense. En primer lugar, Trump declaró su apoyo a Nasri Azura, luego dijo que si no ganaba entonces Estados Unidos “no malgastaría su dinero en Honduras”. Una amenaza real para un país que ha sido prototipo de la república bananera, que depende sustancialmente de las remesas y que está sumida en la miseria y en la pobreza. En las vísperas electorales declaró que indultaría al expresidente Juan Orlando Hernández condenado a 45 años de prisión por haber propiciado desde sus períodos de gobierno (2014-2022) el trasiego de 400 toneladas de cocaína. Al terminar la jornada electoral también se unió a la narrativa del fraude, pero desde la perspectiva de que ese fraude se estaba realizando a favor de Nasralla. Declaró Trump que si se intentaban cambiar los resultados de la elección habría consecuencias graves y exigió al Consejo Nacional Electoral que terminara pronto el conteo y advirtió que “la voluntad del pueblo” tendría que respetarse. La hipótesis de la derrota se sustenta primeramente en la opinión de que el pueblo hondureño al igual que sucedió con la Argentina en las elecciones legislativas de octubre de 2025, cedió al chantaje imperialista.
Los que hemos vivido los fraudes electorales (yo los viví en Guatemala en 1974 y en México en 1988, 2006 y 2012) sabemos que estos son más posibles si los resultados son cerrados. En el caso de Honduras, la candidata progresista esta a 20% de los dos candidatos punteros. Solamente un descomunal fraude, una adulteración masiva de los resultados electorales, podría explicar esta abultada diferencia. Cabe pensar si lo que sucedió en Honduras no se debió al fraude, o no solamente al fraude, sino es el resultado de una presión imperialista que atemorizó a grandes sectores del electorado como sucedió en Argentina. También cabe analizar el papel de otros factores como el rol de las iglesias fundamentalistas neopentecostales (bases sociales del neofascismo) en Honduras, que ya controlan el 50% de la feligresía. Finalmente, el poder mediático que tienen las 25 familias que constituyen el eje vertebral de la clase dominante hondureña.
El triunfo de la derecha hondureña es el triunfo de la ultraderecha hondureña. Es un absurdo calificar a Nasralla de “centrista” apelando a un pasado de alianzas con el partido Libre. Nasralla es un oportunista y ahora si llega a la presidencia se inclinará por lo que la Casa Blanca le indique y él mismo será un aliado de Milei en Honduras o de Bukele en El Salvador. Más aún si se toma en cuenta de que a diferencia de los últimos 25 años, América Latina está girando hacia la peor de las derechas como lo demuestra en el contexto del asedio imperialista el fraude electoral en Ecuador, la imperdonable derrota del MAS en Bolivia, el triunfo de Milei en las legislativas, este revés en Honduras y el previsible triunfo de la derecha neofascista este mismo mes en Chile. Las victorias tienen muchos progenitores, las derrotas son huérfanas. Más allá de sindicaciones personalizadas, es necesario un examen de la capacidad reaccionaria de meterse a través del miedo y el convencimiento en amplios sectores populares. Es necesario diseñar una estrategia para hacerle frente a la batalla cultural neofascista que esta rindiendo frutos. Son estos tiempos, tiempos de reveses que acaso sean de largo alcance. Tiempo de respuestas objetivas a preguntas dolorosas. Tiempos de reflexión profunda para volver a levantarnos.